miércoles, 29 de diciembre de 2021

Soy un terrón de azúcar (47/365)

Aquí acostada entre tus brazos, en la pereza de las cuatro de la tarde, soy un terrón de azúcar.

Te aproximas y todo lo seco que hay en mí se vuelve un almíbar melcochudo al contacto de tu humedad.  Empiezo a impregnarme de ti y me transformo en otra cosa; imposible regresar a mi estado anterior. Me bebo la fluidez de tu cuerpo caliente y me voy derritiendo de a poco, perdiendo mis cristales angulosos. Aquí en mi habitación, somos un solo charquito de cosas dulces, somos una agüita azucarada que atrae a las abejas y los zancudos. Después de un rato somos una mancha blancuzca sobre la cama. El aire frío de la sabana bogotana se ha llevado de nuevo la humedad, dejando de nosotros apenas un rastro de algo que fue sólido alguna vez y que ahora es apenas poco más que una fina capa de polvo vegetal. 

Me derrito en ti, como me derrito en tu café. Estoy abundante entre tus manos como lo estoy en las tardes caprichosas de tus sábados. Me llevas contigo a casa, donde acaricias con los dedos el filo de tu taza azul, pensando en el sabor de mi boca al contacto con la tuya. Soy un terrón de azúcar y me deshago al contacto de tus dedos bruscos, de tu afán sin cuidado, de la ternura con que arruinas todo.  Tu lengua es un látigo que castiga mi inocencia. La mía es una cucharadita de miel que apacigua la tuya. 

Es todo dulce, casi empalagoso en estas tardes. Son las cinco y te vas, pero el efecto de este rato juntos ya está corriendo por tu sangre. Tu cuerpo segrega insulina para hacerme parte de ti. Ahí estoy yo poniendo en marcha el mecanismo perfecto de tu vida. Aquí estás tú, haciéndome creer que no nos hacemos daño, que podemos darnos estas licencias de cuando en cuando, que aun aguantamos estas sobredosis de nosotros y que, entonces, empalagarnos así nos hace felices. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario