jueves, 30 de junio de 2022

Me muevo (230/365)

Que no se me olvide nunca, nunca lo que he aprendido estos meses. Que pueda llevarme esta emoción a todas las vidas por venir. Que no vuelva a sentir miedo por abrazar todo lo oscuro, doloroso e incómodo del mundo alrededor que me abraza descaradamente. Que pueda derretirme y presenciar en silencio el fluir de todas las cosas, hacerme parte de ellas. 

Muevo mis cosas de una casa a otra, pero ya nada es lo que era antes. Especialmente yo. Me llevo adentro la versión más rota y más herida que he sido; a la vez, la que más se conmueve y aprecia el desastre en que me he convertido. Mi felicidad es saberme sostenida por el amor, ser una recién nacida y dejarme cuidar. 

Muevo mi desastre de una casa a otra a ver qué pasa. Pero que no pase esta certeza de haber encontrado algo de lo que ya nada me puede despojar.

miércoles, 29 de junio de 2022

Sobrevivir (229/365)

Pongo toda mi energía en flotar sobre este momento incómodo. Me quedo con el cuerpo inmóvil, tratando de hacerme más liviana para llegar sin mucho esfuerzo a la otra orilla: una casa nueva, una vida nueva. ¿Diferente? ojalá. ¿Mejor? me conformo con que sea apacible. No sé de dónde voy a sacar el coraje para desprenderme de este lugar de tierra mojada y silencio en la mañana, cosas que solo significan algo porque están impregnadas del olor de las mujeres que amo y que me cuidan como si yo fuera apenas un brote. En los últimos meses me convertí, para mi sorpresa, en una versión imposible de mí misma, en una mezcla extraña entre anciana sabia y niña recién nacida. Aprendí en pocas semanas a dejarme ir entre lo mínimo de la vida cotidiana, a experimentar el amor en el cuidado más primitivo, el de la supervivencia. Amar para sobrevivir. No mucho más que eso y eso es más que suficiente. 

martes, 28 de junio de 2022

disciplina (228/365)

En un día ocupado casi no queda tiempo para comer, mucho menos para escribir. El poco tiempo que araño entre una tarea y la siguiente intento usarlo en decirle a la gente que amo, que la amo. Llamo a mi hermana para asegurarme de que se sienta acompañada en los peores días. Mando mensajes a mi mejor amiga para arrancarle una sonrisa en su, también ocupado, día. Converso con mi madre mientras nos reímos de cosas cotidianas. Le rasco la panza a mi perra mientras se revuelca en el sofá.

Guardo un minuto para ordenar algunas palabras solo como disciplina del oficio de escribir. LLenar renglones, pensar en dónde poner las comas, intentar un párrafo o dos. Solo porque tengo que hacerlo, solo porque me lo prometí. Me disculpo por no tener una idea brillante o sensible, pero la escritura, por ahora es simplemente así. Disciplina así. 

lunes, 27 de junio de 2022

empezar (227/365)

Empezar cualquier cosa es asustador. Dar un paso es arriesgado. Tengo pocas ganas de escribir y busco la manera de agarrarme de lo mínimo para sostenerme. Estoy por irme de casa, otra vez y hay momenticos, mientras lavo la ropa, por ejemplo, en los que me pregunto: ¿por qué estoy haciendo esto? ¿cuál es esa vida que persigo? Miro a mi madre y mis tías moviendo piedras de un lugar a otro para emparejar un poco la entrada de casa y se me hace un nudo en la garganta... Qué tonta he sido creyendo que hay una vida mejor que esta vida. No había sido tan feliz en mucho, muchísimo tiempo. Voy poniendo en cajas las fichas con las que voy a jugar la partida que estoy por empezar. Pocas cosas, cada vez menos. Qué tonta he sido, no hay una vida mejor que esta vida que me cabe en siete cajas de cartón. 

domingo, 26 de junio de 2022

compartir (226/365)

Se me llenan los ojos de lágrimas mientras paso mis manos untadas de ungüento por la piel adolorida de mi madre. Acaricio a esta mujer que se hace vieja y pienso que es la persona más generosa que haya conocido. Experimento una punzada en el estómago al hacer conciencia de que voy a perderla más temprano que tarde y me siento estúpida por haber perdido tanto tiempo hasta esta noche. Quisiera tener 30 años menos y correr a abrazarla desesperadamente cada vez que sacrificaba todo por verme feliz. Quisiera tener 20 años menos y haber tenido la capacidad de observar la forma en que renació de un dolor profundo para convertirse en una versión aún más luminosa de ella misma. Quisiera tener 10 años menos y no haber sido tan orgullosa para poder apreciar sinceramente las acciones "sin sentido" con que mi madre obsequiaba a todo el mundo con lo mejor que tenía, aún quedándose ella con tan poco. Quisiera tener  5 años menos y haber podido vislumbrar su cuerpo cansado y enfermo de ahora para comprender que no hay un tiempo mejor para hacer todo lo que ella quiera y verla sonreír. Quisiera tener 3 años menos y haber sido más valiente para aprender lo que ella siempre me ha enseñado: que vivir se trata de lo que uno da, no de lo que uno recibe. Quisiera tener 1 año menos y haber sido más paciente y más serena para sobrellevar las tonterías cotidianas por las que hice tanto drama causándole dolor. Quisiera tener 6 meses menos y maravillarme auténticamente por tomar el desayuno del domingo a su lado, sin anhelar tomarlo en ningún otro lugar. Quisiera tener 1 semana menos para volverla a abrazar al verla regresar de un largo viaje y poder calmar su ansiedad y su afán por recuperar la vida que va goteando de sus ojos minuto a minuto. Quisiera poder detener esta tarde y esta noche que hemos compartido, anhelándonos aún sin habernos separado, compartiendo las cosas que, de tan normales, no nos parece necesario compartir; estas ganas mutuas de estirar los momentos que sabemos que no van a volver, no así, nunca más. 

