lunes, 28 de febrero de 2022

Mapa del mundo (108/365)

Despliego los mapas de mi cuerpo, mapas antiguos que contienen la forma del mundo antes de que tuviera la forma que tiene ahora. Soy un atlas de países que solo existen en la memoria de los viajeros; geografías inventadas entre las percepciones confusas y la imaginación excitada de los exploradores.

La historia de todas las criaturas puede dibujarse en la extensión de mi anatomía. Todas las edades del tiempo, todos los reinos de la historia. Los imperios fulgurantes se erigieron en la uña del dedo meñique de mi pie. El esplendor de las civilizaciones fue cimentado en la profundidad de mi ombligo. 

Señalas con tu índice los puertos desconocidos y trazas el rumbo. Tu barco se aventura por las costas que me circundan y desafías las selvas húmedas de mi deseo. Le pones tu nombre a las montañas, bautizas los lagos, los desiertos y los bosques con palabras que son fáciles para tu lengua. Me has conquistado en el papel coloreado que me dibuja. Pasas la palma de tu mano extendida sobre los pliegos tersos en los que me reconoces. Pero adentro te palpita el miedo, porque la selva no puede descifrarse y el bosque no acaba de expandirse jamás. El mar del sur no es sino una fantasía porque no hay forma alguna que pueda contener la fluencia de las aguas. Soy un simulacro del mundo que te maravilla, pero soy también la sensación de estar desamparado, infinito en un Edén perdido; eso es lo que de verdad te maravilla.

domingo, 27 de febrero de 2022

Bajo esta luz de amor (107/365)

Me siento en el centro de la soledad del mundo y resisto la tentación de mirar hacia otro lado. Qué crudo se siente todo. Arde, lastima, duele. Ahí me siento a pensar en ti.

El centro del centro de la soledad es el lugar en el que todos nos reconocemos. En ese lugar es que yo intento verte cuando te aproximas y nos volvemos un enredo de emociones y de miedos, de anhelos y de historias rotas. 

Siéntate aquí a mi lado y déjame sentir el perfume de la mañana que aún exhala tu cuerpo.

Déjame imaginarte feliz.

Déjame que me vuelva chiquitica para espiarte mientras cocinas, moviéndote como si bailaras disfrutando de las cosas más dulces y jugosas.

Déjame escuchar lo que le dices a las plantas y mirar lo que tu miras cuando te sientes valiente. 

Con la luz que brilla en el centro del centro de la soledad del mundo es que yo quiero mirarte; con esa atmósfera ligera y espaciosa quiero ver lo que hay adentro de tu corazón. Me invento definiciones de amar. Una de esas se escribe como tu nombre; la pongo en mi mano derecha y le enseño a volar. 

¿Me alcanzarán las palabras que he aprendido para definir este palpitar afanoso que quiere abarcarlo todo?

Quiero nombrar el tiempo, contar los lugares del vivir, los libros, las canciones, las cervezas... 

¿Encontraré una forma de amarte sentada en el centro de la soledad del mundo? ¿Acaso hay otro lugar en donde sea posible inventarse el amor?

Siéntate aquí a mi lado y enséñame las palabras que desconozco; enséname a mirarte y desenmarañar con delicadeza las raíces de tu dicha.

Bajo esta luz soy capaz de abrir mi boca; bajo esta luz te miro y miro el amor que nos deletrea. 

sábado, 26 de febrero de 2022

Nuestro hogar de silencio (106/365)

Te sientas en el antejardín a tomar el café de la tarde. Se siente bien el contacto del piso caliente por el sol en tu cuerpo frío y cansado. Te miro de lejos porque temo interrumpir tu melancolía; temo perturbar el agua tranquila de tu nostalgia mientras contemplas tu vida. Se ve todo como un lago oscuro y profundo ¿Qué te aguarda cuando intentes cruzar? 

El cuerpo se queja, el cuerpo cambia y crece de formas en las que no debería crecer. Te causa sufrimiento. Te asusta. Tu cuerpo se ha convertido en un lugar a punto de explotar. Al mismo tiempo, es el único lugar donde puedes encontrarte en paz. El cielo se ve azul y se cubre de nubes que trotan sobre el viento. Los perros duermen plácidamente al sol de las tres de la tarde. El café humea y perfuma la casa a media mañana de los domingos. Las orquídeas van perdiendo sus vestidos magenta. Tú respiras. Exhalas por la boca en un instante que corta el pensamiento. Sueltas todo y se hace el silencio. 

No queremos pensar en el silencio, pero la vida nos lo impone mientras todo lo demás sigue su curso: las nubes, los perros, el café. Las orquídeas florecen y luego se secan. Has florecido y empiezas a secarte tú también. He florecido y me seco desde antes de nacer. La semilla, la flor, la semilla. Somos un botón que se abre, somos un pétalo que se desprende. La flor, la semilla, la flor. 

Apenas si puedo sostenerte la mirada. Apenas si puedo contener el llanto cuando pienso en todo lo que se nos escapa cuando intentamos construir un refugio para los días, inventarnos una barquita en la que podamos sortear los vientos furiosos de nuestra propia historia. ¿Qué puedo hacer, parada como estoy, igual que tú, haciendo equilibrio al borde del abismo que es estar con vida? Quiero ver a través de tus ojos y darte un poco de la calma que a veces conquisto. Quiero mirarte a ti cuando me miro en el espejo y sentir un líquido caliente que se esparce desde mi pecho hacia el fin del mundo. Tocarlo todo por ti, cultivar mi alegría para ti. Transformarme en un gema mágica para hacerte feliz. 

Inhalo.

Estamos en casa. 

Exhalo por la boca y suelto todo.

