viernes, 31 de diciembre de 2021

Un día sentimental (49/365)

Me encanta el sentimentalismo de este día. Quiero escuchar, de todas las personas posibles, las cosas que les son valiosas e importantes al terminar el calendario. Quiero abrazar a quien esté llorando y brindar con quien esté brillante de gozo. Me gusta leer los estados y ver las fotos de todos los que celebran estar vivos y haber aprendido cosas, aunque sea rompiéndose la cabeza contra el suelo. Estamos vivos y algunos ni siquiera sospechamos cuántos privilegios abrigan nuestro cotidiano. 

Me gusta mucho sentir la atmósfera de cierre de cosas, de deseos por convertirnos en mejores personas, por tener vidas significativas, por mirarnos con amor en el espejo. Todos, absolutamente, estamos en el mismo camino. Desde el café del desayuno hasta las mantas calientes por la noche, solo queremos sentirnos bien y, con algo de suerte, ser felices. 

Que no lo olvide y que siempre pueda ver el dolor que se esconde detrás del enojo, que pueda ver el sufrimiento que devela la confusión. Nunca estoy sufriendo más que cuando soy cruel con alguien más. Yo... todo el mundo.

Deseo cosas simples y bonitas para todos:

Deseo que todas las vidas puedan descansar en silencio, escuchando la voz de su propio corazón; que haya cosas bellas en los lugarcitos que habitamos; que haya buena comida, comida que nos haga bien; que haya afecto y cuidado; que haya libros y música y poesía. Deseo que podamos experimentar sin miedo nuestra soledad y nuestra angustia, que podamos acoger las peores partes de nosotros mismos y atenderlas con cariño, que podamos sanarnos unos a otros con escucha atenta y palabras bondadosas. Deseo que nadie se sienta ignorado o dejado de lado, que nadie se sienta abandonado o herido por otro ser. Deseo que todo el que se sienta triste encuentre consuelo en su interior y una red de cuidado que le acompañe. Deseo que podamos reconocernos en las sombras de los que amamos y aceptar que eso también es lo que amamos. Deseo que el amor romántico deje de ser el centro de nuestro universo sentimental y podamos, un poco más cada día, expresar todos los colores del corazón para hacer un mundo más bonito. Deseo que comamos más plantas y menos animales, que perdamos el miedo de tocar y de decir te amo. Deseo que podamos ir a las montañas y acompasarnos con los ciclos de la luna. 

Deseo que mañana al despertar y empezar de nuevo un calendario, podamos ser hogar y abrigar la vida en todas sus formas y momentos.

jueves, 30 de diciembre de 2021

Creo en la magia (48/365)

Creo en la magia que hace que todo cambie en un instante.

De ser un elefante, por encanto, me transformo en pez. De ser una pluma, me transformo en un cristal. De ser de agua, me transformo en luz.

Hay palabras que, combinadas de forma extraña y particular, desencadenan sucesos inexplicables y me dejan de boca abierta sin poder dar crédito a lo que aparece frente a mí.

He sido hechizada por la sombra. Las noches de mi corazón, que devoran todo, me envuelven y me mantienen en un trance de silencio. Y, de repente, un puñado de palabras quiebra todo eso en un relámpago y se hace la claridad; se rompen los velos de mi casa interior. La magia sucede y la sombra se convierte en algo que canta y que está vivo. El fénix, quizás, es producto de esa misma magia. Así mi corazón en llamas que vuelve a ser polluelo pidiendo de comer. 

Palabras llenas de poder, pasan de mi boca a la tuya, de mi cuerpo a tu vida, de los libros a mi corazón. Las palabras que lo contienen todo y están hechas apenas de aire y de un poquito de espacio, son la fuente de la que brota el universo, instante tras instante. Ahí vivimos, ahí nos encontramos, ahí nos inventamos.

Con todas las palabras de mi vida, voy a conjurar tu soledad y tu herida. Soy aprendiz de maga cada vez que me siento frente a estas teclas. Las horas de mi vida que he pasado en las bibliotecas sean, quizás, las horas mejor empleadas aprendiendo a chasquear los dedos y hacerte aparecer un ramo de flores donde solo estaba el pañuelito de tu llanto. Mis letras favoritas las he dibujado en tu espalda con mis dedos y tu propio nombre lo he dibujado en el libro de mis ancestros; tu nombre de donde nazco cuando lo pronuncio, tu voz, que es el aliento divino cuando me pronuncia. 

Yo creo en la magia de decirnos, de mirarnos a la cara y dejar que suene, entre los dos, las cosas que nos pasan. Todo se transforma en un instante cuando me escuchas con amor; cuando me dices en dónde está enterrada tu espina, en dónde te he causado dolor. 

Me miro en el espejo esta noche repitiendo palabras y creo en la magia. 

miércoles, 29 de diciembre de 2021

Soy un terrón de azúcar (47/365)

Aquí acostada entre tus brazos, en la pereza de las cuatro de la tarde, soy un terrón de azúcar.

Te aproximas y todo lo seco que hay en mí se vuelve un almíbar melcochudo al contacto de tu humedad.  Empiezo a impregnarme de ti y me transformo en otra cosa; imposible regresar a mi estado anterior. Me bebo la fluidez de tu cuerpo caliente y me voy derritiendo de a poco, perdiendo mis cristales angulosos. Aquí en mi habitación, somos un solo charquito de cosas dulces, somos una agüita azucarada que atrae a las abejas y los zancudos. Después de un rato somos una mancha blancuzca sobre la cama. El aire frío de la sabana bogotana se ha llevado de nuevo la humedad, dejando de nosotros apenas un rastro de algo que fue sólido alguna vez y que ahora es apenas poco más que una fina capa de polvo vegetal. 

Me derrito en ti, como me derrito en tu café. Estoy abundante entre tus manos como lo estoy en las tardes caprichosas de tus sábados. Me llevas contigo a casa, donde acaricias con los dedos el filo de tu taza azul, pensando en el sabor de mi boca al contacto con la tuya. Soy un terrón de azúcar y me deshago al contacto de tus dedos bruscos, de tu afán sin cuidado, de la ternura con que arruinas todo.  Tu lengua es un látigo que castiga mi inocencia. La mía es una cucharadita de miel que apacigua la tuya. 

Es todo dulce, casi empalagoso en estas tardes. Son las cinco y te vas, pero el efecto de este rato juntos ya está corriendo por tu sangre. Tu cuerpo segrega insulina para hacerme parte de ti. Ahí estoy yo poniendo en marcha el mecanismo perfecto de tu vida. Aquí estás tú, haciéndome creer que no nos hacemos daño, que podemos darnos estas licencias de cuando en cuando, que aun aguantamos estas sobredosis de nosotros y que, entonces, empalagarnos así nos hace felices. 

martes, 28 de diciembre de 2021

Te enseño (46/365)

A mi niña pequeñita empiezo a verla crecer y le enseño, con profundo amor, todo lo que a mí me gustaría haber aprendido. 

Le enseño los nombres de las flores y cómo cuidarlas. Le enseño a plantar una huerta y a acompasar la cosecha con los ritmos de la luna; me gusta como sonríe cuando pronuncia la palabra remolachas; me gusta verla florecer como florece la albahaca en flores blancas, pequeñitas y perfumadas, réplicas aromáticas del naranjo que le hace sombra. Así, ella y yo: fragantes de vida y de esperanza en nuestro amor, que nos hace una sola y nos permite ser libres, también, andando nuestros propios caminos. 

Le enseño a acariciar a los animales y a imitar sus sonidos para comunicarse directamente con ellos, que son enviados del universo para enseñarnos los misterios de la vida, del nacer y del morir, de la compañía y de la interdependencia. 

A esa partecita de mí que es mi niña, le enseño a ser amable y dulce, le enseño que siempre podemos hacer brillar los lugares y los momentos y que no hay nada de malo en eso. Que se puede ser el agüita fresca, como la del río que no se inmuta porque alguien se baña en él. En movimiento, siempre siendo río, instante tras instante, sin repetirse, el agua permanece fresca. 

Le enseño a contemplar el cielo y a comprenderlo. Le enseño que el sol no nace ni se pone, sino que somos nosotras quienes nos movemos, ancladas como estamos a esta tierra de ilusiones. El día y la noche, tan ilusorias como yo y otro... solo nombres que le damos a las cosas. 

Le enseño a navegar los días entre palabras, entre caricias, entre verduras frescas y caminatas a la montaña. Le enseño a apreciar la tacita del té y el pan de semillas, la risa de sus amigas, los cansancios de su madre. Le enseño a cuidar sus afectos como el tesoro que son, a abrigar los corazones y a perder todas las batallas. Le enseño que la base de estar aquí es el sufrimiento y la muerte y que sostener eso tan crudo en las manos es el verdadero milagro. Nuestro amor, descubrir la vida juntas. 

lunes, 27 de diciembre de 2021

Floto (45/365)

Floto tranquilamente hacia ti. El agua tibia me sostiene mientras me aproximo vadeando serenamente, medio anfibia, semiacuática, a la orilla donde tú te instalaste en la mañana. Todo es de un color verdoso transparente y es un solo destello solar que repite tu alegría. 

Me has dejado muda con las canciones que canta tu cuerpo al entrar en las aguas profundas de este día. No te quedas callado. El sudor que resbala sobre el dorado de tu anatomía anuncia todas las cosas que han sido nombradas hasta hoy. Todos los lugares, objetos y animales están escritos entre los pliegues de tu cuerpo. Todos los nombres de todos los seres se alinean con tu dientes cada vez que sonríes. Tú los masticas y los escupes de nuevo en este mundo, transformados en cosas animadas que se van a poblar el mundo. 

Así también mi nombre y el nombre de mi perra que, por momentos, enredados en tu maxilar inferior, llaman tu atención inalterable y los notas y los destrabas de allí con un gesto para que puedan, a través de tu exhalación, volver a existir en el mundo.

Así me regresas mi nombre, que yo ni sabía que había perdido. Así puedo deslizarme de nuevo, siendo mi nombre completo, desde mi orilla a la tuya dejando rastros concéntricos en el agua para que me vean desde lo alto, justo en centro de las ondas, moviéndome hacia ti, hacia todo, hacía tu mordida final que me hace estallar en risas y complicidades. Te lo doy todo y quedo flotando, tranquila, a tu lado mientras hablamos del clima y de los plátanos que crecen a la vera de los ríos. 

domingo, 26 de diciembre de 2021

Momentos de claridad (44/365)

Cada instante vivido como un momento de claridad. Soy completamente lo que estoy siendo, las cosas saben a lo que saben y puedo experimentar directamente el placer, el dolor y la serenidad de la respiración. Entre tus brazos, el pensamiento se detiene porque no estoy, por fin, lejos de nada; me siento, una vez más, como una parte pequeñita del universo capaz de contener el infinito, pleno de espacio y de silencio.

Un destello jubiloso cuando mis ojos se tropiezan con los tuyos y explota todo. La vida, los cuerpos, el amor que siento por ti, por todas las cosas a través de ti. Soy transparente. Todo se hace transparente y podemos atravesarlo sin casi notarlo. Nos vamos a todos los lugares sintiéndonos alegres y ligeros. Es el amor el que deshace todo en luz y todo se ve, por fin, tal como es, tal como somos tu y yo y lo que somos juntos.

sábado, 25 de diciembre de 2021

Estás aquí (43/365)

Hoy leí que ser agradecida significa, sobre todo, ser capaz de apreciar las partes de mí que no me gustan, porque, solo así, puedo apreciar todo lo que me rodea como aprendizajes y regalos que me ayudan a encontrar la verdad dentro de mí.

