sábado, 7 de diciembre de 2019

Querida M: libre es de a uno.


Querida M:

Me da miedo decir esa palabra, pero a veces la siento subir por mi pierna derecha, treparse hábilmente por mi espalda y rodear mi cuello hasta alcanzar la punta de mi lengua.
Me siento libre.

No esa libertad idílica de cabello al viento y de sol bañando mi rostro sonriente.
Mas bien como levantarme en un cuarto pequeño, acalorada, con ganas de dormir un poco más pero saber que no puedo permitirmelo hoy; la próxima semana si.

Libre es organizar mi limitado presupuesto, ahorrar en comida para gastarlo en bebida, o no beber en absoluto para comprarme un libro. Libre: sabiendo que privarme de algo no es el fin de nada, más bien, el inicio de la vida que yo quiero ahora.

Me siento libre cuando en medio del llanto comprendo que mis angustias son un privilegio: un par de ensayos que no consigo terminar porque me debato entre un poema y otro... así.  Y entonces voy por la calle con mis lentes de sol, mi vestido negro y mi cabello rizado mientras regreso a casa. Algo crece en mi pecho, casi no me deja ni respirar. Así se siente esta libertad, que es más amarga que dulce y por eso no le gusta a todo el mundo.  Ah! pero una vez que la pruebas, nada sabe igual.

Libre es un espacio inmenso, pero no caben dos ahí.
Libre es de a uno, pero es maravilloso tener buenos vecinos, de los que son libres también.

Me da miedo decir esa palabra, casi como si no me perteneciera y tuviera que usarla a escondidas... producto de tantos años en que ninguna palabra me estaba permitida.

Pero, aun con miedo, la reclamo para mi. Me la apropio, me la unto toda en el cuerpo.
Libre para inventarme a mi misma, para aprender a quererme más, a gustarme más, a pensarme desde otros ángulos.
Libre para amar a mi manera, para envejecer tranquila, para compartir el mundo.

Eres tu la que lo ha hecho posible. Me hiciste valiente, aun a pesar de mi.
Valiente, para habitar esa palabra de la que ahora no me quiero mudar.






lunes, 18 de noviembre de 2019

Querida R: ¿cómo hace la gente para vivir sin poesía?

Querida R

Hay algo en tu forma de mirarme que yo nunca entendí.  Yo, que me miro tan fijo sin poder encontrarme, que me gusto pero no del todo; yo necesito del brillo de tus ojos cuando me miran para sentir que hay algo inmenso en mí, que la vida se me nota y sobre todo, sentir que todo va a estar bien, pase lo que pase.

Me he preguntado, ¿cómo hace la gente para vivir sin poesía?

Y no estoy hablando de versos. Hablo de esa alegría de habitar lo bello, de no poder decir lo que hay adentro. Hablo de las luces que incendian nuestro pecho, de mirar por la ventana, de tener una caligrafía hermosa.

¿cómo es que alguien puede vivir sin verte con tu vestido azul, ese que yo cosí para ti?

¿Ya te dije hoy cuánto te quiero?

Porque pensé en poesía y pensé en las cosas de tu casa, en los pelitos de tu gato, en lo bella que te vez cuando usas aretes grandes y te pintas los labios.

Hay un montón de espacio entre mis brazos, un montón entre mi risa y mi alegría y entre más lo pienso, más quiero que sean estos amores los que lo habiten.  Estos lazos que son de sangre, porque son de vida verdadera. Hay un montón de espacio amiga mia, un montón de espacio que es para ti; espacio que se llama hogar. 

 

miércoles, 23 de octubre de 2019

Querido J: quiero despertar

Querido J

Algunos días en que soy capaz de compartir algo de luz, puedo sentir dentro de mi la imperiosa necesidad de sentarme a observar mi mente.  Meditar.

Es increíble pensar que pasamos tanto tiempo buscando afuera y repitiéndonos frases que suenan fantásticas pero que, en realidad, no podemos entender. Esa idea de que la felicidad solo puede encontrarse adentro y que intentamos hacer caber en nuestro día a día, solo se ha vuelto viva en la práctica del Dharma. Sonreir e iluminar el día de alguien más se siente tan bonito.

A veces, aquí, yo puedo imaginar mi pecho que se abre y hay pura luz, muy brillante, una luz que no se puede apagar de ninguna manera, una luz que no requiere de nada más.  Decir nada, hacer nada, intentar nada.  Trato de volver a esa visión, a esa sensación... intento hacerla una certeza.

Cómo me faltas amigo para no perder el equilibrio, para mantenerme atenta, para recordar que no hay nadie allí afuera haciéndome sentir que debo forzarme más. 