sábado, 25 de junio de 2022

mañana (225/365)

Los días se me escapan uno tras otro y no consigo saborear la alegría que supongo me corresponde por derecho. El momento se me pasa muy rápido mientras pienso en que ahora sí, ahora finalmente podré detenerme a contemplar. Pero el impulso que traigo supera mi fuerza y me arrasa, me lleva a rastras hasta el final del día. Mañana sí, mañana finalmente tendré algo de paz para admirar los milagros de estar en esta vida que es solo mía. Mañana voy a sentirme por fin en casa, reposando serenamente. Un día cálido y luminoso me despertará y tendré el coraje para sentir que lo tengo todo y que no necesito conquistar nada más. Mañana voy a disfrutar de los sabores y los olores de lo cotidiano, del bullicio familiar, de mi cuerpo con todo lo que me traiga. Mañana voy a experimentar la unión espiritual con todos los seres y eso me hará dichosa. 

Mañana no se me escapa, mañana la alegría será toda para mí. 

viernes, 24 de junio de 2022

plegaria por mí (224/365)

Con un nudito en la panza dejo que el día se vaya apagando mientras mantengo encendida la llama de la ilusión por un corazón más compasivo y valiente. Escribo aquí algo parecido a una plegaria por mi propio bienestar y mi propia paz. ¿Acaso hay algo mejor que uno pueda desear cuando está deseando el bienestar y la paz de los seres que uno ama? Que pueda mantenerme serena frente a las provocaciones, que pueda mantenerme centrada frente a las dificultades, que pueda mantenerme generosa frente a las agresiones.

Miro con humildad mi corazón lastimado y trato de extender esa visión a todos los seres, especialmente a los que, con o sin intención, me lanzan una mugrecita en el ojo. Que no se me olvide que detrás de toda hostilidad, de toda agresión, sólo hay una herida que no ha sido cuidada y que duele. 

Escribo estos deseos para que se me queden presentes cuando me vaya a dormir y pueda volver a ellos cuando me hagan falta. Me hacen falta por estos días. Que pueda hacerlos realidad en mi vida y en la vida de todos los seres. 

jueves, 23 de junio de 2022

anhelos (223/365)

Lo más extraño de estar sola recostada en mi cama es la sensación de poder sobre mi propia vida, aún anhelando ceder ese mismo poder por un segundo en el que aspiro el aire que sale de la nariz de alguien mientras respira dormido. Ese olor me hipnotiza y me hace querer entregarlo todo por esa conexión con lo más esencial de la existencia de lo semejante. Semejante y distante por abismos. Un hombre hermoso al que pueda contemplar y con quien pueda reírme. Mi poder es la capacidad de anhelar eso y decidir no tenerlo; prestarme por ratos para ese juego de mi deseo y de mi sentimiento mas tierno. Regresar a esta intimidad que me reservo para mí, mis voces secretas, mis gestos, mis ritmos privados. 

Me veo intentado hacer encajar las contradicciones en las que quiero representarme a mí misma. Invento escenas imposibles de todas las vidas que me gusta anhelar, pero en las que no quisiera verme atrapada jamás. Me veo intentando soltarme de todas las ideas fijas, incluso de las más nobles. Soltar, soltar, soltar. Y anhelar. ¿Por qué no?

miércoles, 22 de junio de 2022

yo ya he amado (222/365)

Se sienta al piano en medio de la penumbra que va apoderándose del apartamento. Me mira y hace un gesto, como diciéndome: escucha, voy a tocar para ti. Al menos eso es lo que yo entiendo de su expresión que hace una pausa antes de inclinarse suavemente sobre las teclas para interpretar, con algunos errores, la pieza que lo fascina por estos días. 

Es casi de noche y hace frío, pero los dos andamos sin zapatos porque vamos de las cobijas a la cocina y de ahí al estudio, mientras nos mantenemos en una intimidad de hogar, como dos viejos amigos, como dos dulces amantes, como dos personas que se quieren, así, sin pretender ser nada más que dos personas que se quieren.