Me miro con atención y ahí te encuentro. 

Con el corazón roto; divorciándote casi en secreto por la vergüenza de no encajar; sintiendo que tu cuerpo no es lo suficientemente algo, comiendo ansiosamente o privándote de comer, ansiosamente, culpablemente; intentando ser una buena persona a pesar del enojo y la frustración de estar en esa vida particular.

Te encuentro en mi perecita de la tarde viendo películas sentimentales, anhelando un abrazo perdido, una risa sonora que inunda toda la habitación, el calor de la vida de alguien, el murmullo de su respiración cuando ya está casi dormido. 

Te encuentro susurrando secretos familiares mientras, con mi madre, hacemos labores con cintas y agujas, sintiéndonos cómplices en una vida que apenas estamos empezando a inventarnos juntas, llenas de preguntas, de planes, de acuerdos que resolver.

Te encuentro en la rutina del espejo en la noche, contando los surcos del tiempo en la cara, las manchas del sol, las marquitas que el amor y los excesos van dejando en los ojos; en el olor de las cremas y las curas mágicas que, con suerte, retengan algo del descaro ingenuo de la juventud.

Te encuentro en el sollozo triste del final del día, la melancolía de las fiestas y todas las cosas a las que he renunciado; en el coraje que me viste y me protege y que me ha costado la serenidad de muchas noches, la compañía en muchos caminos. 

Te encuentro en mi herida abierta, en mi corazón anhelante, en mi insatisfacción patológica, en mi curiosidad desafiante. Eres idéntico a esta piel curtida de sol y de batallas, de humedades y de hambres no satisfechas. Tus dedos están tecleando estas palabras y soy yo quien se recuesta en tu almohada junto a tu gato.

Estás aquí. Estás aquí conmigo cada vez que yo respiro; tu exhalación me mantiene con vida. No te vas nunca, a ningún lugar mientras aprendo a amarme mejor, a cuidarme mejor, a contener tu emoción por ser libre y andar de un lugar a otro sintiéndote sin hogar. Estoy contigo, aquí en mi cama caliente, enlazando mi cuerpo con el tuyo, mientras te emborrachas y te pierdes en alucinaciones que te regresen a casa, a lo que no alcanzas en la vigilia rutinaria; tu carcajada, mi felicidad, los caminos, envejecer, terminar como un polvo gris que se derrama en el océano, agua salada que transpira la tierra, mi cuerpo, mi tristeza que no se seca nunca, como mi deseo, que no se apaga y calienta todo y evapora la materia de tu alegría. 

Estás aquí, conmigo y me siento agradecida.

viernes, 24 de diciembre de 2021

yo te amo (42/365)

Cierro los ojos y todo está aquí. 

Estás tú y está mi corazón, completamente abierto, dejando que el aire corra libre.

Cuánta paz mientras imagino que no hay más cansancio ni heridas, que no hay niebla cubriendo mis ojos. Tomo tu carita entre mis manos y te digo: yo te amo, mientras pongo un beso en la punta de tu nariz.

Me quedo en tus ojos, dejando que mis pies sientan el fondo de piedritas redondas cubiertas de lama y todo está aquí. Me he vuelto de la misma sustancia que, en tus pulmones, mágicamente, se transforma en vida. Esa sustancia agitada que canta fuerte y afinada cuando salimos a correr, y que entonces, suena al mismo ritmo que cuando hacemos el amor. No tú y yo, sino cualquiera de nosotros. 

Cerca de ti me transformo en cualquier cosa etérea y fluida, en algo que se desliza muy fácil entre las cosas. En ti me deshago y pierdo mi cualidad material. Ya nada importa porque nada pesa, porque todo se vuelve transparente.

¿Has experimentado realmente lo que siente tu cuerpo cuando sonríes espontáneamente? Algo así, que corta todas las palabras y los hilos que nos mantienen atados, es lo que yo siento cuando miro el fondo de ti desde la humedad de saber que estás viviendo.  Me quedo en ti. Todos los días camino hasta tus orillas para contemplarte y decido que me quedo ahí, que ahí es donde yo vivo, donde puedo sembrar vegetales y recoger flores. Me quedo a vivir en tu olor, en el tacto áspero de tu historia, en lo más tierno de tus zonas interiores, las que nunca se exponen al sol. Paso mi lengua para sentir la textura rugosa de tu paladar, toda la geografía de tu cuerpo ignoto. Caminatas de erotismo para cada amanecer. 

Me busco en el espejo y no hay más que vaho saliendo de tu cuerpo. Desaparezco y me hago parte de todo. De repente, tú eres el universo donde no hay tiempo ni espacio y ahí existo yo, como parte de ti y de todo, como espacio imposible de contener en algo que pueda llamar tú, que pueda llamar otro. Se funde todo lo que somos en el instante infinito en que estamos suspendidos en yo te amo.

jueves, 23 de diciembre de 2021

Querernos (41/365)

Dar un paso atrás y vernos a nosotras mismas desde afuera; abrazarnos, querernos como nos gusta, cuidarnos mutuamente y apreciar nuestras ansiedades y desvelos con una sonrisa bondadosa. Así se siente el amor esta noche. 

miércoles, 22 de diciembre de 2021

Días de nostalgia (40/365)

Siempre es nostálgica esta época del año. Tan lejos, como estoy, de ese espíritu de compartir y de participar de tradiciones, tomo un poco de distancia para mirar la incomodidad que muchos compartimos en estas fechas de tanta gente, tanta comida, tanta basura y tanta, tanta soledad. 

En algunos momentos en los que me detengo a mirar lo que pasa alrededor, me pregunto ¿en realidad quiere, esta persona (mi tía, por ejemplo) estar ahí sentada, rezando oraciones a un dios en el que, según dice, no cree y cantando villancicos con una maraca en la mano? ¿de verdad estar ahí es algo que le hace bien? ¿o es, como fue para mí por mucho tiempo, la camisa de fuerza de eso intocable que se llama familia?

Mi nostalgia de esta temporada no tiene que ver con haber perdido esa risa que inunda mi casa cuando está todo el mundo reunido, sino, más bien, por la libertad y la serenidad que aun no vislumbro cuando tengo que sentarme en medio de ese torbellino de alegría y abrazos que no acaba de convencerme. 

Puede que toda esta molestia no sea más que un rezago de mi amargura adolescente o la incipiente soledad autoimpuesta de mis años por venir, pero aquí me paro estos días: en esta palabra que es mi propio nombre me sostengo y apuesto por resistir, a veces no tan pacíficamente, a los mandatos divinos de esta cultura nuestra. Me acomodo en la nostalgia de la que aun no consigo ser, en la certeza de saber que ese fuego está en mi interior y que espera la intensidad adecuada de viento para elevarse en una hoguera que, al fin, acabe con todo lo seco y lo viejo para que los retoños verdes tengan el mejor terreno para brotar. 

martes, 21 de diciembre de 2021

Reírnos juntas (39/365)

Me río de mí misma y todo se siente mejor.

Nos reímos de nosotras mismas y el mundo está perfectamente funcionando.

Es hermoso poder caer siempre en los brazos de Camila y Raquel y poder compartir con ellas los moretones y raspaduras de cada temporada. 

Me rompo el corazón una y otra vez, me emborracho de deseo para olvidarlo y vuelvo a comenzar. Y ellas lo entienden. Ellas me acompañan y se ríen conmigo de tantas torpezas, de tantas vergüenzas y todo se siente mejor.

Los universos de amor entre mujeres son la cosa más poderosa del planeta. Cuidar de ellos es la cosa más sabia que se puede hacer por una misma y por el mundo.

Amarlas a ellas, a todas mis amigas, es mi resistencia.  

lunes, 20 de diciembre de 2021

Nada qué perdonar (38/365)

Es maravilloso descubrir que no hay nada qué perdonar.

Fui lastimada en las superficies más delicadas y preciosas de mi ser, fui muy triste por eso y permanecí enojada por mucho tiempo.

Poco a poco, a medida que voy tocando mi propia oscuridad, a medida que voy atravesando las puertas de los sótanos de mi corazón, voy descubriendo mi propia hostilidad, mi propia confusión. No hay más que miedo detrás de tanto ruido. En mí y en la persona que me lastimó. Ahora sé que su casita interior es exactamente igual que la mía. Entonces, no hay nada qué perdonar.

Es solo que hay temporadas en que algunos abrimos las ventanas, a pesar del viento, a pesar del frío. Así hay un poco más de luz.

Hace pocos días pude ver a los ojos a esa persona y pude sentir de nuevo su abrazo. Qué afortunada soy; me fue dado el privilegio de ver la luz que alumbra esa casita en el invierno. Y yo pude alumbrar mi propia oscuridad con esa luz. Donde alguna vez es invierno, seguro que luego será primavera. 

domingo, 19 de diciembre de 2021

amar sin miedo (37/365)

Tengo hogar en un montón de amor y entonces todo está en su lugar. 

Hay música dentro de mí cuando reconozco los lugares a donde pertenezco. Entonces bailo y me embriago un poco para sentirme más valiente, más atrevida, más dispuesta a no ceder mi vida a las convenciones que nos asfixian.

Mi libertad es amar sin miedo; es dejarme herir en mi piel al descubierto, mostrarte mi corazón entre mis manos que dice: aquí estoy para ti ¿qué puedo darte para hacer tu vida más bonita?

Si hay algo, alguna respuesta en tu corazón, mi corazón te escucha y te acuna para que seas feliz esta noche. 

sábado, 18 de diciembre de 2021

Broto (36/365)

Va siendo hora de ser la ramita verde que surge de la semilla que se ha roto al germinar. 

Es algo hermoso ver brotes tiernos de un verde brillante abriéndose paso entre las lombrices y la cascarilla de arroz. Entre el negro húmedo de la tierra, algo muy limpio y nuevo se levanta. Quiero ser ese verde que no se anuncia sino que irrumpe de la nada, casi sin que lo advirtamos. Quiero ser brote hoy, brote de esta temporada de heladas de madrugada y soles abrasadores del medio día. Es diciembre, el mes que menos me gusta, pero hay que reconocer que es el mes de los cielos más bonitos. 

Hoy es luna llena y es diciembre y yo me siento verdecita, surgiendo después de hacer el trabajo por debajo de la tierra. Soy amiga de las lombrices y de las babosas, de las mariposas blancas que se comen las hojas. Soy amiga del rocío que es como hielo y del viento, de la tierra sedienta de la tarde y de la frescura de las manos que me cuidan. Si es que soy la vida misma que aparece ¿no soy entonces amiga de todo lo que está vivo también?

Estoy viva y soy amiga de todo. Estoy aquí con el corazón desportillado, pero estoy naciendo otra vez para la siguiente cosecha. Mi yo del campo está echando raíces y se siente bien. Me asusta, pero se siente como algo que me pertenece. 

viernes, 17 de diciembre de 2021

Ser triste (35/365)

Escucho en silencio las canciones de mi corazón. 

Escucho todas las historias que lo habitan. 

Escucho mi propia tristeza, mis anhelos, mis aves cantando de madrugada. Sé que estoy en casa cuando amanezco en el silencio. 