Recuerdo nuestras conversaciones en tu carro, camino a casa.  Ese frío, esa Bogotá que llueve tan fina sobre nosotros. Y tu me preguntas, ¿cómo va tu atardecer?.  Amigo mio, cuando pienso en ti recuerdo que quiero despertar, amar de verdad verdad, desatar los incendios del corazón.

Y me sorprendo a mi misma, de nuevo, a la una de la madrugada sientiéndome feliz ahí sentada (ahora frente al ventilador) redescubriendo una paz y una alegría que ya conocí y que con mi esfuerzo no hará más que crecer.  Tanto amor que me das, tanta bondad, tanta paciencia, tanta motivación.  Que yo pueda convertirme en esa luz, para ti, para todos.

lunes, 21 de octubre de 2019

Querida T: eres tú la que apareces cuando la gente habla de amor.

Querida T


Es tan bonito poder llamar y saber que hay alguien que escucha.
Es tan bonito que existas, que sientas tan profundamente como yo, que me mires con tanta compasión y que puedas entender las cosas que ni yo entiendo.

Cuando pienso en nosotras me vienen sabores de pomarosa, de algodón de azúcar, de panela y chocolate.
Siento en mis pies las montañas y la arena de una playa, siento el viento que sopla a la velocidad de nuestras bicicletas, de nuestras risas cómplices, de esas que nos sacan lágrimas y nos hacen doler la barriga.
Y siento también los abismos a los que nos han empujado nuestras tristezas, nuestros corazones rotos, toda la frustración de no entrar en nuestros propios moldes.  Me parece poder escuchar nuestras vidas enteras quebrándose en un lunes por la mañana, sabernos incapaces de ir a trabajar en la angustia de no tener un paso más.
Pero, a pesar de eso, encontramos fuerza para sostenernos una a la otra y llegar hasta aquí, a conversaciones inmensas sobre cosas que a nadie más le importan (nuestros padres, nuestra infancia, nuestras tías...) y a llamadas de dos minutos solo para decirnos: te amo.

Contigo he aprendido a empezar justo donde estoy, empezar con lo que tengo así no sea mucho, empezar con un poquito, con una palabra que cambia, un pequeño gesto, una muestra de amor.  Empezar a cambiar las cosas de lugar: las memorias, los discursos, las costumbres, las emociones.
Cuánto me enseñas! Cuánto me das! Cuánto se me llena la vida cuando tu apareces!.

Me pongo a soñar, a desear millones de tardes contigo... el café, un parque, las librerías, un gato y un perro, tejer, la música, hogar, pasteles horneados, ensaladas y cervezas, películas que no te gustan, series que a mi no me gustan, flores, sangre, dolores y vejez.  La vida.

No se muy bien ni qué día es hoy, pero se que amarte es la única cosa cierta, la que más se parece a lo que yo creo que es bonito, transparente, vital.  La que me ayuda a pronunciar mi nombre, la única cosa que queda cuando ya no me queda nada.

Eres tu la que apareces cuando la gente habla de amor.


sábado, 19 de octubre de 2019

Mi pequeña L: seguimos siendo una familia feliz

Mi pequeña L

Hoy amanecí sintiendo una espantosa falta de ti.  Eramos felices juntas, ¿no es verdad?

Nuestros sábados solían ser fantásticos.  Un ratito de ternuras en mi cama después de que esperaste al pie de mi puerta, rasguñando de vez en cuando.  Y nuestras palabras secretas, que te hacian volar sobre mi, para correr directamente hasta tu platito.  Esas palabras que hace tiempo no le digo a nadie ¿vamos a desayunar?

Tu y yo, juntas, conocimos a Rachmaninoff y nos enamoramos de Schubert, mientras en nuestros platos la exuberancia de las papayas y las patillas nos recordaban que eramos una familia feliz.

Hoy me parece sentir el sol entrando por el tejado. Una luz y una claridad que yo no he sentido en otro lugar. Pero no era el lugar, éramos tu y yo y éramos felices.

A veces me pregunto si vale la pena haber dejado todo eso atrás y venir aquí, sin ti, sin todas las simplezas que me hacian sentir la opulencia de una vida a la medida...

Quiero creer que van a venir muchos días como esos, muchos sábados contigo, tumbadas en mi cama, tu recostada en mi pecho y yo leyéndote en voz alta un poema.  Que cosa tan absurda y maravillosa.  Pero es que nadie me ha mirado como tu me miras, nadie ha estado a mi lado con la inmensa comprensión y dulzura con que tu has estado, lamiendo mis lágrimas, besando mi risa, compartiendo entusiasmada mis costumbres; lecturas, mantras, bailes al espejo, música caminando por la ciudad.