Mientras lo escucho y lo miro -sobre todo lo miro- pienso en las preocupaciones del trabajo y los pendientes. Me digo que estas escenas son las que salvan todo y dan sentido a estar con vida. Sí, así me pongo cuando estoy enamorada de su presencia en mis esquinas. Me digo que cuando tenga alguna reunión difícil o una tarea abrumadora, voy a pensar en este momento, mirándolo tocar el piano, como un secreto precioso que el mundo revela solo a algunos privilegiados. Sí, así es que me enamoro de su guerra interior y las treguas que hace en mi pecho. 

Y mientras pienso en eso vuelvo a la sensación que me asaltó mientras hacíamos el amor la noche anterior: ahora podría perderlo para siempre, porque ya lo he amado; no hay nada mayor que pueda hacer con él. Cuando termina de tocar le pregunto cómo hace para aprender las notas, cómo hace para recordarlas. Me responde que las lee y que se van haciendo automáticas. Charlamos sobre la música y los instrumentos; luego sobre los libros y la comida; al final, sobre la música de nuevo. Abre su brazo para que recueste mi cabeza en su hombro. Nos abrigamos a la luz ámbar de su habitación y yo pienso que ya lo he amado, que no hay nada mayor a eso que pudiéramos compartir y aunque podría, no quiero perder ese abrazo sin abrazo que me ofrece mientras parece que soy yo quien se lo arrebata. 

martes, 21 de junio de 2022

Me importa (221/365)

La imagino regresando cansada a casa, conversando con su compañero del día. La imagino hablando de mí, de la misma forma en que yo hablo de ella; con desconcierto, con aspereza, con incomodidad. Igual que ella, llego a casa cansada, conversando con mi mejor amiga. Trato de imaginar su vida, los libros que ama, las cosas que come cuando se siente triste, la forma en que se arropa por las noches cuando no logra dormir.

No hay mucha diferencia entre uno y la gente que no gusta de uno. Qué molesta idea. Cómo sería de bueno poder regodearse en la propia superioridad moral, en la inteligencia lúcida o en la bondad generosa que lo diferencia a uno de alguien con quien uno no se la lleva bien. Exactamente la misma sensación cuando ella me mira desafiante mientras hago mi mejor esfuerzo para que las palabras tengan un efecto luminoso en el salón que compartimos. 

Qué frustrante recordar tan vívidamente su tez blanca y sus ojos verdes clavados en mí. ¿Por qué me importa?

Porque me importa. Porque reconozco esta chispa que salta cuando una está cerca de alguien que experimenta cosas que una ya ha experimentado. Una forma de vivir en la que no hay otro centro posible que una misma y la forma que una le ha dado al mundo.

Me importa, porque me importa lo que sentimos cuando entramos en contacto con las palabras y los gestos y la risa de lo semejante, aunque lo semejante nos desagrade profundamente. Por la pregunta que representa gastarse un día intentando adentrarse en otra vida, en un día idéntico y radicalmente distinto del de uno. 

Me importa. Ella y yo misma y la gente que como ella y yo misma tiene que compartir los días. 

lunes, 20 de junio de 2022

los gatos y ellas (220/365)

Apenas se abre la puerta el gato blanco sale a saludar enroscándose entre las piernas y alzando su cola para alcanzar a rozar las rodillas de la invitada. Mientras tanto, el gato amarillo descansa cómodamente sobre las almohadas de la cama. Están exhaustos por haber pasado la madrugada correteando de la sala a la habitación, ondeando sus cuerpos entre las diferentes alturas de los mesones, irguiendo sus garras afiladas, uno, para provocar al otro. La dueña de la casa intenta dormir pero no consigue omitir el incesante rechinar de uñas sobre el piso laminado. Los dos pasan volando sobre ella para ir a parar detrás de la cama. De ahí regresan en un juego circular al comedor y a la sala y de nuevo a la habitación. Por eso, mientras las dos mujeres conversan en el sofá los gatos duermen y dejan resbalar sus cabezas sobre superficies abullonadas y tibias. Ellas los miran y ellos se dejan mirar. Ellas hablan y luego les hablan a ellos, a media lengua, como si fueran bebés. Entonces ellos se estiran y se desperezan y vienen a posarse sobre la manta que las protege del frío de un domingo lluvioso. Al fin espabilan los felinos y empiezan a buscarse de nuevo, a provocarse, a seducirse. Son buenos amigos y confían uno en el otro. Por eso se resoplan uno en la nariz del otro y se aruñan sin tregua. Si, a veces se lastiman pero no son heridas que duelen, son heridas de amistad, de la emoción de reconocer lo semejante. Por eso juegan de noche, porque esa es la hora en que se emparejan verdaderamente y en secreto de los diferentes: la dueña de la casa y su hijo adolescente. A ellos les corresponde el día y verlos dormir y hablar a media lengua. Pero solo entre los amigos gatunos exhiben el lenguaje misterioso de ademanes y elegancia con que conviven con los de su especie a escondidas del mundo. Ellas se miran y los miran. Ellas se sonríen también a escondidas entre semejantes.

domingo, 19 de junio de 2022

amor original (219/365)

La conmueve leer sobre dos animales que se aman con más atención y ternura que cualquier humano; el macho se arrodilla, mientras la hembra permanece tendida y él acerca su cabeza, amorosamente, para rozar la de ella. Cierra el libro y mira a los otros pasajeros del bus concentrados en sus teléfonos mientras deja que los ojos se le inunden de emoción. 