Nuestro hogar es este silencio. 

viernes, 25 de febrero de 2022

Corazón aventurero (105/365)

Me digo a mí misma que tengo el corazón roto. Mientras lo digo, me doy cuenta de que, en realidad, tengo un corazón saludable y fuerte. Un corazón valiente que abre las puertas y deja que el mundo entre, un corazón aventurero que sale a mirar qué hay debajo de las piedras sobre las que está edificado el mundo. 
No está roto mi corazón. Lo que pasa es que es un corazón inquieto que se desborda sobre sí mismo y enmelocota todo alrededor. Entonces me hago un lío intentando mantenerme separada de los seres y las cosas y las palabras que -demasiado tarde- se han adherido a mi corazón amante. 
¿En dónde se pone un corazón como este, corazón de melocotón, corazón de chocolate, corazón de papel, corazón ardiente?

¿Qué hacer con esta sensación de un corazón que estalla al contacto con una herida, con una piel dibujada con cicatrices? Es como si fuera mi nombre el que leo en los surcos que dibuja el llanto, suspiros que me pronuncian. ¿Cómo me resisto a la seducción de algo tan crudo, tan vital, tan puro?

No. No tengo el corazón roto, tengo el corazón incendiado. Tengo un corazón que ve a través de la oscuridad. Un corazón de sombras y bruma que no teme a las criaturas de la noche. No, no está roto, está abierto y todo tipo de cosas se cuelan por sus rendijas. Tú, los perros, las fresas, las flores perfumadas del naranjo. Tú, la muerte y el silencio. Todo tipo de cosas se cuelan y se deshacen en la sustancia corrosiva de las horas hasta que no queda sino el corazón abierto, vacío de todo, abierto a todo.

jueves, 24 de febrero de 2022

Amor, Amor (104/365)

Una vista de montañas brumosas y tú estás aquí.

El recuerdo de un café a media tarde y me atrapas por completo.

El calor de una manta que me envuelve y toda herida se cura.

El viento juguetea con mi blusa y estoy en mi lugar seguro.

Amor, amor de todas las cosas, nacido de todas las cosas. Amor que se posa en lo invisible. Amor que consume todo y me hace desaparecer. 

Amor que floreces en una gruta escondida entre el silencio. Amor que caminas sin rumbo y en solitario; que caminas de noche y te deslizas bajo las puertas de las casas que duermen. Amor que no escampas, que asciendes orientado por estrellas. Amor que aguardas antes de saltar, pero saltas. Amor que soy y que no me deja. Amor de jueves, de cenas, de despedidas. Amor de planes y estrategias, de fracasos y de muerte. 

Amaneces Amor y haces también que anochezca. Amor que te refundes y luego me encuentras. Amor que te vas, Amor que te instalas. Tomas un tren Amor, que te lleva lejos, tan lejos de todo que no clarea más y todo se echa a perder. 

Pones tu mano morena en mi pecho y el tiempo regresa. Vuelves a ser un niño de rodillas raspadas, una criatura comiendo peras en el solar de la abuela; vuelves a ser inocencia y paz. Te hago una cuna en mi cuerpo, te hago lugar en el mundo. Eres mi niño pequeño, la carne de mi carne, la sal de mi llanto. Eres el embrión del que yo misma me he formado. Estás aquí, montaña brumosa que subo con los pies descalzos. Te beso con cada paso, me purificas con cada paso. 

miércoles, 23 de febrero de 2022

Buscar sentido (103/365)

El núcleo caliente de lo que soy se agita y hace que la superficie se estremezca. Le pregunto a mi madre ¿Qué sentido tiene estar vivas si vamos a morirnos? La miro de nuevo y me pregunto, en serio ¿Cuál es el sentido de estar aquí, viva? Me parece una pregunta un tanto adolescente, pero es quizás lo único que vale la pena conservar de esa época lamentable. 

Es que estoy enojada y triste y asustada. Justo igual que cuando era adolescente. 

Desde debajo de las cobijas en un rincón de la cama, mi yo adolescente desafía a la otra que soy esta noche y le pregunta con aspereza ¿Qué sentido tiene?

Me aproximo y paso mi mano por su pelo desordenado. Veo la luz de sus ojos, su anhelo, su corazón-coraza. 

Me preguntas qué sentido ha tenido cada mañana y cada noche de forzarnos a hacer cosas que excedían por mucho nuestro horizonte de deseo y posibilidad. Me preguntas qué sentido ha tenido tocar el fondo de algo sin fondo tantas veces. Me preguntas qué ha significado abrir las puertas de los sótanos y seguir bajando todavía más. Me preguntas por qué hemos ido a besar en la frente a un dios. Me preguntas el por que de tanto esfuerzo, de celebrar alguna cosa, de sucumbir a la pena y al placer. Te miro como un embrión de lo divino y eres tú la pregunta y la respuesta. Tú, que no eres sino interrogación; una serpiente que muerde su cola y es una entidad infinita que se repite a sí misma en cada vuelta, que termina y comienza alrededor de sí misma. Me preguntas por el sentido de estar aquí, como si una semilla pudiera ser semilla sin ser flor; estar aquí y no estar aquí son la misma cosa, la flor que es la semilla que es la flor. 

Lágrimas se derraman de sus ojos y reconozco el incendio. El miedo se quema en su interior y la consume. Dentro de poco no habrá sino cenizas sobre la cama. La semilla que es la flor que es la semilla. Era una muchacha valiente. Lo soy.  

martes, 22 de febrero de 2022

Es la última noche del mundo (102/365)

Hagamos de cuenta que es la última noche del mundo; inventémonos un momento final de todo. Ahí estamos de pie, uno frente al otro. Te agarro de la manos y te miro.