Aprendo que no es un problema ser alguien triste; el problema es intentar no ser alguien triste y buscar que alguna cosa, afuera o adentro, apague la tristeza. No es triste la tristeza, es silenciosa y delicada y aunque quizás no encaje con lo que aprendimos a perseguir, para mí, se siente como el único lugar en donde algo puede florecer. 

¿No hay serenidad también en los momentos tristes? ¿No son las cosas más bellas de la vida un equilibrio sabio entre ganar y perder, entre nacer y morir, entre el júbilo y la tristeza?

Nunca estoy más en mí, más en paz, que cuando puedo mecerme tranquilamente bajo el silencio que cobija mis mañanas tristes, mi corazón azul, mi días de luz de luna. 

lunes, 13 de diciembre de 2021

Me siento amada (31/365)

Me gusta ver mi reflejo en el amor de la gente que me ama.

Me gusta ver mi cara más bonita en el brillo de los ojos que miran con emoción.

Me gusta pensar en la belleza que hay dentro de mí y que se transparenta en la belleza de los brazos que me enlazan y me acunan.

Me gusta cuando quienes más me conocen sacan brillo a las alhajas que me adornan.

Me gusta sentirme amada y me gusta iluminarme por dentro cuando ese amor se hace palabras.

Un día así, soy una mariposita en proceso, abrigada por los hilos de cuidado de seres generosos que me aman. Me voy cocinando, yo misma, en ese calor que transforma todo y lo deja a punto para las vidas nuevas.

Hay cosas bonitas creciendo, cosas que he estado cultivando. Sí, hoy puedo decir, basada en la evidencia, que hay un corazón amoroso que me sostiene en esta vida y que hace circular calor por todo lo que soy. A ratos se me antoja ser un jardín que se renueva al compás de las estaciones y que solo estoy ahí, meciéndome en colores a la vista de cualquiera que pase desprevenido. 

Me siento amada esta noche. Amada de una forma que me hace fuerte y me ayuda a estar en calma. 

Agradezco eso.

domingo, 12 de diciembre de 2021

Bondad (30/365)

Creo que subestimamos el poder de la bondad.

Creo, también, que todos los seres hemos experimentado la sensación de ser rescatados por algo mínimo, algo imperceptible. 

Una noche tocaron a mi puerta; acalorada como estaba, leyendo muy cerquita del ventilador, me apuré para atender. Estaba ella ahogada en sollozos, con la nariz roja y estaba sudorosa como estábamos todos, siempre, en esa casa. 

Estaba asustada y se sentía sola. ¿Cómo no iba yo a reconocer esa sensación, estando a más de siete mil kilómetros de lo que reconocía como casa, sin poder siquiera salir de lo que ahora hacía encajar en esa misma definición de casa?

La abracé y nunca supe cómo fue que ese poco más de un metro cincuenta centímetros que hay entre mi mano derecha y mi mano izquierda era capaz de abarcar todo su desamparo y su confusión. 

Hace poco me dijo algo que me perturbó. Dijo que cuando tenía ganas de abrazar a Dios, pensaba en mi abrazo. No he podido tampoco saber cómo es que mi propio desamparo y mi confusión pueden adquirir esa dimensión inmensurable. ¿Dé donde sale una comparación como esa? ¿De quién es que habla ella que tiene en poco más de un metro y cincuenta centímetros algo de esa luz y de esa espaciosidad que a mí me parece que se le endilga a Dios?

Al otro día de ese momento en la puerta de mi cuarto bajé a preguntar cómo se sentía. Estaba mejor, compramos una torta y la compartimos. Ella tomó leche y yo café. Al otro día de ese mensaje perturbador me levanté temprano para salir a correr y cuando me miré al espejo continuaba inquieta, sin comprender de dónde sale eso que ella dice que le hace pensar en Dios. Esa tarde compré una torta y me la comí con un café sentada en el sillón antiguo de mi cuarto. Recordé las veces en que, aun sin creer en dios, experimenté esa luz y esa espaciosidad donde mi miedo y mi soledad se diluyeron en el gesto más simple de un corazón bondadoso. 

Cuando lloro, mi perra lame mis lágrimas. 

Una tarde Pablo me envió la foto de la pizzería del lado de mi casa, donde solíamos comer juntos.

Mi hermana me regaló una cafetera que yo quería, aun sin tener el dinero para ello. Sólo por hacerme feliz.

Mi tía viene hasta mi casa para invitarme a tomar un café con ella a las 11:00 am.

Raquel encuentra un meme sobre poesía y me lo envía para hacerme sonreír.

Adyla le envía un mensaje de cumpleaños a mi mamá en un español que aun no domina.

Daniel me dice: tu sonrisa ilumina todo.

Mi sobrina se asoma a mi puerta en la noche, guarda silencio un segundo y me dice: te quiero mari.

Aun los que no creemos en dios nos derretimos en el abrazo bondadoso del mundo. Hay silencio y hay calor en los estratos ocultos de las cosas cotidianas. Ahí podemos descansar.

sábado, 11 de diciembre de 2021

Copito (29/365)

Ya perdí la cuenta de cuantos apodos nos hemos puesto mi hermana y yo. Cada uno de ellos, más inexplicable que el anterior, no es sino un síntoma de la profundidad y la fuerza de un vínculo que nos parece sobrenatural. 

Por ahora, Copito es una de las variantes de nuestros nombres que más me gusta. Porque los apodos que elegimos son de las dos. Copito y Copito somos.

Pues bien, cuando las personas hablan de encontrar a su media naranja y el amor de su vida y esas cosas, yo sé en mi corazón, que a mí, por fortuna, no me toca esa tarea de buscar hasta encontrar, porque a mí eso que todo el mundo busca, me lo regalaron mis papás cuando yo tenía dos años.

Copito es todo eso y más. Es la voz de mi conciencia, mi espejo, mi casa. Es mi pareja de baile, mi pañuelito de llorar, mi fiesta, mi confesión. No hay nada en ella que me sea extraño, porque cada vez que algún registro de su Ser resulta novedoso, viene a fluir a este río que contemplamos entre las dos. Este río de la vida que es cada una y que se hace uno en el cauce que compartimos, que es, justamente, a donde vamos a bañarnos cada día y ahí somos felices chapaleando, buscando piedritas redondas y blancas. A veces resbalamos y nos rompemos la cabeza creando con nuestra sangre caliente una espumita rosada en el cauce de nuestras aguas; pero nos cosemos y nos curamos y después nos reímos al sol mientras nos quitamos los piojos y los bichos que, a ratos, nos invaden estos cuerpos sedientos de abrazos, de calor de amor. 

La extraño furiosamente. Sus muecas, su insistencia en que le rasque la cabeza, sus papitas con polenta, sus pañuelos llenos de mocos en cada rincón de la casa. Todo, todo lo que hace y lo que dice y la forma en que respira mientras duerme. No hay lugar más feliz en el mundo para mí que su risa y sus ojos que atraviesan todo lo que yo soy y que me invento para sostenerme. 

Envejecer con ella entre mis libros y sus lanas; entre el té, la cerveza y el vino; eso es lo único que puedo concebir como una ilusión para mi vida. 

Todas las formas de amor son lo mismo, pero hay uno que nos revela el sentido de las cosas y los mecanismos secretos que nos mantienen con vida. Para mí es el amor de Copito el que hace el milagro y me deja ver lo que soy y para dónde voy. 


viernes, 10 de diciembre de 2021

Próximo paso (28/365)

No ha pasado nada grave, es sólo que cambiamos.

Todo cambia ¿no? ¿por qué sorprenderse?

Si la tectónica de placas ha formado las alturas de la cordillera, ¿por qué me sorprende que la colisión de nuestros desastres le de una forma diferente al mundo que compartimos?

Estoy hablando de él y yo, por supuesto. Del choque de dos completos desconocidos que somos ahora. No es cierto. Y eso es lo que hace que el amor, romántico por supuesto, de eso estoy hablando, sea imposible. 

Nos conocemos bien. No de la forma convencional, quizás. Pero hemos abierto entre los dos una zanja donde hemos puesto, para contemplar, nuestras corazas y nuestra resistencia a dejarnos ver. Tanto nos escondimos que no nos dimos cuenta de que acabamos perdidos. 

Voy a decirlo de forma simple. Nos gustaba estar juntos y yo me propuse amarlo a mi manera. Él no quería ser amado de ninguna forma, o eso decía, pero yo creo que sí, que sí quería pero no entendía y entonces yo tampoco. Aprendimos un montón pero cambiamos, porque todo cambia ¿no? Por qué iría a ser diferente tratándose de él y yo. Cambiamos y ya no nos encajan las piezas de lo que nos permitíamos compartir. ¿Sabes? ese silencio incómodo, pero incómodo de verdad cuando ya no reconoces nada de lo que recordabas en otra persona. Bueno, así. Ayer hablamos por teléfono y entendí: no ha pasado nada grave, es sólo que cambiamos y ya no nos encajan las piezas de amor que yo hacía coincidir. Sus piezas, es cierto, nunca supe a ciencia cierta cuáles eran. Eran, porque ayer entendí que cambiamos y ya no son más. 

¿Cuál es el próximo paso?

Dejar que la colisión mueva las piedras y las cosas que se sostienen en esas piedras, dejar que la tierra se pliegue y luego subir esa montaña nueva para ver qué se ve desde arriba. Desde abajo veo polvo y ruido, pero también veo la cumbre reverdeciendo como siempre reverdece. Mi corazón como semilla que se quiebra cuando germina y entonces puede florecer. 

jueves, 9 de diciembre de 2021

Un concurso (27/365)

A mi papá le gustaba pintar y siempre fui su pequeña artista.

Suena lindo pero fue bastante doloroso en realidad.

Mi papá me inscribía en todos los concursos de artes que había en el pueblo y recuerdo que me entrenaba por semanas en algún dibujo que él componía y que luego me enseñaba y me hacía repetir para asegurarse de que yo sabría qué hacer cuando, en la plaza central, se dispusieran las mesas y las crayolas, y los niños estuviéramos solos entre nosotros, con nuestra cartulina blanca haciendo nuestras representaciones de las diosas indígenas y los cultivos de maíz y las montañas, que en ese entonces, eran los límites del mundo.

Nunca gané nada y tampoco nunca me divertí mucho en realidad, porque sabía que mi dibujo no sería nunca tan bueno como el que mi papá me había enseñado; siempre me quedaban las diosas torcidas; los maíces, desproporcionados y las montañas, demasiado verdes de un verde que no era el verde que me había enseñado mi papá. 

Al final, la parte más difícil, era ver su cara cuando le mostraba mi dibujo. Todavía me parece ver esa expresión, ahora en mi propia cara, cuando me pasan las cosas que le pasan a todo el mundo... algún tropiezo, un enojo, un capricho exagerado, un corazón roto... nunca el verde de mis montañas es el verde que gana el concurso. 

Así que ahora me estoy retirando de los concursos e intento hacerme a mí misma la diosa indígena y el maíz y la montaña. Me encaramo en mis rebeldías de las que salgo casi siempre mal librada, herida, frustrada, lastimada... pero más libre también. Más valiente.