Piensa en la última vez en que un hombre rozo amorosamente su frente y se inclinó para buscar el calor de su afecto. Hace meses que su propio cuerpo de mujer madura le reclama una presencia más suave y cálida. Hace ya tiempo que la humedad de su sexo le llama para que preste atención a las mieles de un sentimiento al que comúnmente llamamos amor; pero ella se resiste a usar esa palabra que ha sido degenerada y que no corresponde a la miel con la que quiere enmelocotarse el cuerpo entero, empezando por el sexo.

Lee la historia del amor primigenio entre dos criaturas que descubren el canto al mirarse de lejos; dos seres casi humanos que se descubren y se inventan el amor a través del cuidado y de las palabras que aun no existen; dos seres que hermanan su deseo al fluir de la vida y dejan que la naturaleza dicte los ritmos de su encuentro. Ella lee en las líneas de otros que escriben salvajemente, las emociones que no logra descifrar en su propio corazón. La primera mujer que ama no es otra que la parte más original de ella misma, que no sabe cantar pero que canta cuando la criatura de su deseo agita las manos desde el otro lado del abismo. Todo lo salvaje de su interior se expresa en aullidos y gritos que se suavizan mientras desciende por entre las rocas hasta que los cuerpos se tocan y se contorsionan como peces en la ribera del río, asfixiados de deseo y de amor. 

Ella deja que las páginas se abalancen sobre el día y arropen sus anhelos de ser la primera mujer que ama, la que posee el amor original que brota de los bosques y del mar embravecido: un amor natural y casi instintivo, un amor que inaugura el mundo y lo somete, con todo y las fieras que lo habitan, con todo y la inclemencia de los ritmos de la vida-muerte-vida. 

Su amor es el amor original, amor caníbal, amor sin domesticar. Ella continúa leyendo esperando encontrar una receta, una formula para conjurar el abandono, un camino para seducir a las palabras del amor, a las criaturas que se exhiben al sol al otro lado del abismo. Busca entre las páginas de un libro cómo descifrar el sonido original de su garganta, el ulular de su soledad, el gruñido de su indefensión. Se mira cansada al final del día y es la criatura del amor original, un cachorro que desciende de los árboles por primera vez y se descubre expuesto al depredador, pero no huye. Entonces canta. 

sábado, 18 de junio de 2022

escribo (218/365)

Un día más en el que las ocupaciones del día le ganan a las palabras y yo me gasto toda la fuerza en limpiar el piso, en preparar la ensalada, en comprar ropa interior. Al final del día ya no me queda nada que pueda convertir en líneas bellas, ni siquiera en líneas esforzadas de hacer que unas palabras se junten con otras para hacer nacer algo nuevo. Apenas ansiedad, ganas de regresar a las noches en que escribía palabras y palabras; cosas tontas, seguramente, pero cosas detrás de cosas; palabras detrás de palabras.

Apenas la postal del día: mi madre y yo nos sentamos frente al fuego que arde en la chimenea de casa. Compartimos un vino argentino; un Malbec, y miramos las fotos de su viaje mientras ella me cuenta de los bailes y las comidas y los parques que le fascinaron. Amo escucharla contarme maravillada las cosas que descubre cuando no estamos juntas. Al final del fuego Lila baja y salimos al frío de la noche para que haga pipí. Mi madre y yo subimos y hacemos las cosas de antes de dormir. Nos abrazamos y cada una enciende su velador al cerrar la puerta. Un día más de compartir la vida y amarnos.

Suenan las teclas de mi computador mientras escribo estas líneas y ese sonido me devuelve el amor por este tiempo absurdo que paso, noche tras noche, esforzándome por encontrar algo qué decir y alguna forma significativa de decirlo. Este sonido ya es su propia recompensa. Escribo, cualquier cosa, cada noche y eso ya me hace feliz. 

viernes, 17 de junio de 2022

Son palabras (217/365)

Llevo doscientos diecisiete días escribiendo aquí y me parece que ahora sí, finalmente, se me acabaron las cosas que tengo que decir. 

Es una sensación espantosa sentarme y escarbar debajo de las cosas mínimas del día para ver si aparece alguna idea, alguna frase que dispare la escritura.

Volverá, me digo, seguro que volverá el bullir de palabras y las ganas de contar, de inventar un mundo. 