Es una tontería (después de todos estos años) no decirte que estoy loca por ti, que amo todas las cosas tuyas que me fastidian, que pienso incesantemente en los días felices y que anhelo los días raros donde me preguntaba quién eras y qué se suponía que estábamos haciendo ahí, tú y yo, compartiendo un pedacito de universo. Es una tontería quererte haciendo de cuenta que habrá tiempo para quererte después, es una bobada posponer la alegría de saberte haciendo música en mi corazón, como si no fueras un destello de lo divino que dura apenas un instante; como si tenerte entre mis manos no fuera una forma de tocar la belleza misma...

Qué extraña forma de vivir esta, donde ignoramos los milagros y perdemos de vista que lo que amamos no es más que una parte de nosotros mismos... ¿por qué, entonces, es que tememos a todo? Al final, nada es tan serio ni tan importante. Somos apenas una mueca cósmica.

En la última noche del mundo que me invento quiero escuchar tu risa cuando te hablo de amores y que pases tu pierna perezosa sobre la mía, como una señal tímida de las ganas que tienes de derretirte en el calor de alguien. Me gusta la sensación de estar debajo de tus cobijas, debajo de tu cuerpo, debajo del agua que corre tibia por encima de nuestros besos. Me gusta la sensación de estar debajo de una luz que sale de ti y que intentas disimular.

Como en un experimento de biología me enseñaste, pacientemente, a diseccionar mi corazón, capa por capa, retirando membranas finísimas y tornasoladas hasta encontrar lo más vivo, lo más crudo, lo más tierno. ¿No es esa una razón suficiente para amarte hasta la última noche del mundo? ¿No es esa una razón suficiente para desear que seas feliz, como sea que sea tu felicidad?

Es posible que pedirte que leas esto convierta esta noche en la última noche del mundo, pero si sientes que algo se encoge, si sientes que alguna línea te roza, entonces el mundo puede irse a dormir para siempre. Te habré dicho mis amores y tu te habrás sentido amado. ¿No es eso suficiente para justificar que sea la última noche del mundo? ¿No es esa razón suficiente para celebrar jubilosos por habernos compartido un par de instantes antes de la última noche del mundo?

Suelto tus manos y te miro. Eres feliz y eso es todo lo que se necesita para apagar las luces y sentir que la última noche del mundo ha estado bien. 

lunes, 21 de febrero de 2022

Historia diferente (101/365)

Esta vez quiero una historia diferente. Esta vez quiero que las cosas salgan, de alguna forma, bonitas. Quiero que no se cumplan mis presagios de fracaso, de abandono, de heridas que se abren de nuevo. 

Esta vez quiero ser como una velita y no como un incendio forestal. Quiero estarme quietecita, tranquila, con mis ojos brillando y con el corazón latiendo a un ritmo humano. No quiero destruirlo todo a mi paso con el corazón zumbando como el de un ratón, diciéndome a mí misma que la vida es corta y que lo que he de hacer es mejor hacerlo ahora. 

Quiero, mañana, poder decirme ¿te das cuenta? todo fue diferente esta vez. Quiero verme y saber que pude encarnarme en Ella y sentirme, al fin, libre de los yugos de mi identidad. 

Por momentos el miedo me atenaza y me aturde; es como si escuchara gritar desde adentro a todas las voces que de niña me convencían de que había (siempre) algo fuera de lugar en mí, que había un secreto en peligro de ser descubierto y entonces todo se iba a caer en pedazos: lo de siempre, alguien habla, alguien lo silencia todo.

Pero esta vez quiero una historia diferente. Esta vez quiero conjurar todas las sombras y poder sonreír tranquila, decir mi propio nombre y dejarme llevar a lugares en los que las cosas, mas o menos, se mantienen en pie, tanto como puede cualquier cosa mantenerse en pie. Mañana quiero volver a despertar y decirme ¿viste qué lindo estuvo todo? y así, dejar que los días pasen y que esta vez la historia sea diferente.  

domingo, 20 de febrero de 2022

Cien (100/365)

Con el cansancio acumulado del día, te recuestas en mi pecho y un olor de duraznos maduros me perfuma.

Sé que mi corazón canta su ritmo directamente en tu oído y te veo esbozando una sonrisa.

El peso de tu cuerpo se anula cuando descansa sobre mi cuerpo. Parece más bien que flotamos en el aura luminosa que produce el contacto de tu piel contra la mía; ahí está resguardado el primer fuego que calentó a los humanos. 

Del fondo de tu ombligo brota un néctar transparente y dulce que alimenta dioses. Me lo das a beber en la copa de tus manos morenas. Tu cabello oscuro se enreda entre mis dedos y reímos con risas gemelas. Inauguramos mitos en los recintos que habitamos, juntos, reviviendo centurias de amor.

Me inventas a medida que me miras. Te invento cuando te descubro una vez más. Todas las noches son la primera noche y todos los días nos rozamos por primera vez. Salimos a recoger palabras y nos hacemos un festín de alegría. Te digo; me cuentas. Mi lengua es ansiosa. Tu oído es sereno. Nos tendemos al sol y dejamos que las palabras se nos sequen encima. Nos quedan marcas. Todo es temporal. 

Es una sensación antigua esto de querernos. Es algo que conservamos entre mármoles y cristal y lo profanamos sobre la hierba con las manos embarradas y la miel embadurnada en las mejillas. Vemos pasar aves oscuras. El sol cubre a la muerte con sus velos dorados. Me abrazas, me abrigas. Mi amor es ansioso. Tu aflicción es serena. Nos descubrimos en la noche, mirándonos todavía. Vemos nacer estrellas, tu mano reposa sobre la mía. 

sábado, 19 de febrero de 2022

Cocinas para los dos (99/365)

Compruebas con tu propio cuerpo si hay calor suficiente para hacer una comida que dé felicidad. Pareces inquieto, pero una vez tienes en fila los ingredientes te sosiegas y haces durar el instante.

