sábado, 7 de diciembre de 2019

Querida M: libre es de a uno.


Querida M:

Me da miedo decir esa palabra, pero a veces la siento subir por mi pierna derecha, treparse hábilmente por mi espalda y rodear mi cuello hasta alcanzar la punta de mi lengua.
Me siento libre.

No esa libertad idílica de cabello al viento y de sol bañando mi rostro sonriente.
Mas bien como levantarme en un cuarto pequeño, acalorada, con ganas de dormir un poco más pero saber que no puedo permitirmelo hoy; la próxima semana si.

Libre es organizar mi limitado presupuesto, ahorrar en comida para gastarlo en bebida, o no beber en absoluto para comprarme un libro. Libre: sabiendo que privarme de algo no es el fin de nada, más bien, el inicio de la vida que yo quiero ahora.

Me siento libre cuando en medio del llanto comprendo que mis angustias son un privilegio: un par de ensayos que no consigo terminar porque me debato entre un poema y otro... así.  Y entonces voy por la calle con mis lentes de sol, mi vestido negro y mi cabello rizado mientras regreso a casa. Algo crece en mi pecho, casi no me deja ni respirar. Así se siente esta libertad, que es más amarga que dulce y por eso no le gusta a todo el mundo.  Ah! pero una vez que la pruebas, nada sabe igual.

Libre es un espacio inmenso, pero no caben dos ahí.
Libre es de a uno, pero es maravilloso tener buenos vecinos, de los que son libres también.

Me da miedo decir esa palabra, casi como si no me perteneciera y tuviera que usarla a escondidas... producto de tantos años en que ninguna palabra me estaba permitida.

Pero, aun con miedo, la reclamo para mi. Me la apropio, me la unto toda en el cuerpo.
Libre para inventarme a mi misma, para aprender a quererme más, a gustarme más, a pensarme desde otros ángulos.
Libre para amar a mi manera, para envejecer tranquila, para compartir el mundo.

Eres tu la que lo ha hecho posible. Me hiciste valiente, aun a pesar de mi.
Valiente, para habitar esa palabra de la que ahora no me quiero mudar.