Mientras tanto me agarro de este desgano para no desfallecer y abandonar. Son palabras, me digo, apenas palabras que puedo ordenar. El mundo que puedo sostener en la punta de mis dedos. 


jueves, 16 de junio de 2022

Bailo (216/365)

Mi cuerpo me canta canciones para decirme que está bien bailar un poco, dejarme el cabello sin lavar, comer galleticas con el té de la tarde y zambullirme en el placer de mi propia humedad. Me duele la espalda y tengo los ojos cansado por pasar tanto tiempo sentada frente al computador. Miro el teléfono y siento ganas del peso de otro cuerpo sobre mi cuerpo. Repaso mis contactos de arriba a abajo y dejo que el recuerdo del olor de otra piel vuelva a mi memoria. ¿Cuál es el olor que quisiera impregnado en mi almohada esta noche? Tengo mis olores preferidos, imposibles de describir, que me animan en las noches en que estoy cansada. Bailo entonces al ritmo que me canto yo misma, mi cuerpo en todo caso. A veces está bien solo cerrar los ojos y respirar olores imaginarios, reírme con las risas de otras noches, de otros cansancios, de otras alegrías. 

miércoles, 15 de junio de 2022

Trabajo (215/365)

Miro en la pantalla la forma en que se mueven mis manos cuando hablo de algo que me entusiasma. Reconozco en ese movimiento a una parte de mí que a veces se presenta para recordarme el poder de vivir una vida apasionada. Hablo y siento las palabras que se enlazan tan naturalmente unas con otras, mientras una sonrisa corona las frases completas y largas en donde explico los procesos que operan dentro de mí. No solo dentro de mi cabeza, porque mi discurso apasionado se construye desde la panza, desde la sensación de estar conectada con la vida y con otros seres. Hoy me pregunté por el sentido de tener un trabajo y dedicar tanto tiempo en una actividad a cambio de dinero. Pensé entonces que trabajamos, o mejor, yo trabajo para ocupar el tiempo de mi vida en una actividad que pueda aportar valor a la vida de otras personas. Trabajo para gastar mi tiempo, porque sería incapaz de gastarlo en hacer nada. Y decido gastarlo aprendiendo cosas que a lo mejor puedan ayudar a que la vida de otro ser tenga más sentido y más alegría; para que alguien más pueda gastar el tiempo de su vida haciendo algo que le haga sentir las cosquillas en la lengua que yo siento cuando hablo de lo que me inquieta en una reunión de trabajo. 

Trabajo y me gusta. Bendito el tiempo que gasto escribiendo párrafos para enviar por e-mail y la energía que utilizo para hacer presentaciones intentando visualizar las conexiones que surgen entre mi pensar y mi sentir. Que pueda cultivar esta emoción y compartirla. 

martes, 14 de junio de 2022

Sin la escritura (214/365)

Ojalá que en algún momento la escritura venga a visitarme y podamos pasar de nuevo una noche extraordinaria. Por ahora me parece que estoy sentada mirando por la ventana esperando verla pasar. Se llega el final del día y me toca sentarme aquí, sola, a ver qué hago con estos renglones que me he prometido para cada día. Pensé que ella iría a presentarse sin falta para acompañarme, pero nunca sabes si ella tiene mejores planes, mejores compañías. Estoy segura de que anda harta de mis tristezas, de mi falta de atención, de mi pereza, de mi soledad. 

Yo sigo presentándome un día tras otro a ver si, por acaso, ella aparece. Escribo como puedo, aún sin ella. No hay sino esfuerzo en estas líneas; esfuerzo y paciencia conmigo misma y con las ganas que tengo de la escritura brillando en mi vida. 

lunes, 13 de junio de 2022

Hogar (213/365)

¿Qué es un hogar?

Por ahora, es un espacio que se siente propio. Pero propio en el sentido de que uno hace parte de él, no que él haga parte de uno. No propio como que le pertenezca, sino que uno pueda pertenecer ahí, temporalmente, obvio. 

Hogar es a donde uno quiere ir cuando no tiene fuerza para ir a ningún lugar. Es donde están las cosas que uno ama y el lugar donde uno más extraña a los seres que ama. 

Hogar es donde hay sensación de libertad, así sea un cuartico chiquito, porque la libertad es una cosa de adentro, es una manera particular de mirar y apreciar lo que hay afuera. 

Voy inventándome uno, de nuevo, en donde otra parte de mí tenga lugar y tiempo para florecer. Abro caminos cuando cierro las puertas. Una vez más. 

domingo, 12 de junio de 2022

días y días (212/365)

Hay días en los que todo lo abandona a uno; la alegría, la fuerza, los amores, la consciencia e incluso la escritura. Cierro las cortinas temprano y me arropo con las memorias de los días claros. Ya volverán. Seguro que volverán. 

sábado, 11 de junio de 2022

mi cumpleaños (211/365)

Hoy celebro mi cumpleaños número treinta y ocho, celebro a mi madre que hizo posible que yo recibiera esta preciosa existencia y celebro el coraje que me ha traído hasta este día. 

Me hice un vestido que no salió tan bien, pero lo hice con mis propias manos, llena de amor por la persona que soy esta tarde, por la persona que esta mañana, nada más abrir los ojos pensó: ojalá que pueda recordar cada día que vivir se trata de nutrir e iluminar, a donde sea que vaya. Celebrar mi vida es celebrar la oportunidad de dar algo a otros, la capacidad ilimitada de amar, el privilegio de elegir mis caminos e inventarme una vida a mi medida. Hay tantos, tantísimos seres que no tienen todo eso que yo puedo celebrar. 

Me hice muchas fotos luciendo mi vestido para poder mirar con ternura y paciencia todo lo que aun no soy y todos los intentos que hago a diario por ser un poco más yo misma. Celebro eso también; aprender a mirarme más compasivamente y apreciar mis aristas toscas, mis carencias y mis oscurecimientos. Hay que tener un poco de coraje para mirar eso. 