¿Quién, aparte de ti ha escuchado las cosas que me digo a mi misma, cuando estoy completamente destruida o gloriosamente plena de mí? Y siempre tienes un gesto, siempre está tu colita moviéndose, atenta a mi amor por ti.  Perdóname si me enojé de más esas veces en que estabas asustada, yo también me asusto... terriblemente y ahí más que nunca me faltas. 

Por favor, vive muchos años y espérame en este amor que nos tenemos.

Seguimos siendo una familia feliz. 

viernes, 18 de octubre de 2019

Querido T: verte reír es una cosa devastadora

Querido T

Algunas cosas que parecen ser insignificantes tienen la capacidad de agitar mi mundo interior. Esta vez una voz masculina, un poco apresurada, gravísima.  Y entonces la lectura de una novela resultó deliciosa, llenándome todo el cuerpo de una alegría que hasta estaba olvidando. Así me descubrí escuchándote leer: alegre, muy alegre.  Con esa alegría que se me recoge en el pecho y sabe bajar derechita hasta la planta de los pies, deslizándose tranquilamente por mi sexo sin mucho escándalo ni ceremonia, dejando una humedad sin pretensiones, algo muy del día a día.

Me tomó por sorpresa esa sensación que fue como un sonido lejano y apenas audible que me despierta, un ruido del que apenas hago conciencia.  Despertarse así no es ni bueno, ni malo, es apenas despertarse, pero despertarse tranquila y poder tener un buen inicio de día.

Pues que así me dejó escucharte...
Ah! pero verte reir... eso es una cosa devastadora.

Eso ya no es alegría, eso es arrebato.  Esa risa que ni siquiera es bonita, pero es profunda, sin sombras.  Es una risa de cuerpo entero que deja ver alguna cosa que está escondida adentro.

Esa risa combina con un cuerpo que a veces parece que no cabe en ningún lugar y que se mueve a un ritmo tan propio.

No vayas a pensar que me gustas.  Ni vayas por favor a confundir esta emoción con otra cosa. Es solo que a veces me permito agitar un poco el contenido de este cuerpo, hacerlo un poco menos transparente, menos simple, más fácil de tragar.

En todo caso, riete más, habla más alto y rózame la piel un día de estos, para que me despierte así, ni bien ni mal, que me despierte tranquila.






sábado, 12 de octubre de 2019

Queridas A y R: pienso en ustedes con amor

Queridas A y R:

El tiempo aquí se percibe de una forma diferente.

Después de un par de meses parece que dentro de mí se hubiera condensado la experiencia de los últimos quince años de vida.  Me parece poder percibir en esta piel todos los fracasos, el peso de muchos días, los restos de todos los amantes, las lágrimas de amores imposibles y los pedazos de corazón roto que se incrustaron debajo de la piel. Pero se ha condensado también la alegría que me hace arrugas en los ojos, que me trae despeinada por estos días, que me hormiguea en el pecho cuando leo algún poema o cuando me siento al sol para ver el mar.

Y pienso en ustedes, en nosotras. Pienso en los lazos que no se explican en esta sola vida, pienso en brujas, en mujeres sabias que conocen los secretos para curar a otros desde adentro, con la magia que solo existe en nuestros vientres de luna. 

Y al contemplar este corazón remendado pienso en nuestras historias y en las ganas que tenemos de amar y de sentirnos libres; en la urgencia de encontrar un momento de equilibrio entre todas esas que somos y que queremos ser, en ese caminar cuidadoso entre los límites de lo que amamos y lo que queremos destruir.  Entonces las abrazo con el sentimiento de encontrarme en medio de un bosque, encendiendo las hogueras y cantando las canciones. En medio de algo místico, antiguo, algo parecido a una respuesta, al menos a un sueño o una visión.

He pensado estos días en que hay algo sin nombre que nos ronda, un afecto que asusta de tan radical y poderoso en nuestra vida. Pienso en una revolución, en romper nuestra cáscara, en saltar, en subirse a un avión, en quedarse quieta, en confiar. 

A veces las imagino dando a luz a sus hijos, grandiosas, existiendo en un cuerpo doloroso e invencible de sangre y sabiduría.  Pienso en cachorros siendo lamidos por sus madres.  No sus hijos, sino ustedes, naciendo de esa experiencia corporal de ser una-dos-una, o al menos así me lo imagino.  Y me pregunto qué se siente estar a punto de parir. Qué partes de estos cuerpos duelen, qué partes de estos cuerpos estallan de placer, qué se teme, qué se odia, qué tan cerca se siente la muerte.  Y la vida?