Me visto de ovejita negra y me abrazo a los recuerdos de mi padre, casi haciéndose viejo, escurriéndoseme por entre las manos en suspiros dolorosos del final de su vida. Mi precioso padre que me hizo esta casa y me dio mi mejor bicicleta. No supo enseñarme a dibujar, ni a perder. A lo mejor él tampoco sabía cómo hacerlo. Pero los dos hemos hecho lo mejor que hemos podido para dibujar bien, para perder mejor, para vivir bonito.  

miércoles, 8 de diciembre de 2021

Una memoria (26/365)

Me entristece haber olvidado la voz de mi padre. Cada cosa que recuerdo saliendo de su boca, suena ahora con mi propia voz.

Quisiera contestar esta noche el teléfono y escucharle decir Hola delfín.

Ahora me parece que recuerdo poco de mi padre, que todo lo que tengo en la memoria no son más que inventos míos, cosas que he ido armando para darle sentido a este momento, a lo que soy en esta temporada. 

Y no importa en realidad. Está bien así y funciona para este momento. Pero esa voz diciendo eso, eso sí me encantaría poder atesorarlo como algo fiel a lo que él fue en esa temporada de mi vida. Solo una llamada y su voz. 

martes, 7 de diciembre de 2021

Aprender (25/368)

El amor y el conocimiento son dos cosas que cuanto más se comparten, más crecen. Eso, pero en palabras más lindas, me dijo uno de mis grandes amores: mi maravillosa amiga Raquel. Me lo dijo una tarde casi noche que pasamos en la librería Lerner de la 93. Fuimos a buscar alguna cosa o tal vez solo a pasar un momento especial, juntas, con un café y una torta de chocolate. La Lerner tiene un patiecito precioso para compartir un buen café con la vista de estantes inmensos repletos de libros. En momentos así es que he aprendido las cosas más valiosas de la vida. Junto a Raquel he aprendido justo sobre el amor y sobre el hecho mismo de aprender. Aprender sobre todo lo que nos da curiosidad y los que nos reta; aprender sobre nosotras mismas: nuestros cuerpos, nuestras emociones, nuestro deseo y sobre como funciona la piel y el corazón de nuestros amantes. 

Pensando en eso recordé una cita bastante conocida de un libro no tan conocido: 

"Lo mejor para la tristeza –contestó Merlín, empezando a soplar y resoplar– es aprender algo. Es lo único que no falla nunca. Puedes envejecer y sentir toda tu anatomía temblorosa; puedes permanecer durante horas por la noche escuchando el desorden de tus venas; puedes echar de menos a tu único amor; puedes ver al mundo a tu alrededor devastado por locos perversos; o saber que tu honor es pisoteado por las cloacas de inteligencias inferiores. Entonces sólo hay una cosa posible: aprender. Aprender por qué se mueve el mundo y lo que hace que se mueva. Es lo único que la inteligencia no puede agotar, ni alienar, que nunca la tortura, que nunca le inspirará miedo ni desconfianza y que nunca soñará con lamentar, de lo que nunca se arrepentirá".*

Aprender por qué se mueve el mundo. Aprender cómo funcionan los mecanismos que me mantienen en ese mundo. Aprender las cosas simples que componen los días. Aprender a observar, a preguntar, a inventarme caminos. Aprender, de a pocos, cómo es que las cosas se conectan, inclusive las que parecen inconexas. Eso, pero aprender sobre todo a desbaratar el amor y deshacer los nuditos que lo componen. Eso es lo mejor para la tristeza. Aprender a vivir y hacerlo en compañía de Raquel ha sido lo mejor para mi tristeza. Siempre lo es. Aprendemos y nos amamos; entonces crecemos.  

*Terence H. White en The Once and Future King

lunes, 6 de diciembre de 2021

15 minutos (24/365)

Si me concedieras 15 minutos en los que sé que vas a escucharme con tu corazón yo te diría:


Es una tontería no decirle a alguien que amas que lo amas.

Es triste no usar palabras para decirle a alguien que le amas porque es posible que se asuste. Nunca te lo he dicho, pero tú lo sabes. Pero yo quisiera haberlo dicho, porque las palabras son bonitas y es bonito lo que se siente en la lengua cuando uno sonríe mientras le dice a alguien que ama, que le ama. 

¿Te acuerdas cuando te puse bloqueador solar en el cuello un instante antes de despedirnos para tu viaje largo, muy largo?

Así me mordía yo la lengua para no coronar los momentos con esas palabras que a mí me gustan, pero que a ti te asustan. 

Es que yo he tenido la suerte de decir y de escuchar a diario esos yo te amo.

A mí lo que me asusta es, un día, ya no pronunciar esas palabras, ya no verlas llegar en las notificaciones de mi WhatsApp. No se gastan los te amo, eso es pura mentira. Yo creo que son como semillitas de diente de león... y a quién no le gusta soplar esas bolitas blancas transparentes de semillas y verlas dispersarse por el aire, quien sabe con qué rumbo para crecer en más flores y más semillas. 

Bueno, me pierdo...

Ya gaste siete de los 15 minutos, pero ya entendiste de qué estoy hablando y aunque no lo he explicado, creo que también entendiste que no hay nada por qué asustarse; porque las palabras no son sino semillitas que van volando desde mi corazón quién sabe con qué rumbo, tu corazón, si tengo suerte; tu piel, al menos, que se parece tanto a corazón. Tu corazón herido, como tu piel y tu silencio, que es también como una herida, pero no en tu corazón sino en el mío, que es idéntico a mi piel, donde crecen las semillas que soplo en la tuya y que, si tengo suerte, se dispersan hacia tu corazón. 

Lo que yo quería decirte es que lamento no ser más valiente y no tener la capacidad de derrotar el miedo que tenemos los dos, que tenemos todos los que amamos y los que nos secamos por el miedo de ser amados y entonces nos inventamos toda clase de juegos y de artificios, banales y espirituales, para no soplar con inocencia las semillas de esas palabras contenidas en yo te amo que, tristemente, ahora nos parecen tan carentes de sentido y tan afiladas al mismo tiempo, tanto que ya no caben en una charlita tranquila de esas en las que uno se gasta la vida. Este tricito de vida que tiene un poco más de peso si le ponemos encima tres palabras que a ratos lo salvan todo y a ratos, tu lo sabes, lo arruinan todo. 

domingo, 5 de diciembre de 2021

Me gusta tocar (23/365)

Me gusta tocar.

Me gusta tocar a las personas y las cosas.

Hay un par de versos en un poema de Samuel Jaramillo* que son de las cosas que más me gustan de existir en este mundo:

[...]

cuando tu cuerpo acaricia mi mano

también mi mano acaricia tu cuerpo.

No sé cuantas veces he repetido esos versos mentalmente mientras rozo el cuerpo de alguien; mientras sostengo en alguna tienda un objeto hermoso; mientras siento mi cuerpo en contacto con el de otro ser en un abrazo.  Nunca he sido capaz de decírcelos a nadie. Me detiene pensar que sea algo raro, que parezca algo distinto de lo que es: mi forma de amar esta vida y este mundo donde habitamos seres que tenemos miedo de tocar y ser tocados.

Pero me moría por decirle a Pablo: cuando tu cuerpo acaricia mi mano, también mi mano acaricia tu cuerpo. Decírselo a él y decírselo a Lila mientras se está echadita a mis pies. Decírselo a mi hermana que me acaricia a diario y a la distancia. Decírselo a mi madre, aunque a veces nos cueste tanto decírnos estas cosas. Decírselo a Raquel y a Guillermo y a todas mis amigas y decírselo a Andrés y a mis preciosas sobrinas, que ponen, todos ellos, luces en mi corazón. 

Esas son las palabras que se dibujan en mi piel cuando salgo al mundo, cuando atravieso la puerta de mí misma para abrirme a todo lo que parece afuera (que no es sino otras partes de mí, también) para dejar que las cosas me toquen y descubrirlas, entonces, en todo lo suave y áspero y duro y lleno de astillas. Dejar que las cosas se descubran en mis manos, cambiantes, llenas de accidentes y de humedades, como mis propias manos. Me gusta tocar. Me gusta tocar a las personas y las cosas. Y me gusta que, al tiempo, las cosas me toquen y me hagan cosquillas y creen elecricidad en mi cuerpo. Me gusta que me pesen y que me mojen y que me hieran. Me gusta que me conmuevan hasta hacerme llorar, sin mediar palabras, sino, únicamente comunicándose con los más de cinco mil receptores que tengo en cada centímetro cuadrado de piel. 

Me gusta tocarte, a tí, que sé que lees esto que escibo. Esto que, torpemente, intento decir pero que quisiera comunicarle directamente a los más de cinco mil receptores que tienes en cada centímetro cuadrado de piel. Tu piel que acaricia mi mano, cuando mi mano acaricia tu piel. 

*El poema está publicado en el libro En la sartén hervían las estrellas.

sábado, 4 de diciembre de 2021

Cinco cosas (22/365)

Una pregunta clásica: ¿qué cinco cosas te llevarías a una isla desierta?

Si tengo que responder esta noche, voy a decir:

1. Una imagen del Buda, que me recuerde mi verdadera naturaleza. 

2. Un espejo pequeñito, porque no quiero pasar un día sin mirarme a mí misma a los ojos.

3. Papel y tinta, para poder escribir, escribir y escribir.

4. Una mantita o algún objeto de ese tipo, que me haga sentir abrazada por algo.

5. Una libretita con mis poemas preferidos, porque no hay día que no sea más profundo y significativo si se transita sobre versos maravillosos.

viernes, 3 de diciembre de 2021

La carrera del salmón (21/365)

Los salmones nacen y se desarrollan en agua dulce; luego, sus cuerpos pasan por un proceso de adaptación para poder irse a vivir al ambiente salino del mar. Después de pasar algunos años en el mar, como adultos, emprenden, en el mejor momento de sus vidas, una carrera salvaje que los llevará de regreso al río donde nacieron para desovar y luego morir. Utilizan las señales magnéticas de la tierra para regresar, con mucha precisión, al mismo río, al lugar exacto de su nacimiento. A eso se le conoce como la carrera del salmón. 

Ir desde el mar hasta el río implica jornadas arduas de nadar contracorriente, sorteando los cursos y ritmos de las aguas, pero también, los predadores que salen al paso. ¿Por qué no podrían los salmones, simplemente, dejar sus huevos en el mar, donde han vivido felices?

Es que ¿acaso saben los salmones que el mejor lugar para morir es el lugar donde se nace? Al momento de morir, los minerales y otras sustancias que componen su cuerpo se liberan en la descomposición, alimentando el ecosistema y beneficiando a todos los seres que lo comparten. Un último presente. La donación de sí como parte del ciclo infinito de la vida. 

Me parece que estoy en mi propia carrera del salmón. Puede que mi tiempo en el océano haya terminado y  ahora, con mis escamas tornasoladas, esté de regreso a casa para desovar y luego morir. Porque, a lo mejor, sólo en este lugar puedo morir(de muchas formas) para que el ciclo pueda volver a comenzar y pueda, yo misma ser también, de nuevo, un salmón bebé que crece contento en el agua de río, para volverse a ir al mar a ser adulta y regresar para morir. Una y otra vez. 

jueves, 2 de diciembre de 2021

De neblina (20/365)

Si esta noche desaparezco, me gustaría aparecer de nuevo como la neblina de mañana temprano. Quisiera ser, en una mañana de diciembre del altiplano, un cuerpo inmaterial de gotas microscópicas de agua suspendidas en la atmósfera. 