Conversas como si estuvieras haciendo cualquier otra cosa, mientras tu cuerpo se comunica directamente con lo que tocas casi sin tocarlo y adquieres un ritmo diferente; tus pasos son precisos y ejecutas cada movimiento con delicadeza. Creas espacio a tu alrededor, un campo de claridad te protege y parece un lugar seguro para estar. Eres tú y yo te veo.

En tu mano gloriosa, lavando las lechugas y rebanando los tomates, está la devoción a todo lo que antes del tiempo consideramos divino. Tú ni te enteras de que algo místico te posee y revelas, entonces, la herencia de lo primordial: el cuidado, el amor. 

Cuando los platos están sobre la mesa, tu corazón está sobre el mío y sobre tu herida está mi dulzura. Andamos con atención para no hacernos daño y compartimos la mesa como si estuviéramos conquistando un continente desconocido. Hay maravilla y misterio. Vamos sigilosos y cómplices siguiendo vestigios. 

Algo dorado se derrama sobre la noche. Tu lengua y la mía reconocen la verdad en cada bocado; comer es mucho más que comer y cocinar es mucho más que ejecutar acciones ordenadas con fines prácticos. Hay música y hay placer y hay milagro. En las cosas más simples, la vida se ilumina. Eres tú (cocinando para los dos) y yo te veo; algo de la vida se ilumina. 

viernes, 18 de febrero de 2022

Mi casa de palabras (98/365)

Me encantaría escribir sobre locomotoras y verjas oxidadas en un pueblo reseco; me gustaría saber describir la forma en que el silencio se vuelve susurro al rozar una laguna tranquila; ignoro las palabras que mejor puedan expresar la alegría de una abeja toda cubierta de polen.

Mi casa, es un nido pequeño hecho de papelitos rasgados, de palitos encontrados en el piso, retazos que he ido juntando con el tiempo. Mi saliva y el resto de mis fluidos han valido como aglutinante de las partes sueltas que, capa por capa, se han ido apelmazando en algo parecido a un refugio. Ahí estoy instalada y cada día desprendo otro pedacito de mundo para unirlo a mi invento de mundo; ahí están escritos los nombres en los que se reconocen las cosas que yo amo, las que me torturan, también las que pasan por mis manos sin dejar huella.

Solo sé escribir sobre este lugar que muda en cada estación de lo que voy siendo. Me dedico a repetir las palabras que descifro en los trozos de papel que resultan visibles. Mi experiencia no sobrepasa una docena de ramas menudas y quebradas por los pájaros, que yo he atado para hacerme una estructura. 

No es una morada impermeable. Se me cuela el frío y la lluvia por todo lado. Los amores traspasan las paredes y amanezco humedecida. Te cuelas tú, se cuela el tiempo del olvido. Tengo que perfeccionar el puñado de palabras de las que está impregnado este lugar, antes de poder traer palabras nuevas. Los músculos de mi boca no son lo suficientemente fuertes; mis manos no son lo bastante rápidas. Me hago vieja mientras espero que, letra por letra, esas palabras acaben de fundirse sobre mí. Así que aún no puedo decir locomotora, soy incapaz de articular azalea. Apenas me cabe en la casa mi propio nombre. 

 

jueves, 17 de febrero de 2022

Extrañar (97/365)

Entro a casa y nadie sale a recibirme. Extraño los soniditos de mi perra corriendo a mi encuentro, emocionada. Extraño encontrar a mi madre que me recibe entre besos y me hace sentir el poder transformador de la ternura. Pero adoro el silencio y el secreto de la soledad. Nadie que espíe mis conversaciones conmigo, ni mis recetas fallidas, ni mis lágrimas emocionadas por la plenitud de una vida creada con mis propias manos. 

¿Qué significa extrañar?

Aquí, en este mundo, significa apreciar la belleza de algo cuando ese algo está fuera de lugar. ¿Cuál lugar? El habitual, por supuesto. Sería incongruente decir que algo no está. Si lo extrañamos, es que está, pero está en un lugar poco habitual.

Mi perra no está en casa, como habitualmente está. Está corriendo en el campo.

Mi madre no está en casa, como habitualmente está. Está zambulléndose jubilosa en el mar.

Mi padre no está en casa, como habitualmente estaba. Está en algún mundo, viviendo otras vidas, en otros cuerpos.

El chico de mis amores no está ausente, como habitualmente está. Está aquí, instalado en los momenticos que tengo de dejar a mi corazón suelto vagando por sus anhelos. 

Los extraño. Pero mi alegría reposa en la certidumbre de que, en todo caso, están; como han estado siempre y como siempre estarán. ¿No es la mejor noticia del mundo? 

¡Ninguna tristeza! Sólo extrañar. Y ahí todo se resuelve. 

  

miércoles, 16 de febrero de 2022

La espera (96/365)

Una semilla ha sido plantada y sólo queda esperar. Hay que dejar que salga el sol, que venga la lluvia, que la vida que habita la tierra haga lo que sabe hacer; entonces el corazón de la semilla se rompe y se transforma en crecimiento verde y tierno. Todavía hay que esperar un poco más. Una hoja se transforma en una rama que hace lugar para otras hojas, para otras ramas. Hay que seguir esperando. Los retoños se hacen fuertes y lo que era solo vida en potencia hace ahora sombra a otras formas de vida, interactúa con ellas y les da cobijo. Podemos esperar algo más. Las puntas de los nuevos retoños se repliegan en botones de belleza blanca o rosa o roja y se preparan para abrirse al sol. Las flores, todas juntas, celebran la potencia que se ha manifestado. Es la vida la que florece, es la espera la que recibe su recompensa. Y hay más todavía. Llega el tiempo y las flores sucumben a una nueva potencia; la de belleza en la boca, la dulzura, el jugo, el perfume. Al final, lo que no era sino espera es una manzana colorada colgando del árbol. Redondez que coquetea con los pájaros. Es la misma semilla disfrazada. Nos engañamos pensando que es algo diferente. El tiempo de la cosecha nos devuelve la gracia, nos purifica en la comunión con lo divino. El instante eterno en cada mordisco. 