Pero celebro llena de alegría todo lo que me ha traído hasta la mujer de treinta y ocho que soy, y me renuevo en el afecto que me llega de tantos lugares del mundo, de tantos mundos tan distintos del mío. Así como en este día, que ojalá pueda despertar y recibir mi vida con la consciencia de dar y así, hacer que levantarse tenga sentido. 

viernes, 10 de junio de 2022

fresias (210/365)

Salgo al antejardín y corto algunas fresias para poner en mi mesa de noche. Las corto para mí, mis flores favoritas, porque quiero despertar mañana con su perfume inundando mi habitación. He dejado todo ordenado, he levantado la ropa -limpia y sucia- y he organizado hasta los juguetes de mi perro. Quiero que mañana cuando abra los ojos, todo se vea bello a mi alrededor. Estoy obsesionada por vivir en un mundo bello y cuando no me sale, prefiero mirar para otro lado; o entonces escarbar con las uñas entre el lodo hasta encontrar una pepita de oro, un fragmento terroso de belleza. 

Donde sea que la vida me ponga, voy a florecer y a inventarme un mundo bello, una existencia luminosa.

jueves, 9 de junio de 2022

Regresar (209/365)

Un año atrás sobrevolaba la América latina de oriente a occidente, de norte a sur y a norte de nuevo, para regresar, si es que uno regresa; para empezar, como si fuera posible empezar otra vez. Un año atrás a esta hora estaba tendida en las sillas del aeropuerto de Santiago de Chile, esperando. Esperando un vuelo, esperando reencontrar a mis amores: mi perra, mi madre, mi mejor amiga, mi familia, mi amante preferido, mis libros, mis maquinitas de coser, mis calles y mis lugares... Esperando las oportunidades de hacer brillar mi luz interior, mi silencio y mi sonrisa. 
Encontré todo eso y mucho más, pero nunca terminé de regresar. Allá, en mi cuartico del barrio Benfica, en la cidade do sol, allá en mi cama pequeña y mi espejo carcomido por la humedad, se quedó a vivir una parte de mí, tan íntima y secreta que no sé ni cómo nombrarla. 
Hay llantos y gozos que no pude traer conmigo. Hay emociones que tenía dibujadas en el cuerpo y que no supe como cargar de vuelta. 
Saqué todo lo que traía en la maleta y una parte de mí, que pensé que había empacado, no apareció jamás. La he perdido para siempre, porque a ese lugar que fui no voy a regresar. Estoy segura de que la humedad asfixiante del verano ya se comió los rastros de mí que quedaron allá, pegados de la puerta del cuarto dieciocho, subiendo las escaleras, al fondo, en mi cuartico pequeño en donde me descubrí feliz, entregada a los libros y a la crudeza de mi cuerpo (disciplinado, enfermo, extasiado, adolorido, maltratado, iluminado -mi cuerpo en todas sus versiones-)
Regrese para comprender que no se regresa nunca, porque nada es lo que era antes, ni el lugar al que llegas, ni la vida que reencuentras, ni la persona que solía habitar esa vida. Regresé para comprender que no se puede empezar de nuevo, sino que uno amarra, lo mejor que puede, lo que fue y lo que será con el nudo de lo que uno es cuando se implanta de nuevo en algo que se parece a lo que uno dejó. Imposible deshacerse de las historias que hacen de uno lo que uno es. Imposible ignorar las derrotas y las glorias, las pequeñas muertes y los renacimientos. Se vuelve uno un remiendo disimulado, un objeto precioso restaurado y rescatado de los estragos del tiempo. Trescientos sesenta y cinco días de incómoda transición. Está bien, quizá sea suficiente. Llego al fin y me reconcilio con el mundo en el que camino, con lo que traje, con lo puedo cargar ahora, con los nudos enredados con los que amarro los pedazos de lo que soy. 

miércoles, 8 de junio de 2022

Sabor de ti (208/365)

Pasas tu lengua por mi boca y me impregnas del olor inevitable de tu cuerpo, olor que me asalta cuando me distraigo en las reuniones del trabajo. Se me escapa una risita nerviosa. Revivo la humedad de tu deseo resbalando por mi cuello hasta mi hombro derecho. Me muerdes, te ríes, inauguras capítulos de nuestra historia. Desayunamos juntos y me pongo llorosa cuando pienso en la suerte que tengo por hacer parte de este invento en el que intentamos no herir ni salir heridos. ¿A dónde nos lleva? Qué mas da. Amanecemos enredados, uno en la piel del otro, uno en las ganas perezosas del cuerpo del otro, tú en mi corazón y yo... yo amanezco entre tus manos. Qué más da, si apenas está terminando el día y no se me acaba este sabor de ti que me sacude y me recuerda que los sentimientos son simples impulsos nerviosos que revolucionan mis sistemas. Un relámpago amarte, apenas una chispa mi deseo. Se acaba el día y me voy desprendiendo de todo, tu olor y mi deseo incluidos. Me queda en la garganta un sabor conocido, un rastro de algo que trago y que me devuelve a la vida. Sabor de las cosas amadas, de las cosas que me alivian. Tu cuerpo, por ejemplo.

martes, 7 de junio de 2022

Pura alegría (207/365)

Así como estoy esta noche, aturdida por las muchas cosas en las que gasto el tiempo de mi vida, comprendo que tengo una única aspiración: quiero abrir los ojos y experimentar alegría. 

