lunes, 6 de diciembre de 2021

15 minutos (24/365)

Si me concedieras 15 minutos en los que sé que vas a escucharme con tu corazón yo te diría:


Es una tontería no decirle a alguien que amas que lo amas.

Es triste no usar palabras para decirle a alguien que le amas porque es posible que se asuste. Nunca te lo he dicho, pero tú lo sabes. Pero yo quisiera haberlo dicho, porque las palabras son bonitas y es bonito lo que se siente en la lengua cuando uno sonríe mientras le dice a alguien que ama, que le ama. 

¿Te acuerdas cuando te puse bloqueador solar en el cuello un instante antes de despedirnos para tu viaje largo, muy largo?

Así me mordía yo la lengua para no coronar los momentos con esas palabras que a mí me gustan, pero que a ti te asustan. 

Es que yo he tenido la suerte de decir y de escuchar a diario esos yo te amo.

A mí lo que me asusta es, un día, ya no pronunciar esas palabras, ya no verlas llegar en las notificaciones de mi WhatsApp. No se gastan los te amo, eso es pura mentira. Yo creo que son como semillitas de diente de león... y a quién no le gusta soplar esas bolitas blancas transparentes de semillas y verlas dispersarse por el aire, quien sabe con qué rumbo para crecer en más flores y más semillas. 

Bueno, me pierdo...

Ya gaste siete de los 15 minutos, pero ya entendiste de qué estoy hablando y aunque no lo he explicado, creo que también entendiste que no hay nada por qué asustarse; porque las palabras no son sino semillitas que van volando desde mi corazón quién sabe con qué rumbo, tu corazón, si tengo suerte; tu piel, al menos, que se parece tanto a corazón. Tu corazón herido, como tu piel y tu silencio, que es también como una herida, pero no en tu corazón sino en el mío, que es idéntico a mi piel, donde crecen las semillas que soplo en la tuya y que, si tengo suerte, se dispersan hacia tu corazón. 

Lo que yo quería decirte es que lamento no ser más valiente y no tener la capacidad de derrotar el miedo que tenemos los dos, que tenemos todos los que amamos y los que nos secamos por el miedo de ser amados y entonces nos inventamos toda clase de juegos y de artificios, banales y espirituales, para no soplar con inocencia las semillas de esas palabras contenidas en yo te amo que, tristemente, ahora nos parecen tan carentes de sentido y tan afiladas al mismo tiempo, tanto que ya no caben en una charlita tranquila de esas en las que uno se gasta la vida. Este tricito de vida que tiene un poco más de peso si le ponemos encima tres palabras que a ratos lo salvan todo y a ratos, tu lo sabes, lo arruinan todo. 

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