martes, 15 de febrero de 2022

Disturbio (95/365)

Quiero dejar que todo lo que se parezca a tu nombre se quede sin agua y se seque hasta hacerse polvo. Prefiero verte, no a ti, a tu nombre que me recuerda a ti, volar en partículas pequeñas a mi alrededor, meterte en mi cuerpo por mi boca y nariz y saberte convertido en algo minúsculo que flota y se eleva y se confunde con las semillas del diente de león, el hollín de la ciudad, el polen de las flores... Ya no quiero intuir tu presencia sólida asomándose en cualquier mañana de mi vida. Quiero que tu sombra se deshaga y se convierta en una brizna de hierba que se mece por el peso del rocío. Quiero que seas el rocío que se transforma en bruma cuando el sol lo toca. Quiero que te deshagas al contacto del calor de mi corazón, que te busca, que te espera, que se cansa. 

Insistes en venir, en inundar mi alegría con tu mirada grave, con tu voz que es casi tan contundente como tu silencio y arruinas cualquier día despejado. Haces tormenta, ocultas lo verde de la montaña y haces que la luna brillante vele su rostro. Me gusta la lluvia, pero me asusta el cielo que se cae sobre nosotros, que nos persigue con relámpagos; me asusta el vórtice que hace bramar mi flexible corazón-casa. 

La palabra de tu cuerpo fractura los cristales. Aun en los sueños, tu nombre lesiona la parte de mi cuerpo que te nombra. 

lunes, 14 de febrero de 2022

Celebro (94/365)

Una gota roja cae en un vaso transparente con agua. Cinco segundos después, el agua es de un rosa precioso; ya no hay agua transparente, ya no hay gota roja. El rosa es algo indivisible de lo que fue antes, de las partes que lo componen.

Una gota de luz ha caído en mi corazón transparente (de gozo, de pena, de compasión) y el destello de este día es indivisible de los días oscuros que lo componen, que lo prepararon, que hacen de fondo para que contraste la luz. 

Un día cualquiera, cae una gota de vida en la infinitud del espacio y del tiempo y entonces somos, aparece una colección de partes que reunimos con un nombre, con un afecto, con un lazo irrompible. Nos atamos con fuerza a este navío por años. Nos aferramos con todas nuestras fuerzas para que, con suerte, no naufraguemos en las tormentas. 

Un día como hoy, derramo un poquito de amor sobre mi herida y escoce y reluce escarlata humedad. Hoy me miro: mi pelo desastroso por la lluvia, mis pies cansados, mis ojos adormecidos... tan absolutamente yo, desfilando airosa de la mano de mí misma en mis peores días. Nos hemos atado con fuerza, la una a la otra y a la vida. Hoy una estrella nace en mí. Esta noche una alegría germina. Hago otro nudo. Me lanzo. Apuesto por mi corazón que busca, por las gotas de luz que aun están por caer. Pienso en tu amor y todo se pone en su lugar; las gotas, el agua, los nudos, la vida. 

Celebro en tu corazón mi alegría. Celebro la parte de mí que eres tú. Una gota de luz ha caído en mi corazón transparente. 

domingo, 13 de febrero de 2022

Ausencia (93/365)

Me inclino sobre la estufa y dejo que la nube de albahaca y hierbabuena que se eleva impregne mi pelo de humedad perfumada. Las burbujas se tiñen de rosa con las moras que acabo de poner. Es todo tal cual debería ser en el final de un domingo de febrero. Hay un poco de sol rojizo que hace sombras a través de los velos y el espacio vacío que debería ocupar tu cuerpo me sorprende por detrás. 

Tu presencia, cuando vienes, es casi igual de viva que tu ausencia que respira y me abraza murmurando razones para ser felices. Tu presencia aún no aprende a hacer esas cosas que me persuaden de dejar que ocupes todo el espacio de un domingo; prefiero entonces privarme de tu risa y tumbarme en el desierto de la cama que a veces compartimos, en el hueco de materia y calor que a veces es tu compañía, esa que me sorprende por detrás y me abraza y murmura razones para que me quede, para que cante las canciones de tu dicha. 

Nunca te siento tan cerca como estos días en los que no estás. ¿Qué es lo contrario de acompañar? 

Me rompo de adentro hacia afuera y entre los pedazos puedo ver la luz con la que tú me miras. 

Mis pedazos no encajan con mis propios pedazos. La luz de tus ojos queda toda derramada y es imposible tomarla de nuevo.

No hay pedazos que encajen con nuestros propios pedazos. El vacío de tu cuerpo me abraza y me mece en las canciones de la dicha.

 

sábado, 12 de febrero de 2022

Dices que te vas (92/365)

Te instalas aquí, en el lado izquierdo de mi cama y permaneces callado mientras me desvisto.  Yo finjo que no advierto que me miras y que no me inunda un amargo sabor de despedida. Hay en tu silencio un remolino de furia contra todo el tiempo que pasaste herido de muerte por el amor, un amor que mi cuerpo te recuerda cada vez que te ama, disimulando el amor para que no te asustes. 

Dices que te vas, pero no te has ido y permaneces en silencio en el lado izquierdo de mi cama. Voy a buscarte despojada de toda prenda y de todo peso en mi conciencia. Por ti me he convertido en una cosa ligera que flota, que se mueve con las ondas concéntricas de tu pena que cae, pesadamente, en el centro de la noche. 