Hace rato renuncié a la felicidad, una idea tan tergiversada y tan abusada ya no me interesa. La felicidad me parece un bien corriente, un artículo ordinario que se puede comprar en cualquier esquina. Pero en cambio, la alegría, es una sustancia elegante y exclusiva de los corazones que saben habitar la belleza. La belleza, por su parte, es la cualidad de las cosas simples y modestas, de todo lo que es proporcionado y salpicado de lo divino. La belleza es la extravagancia del silencio que se impone a todo, la contundencia de la luz que rasga la noche, la osadía de crear algo de la nada. 

Así que quiero regresar a la consciencia de mi cuerpo en cada amanecer y experimentar la alegría que irradia de mi pecho hasta el infinito. Bueno, al menos quiero que el primer reflejo de mi cuerpo al entrar en la vigilia sea una sonrisa casi imperceptible. 

Sentir en el cuerpo caliente los pliegues de la ropa y sonreír.

Tragar saliva espesa y sentir crujir mi espalda al moverme, entonces sonreír.

Rascarme la cabeza y darme la vuelta para mirar el reloj e inevitablemente sonreír.

El día estará completo entonces, porque no tiene que pasar nada más, nada extraordinario para que yo sea habitación de la única emoción por la que, creo, vale la pena intentar alguna cosa. 

Dispongo todo adentro y alrededor de mí para hacerla posible; me empeño, planifico, edito los componentes de los días para hacerle lugar. Me canso y entonces suelto. A veces se me aparece, pícara en el fondo de cualquier tarea, como en la escritura por ejemplo, me sorprende, bellísima, una alegría.


lunes, 6 de junio de 2022

Sin contrato (206/365)

Algunas noches creo que estoy por rendirme en este proyecto de escribir todos los días por un año. Qué bueno saber que nadie lee todo lo que pongo aquí. Sería muy vergonzoso el tedio de mi escritura que repite sin cesar las mismas palabras y las mismas frases y aturde con el mismo sonsonete. Algunas noches creo que voy a ser incapaz de escribir una línea más, de publicar un párrafo más. Pero cuando estoy por renunciar me digo: qué carajo, nadie va a leer todas las lamentaciones que he escrito en los últimos meses. Escribir esta noche, por ejemplo, es como hacer el amor con mi esposo por obligación matrimonial. Como cumplir ese deber tácito en el contrato. Solo que yo no tengo esposo y me he faltoneado en todos los contratos (los conyugales, al menos). Pero más o menos sintiéndome así escribo esta noche. Como por no dejar la página en blanco, como por descargar un peso del cuerpo, como por tachar un día en el calendario. Qué bueno que ya no estoy casada; al menos escribo con la música que me gusta y con mi perra calentando mis pies. Al menos escribo y luego puedo hacer el amor con quien yo quiera. O no hacerlo si no tengo ganas. Aunque me gusta escribir medio apurada antes de una cita sexual. O también escribir medio apurada para salir del paso y poder, finalmente, ponerme mi pijama calientica y meterme entre la cama a leer. Sin sexo, sin compañía, sin contratos, salvo este que hice conmigo, de escribir todos los días sin faltonearme, así tenga que escribir, como hoy por salir del paso. Qué bueno escribir en esta libertad.

domingo, 5 de junio de 2022

Descansar (205/365)

Intento, por décima vez, empezar a escribir alguna cosa, luego de pasar veinte minutos en mi teléfono buscando unos zapatos que no voy a comprar, solo por distraerme, solo por posponer la escritura que a veces, simplemente, no acude a mi encuentro en esta cita que nos ponemos todas las noches. 

Tengo el cuerpo cansado, la cabeza cansada, el corazón cansado. Pienso: necesito vacaciones. Pero vacaciones de todo, de la vida y todo lo que cabe ahí. 

Quiero dormir cinco días seguidos y despertar el día de mi cumpleaños, radiante, rejuvenecida, sobre todo del alma. Llevo dos meses envejeciendo aceleradamente y sin saber de donde agarrarme para detener este frenesí de penas y angustias por no poder resolver los problemas del mundo; los míos al menos. 