Si has salido a caminar en una de esas mañanas, debes conocer esa sustancia que parece blanca y que se derrama sobre las cosas que aun están despertando. Es algo melancólico y algo mágico, como un abrazo callado, como resistirse a algo muy dulce. 

A mí me gusta salir a caminar con mi perra por las vías que pasan cerca de la montaña y ver, en los prados que aun sobreviven a la feroz urbanización del pueblo, las vacas y las ovejas que siguen de pie, comiendo como desde la noche anterior, medio difusas a lo lejos, separadas de nosotras por ese velo de nube que el sol de las 8:00 am, finalmente, habrá de correr dando paso al azul enceguecedor de estos meses. 

Redescubrí la neblina ahora que he regresado y me ha conectado con algo muy profundo de mi corazón. No. No soy un ser de mar, soy un ser de las montañas y de los verdes. Ahora sé que soy un ser de la neblina aunque todavía no sepa qué significa eso. Pero sí sé que, aunque no lo parezca, no soy más que un cuerpo inmaterial de gotas microscópicas de agua suspendidas en la atmósfera, suspendidas en tu propio cuerpo cada vez que respiras, cada vez que frotas tus manos para sentir el calor de la vida. Esa soy yo. No sé muy bien qué significa, pero soy yo, que estoy al mismo tiempo en tu ventana y en la cumbre de los cerros que se ven desde la misma ventana. Ahí estoy cada mañana con mi cuerpo inmaterial de partículas de agua. 

La física de ahora me está ayudando a que se entienda mejor.

miércoles, 1 de diciembre de 2021

Cuidar (19/365)

Convivir, compartir y cuidarse mutuamente produce amor.

Eso es algo que escuché de una monja budista y me gustó. Principalmente la parte de cuidarse mutuamente. 

Por mucho tiempo me preocupó pensar que cuidar de otros fuera una de las partes más rotas de mí misma; inclusive, en sesiones de terapia, llegué a esa conclusión. Como si cuidar de otros como parte esencial de mi propia vida fuera un mecanismo para compensar un desequilibrio interior. Pero ahora, después de sentarme conmigo misma y, con ayuda de gente sabia, intentar atravesar los velos a través de los cuales percibo lo que creo real, me gusta pensar que cuidarnos es, realmente, la forma de producir amor adentro y en el mundo. 

Hoy recibí una nota de voz que me dejó sin aliento por la emoción de comprender que cada cosa que hago, cada palabra que pronuncio, tiene un poder inmenso. Podemos cambiar el mundo poniendo una gota de amor en cada instante. Yo, no siempre lo logro, como ahora, en estos tiempos en que estoy tan incómoda y tan asustada, pero lo intento igual. Y tengo tantísima suerte de vivir rodeada de corazones luminosos que me acompañan...

Cuando estoy cansada (de mí) me miro al espejo y me digo: el mundo te necesita. Eso me anima siempre.

Entonces algo que es más que lo que soy yo misma y que me habita, sonríe y puedo levantarme temprano y ser consciente de mi respiración y puedo ir a correr y tomarme un té verde y trabajar sabiendo que ser amable ya es hacer algo importante y almorzar verduritas cultivadas en la huerta y animar a alguien para que se tome un descanso y leer algo bello a una amiga y enviar un mensaje de amor por whatsapp y elegir una canción para regalarle a alguien que me importa y encontrarme con alguien en una biblioteca para sentir el viento bailando entre nosotros y regalar frutas frescas para ver una sonrisa y cocinar para dos y caminar en la noche con mi perra y escuchar a alguien que llora la muerte de su madre y así. Inventarme una vida basada en ser hogar, yo y otros, ser hogar. 

Cuidarse mutuamente es crear un lugar seguro para todos los seres que se acercan: tu corazón y el mío en una charlita tranquila.

Este corazón no es más que una casa que permanece en remodelación para que todo el mundo sea bienvenido.

martes, 30 de noviembre de 2021

Tengo tres tatuajes (18/365)

Mi primer tatuaje me lo hice solo por hacérmelo. Como una de esas cosas que, en mi vida, había dicho: alguna vez...

Así que empecé una temporada de hacer todas esas cosas que antes había dicho: alguna vez... Y me tatué flores en la muñeca derecha. Mi primer tatuaje. Tenía unos 33 años. Me gusta la forma en la que una de esas flores está por abrirse rozando la vena que baila al ritmo de mi corazón. Me recuerda que así soy yo también, apenas un brote, naciendo a cada instante.

El segundo, es un verso: protégete con palabras y árboles. Es del poema Consejos para la mujer fuerte, de Gioconda Belli. Si hubiera podido, me habría tatuado el poema entero.

[...]
Si eres una mujer fuerte
prepárate para la batalla:
aprende a estar sola
a dormir en la más absoluta oscuridad sin miedo
a que nadie te tire sogas cuando ruja la tormenta
a nadar contra corriente.

Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelecto
Lee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillo
rodéalo de fosos profundos
pero hazle anchas puertas y ventanas

Es menester que cultives enormes amistades
que quienes te rodean y quieran sepan lo que eres
que te hagas un círculo de hogueras y enciendas en el centro de tu habitación
una estufa siempre ardiente donde se mantenga el hervor de tus sueños.

Si eres una mujer fuerte
protégete con palabras y árboles
e invoca la memoria de mujeres antiguas.

El tercero, es un esqueletico rodeado de flores. Es algo así como yo misma floreciendo en esta existencia humana tan efímera y tan delicada. Me recuerda que soy, yo también, apenas un brote, naciendo a cada instante.

El cuarto, van a ser flores también. Las flores en las que se transforma todo con la luz de la consciencia. La historia dice que cuando el Buda estaba sentado bajo el árbol Bodhi fue tentado y atacado por Mara y sus ejércitos. Todas sus flechas se trasformaron en una lluvia de flores y el príncipe Siddharta floreció como Buda. 

Es un capricho hacerme tatuajes. Es, quizás, una forma muy primitiva de resistirme y de separarme de las que fui antes e intentar hacerme un cuerpo que sea mucho más que mi propio cuerpo. Por ahora, sigo contemplándome en el espejo desnuda y viéndome como soy: apenas un brote, muriendo a cada instante.

lunes, 29 de noviembre de 2021

Equilibrio (17/365)

equilibrio

Del lat. aequilibrium.

Solía pensar en esto siempre como un objetivo, como un estado ideal que, con mucho esfuerzo y disciplina podría lograr. Llevo como quince años intentándolo, poniéndolo en las listas de los diciembres y en los diarios de los eneros, los junios y las emergencias.

1. m. Estado de un cuerpo cuando fuerzas encontradas que obran en él se compensan destruyéndose mutuamente.

Nunca se me ocurrió pensar que la destrucción fuera la parte fundamental de la ecuación y quizás por eso, entre más lo intentaba, más lejos estaba.  

2. m. Situación de un cuerpo que, a pesar de tener poca base de sustentación, se mantiene sin caerse.

Tampoco se me ocurrió pensar que era posible mantenerme con poco en la base. Que no era necesario hacerlo todo, tenerlo todo y serlo todo para, ahí sí, entrar en el estado.

3. m. Peso que es igual a otro y lo contrarresta.

Intenté anular todos los pesos, sin poder reconocer que, en realidad, dependía de ellos. Que todas las partes densas de mí eran necesarias y que eran, justamente, las que me ayudan a mantenerme en pie.

4. m. Contrapeso, contrarresto o armonía entre cosas diversas.

Y entre más dejo que todas mis luces y mis sombras se junten y se revuelquen felices, más parece que la diversidad que me habita se vuelve una cosa conjunta que parece, al menos por momentos, funcionar a mi favor.

5. m. Ecuanimidad, mesura y sensatez en los actos y juicios.

Nunca mi lado luminoso ha sido tan compasivo y sabio como mis lados más rotos y húmedos y porosos. Es sólo desde mi herida que puedo penetrar en un mundo que está herido igual que yo. Es sólo desde ahí que puedo untarme de la sangre y la humanidad de los cuerpos que me tocan.

6. m. Fís. Estado en el que se encuentra una partícula si la suma de todas las fuerzas que actúan sobre ella es cero.

Descansar en la fuerza cero. En el instante donde nada entra y nada sale. Un instante infinito donde no hay vida ni muerte, ni yo ni otro, ni ayer ni mañana.

7. m. Fís. Estado en el que se encuentra un sólido rígido si las sumas de todas las fuerzas que actúan sobre él y de todos los momentos de las fuerzas que intervienen son cero.

Quizás cuando mi perra me lame la cara o cuando estoy a punto de llegar a la cima de una montaña con el corazón a mil o cuando se me acaba el llanto y no puedo respirar; en esos momentos me dejo ir y, por un momento, no hay nada que pueda ocupar el lugar de algo que ya es totalmente lo que es y que soy yo misma sin reaccionar.

8. m. pl. Actos de contemporización, prudencia o astucia, encaminados a sostener una situación, actitud, opinión, etc., insegura o dificultosa.

Aceptar que ahora todo es incómodo y que equilibrio no tiene nada que ver con algo que no se mueve, sino al contrario, con algo que está en permanente oposición, destruyendo, anulando, dejando pasar hacia un lado y hacia el otro de forma natural. 

Solo si dejo que todo se movilice y se exponga; que todas las partes hagan parte; que pueda mirar lo de un lado y lo del otro voy a encontrarme en el segundo en que suspendida, pierdo de vista que voy a caer y a volver a empezar, un poco hacia allá y un poco hacia acá. En mi centro, finalmente. 

domingo, 28 de noviembre de 2021

Una cosa rara (16/365)

Lo primero en lo que me fijé fue en el color de sus manos. Después me explicó que las manchas (que yo no vi) eran por el cacao. No entendí muy bien porque estaba consumida por el tacto de su palma sobre la mía. ¿Acaso estábamos hablando en ese momento?  yo solo escuché el ruido de algún órgano de mi cuerpo que se agitó. 

Mientras él hablaba y hacía pausas para sonreír, a mí se me estaba deshaciendo en la boca el primer párrafo de uno de mis libros preferidos:

A ese sentimiento desconocido cuyo tedio, cuya dulzura me obsesionan, dudo en darle el nombre, el hermoso y grave nombre de tristeza. Es un sentimiento tan total, tan egoísta, que casi me produce vergüenza, cuando la tristeza siempre me ha parecido honrosa. No la conocía, tan sólo el tedio, el pesar, más raramente el remordimiento. Hoy, algo me envuelve como una seda, inquietante y dulce, separándome de los demás.*

No vi eso sino un rato después, cuando, finalmente, habló mirándome a los ojos. Y ahí lo vi. Ahí en ese color oscuro de sus ojos que no puedo recordar y que, quizás, no es sino el reflejo del cielo nocturno que al fin pudo mirar allá en el campo. Hay miedos y miedos profundos. 

Tiene unos ojos pequeños pero hondísimos, porque hay mucho de ahí hacia adentro y cuando, por fin,  esos ojos hondísimos estuvieron dentro de los míos, sentí una cosa rara entre añoranza y envidia por esa melancolía de alguien, que con esos ojos oscuros, se retira por semanas al campo para sentarse a mirar un paisaje que yo no puedo ni imaginar; alguien que pasa las tardes acariciado por el viento y el sol, en compañía de perros que son como señales de la bondad que hay en el mundo. 