Miro en la bruma de tus ojos y trato de disipar el frío que te quema los labios. Por ti me he convertido en una cosa caliente que explota y se derrama desde el centro de la tierra, inventando montañas y países, poblando islas de verde virgen.

Algo te retiene en mí. Tu capricho, tu herida, tu memoria del útero materno. Dices que te vas, pero te quedas. Simulas dormir, pero no te duermes. Disfrazas tu corazón y me convences. Y te quedas instalado aquí en mi cama, en mi corazón como una astilla que no encuentro, algo que arde en mi historia cuando se roza. Eres cobarde. Dices que te vas, pero te quedas. Quizás es sólo que te asusta el frío. 


viernes, 11 de febrero de 2022

Equilibrio (91/365)

Hago equilibrio.
Voy hacia adelante y atrás de forma casi imperceptible.
Una casa grande.
Un perrito pequeño.
Me levanto y me acuesto temprano.
¿Una copa de vino? Quizás dos.
Fresas, arándanos y frambuesas.
Leo menos, respiro más.
Mi corazón es el que te busca, no soy yo.
Escribo.
Bonjour.
100 días; 365 días.
Once de octubre; final de noviembre.
Hay días en que ya no te extraño.
Me gusta mirar mi cabello en el espejo.
Me siento linda y quiero que me recorras con tus manos. 
Me siento en paz; luego lo pierdo.
Me inclino hacia mí.
Es mi corazón el que te busca.
El mismo corazón te pide que no te acerques.
Me lastima tu forma de quererme.
Lo que quiero es que me quieras.
Saudade.
Saudade mesmo.
Es Venus lo que brilla en el cielo cuando te pienso.
La tristeza me hace contrapeso.
Se agita mi corazón que te busca.
Fuerzas opuestas actúan en mí. 
Equilibrio.


jueves, 10 de febrero de 2022

Somos (90/365)

Es imposible delimitar el espacio que ocupo en este universo compuesto de tantos seres y tantas cosas y energía infinita que no se detiene. Veo tu cuerpo cansado y enfermo y ahí me veo. Siento el calor de mi perra en mi regazo y en ese calor me reconozco. Percibo tu cansancio sosteniendo un mundo que se derrumba y es el mismo mundo que yo sostengo. Es la sal de tu llanto la que siento en la comisura de mi boca. Es tu corazón el que bombea la sangre que me recorre. Somos todos de una sustancia permeable, somos materia volátil que arremolina el tiempo. Somos. Es que no soy, sino que somos. 

Me mantengo en ti, entrando y saliendo de tu cuerpo como de una casa. Me mantengo como un sol que nunca se pone, eres tú quien gira y se oculta, somos una danza celeste. 

Vienes a mí con tus palabras. Me acaricias con promesas. Yo te recibo con un corazón que baila. Somos una señal de lo eterno. 

Siempre. Eso somos. 

miércoles, 9 de febrero de 2022

Maternar (89/365)

No voy a ser madre, pero he conocido a través de mis partes chiquiticas la devoción y la ternura de cuidar algo vulnerable y dependiente. Estoy aprendiendo a acunar a las partes de mí que aún lloran cuando tienen frío. Voy entendiendo cómo alimentar a las partes que están hambrientas y que por eso no pueden dormir. 

Me estoy entrenando en la paciencia para atender las incontables preguntas de mi partecita más curiosa y a resistir las tentativas de dictadura de mis partes más caprichosas. ¡Qué fascinante niña sigo siendo! Entre más tiempo paso con ella que soy, más descubro la transparencia de mis rasgos de mujer madura; entre más me dejo tocar y conmover por la inocencia de quien descubre un mundo doloroso, más fácilmente logro atravesar la membrana que me separa de la materia viva de ese mundo. 

La veo despertar con el calor de otros seres y de mis propias manos sobre mi propio cuerpo, la veo, titilando al contacto con la alegría, buscando, escarbando, dejándose abismar por la mota de polvo que se adhiere a su zapato. La veo cuando me veo ascendiendo y descendiendo por mi mundo interior a la caza de algo precioso. Respiramos juntas y nos dejamos maravillar por todo lo que nos conecta en lo diferentes que somos, desde siempre, aún hoy. 

martes, 8 de febrero de 2022

Karma (88/365)

En alguna vida, ya fui lo que más amaste.

En otra vida, fui tu mejor amigo, en forma de perro, de tigre, de niño.

Alguna vez fui quien te rescató del lugar oscuro y en una más, fui quien te lanzó directo ahí.

Antes, ya nos hicimos daño y acabamos uno, con la vida del otro.

Ya tuvimos días de cruzarnos y anhelar alguna vida en compañía. 

Tuvimos también días de apenas notar que el otro existía en el mismo planeta.

¿Qué hicimos con eso?

¿En qué partes de nuestro propio corazón hemos escrito los nombres infinitos que ya nos dimos, que ya nos fueron dados?

Y ¿Qué me dices de esta vida? 

¿En dónde está tu nombre en el mapa oscilante de esta preciosa existencia? Lo busco.

¿En dónde está el mío? Señálalo con tu índice derecho y articula las letras de mi nombre, del nombre por el que me llamas en secreto: el misterio de nuestro lazo. 

lunes, 7 de febrero de 2022

Vivir con urgencia (87/365)

Vivir con urgencia. No con afán, pero con urgencia. En la urgencia hay una fuerza que se impone a todo lo demás. Una decisión que aplaca lo obvio; una violencia que empuja; una energía que moviliza de forma contundente hacia algo que se posiciona como centro. La vida es el centro y es al mismo tiempo lo que empuja. 

El tiempo manifiesta la urgencia de la vida. 

El cuerpo encarna la urgencia de la vida. 

El amor sustituye la urgencia de la vida. 

