martes, 1 de febrero de 2022

Hay que practicar la lentitud (81/365)

Voy por el mundo como por sobre la aguas de un río. Navego los rápidos con maestría y es en las aguas tranquilas de fondo transparente donde casi naufrago. Mi pequeña embarcación se atasca con las formaciones rocosas que dan forma al curso de los días. Necesito aprender a parar. Necesito aprender a mirarme desde afuera y a sosegar mis ímpetus de pirata furiosa. No todo está delante para ser conquistado. No puedo saquear cada botín que diviso a lo lejos.

Me muevo como si tuviera prisa de llegar a algún lugar. Qué vano afán sabiendo que después de todos los trayectos solo voy a encontrar el mar; el infinito. 

Hay que practicar la lentitud. Pero necesito a alguien que me lo enseñe. Quiero que alguien me agarre con fuerza y me detenga en un punto fijo del espacio: "quédate ahí, no des un paso más". No puede ser tan difícil. Quizás la parte más infantil de mi corazón necesita ser tomada de la mano, quizás hasta necesite ser llevada en los brazos de alguien que domine el arte de cuidar con delicadeza y andar con serenidad. Está escrito en cada uno de los días de esta temporada de sol abrasador: mi parte pequeñita está aprendiendo todas las cosas del mundo; está aprendiendo a vivir. Mi ilusión es poder darle lo que necesite para ello: el tiempo, los momentos, los seres, el silencio, la voluntad. Que podamos, ella y yo, crecer y sanar. Entonces sanamos el amor que nos hermana con el mundo entero. 

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