Todo lo que él dice me cae encima como una cortina de agua fría cuando tienes mucho calor. Agua que imagino naciendo de cada centímetro de los páramos que él dibujó para mí, mientras yo dibujaba su cuerpo cansado siguiendo caminos que se convertirían en el agua que me cae encima cuando él pronuncia los nombres de animales y tubérculos que no existen en el mundo que yo habito.

Dije que sentí una cosa rara entre añoranza y envidia. Pero, ¿son realmente esas dos emociones? ¿añoranza de qué? se me ocurre que puede ser añoranza de un tiempo que no tuvimos, que no tenemos. De la intimidad de caminar por el bosque de noche en silencio y creer que ahí hay una respuesta. Y decir envidia es solo un pretexto para no decir que sí, que es añoranza de algo que no existe, del tiempo que no tuvimos, que no tenemos. De la intimidad a la que apenas nos asomamos cuando él me pregunta ¿qué hacemos maría?

Esta cosa rara es una pregunta. Una pausa cuando necesitas pensar una respuesta. 

Esa cosa rara me envuelve como una seda y me gustar sentirme así.  

*Françoise Sagan en Buenos días, tristeza  

sábado, 27 de noviembre de 2021

Un propósito anticipado (15/365)

Entre las melancolías recientes, he pensado mucho en todo lo que puede transcurrir durante un año. Hace 368 días estaba, a esta hora, regresando a casa de correr en una plaza cercana, con muy poca ropa y empapada en sudor. Reunía todas mis fuerzas para mantenerme viva y en pie un día más, pensando que quizá mañana iría a ser mejor. Pero no fue, en realidad los tres días que siguieron a ese día de hace 368 días fueron los más difíciles. Creo que nunca sentí tanto miedo por estar tan lejos, tan sola y tan vulnerable. 

Dos semanas después de ese día llegué a Buenos Aires, más delgada que nunca, más triste que nunca, más necesitada de amor que nunca. Y ha pasado un año de ese momento. Y han pasado muchas, muchísimas cosas: miles de kilómetros, cientos de personas amadas y un montón de cambios. Y aquí estamos otra vez, menos delgada, menos triste y tan necesitada de amor como desde el día en que nací.  Dice Millas que algunos nacemos con un agujerito en el pecho, que nunca se llena y que por eso no sabemos sino darnos.

Estando parada en este momento y contando tan pocos días para terminar este calendario, me pregunto ¿cuáles serán mis metas para el 2022? si han pasado tantísimas cosas en los últimos 365 días, ¿dónde podré estar dentro los próximos 365?

La próxima vez que sea 27 de noviembre quiero levantarme muy temprano y mirarme al espejo antes de salir a correr. Y quiero ver, así, recién levantada, mi pelo desordenado, mi cuerpo desnudo y fuerte y sano y feliz. Quiero ver una sonrisa en esta boca hambrienta de palabras y de besos. Quiero una marca de otra piel en mi piel y quiero, por un momento, detener el pensamiento con un suspiro. Estoy ahí, estoy viva y no hay guerra en mi interior. 

jueves, 25 de noviembre de 2021

Irresistible (13/365)

- Boa tarde. Vou querer um café e um bolo de chocolate por favor.

Estaba con los ojos empañados cuando pronuncié esa frase, sentada cerca de la ventana de un café, en el segundo piso de una librería preciosa ubicada en la entrada del centro cultural del Banco do Brasil. Estaba enamorada y estaba en Rio de Janeiro.

- Boa tarde. Vou querer um café e um bolo de chocolate por favor.

Esta vez, estaba en la librería Lamarca en Fortaleza, también en Brasil. En realidad dije eso muchas, muchísimas veces, porque mi salidas conmigo siempre fueron a un cafecito lindo para tomar un café y una torta de chocolate. 

Eso mismo pido en (casi) todos los cafés de todas las ciudades que visito. Hay algo en esa combinación que me hace sentir que hay un lugar en el mundo donde puedo poner mi nombre. Hay algo en esa mezcla que me hace sentir adulta, dueña de un paladar sofisticado e inteligente. Algo que me hace sentir que yo sé quien soy, o, por lo menos, a qué sabe esa que llevo conmigo cuando voy caminando emocionada, explorando una ciudad nueva, una lengua nueva, un cuerpo nuevo. 

Café y torta de chocolate es lo que pido para celebrar un día especial o cuando estoy triste y quiero consentirme o cuando he tenido un día muy cansado y quiero desconectar o cuando me va a venir mi periodo y todo parece espantoso o cuando tengo el corazón roto y quiero sentirme reconfortada o cuando me pongo tacones y quiero hacerme una chica independiente y libre o cuando salgo conmigo en plan romántico y me canto canciones de amor o cuando quiero aislarme en algún lugar y deslizarme entre las páginas de algún libro o cuando salgo con mi mamá y nos topamos con un Juan Valdez. 

Extrañamente, cuando pensé en café y torta de chocolate, fui primero a ese recuerdo en Rio, a esa tarde de adiós, que fue hasta pronto, que ahora volvió a ser adiós y que ojalá vuelva a ser hasta pronto. Eso, justo ese sentimiento, es ver en la mesa una taza bonita humeante y amarga, bien servida, al lado de un plato blanco con una torta oscura y cubierta tibia, decorada con algún diseño hecho de salsa o con cacao espolvoreado por encima. Eso. Ese deseo, ese dolorcito de la insatisfacción por saber que nada es como yo quiero. Ese saber que toca perder, incluso esas cositas que me gustan, que me disparan químicos deliciosos en el cuerpo y que me dan ilusión. 

Esos son mis vicios:el café con esas tortas y ese dolorcito del corazón. 

miércoles, 24 de noviembre de 2021

Por poco (12/365)

Llevábamos unos tres meses separados y, de repente, una noche me atacó la soledad y la nostalgia. Estando acostada sin poder dormir en mi cama sencilla, miraba el techo de ese cuarto demasiado frío y me pregunté: ¿será que si lo intento de nuevo, resulta?

No. No resultó.

Lo llamé con cualquier excusa... un libro o una película que necesitaba para una clase de Teorías de la imagen que estaba dando en ese entonces y pasé por su (nuestro) apartamento. Todo estaba diferente pero seguía exactamente igual. 

Charlamos, como si esos tres meses hubieran sido tres años y, también a él, lo atacó la nostalgia y la soledad. Menos que a mí, pero fue suficiente para mirarnos como cuando nos queríamos, besarnos como cuando... no, ya nunca nos besamos como cuando nos queríamos y tuvimos sexo en el sofá. Me gustaba el sexo en esa sala, con esa vista del centro de la ciudad, toda iluminada en un día entre semana.

Por suerte, él recobró pronto ese sentimiento que construimos juntos el día que repartimos las cosas que, en común, habíamos almacenado en nuestro (su) apartamento. Ese sentimiento de reproche y rencor. Esa frustración y sensación de pérdida de una parte de nuestras vidas. Por poco y arruinamos todo volviendo a considerar que había algo aún entre los dos. Nuestro momento fue radical. Fue todo y luego, al momento después, ya no fue nada. Nunca más fue nada. 

martes, 23 de noviembre de 2021

Tengo confianza en mí (11/365)

Tengo confianza en mí. Tengo confianza en mi fuerza interior que me ha llevado a lugares increíbles con los que no había ni soñado. Recuerdo mi primer viaje en solitario, esa luna de miel personal de la que nunca más regresé. 

Empezó con la página de un libro, obvio, como casi todos mis viajes, los de hacia afuera y los de hacia adentro. 

Leí, en La plenitud de la vida, de Simone de Beauvoir lo siguiente: 

Yo estaba allí sola, las manos vacías, separada de mi pasado y de todo lo que amaba, y miraba la gran ciudad desconocida en la que iba sin ayuda a tallarme día a día una vida, mi vida. Hasta entonces yo había dependido estrechamente de los demás; me habían impuesto marcos y metas; y luego una gran dicha me había sido dada. [...] Me puse a bajar la escalera; me detenía en cada peldaño, emocionada por esas casas, esos árboles, esas aguas, esas rocas, esas aceras que poco a poco iban a revelarse y a revelarme. *

Después de que esas palabras aparecieron en mi mundo, supe que era el momento. Así que fui a una oficina que quedaba cerca del trabajo y compré un pasaje para Ciudad de México. 

...ya no tenía sino una idea en la cabeza: volver a empezar. La pasión que acababa de nacer se conservó durante más de veinte años, sólo la edad me venció; me salvó ese año del hastío, de las nostalgias, de todas las melancolías, y cambió mi destierro en fiesta. *

Por aquí, no han pasado sino cuatro años desde que nació esa pasión, e intento avivarla cada vez que puedo. Así terminé viviendo en Fortaleza; así, me fui para Buenos Aires; así, también pasé días en playas y ciudades salvándome de hastíos y nostalgias; tejiendo este romance con todos los lados de mi pequeño ser. 

Tengo confianza en mí.

En toda mi existencia nunca conocí un instante que pueda calificar de decisivo; pero algunos se han cargado retrospectivamente de un sentido tan denso que emergen de mi pasado con el brillo de los grandes acontecimientos. *

Tengo confianza en mí, porque si una página de un libro pudo desencadenar una vida nueva, entonces, sé que con muy poco puedo hacer muchísimo más de lo que imagino. Yo sólo he necesitado un libro y un poco de silencio para cambiar de rumbo por completo, para rehacerme, para nacer de nuevo. Una página de un libro. Entonces cualquier cosa me es posible. Incluso descansar en que no todo me es posible.  

 *Simone de Beauvoir en La plenitud de la vida

lunes, 22 de noviembre de 2021

Recreo (10/365)

La hora del recreo nunca fue algo que esperara, realmente, con alguna ilusión. A mí me gustaba más estar en la hemeroteca y aprender sobre la guerra de los Balcanes. Recuerdo las mesas enormes y recortes por todo lado. Un archivo de mapas inmensos que me hacían sentir un amor que yo ni sabía que podía sentirse. Me parece tener en la manos la textura grasosa del plástico que los protegía de años de manos colegiales que buscaban, con curiosidad, las ciudades del mundo que no conocíamos y que solo pocas de nosotras soñábamos con conocer. Ya me perdí de los recuerdos del recreo que, al parecer inútilmente, intento recuperar. 

Quizás no recuerdo casi nada porque nunca cultivé esa asociación entre el recreo y las risas de los juegos. Tampoco me gustaban los juegos del recreo con balones y sudor y rodillas raspadas. A mí lo que me gustaba era sentarme en el andencito que rodeaba la capilla del colegio y mirar. Sentarme ahí y charlar. Sentarme ahí y ver pasar una infancia que apenas ahora se revela tan dolorosa y tan llena de llantos. 

Estoy en temporada melancólica. Me parece que, desde muy niña, fui esta que soy ahora, pero ese desajuste de los cuerpos, de la libertad y de la valentía, hizo que fuera muy difícil transitar por el mundo de la niña que fui, de la adolescente que apenas sobreviví. 

Así que, igual que ahora, porque siempre fui la de ahora, tampoco me hace ilusión pensar en una versión adulta de recreo. "Recreo" me suena como un tiempo contenido entre dos señales ruidosas y la puerta de una jaulita que se abre para que el ruido, la comida grasosa y el sudor lleno de mugre inunde todo. Pienso en un aire espeso que huele mal. Algo así como una entretención vulgar de lo que somos y lo que pasa alrededor.