Sin prisa, pero ávida de alcanzar el núcleo de las cosas. Nada es tan importante, pero nada, tampoco, puede esperar. ¿Esperar a qué? ¿Esperar a quién? Si no hay nada, nada, nada. Si las únicas letras que suenan son las que forman la palabra AHORA. 

Lo bueno de lo urgente es que es un relámpago que ilumina todo y pasa apenas sin que lo notemos, aunque a veces quisiéramos que fuera un espejo del sol. Es mentira, no lo resistiríamos. No resistiríamos la vida más allá de la porción pequeñita que nos es dada a cada vez. No sabemos ni que hacer con ella. Por eso es que es tan urgente. 

domingo, 6 de febrero de 2022

Lo que no funciona (86/365)

Voy hasta el fondo de todas las cosas para buscarte. Miro los mecanismos que hacen que todo funcione; me fijo en las partes, en los tiempos. Estudio con cuidado la forma particular de cada pieza y los puntos precisos en los que una pieza encaja con la otra. Analizo las secuencias, el orden, la lógica. 

Hay algo que se me escapa. Eres la parte de mí que no funciona, no importa qué tanto lo intente. No hay manera de que sincronice con alguna cosa de mi cuerpo o de mi vida. 

Tengo los dedos machucados, cortados y sucios. Estoy cansada. Estoy casi ciega de tanto esfuerzo que hice por mirar. No tengo la habilidad ni el conocimiento para poder hacer lo que tiene que hacerse. Tengo la paciencia y tengo el empeño, pero no es suficiente.

En una cajita estoy poniendo las piezas, cada una marcada con un nombre y un número. Voy a dejar este proyecto en pausa. Quizás cuando me haga más sabia, si es que alguna vez soy más sabia. Quizás cuando sea más hábil, si es que algún día soy más hábil. Quizás otro día lo vuelva a intentar. 

Se queda todo en la oscuridad del armario. Se llena de polvo. El polvo cubre todo de olvido. Todo, hasta que sea el día de limpiar y de separar lo que sirve de lo que ya no sirve. 

Quién sabe en que pila va a terminar todo esto. 

sábado, 5 de febrero de 2022

Ven (85/365)

Últimamente detesto los mensajes en mi teléfono. Detesto la ansiedad, la atención que se desvía constantemente, esa cuerdita que me jala a tocar la pantalla una y otra vez en busca de nada en especial. De sentir alguna cosa.

Detesto la distancia, el silencio, las notificaciones, las horas de envío, las llamadas perdidas, el modo lunita, el modo avión, el modo ausencia. 

Quiero cambiar veinte mensajes por un instante de alegría contigo; cincuenta horas de video llamadas por un helado de crema inglesa y kinotos al whisky a dos cucharas. No quiero hacer la cuenta de cuantas semanas llevo sin respirar el olor de tu ropa y de tu casa cuando tú me dices: hola. ¡Sólo me dices: hola! ¿Qué clase de vida es esta, qué clase de mundo es este en el que sólo me dices hola? Qué se supone que respondo, si lo que quiero es derretirme en el calor de tu abrazo, sin decirnos nada, solo existiendo en la burbujita de cariño y cuidado que nos inventamos cuando nos encontramos...

No quiero ninguno de tus mensajes de voz. Quiero verte caminar a mi encuentro y sentir el sudor de tus manos. Quiero ver como se mueve tu pecho cuando exhalas en una pausa de tantas cosas de las que me hablas. No quiero canciones, ni fotos, ni stickers de perritos con corazones. Quiero calor de carne y sangre de cuerpos. Quiero ruido de voces y de risas y de estornudos. Quiero viento y frío y cansancio cuando regreso a casa después de haberme olvidado del mundo encerrada contigo en algo parecido a un paraíso. 

Háblame.

Tócame.

Dame a probar de tu taza.

Intercambiemos libros, postres, historias, saliva. 

Ven.

Abre las puertas.

Aquí estoy.

viernes, 4 de febrero de 2022

Quiero esta vida (84/365)

¿Para qué es que queremos la vida? ¿Qué es eso tan importante en lo que la queremos invertir?

Esta mañana pensaba que, si pudiera, quisiera no tener que dormir. Me gusta tanto hacer las cosas que hago cuando estoy por ahí andando el mundo calzada con mis zapaticos de tristeza, mirando con asombro cómo se mueve mi cuerpo, cómo sangra al contacto con cosas afiladas, cómo huele cuando se asusta y cuando se complace en los disfrutes de todos los días. 

Me gusta la vida aunque a veces me lastime. Me gusta mi vida aunque a veces ella me exceda. Me gusta sentir que estoy aquí aunque a veces no pueda sostenerme en pie. 

Quiero la vida para vivir y para respirar el aliento de otros seres; para hacerlos una parte de mí. Para curar todas las heridas de adentro, las de afuera, las de antes de mis propias heridas. Para comer fresas maduras y untarme aceite de lavanda. Para pisar por primera vez una ciudad e imaginar desnudo un amante nuevo. Quiero la vida para ver a mi madre hacerse fuerte y feliz en su propia piel, para ver a mis sobrinas desafiar sus propias creencias. Quiero esta vida para volverme a sentir infinita en los brazos del amor de un chico de mis amores, para quedarme horas debajo de un árbol leyendo versos. Quiero tiempo de vivir para bailar. Quiero poder demorarme en el café con mis amigas, en las llamadas con mi hermana, en las caminatas con mi perra. Quiero mirarme en el espejo, con los ojos brillantes -de alegría y de pena- un día y otro y otro, interminablemente, entonces entender que hay muchos días de estar viva. Quiero vida para amarme como me gusta que me amen, para sentir orgullo de mis días y mis verdades, para reverenciar la parte valerosa y sabia de mi pasado, presente y futuro, en un instante que es infinito. 

