miércoles, 2 de febrero de 2022

Reposo (82/365)

Estoy acompañada por mi parte pequeñita que camina lo más rápido que puede para seguirme en el transcurso de los días y se empina para alcanzar las cosas que yo miro. Cuando me detengo, puedo ver que es una criatura triste, una criatura de la melancolía. Pero es una criatura preciosa. Es como la última estrella que brilla en el cielo rosado antes de que salga el sol; parece un prodigio brillando solitaria, haciendo que el sol no sea sino el telón de fondo de su belleza intemporal.

Así es la criatura pequeñita que me habita y a la que, por estos días, me gusta levantar y mimar en el momento más inesperado. Así la sorprendo, así la dejo que repose en las cosas en las que le gusta reposar: las montañas, el viento, los libros con dibujos, las chocolatinas, la música sin letras, las cosas desconocidas. No hemos cambiado tanto. Yo soy -seguimos siendo- una criatura de la melancolía, pero ahora, una melancolía más grande, una que es más oscura. Sí, en esta burbuja de tristeza construyo mi propio estanque de lotos para sentarme a contemplar. Es en la tristeza que encuentro mi reposo. Una tristeza que florece callada, que florece con todo el esplendor de lo que crece sin cercado, que crece en la cumbre de una montaña a donde nadie va. 

Reposo. Reposo. Reposo.

Se hace tarde y el viento mueve las ramas, la hierba, las flores. El cielo se pone oscuro y se llenan de luz las estrellas. Nos quedamos quietas. Nos juntamos. Respiramos una el aliento de la otra. Estamos muy cerca. Reposamos.

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