Mi versión de esa burbuja de espacio-tiempo, que es la que a mi yo de ahora, la misma que fui de niña, le habría gustado; es un tiempo de aire limpio y silencio, o de buena música acompañada. Libertad, ejercicios interiores, un cuerpo que se alegra y que se pone al mismo nivel de la vida que en él puede florecer. un tiempo que honra la belleza, la vida y la muerte, la consciencia. 

domingo, 21 de noviembre de 2021

súper poder (9/365)

Si pudiera elegir un súper poder, quisiera, por sobre todas las cosas, poder detener el tiempo y tomarme un minuto, este, para respirar y sentirme en paz dentro de mí. 

La noticia: ya tengo ese súper poder. Igual que tú.

sábado, 20 de noviembre de 2021

Sarcófago (8/365)

Es muy curiosa la forma en que, a través de lo libros, voy haciendo mi propio camino interior. Me ha pasado, muchas veces, que llega el libro justo, en el momento justo, para ayudarme a procesar y a destapar una parte de mí que duele y que necesita respirar. Benditos sean los que tienen el valor de decir las cosas, de hacerme el favor de decirme a mí misma y de darme una puerta a través de la cuál puedo salir del momento oscuro.

Esta vez, de nuevo, fue Juan José Millas, quien en esta frustrante y lluviosa tarde bogotana me ayudó a entender de qué va esta temporada de lágrimas. Nos fuimos a media mañana para el Parque de los Novios y a la sombra de un arbusto nos hicimos cómplices para un día de cierres, lo que significa un día de abrir otra vez las heridas para poder, luego, ahí sí, empezar a cerrar. 

Después de caminar y andar por la ciudad terminamos en un cafecito en Chapinero, medio escondiéndonos de la la lluvia, medio escondiéndonos del mundo, para poder hacer algo importante. Y estando ahí con un latte y una torta como merienda me dijo: 

"Cuando lo acabe, cuando acabe este libro, o este sarcófago, arrojaré las cenizas de mis padres al mar y me desprenderé a la vez de los restos de mí mismo, de los detritos de aquel crío al que hemos abandonado debajo de una cornisa, con sus pantalones cortos, sus calcetines largos, su angustia masiva, su falta de futuro, un crío con toda la muerte a sus espaldas. Un crío que me produce más rabia que lástima porque no me pertenece. Es imposible que este hombre mayor que escucha a Bach mientras golpea con furia el teclado del ordenador haya salido de aquel muchacho sin futuro. Podría presumir de haberme hecho a mí mismo y todo eso, pero lo cierto es que resultaba imposible entender lo que soy a partir de lo que fui. O soy irreal yo o es irreal aquél". (Juan José Millás, El mundo, pág. 203)

Ahí se me llenaron los ojos de lágrimas y entendí. Es imposible que esta mujer que escucha a Diana Krall mientras golpea con furia el teclado del ordenador haya salido de aquella muchacha sin futuro. Podría presumir de haberme hecho a mí misma y todo eso, pero lo cierto es que resulta imposible, imposibilísimo, entender lo que soy a partir de lo que fui. O soy irreal yo o es irreal aquella. También yo, así como hizo Millás, me desprenderé de los restos de mí misma; y mis palabras, torpes, serán sarcófago de esa niña sin futuro, de esa adolescente lamentable que se encaprichaba con patanes, tan sin futuro como ella; que se quedaba esperando, siempre esperando como tonta y que nunca tuvo el coraje de abandonar nada ni a nadie. También yo siento más rabia que lástima, más ganas de enterrar que de perdonar. No hay nada que perdonar porque, también en mi caso, o soy irreal yo o es irreal aquella. 

Escribo un poco atontada por la cerveza y decido que lo que me conviene ahora es asumir la irrealidad de la que fui. No tengo corazón para aceptar que todo ese sufrimiento interior, el desprecio, el miedo, el abandono, pueda ser considerado como algo real. Quiero creer que este fuego, esta rebeldía, esta fuerza interior responde, mucho mejor, a lo que reconozco ahora como María Alejandra Almonacid. Quiero creer que ese nombre, que me parece tan bonito, y que, como me dijo también Millás, es como una prótesis que se confunde con el cuerpo, tiene más que ver con esta noche, con este cabello, con este corazón roto y con las aceitunas y la Budweiser que con un yogurt de melocotón en la puerta de una iglesia en las manos de la niña abandonada que fui, una y otra vez, por todas aquellas personas que representaban una puerta de salida de mi vida sin futuro. 

Emprendo, también, mi viaje de regreso, que puede ser, al fin, el viaje que inicie todo de nuevo. Lo que llamo Yo, lo que me importa, lo que encuentro en las mañanas cuando, temprano, me visto para salir a correr. 

Yo, esta noche, viviendo en casa de mi madre, que supervisa cuántas cervezas destapo y me besa la cabeza con amor. Yo, que las 9:54 de la noche, me debato entre enviar un par de textos o esperar a recibirlos. Yo, que he ido al infierno y he regresado varias veces, más fuerte, más liviana; aquí cierro, lo mejor que puedo, el sarcófago de esa que fui: la irreal, la que me inventé para justificar mi cobardía, el miedo que tengo de la que soy. Porque es imposible entender lo que soy a partir de lo que fui. 

Para finalizar este día, me dice Millás: "Tal vez descubrimos la literatura en el mismo acto de fallecer". Que así sea. Que, ojalá, sea la literatura la que ocupe todas las vidas que he terminado. También esta. También así. 

viernes, 19 de noviembre de 2021

Perspectiva (7/365)

Mi día de trabajo estuvo agotador. Tuvimos a un evento con estudiantes para que conocieran los programas que tenemos en la universidad y el lugar donde pasamos la tarde era una plazoleta al aire libre en la Catedral de Sal de Zipaquirá. Desde allá, teníamos una vista preciosa de montañas y verde por todos lados, mucho sol y mucho, muchísimo viento. No tuve casi tiempo para estar sumida en los pensamientos de los últimos días y había un montón de personas diciéndome: ¡bienvenida! Me lo dijeron de todas las formas posibles y recuperé algo en mi corazón. 

Después de organizar todo y dejar la logística a punto, el evento comenzó y ahí sí tuve tiempo para asomarme por las barandas y quedarme viendo, a lo lejos, las montañas en azul y gris que rodean el pueblo y me sentí feliz. Pensé: la gente a la que le gustan las montañas es gente llena de coraje y de fuerza. Yo y otro montón de gente, que somos gente de la tierra, que nos sentamos en silencio (tan en silencio como podemos) e intentamos regresar allá, donde es silencio del de verdad. 

Y estando allá entre la gente y las montañas, todo se vio diferente. Sobre todo yo, cuando me miré en el espejo. Sobre todo mi pequeña vida, mi corazón y mis anhelos. A veces solo hay que encaramarse una tardecita en la montaña y dejarse estar entre la gente para que todo se transforme. Sobre todo yo, mi corazón y mis anhelos. 

jueves, 18 de noviembre de 2021

Un poquito de miedo (6/365)

Camila me dice que algo que le gusta de mí es que hago las cosas aunque me den miedo. 

Bueno, hace un tiempo hice un trato conmigo y a veces me cumplo: doy un pasito más allá de mi miedo sólo para ver qué pasa. La mayoría de las veces no pasa nada grave y se siente muy bien; otras, sale todo terriblemente mal y termino muy herida, pero herida en la fantasía de ser alguna cosa que puedo sostener entre los labios, alguna cosa que me parece de lo más importante. Por fortuna, el fracaso después del miedo, me recuerda que no soy (somos) más que una motica de polvo de universo. Qué suerte... fracasar no tiene la menor importancia. Ahí me puedo reír de mí y de la situación.

A mí me dan miedo muchas cosas, pero especialmente perderme, otra vez, en las oscuridades del deseo, los caprichos de mi cuerpo, el embotamiento de la nostalgia, la asfixia del llanto, la estupidez del enamoramiento, la risa de la borrachera. Me da un miedo espantoso cruzar la línea a mi lado oscuro y perderme allá; no ser capaz de mantenerme cerca de la salida de emergencia. Es que ya fui y volví más veces de las que quisiera y creo que me gusta más estar de este lado. 

Ahora estoy intentado permanecer en un baile tranquilo entre los días y las noches de mi corazón, un pasito para allá y otro, suavecito, para acá. Ya no quiero lanzarme, desbocada, detrás del brillo de cualquier cristal. Pero cómo me cuesta... cómo me resulta titánica la tarea de simplemente permanecer atenta y parar un momento antes de reaccionar. 

Cada vez que voy allá y regreso, regreso con más fuego en el pecho. Pero me asusta un poquito que al final, ese fuego termine consumiéndolo todo y que, en lugar de ser una fogata en la noche, me convierta en un incendio forestal. Aún así, doy todavía un pasito más allá de mi miedo a ver que pasa. Hoy me salió bien aunque ayer me haya salido terriblemente mal. 

miércoles, 17 de noviembre de 2021

Fuera de lugar (5/365)

Yo siempre me he sentido fuera de lugar. Siempre hay una parte de mí que se siente ajena, es la sensación de un secreto. Me gusta como lo dice Gloria Anzaldúa en Borderlands/La nueva mestiza: 

Ya mayor, me miraba en el espejo, con el miedo de mi secreto terrible, el pecado secreto que trataba de ocultar: la seña, la marca de la Bestia. Temía que estuviera a plena vista para que todos y todas la vieran. El secreto que trataba de esconder era que yo no era normal, que no era como los demás. Me sentía alien, extraña. Yo era la mutante a quien echaban a pedradas de la manada, deformada con la maldad interior. 

¿No se siente un poco así todo el mundo?
Yo me he pasado la vida buscando entre los libros un camino para sentirme, más o menos, entera; más o menos parte de alguna cosa. Y he encontrado que no hay nada especial en sentirme así, que en realidad sí hago parte de algo: de lo que somos todos los seres humanos, comunes y corrientes... somos todos exactamente la misma cosa, solo que algunos venimos en colores poco convencionales, pero, lo bueno, es que nuestro corazón es camaleónico. 
Voy a seguir pensando con Gloria:  

Pasé la primera mitad de mi vida aprendiendo a gobernarme a mí misma, desarrollando una voluntad, y ahora, a mediados de la vida, me parece que la autonomía es un peñasco en mi camino contra el cual me topo una y otra vez. Me parece que no puedo dejar de ser un obstáculo para mí misma. Siempre he sabido que hay un poder mayor que el yo consciente. Ese poder es mi yo interior, la entidad que es la suma total de todas mis reencarnaciones, la diosa-mujer dentro de mí a quien denomino Antigua, mi Diosa, lo divino interno, Coatlicue – Cihuacóalt – Tlazoltéotl – Tonantzin – Guadalupe – Coatlalopeuh, son todas en una. El problema está en saber cuándo hay que inclinarse ante ella y cuándo permitir que la limitada mente consciente tome las riendas. 

Últimamente me he inclinado con frecuencia ante ella y, quizás, aun no tengo coraje suficiente para mirarla a los ojos. No me ha dejado paralizada, como Medusa, sino que me ha atravesado con su luz (la luz de la consciencia), dejando en evidencia mi secreto.