Pero al menos por hoy, apago el velador de mi habitación y me dispongo a hundirme en un pocito tranquilo de sueños en el que pueda flotar como antes de nacer. Y entonces, quizá, con algo de gracia pueda mañana comenzar alguna cosa, estrenar algo, hacer brotar alguna semilla. Poder pronunciar mi nombre y sentir alegría. 

sábado, 4 de junio de 2022

Momentos de hoy, para mañana (204/365)

Qué preciosa es la intimidad de una con una misma y la alegría que surge en el secreto de una vida a solas. Qué sencillo es regresar por momentos a la sensación familiar de existir en una vida que nos pertenece y donde solemos ser los protagonistas. Me falla la memoria por estos días y acabo atrapada en otras vidas en las que no termino de encajar, vidas que me ajustan, vidas que me van muy amplias. Sin embargo, cuando dejo que mis sentidos me orienten, algún sonido, algún saber en la sopa caliente encienden finalmente el interruptor y todo se vuelve claro. Se me llenan los ojos de llanto cuando recupero la sensación de mi propia vida siendo yo quien ocupa el cuerpo y la silla en que se acomoda el cuerpo y la habitación en donde permanece la silla y la casa que alberga el cuarto y la ciudad donde se erige la casa y el mundo que se inventa nombres incluso para esta ciudad. Y no hay ningún testigo cuando eso pasa. Nadie presencia mis suspiros cuando me seco el llanto. Nadie puede dar fe de que me emocionen tales cosas, pero lo hacen y yo me veo cuando eso pasa y con eso es suficiente. No dudo nunca de esos llantos ni de esas emociones. Esos instantes de intimidad son la materia con la que modelo esa figurita infantil a la que llamo Mañana.  

viernes, 3 de junio de 2022

Cuerpecito mío (203/365)

Mi cuerpecito cansado se recuesta sobre la cama que todavía conserva el olor de mi perra. Lo arropo y lo acuno como a un bebé que no ha dormido bien. Lo acaricio como si estuviera hecho de un material muy suave, muy blando, muy limpio. Mi cuerpecito está dolorido y sediento. Está un poco roto y magullado. Está sensible y débil. Mi cuerpo, mi cuerpecito tan nuevo y tan curioso está necesitando cariños. Pero cariños de los que lo ayudan a dormir y a soñar; de los que no le piden que haga nada, solo que aprenda a estar silencioso y en paz. Le compro frutas maduras y le hago infusiones de flores para ver si se pone contento. Le susurro que el tiempo es transparente y que puede demorarse cuanto haga falta para repararse y sentirse invencible otra vez. Nos reímos cuando le digo que todo eso es mentira porque no hacemos más que hacernos vencibles por la invencible muerte. Le digo que está bien que sea él quien me lo recuerde a mí con sus chocheras, con sus sensibilidades. Mi cuerpo pequeñito está lleno de incomodidad y yo lo alivio lo mejor que puedo con palabras y canciones. 

Apago el velador de la mesa de noche y lo dejo que, a su propio ritmo, vaya hasta el fondo de sí mismo y yo me siento a esperar en la oscuridad hasta que regrese. 

jueves, 2 de junio de 2022

Marcas (202/365)

Cuando me siento a escribir aquí es como sentarme frente a un espejo para contar, con paciencia, los surcos que los días han trazado en mi piel. Aquí por el cuello se asoman todas mis pasiones. Alrededor de los labios ya se me notan los enojos. Y al costado de mi mirada se anuncian todas mi alegrías.  Las penas no, esas se han trazado en la piel de adentro,  la que me duele por las noches, en las noches en que abro la puerta y no hay calor de nadie esperándome en la cama. No son siempre así las noches, pero estas, que me llegan de improviso un día como hoy, me lastiman con mucha elegancia. Casi ni parecen afiladas pero atraviesan todo. Por ejemplo,tengo el perfume de otro cuerpo pegado a mi cuerpo y me abrigo en la nostalgia de los días felices. En esa tibieza mi piel se aquieta, llorosa, expuesta a la vida y sus milagros. 

miércoles, 1 de junio de 2022

Dormimos (201/365)

Cuando duermes, te abrazas a mi cuerpo con fuerza. No me dejas darme la vuelta para buscar el sueño, porque tu sueño persigue mi calor, anhelante. ¿Qué será lo que sueñas, que tu carne y tu sangre persiguen el rastro de mi piel caliente? 

No apestas, me dijiste esta mañana, cuando después de una ducha dejé que mi cabello mojado despertara tu pecho desnudo. Me miraste con una ternura casi desconocida. Nos reímos. Media hora antes era tu cuerpo el que despertaba al mío que, perezoso, te susurraba: es un milagro poder inventarse un amor así, tan despojado de las cosas del amor y tan secretamente cómplice de todas las minucias de un amor profundo. Es que mi herida encuentra sosiego en tu mano firme; es que el dolor de tu herida se libera en la quietud de mi alegría. 

Me dejo ir en esos momentos en los que parece que es posible alguna felicidad. Nos contamos historias de vidas pasadas y hacemos lo posible por explicarnos mutuamente obsesiones, alucinaciones y éxtasis. Con esos minutos que mi reloj va cantando, llenamos los fosos con los que protegemos nuestras moradas y nos hacemos caminos para dejarnos entrar. A veces nos arrepentimos, porque nos ilusionan otras moradas, pero hay algo aquí, cuando nos juntamos, que nos hace querer regresar. Quizás no sea más que nuestros cuerpos que se gustan y se complacen, uno en el placer del otro; quizás no sea más que calor, que carne y sangre; pero cuando tu cuerpo me busca dormido, me parece mucho más que eso. Y eso me gusta, eso también está bien.