Quiero la vida para enamorarme de las cosas un millón de veces y para perderme en las nuevas aventuras de un corazón entre mis manos. 

Quiero la vida para compartir lo profundo que hay en ella, lo banal que la hace brillar, para derretirme en otros seres, para plantar un jardín y cultivar mis verduras. 

No hay nada tan importante, pero quiero, furiosamente, esta vida. 

Escarba un poquito la superficie de la vida y mírala temblar. Se enloquece por ti y por mí: por este fuego y esta luz y este destello violento de belleza que rasga la oscuridad del universo. 


jueves, 3 de febrero de 2022

El corazón de la tristeza (83/365)

Reposamos junto a un estanque de lotos disfrutando de un rosado de seda que se mece suavecito sobre el agua. Permanecemos ahí, en silencio, y algo parecido a los lotos florece en nuestro interior. 

Un gran maestro lo llamó El Genuino Corazón de la Tristeza. Es algo que hemos estado contemplando. Justamente los lotos de nuestro estanque de lotos, que antes de ser lotos fueron la potencia de su propia belleza; una semilla que aguardó cientos de años esperando para romperse y transformarse en materia viva que se estira y se abre de cara al cielo, reposando sobre aguas tranquilas. 

El genuino corazón de la tristeza es el único lugar donde es posible reposar. No en la esperanza de que todo irá bien. No en vanas confianzas sobre lo que conviene, sobre destino, sobre sortilegios de dicha o designios del más allá. Solo en el viento que sopla cuando sopla y el sol que alumbra cuando alumbra; solo el agua que es agua mientras moja y un cuerpo que respira mientras respira; nada más. Es que no hay nada más y eso es descorazonador para quienes, ansiosamente, nos aferramos a algo que esté por encima de lo poco que hay. Es poco pero es inmensurable. Es poco pero es suficiente. 

Un poquito de tristeza en el café del desayuno para que durante el día no nos olvidemos de cuanto nos importa lo que nos importa; de cuan privilegiadas somos por ese poco que tenemos, por hacer de ese poco, suficiente. Así también el privilegio de conocer esta tristeza y verla florecer en torno a todo lo que es nuestra vida. 

P.D: Tu mano también ha cuidado este jardín de mi cuerpo y lo que no es mi cuerpo. Las semillas de tu cuerpo y de lo que no es tu cuerpo han caído en la tierra viva que soy. También tú eres quien florece cada vez que el llanto me inunda, cada vez que el placer me descubre, cada vez que soy encantada por una alegría pequeñita. El calor de tu vida acaricia la mía y sé que estás aquí, que hay amor alimentando el universo que compartimos. Floreces en mi propia floración. 


miércoles, 2 de febrero de 2022

Reposo (82/365)

Estoy acompañada por mi parte pequeñita que camina lo más rápido que puede para seguirme en el transcurso de los días y se empina para alcanzar las cosas que yo miro. Cuando me detengo, puedo ver que es una criatura triste, una criatura de la melancolía. Pero es una criatura preciosa. Es como la última estrella que brilla en el cielo rosado antes de que salga el sol; parece un prodigio brillando solitaria, haciendo que el sol no sea sino el telón de fondo de su belleza intemporal.

Así es la criatura pequeñita que me habita y a la que, por estos días, me gusta levantar y mimar en el momento más inesperado. Así la sorprendo, así la dejo que repose en las cosas en las que le gusta reposar: las montañas, el viento, los libros con dibujos, las chocolatinas, la música sin letras, las cosas desconocidas. No hemos cambiado tanto. Yo soy -seguimos siendo- una criatura de la melancolía, pero ahora, una melancolía más grande, una que es más oscura. Sí, en esta burbuja de tristeza construyo mi propio estanque de lotos para sentarme a contemplar. Es en la tristeza que encuentro mi reposo. Una tristeza que florece callada, que florece con todo el esplendor de lo que crece sin cercado, que crece en la cumbre de una montaña a donde nadie va. 

Reposo. Reposo. Reposo.

Se hace tarde y el viento mueve las ramas, la hierba, las flores. El cielo se pone oscuro y se llenan de luz las estrellas. Nos quedamos quietas. Nos juntamos. Respiramos una el aliento de la otra. Estamos muy cerca. Reposamos.

martes, 1 de febrero de 2022

Hay que practicar la lentitud (81/365)

Voy por el mundo como por sobre la aguas de un río. Navego los rápidos con maestría y es en las aguas tranquilas de fondo transparente donde casi naufrago. Mi pequeña embarcación se atasca con las formaciones rocosas que dan forma al curso de los días. Necesito aprender a parar. Necesito aprender a mirarme desde afuera y a sosegar mis ímpetus de pirata furiosa. No todo está delante para ser conquistado. No puedo saquear cada botín que diviso a lo lejos.

Me muevo como si tuviera prisa de llegar a algún lugar. Qué vano afán sabiendo que después de todos los trayectos solo voy a encontrar el mar; el infinito. 

Hay que practicar la lentitud. Pero necesito a alguien que me lo enseñe. Quiero que alguien me agarre con fuerza y me detenga en un punto fijo del espacio: "quédate ahí, no des un paso más". No puede ser tan difícil. Quizás la parte más infantil de mi corazón necesita ser tomada de la mano, quizás hasta necesite ser llevada en los brazos de alguien que domine el arte de cuidar con delicadeza y andar con serenidad. Está escrito en cada uno de los días de esta temporada de sol abrasador: mi parte pequeñita está aprendiendo todas las cosas del mundo; está aprendiendo a vivir. Mi ilusión es poder darle lo que necesite para ello: el tiempo, los momentos, los seres, el silencio, la voluntad. Que podamos, ella y yo, crecer y sanar. Entonces sanamos el amor que nos hermana con el mundo entero.