Es en la limitada mente consciente donde habita la sensación del secreto, de que hemos sido marcadas. Lo demás es todo un solo color y mi color, es un color oscuro, color de barro y de agua de río. Ese color que resulta cuando revuelves las pinturas de todos los colores; color que es la suma de todos y que no tiene nombre.  

Cada vez que soy atravesada por Ella, más claro se puede ver que no, no soy normal, que soy tan anormal como cualquier otro y que la marca de mi color oscuro se hace más oscura cuanto más luz dejo que me atraviese. Y entre más fuera de lugar me siento, más en paz estoy, doblegada ante la que es y que siempre ha sido. 

martes, 16 de noviembre de 2021

Preguntas frecuentes (4/365)

M.A: ¿Qué se siente estar deprimida?

M.A: Deprimido significa hundido. Y es así. Es como tener la cabeza por debajo del agua y percibirlo todo con una densidad diferente; o igualar tu linea de visión con el suelo y tener una perspectiva distinta de todas las cosas del mundo, incluso de una misma. Se siente una cosa rara que es como no sentir nada, un estado permanente de sarcasmo en donde hay desprecio y miedo e indiferencia, pero también ganas de dañar alguna cosa y también ganas de ser sostenida por algo que parezca que no va a esfumarse en un instante. 

M.A: ¿Y qué haces cuando estás ahí?

M.A: Lo que puedo, que a veces es mucho y a veces es absolutamente nada. Hago más ejercicio porque eso me hace sentir fuerte y necesito sentirme fuerte. También me gusta caminar con libros entre las manos, porque eso me hace sentir segura y necesito crear alguna ilusión de seguridad. 

M.A: ¿Lloras?

M.A: A veces. Creo que hay llantos viejos que no he terminado de llorar y esos aprovechan para ponerse al día. A veces me parece que la que llora es la que tiene cuatro años y está en otra casa, lejos de Camila y lejos de mi mamá. A veces es la que tiene quince y se queda esperando a un chico que le gusta y que se olvida de que ella está esperando. A veces es la de treinta y dos que ya no sabe cómo salir del infierno en el que se ha convertido su vida. Yo creo que la de treinta y siete no tiene razones propias para llorar, sino que llora es por todas las otras que no tuvieron a alguien que les limpiara los mocos y las lágrimas. 

M.A: ¿Crees que alguna vez la depresión va a irse para siempre?

M.A: No. Creo que es como un lunar que llevo en el cuerpo, como una mancha de nacimiento. Pero toca cuidarla y ponerle atención para que no se convierta en una cosa cancerígena sin que uno se de cuenta.

M.A: ¿Algo que le dirías a tu yo deprimido?

M.A: "La locura no era más que un desplazamiento dentro de la vida, una manifestación de la lógica misteriosa de la que formabamos parte. El error era interiorizarla como un problema. Ocurrió dentro del taxi, entre aquel hombre maloliente y yo, algo inefable de verdad: un milagro, una revelación, una señal. Lo mejor, con todo, era el hecho de comprender que el milagro se repetía a cada instante, dentro de cada taxi, de cada hogar, de cada cuerpo. El problema era que no nos colocábamos en el lugar adecuado para observar la realidad. Por eso veíamos muertes donde sólo había desplazamientos de la vida". Eso, que es del libro El mundo, de Juan José Millás. 

lunes, 15 de noviembre de 2021

Me gusta amarte (3/365)

Leyendo los diarios de Katherine Mansfield  encontré esta frase: "Cuando salgo de sus manos me siento envuelta en guirnaldas de flores", e inmediatamente pensé en Raquel. En la sensación en mi cuerpo cuando, abrazadas, nos decimos: hasta pronto, te quiero. 

Cuando ella me tiene entre sus brazos me siento en casa, me siento profundamente amada y no hay sombras sobre mi corazón, porque toda yo, todo lo que soy, mis desastres y mis aciertos, todo cabe en el calor de su cuerpo que me abriga. Y, escribiendo esto, recobro una luz interior al reconocer que no solo en brazos de Raquel puedo tener esta sensación. 

Los brazos de mi hermana Camila tienen exactamente la misma calidez; los de mi madre, que saben sostenerlo todo: los de Alba, que me incendian el corazón con nuestras pasiones compartidas y las oscuridades que ambas conocemos; Los de Caro, que conservan intacta la inocencia de nuestra infancia; los de Lore, que han aguantado mis muchas muertes y resurrecciones; los de mis sobrinas, que me hacen recordar las razones para ser más quien soy...

Me gusta este mundo de mujeres en el que no hay nada que no pueda ser apreciado y consolado. Me gusta esta fuerza de brujería y de naturaleza salvaje en la que me reconozco, en la que puedo experimentar todas las partes de mí y curarlas y amarlas un poco mejor cada vez. 

Me gusta este mundo de sabiduría de sangre y carne, de fuerzas naturales e intuiciones donde todas compartimos las mismas heridas antiguas y nos enseñamos mutuamente las palabras que las hacen ceder, entre dolores y rituales y oraciones y tecitos calientes y risas, sobre todo risas... 

Me gusta este mundo de espejos rotos y germinar de semillas porque entre ese romperlo todo y nacer de las cosas más chiquiticas he aprendido a amarme con tanta intensidad como las amo a todas ellas; he aprendido a cuidar de todas nosotras como parte de una misma cosa: una fuerza rebelde que modifica el mundo desde el centro del centro de las cosas, desde la raíz de la raíz de la vida. 

domingo, 14 de noviembre de 2021

Nunca fui una niña mala (2/365)

Nunca fui una niña mala. En realidad, mi problema es que era una niña demasiado buena. Aún me atormenta ser, allá, bien adentro, todavía esa niña. Y por eso pasé mi juventud tratando de revelarme contra ella y contra la mirada de mis padres que se sentían orgullosos de que fuera tan buena. Entonces me propuse hacer todas las cosas malas, las que, a la niña tan buena que fui, nunca se le habrían ocurrido hacer. 

Y empecé, de a poquito, moviendo los límites de lo que me permitía hacer, en secreto, como haciendo una travesura. Pero en lugar de romper los floreros en la casa o robarme las galletas de la alacena, me emborraché y me escapé y rompí promesas sagradas. Rompí hogares, los míos incluidos y acabé tirada en cualquier esquina lamiendo mis propias heridas. 

Todavía hay impulsos de mí que quieren demostrarme que no sigo siendo esa niña demasiado buena, que nunca lo fui y que ya está bueno de creerme esa fantasía. Ahora puedo ver que por más que me esfuerce no voy a resolver esa pelea entre la niña buena y la niña mala. Entre la demasiado buena y la que se revela contra la demasiado buena. Ahora puedo ver que siempre fui una niña asustada y que, si me revelo, es solo una forma de darme coraje a mí misma. Que mis travesuras de mujer mala, no son más que fracasos en el intento de consolarme y de creer que hay alguna cosa que pueda cambiar todo el miedo que tuve cuando era una niña demasiado buena. 

No hay mucha maldad en el mundo, solo hay mucha confusión. Y todas las cosas realmente malas con las que he manchado mis manos no han sido sino la oscuridad de mi torpe corazón. 

sábado, 13 de noviembre de 2021

Mi propio acento (1/365)

"La poesía es más valiente que nadie" dice Roberto Bolaño.

Qué te digo... no hay nada, nadita, que la poesía no pueda decir por mí. No hay nada, absolutamente, que no pueda ser creado y recreado a través de la palabra. 

Pero es una la que se llena de miedo; oscuridad que conjura la poesía.

Es una la que no se atreve a pronunciar la herida que todo el mundo lleva abierta, que todo el mundo reconoce, que a todo el mundo le duele. Pero es que el sonido de las palabras es como alcohol directamente en la carne viva. 

A veces leer alguna cosa, en otra lengua, inclusive, en otra jerga, conmueve las partes de una misma que son como extranjeras, que han vivido en todos los países y reconocen todos los acentos. Hay infinitas palabras que, en su diferencia, nombran todas la misma cosa extraña que una siente cuando siente cosas extrañas. Pero entonces, toda una se llena de miedo y la poesía es la única que la salva, la poesía que lo salva todo. 

viernes, 12 de noviembre de 2021

Escribe todos los días de tu vida (365)

Me gustaría, efectivamente, escribir todos los días de mi vida. 

Hay una alegría, una fuerza que resucita en mí cuando escribo, aún cuando escribo de cosas que me duelen y me hacen llorar. Hay cosas que sólo entiendo cuando escribo, cosas que puedo procesar, que puedo curar, que puedo reconocer. Hay cosas que sólo puedo celebrar y apreciar por medio de la escritura. 

Siempre me ha acomplejado mi gusto (casi necesidad) de vivir a través de retos y propósitos que me hago sobre cualquier cosa. Funciono mejor así, con un poco de presión por cumplirme. Al menos ahora es cumplirme a mí misma, ya no es cumplirle a alguien más... la mayoría de las veces. De esos tratos conmigo he obtenido la fuerza y la disciplina para sobreponerme a momentos horribles y para sacar adelante proyectos que parecían imposibles, así que, bueno, para la escritura también me funciona. 

Luego de terminar el reto de treinta días y completar el juego del mundial de escritura, que duró seis días, no quiero perder el ritmo y quiero continuar escribiendo a diario... quiero escribir todos, todos los días de mi vida. 

Voy a comenzar entonces otro desafío: 365 apuntes diarios para escribir con las ganas de poder dedicar un momento de cada uno de los días de un año a escribir sobre cosas aleatorias y que, normalmente, me resultan mucho más difíciles. 

Escribir es escribir. Así, sin más objetivos que escribir y, entonces, ver qué pasa, conmigo y con la escritura.


martes, 9 de noviembre de 2021

Celebrar la vida

Es muy raro, pero a veces se me olvida que todas las cosas están vivas. Eso quiere decir que cambian, que se transforman, que envejecen, que se dañan, que se mueren. Por lo general sólo me gusta pensar en que son calientes y suaves y cercanas; que vienen, que me hablan, que me besan, que me sonríen, que me conmueven. 

Pero un día cualquiera, cuando tropiezo (contra la misma piedra) y me lastimo las mismas viejas heridas, veo de frente que yo también estoy viva y que cambio, que envejezco, que me deshago y que muero. 

Pero también veo, entre sangre y llanto que puedo celebrar y cantar desafinado y bailar y decir cosas y escribir, que al final nada es tan importante, que al final de eso se trata, de permitirme apreciar y honrar todas mis versiones, todas las versiones de la vida. 

Y esta noche celebro las muchas versiones que fui en los últimos dos años y medio, celebro la vida de cada uno de esos días, todo lo maravilloso: la curiosidad, los viajes, los sabores y los amores; celebro, también, todo lo doloroso: los fracasos, las desilusiones, el miedo y la distancia. Celebro, sobre todo, el coraje de haberme mirado, un poquito más de cerca y poder sostenerle la mirada a toda mi luz y mi oscuridad.

Pero no habría nada que celebrar si no tuviera yo la fortuna de sostenerme en tanto amor y tanta bondad que florece como la hierba, así, tan abundante y naturalmente. Esa es mi fortuna, ese es el corazón de mi corazón. Eso es todo lo que puedo imaginar como proyecto o como meta para esta vida: celebrar cada día las versiones de lo que soy y participar de la bondad que florece por ahí, en cualquier rincón, en cualquier momento, haciendo que en todo lo cotidiano y ordinario brille lo sagrado y lo místico. Amar.