Todo eso lo pienso cuando me viene a la mente la idea de una primera madurez.  De haber dejado atrás algo de este ciclo de vida, de haber finalizado ritos de iniciación y haber recibido entonces una marca.  Así se siente el tiempo aquí. Una incerteza, una pregunta, una ligereza en el cuerpo que asusta. Y vuelvo a pensar en ustedes, en nosotras, en piel, manchas, estrías, bultos, pies cansados, la gravedad en nuestra carne y pienso en el placer, en lo que cada una ve cuando se mira en el espejo, en lo que se dice, de lo que reniega.  Imagino lo que ustedes piensan cuando en un instante se sienten felices y cierran los ojos para no dejarlo escapar, en cómo les late el pecho cuando se emocionan, cuando se sienten amadas, cuando se saben invencibles.

Abrigo aquí adentro esa sensación. 
Una mujer madura, y pienso en ustedes con amor. 

viernes, 4 de octubre de 2019

Hoy es sobre el amor

Hoy es sobre el amor.

Ese amor que extraño, el que me hace feliz, el que no entiendo, el que me salva, el que no encuentro, el que me hace brillar, el que me duele... el que me estoy inventando.

Todavía no tengo muy claro qué es lo que quiero, pero voy entendiendo lo que no quiero. Solo que todavia no sé decirlo, todavía no se han inventado las palabras para hablar de eso que a ratos parece tan delicado.

Pero he recibido a la mejor compañera para esta exploración.  Mi hermana y yo nos hemos dedicado los últimos viernes a bucear entre nuestros recuerdos de la infancia.  Hemos llorado y reido con la misma intensidad mientras traemos de vuelta los episodios que, al parecer, han marcado nuestras maneras de amar, o por lo menos, estas torpes incursiones en la vida, cuerpo e ilusiones de otros.

Hemos observado atentamente cómo nuestras frustraciones de niñas nos persiguen siendo... esto que somos.  Vamos entendiendo nuestras heridas, nuestros temores y nuestros dolores.  Yo podría apostar que no son muy diferentes de los que todos llevan en el bolsillo.

Pienso entonces que hay tanto para dar.  Hay tanto amor en el mundo, pero hay tanto miedo, tantas heridas que no han sido cuidadas con amor, tantos dolores que no han sido consolados.  Necesitamos llenar nuestras vidas de compasión y mirarnos con más cuidado, con más paciencia, con más bondad.  Ahí tal vez encontremos las nuevas palabras para decir el amor que necesitamos, el que pareciera que todos andamos buscando, pero que se esconde, que todavía no se salva del peso de nuestra historia.

miércoles, 2 de octubre de 2019

Creo en el afecto

Conversando sobre la tiranía, la desobediencia y la resistencia, se enciende una llamita en mi pecho.

Yo creo en el afecto como estrategia política. Yo creo firmemente en que son los lazos los que pueden regresarnos a lo que necesitamos.

Me importa ese hilo delgadito que sostiene mi pecho unido al de otro, esa fuerza que nos hace mirarnos, que aparece como una pregunta: ¿cómo estás hoy?, que se conmueve en una respuesta: ya me había desacostumbrado a que alguién me lo pregunte.

Creo en el afecto como amalgama de cualquier conjunto humano, como estrategia de trabajo, como proyecto intelectual.

Cuando considero estos días recientes, de tanto llanto y tanto drama, me gusta pensar que son momentos de regresar a lo importante.  Hoy pasé el día entero leyendo, comprendiendo que mi vida está cambiando, que tengo tiempo para ir hacia adentro y cuidar de las semillas que he seleccionado y que decidí plantar.

Quiero pensar que esa es mi resistencia: inventarme un mundo de afectos, sin muchas cosas, mas bien lento, mas bien callado.  Una pausa.






viernes, 27 de septiembre de 2019

Dos meses no son nada

La percepción del tiempo es increíblemente relativa. 

Dos meses de vivir en un nuevo lugar se siente tan inmenso, tan sobrecogedor, tan intenso.  Si pienso que ese es el tiempo transcurrido desde que, muerta de miedo, tomé un avión hacia este país, me cuesta creer que puedan caber tantas personas, tantos lugares y tantas emociones en ese número limitado de días.  

No sé cada cuanto cambia de piel una serpiente, pero creo que yo he cambiado de piel unas tres veces desde que estoy aquí.
Mi piel ya se deshizo por el llanto, se resecó con este calor intenso y se quebró de tanta falta que me hace el amor que yo conozco.

Pero dos meses son en realidad tan poco... son apenas el tiempo que lleva la germinación de una semilla y el brote de los primeras hojas.  Entonces así está mi corazón, apenas despertando a este sol.  Mis piernas van haciéndose cada día más fuertes, mi pecho mas amplio y mi mente más atenta.  

Que no son nada, dos meses. Pero son también la vida entera.

Sobreviví a mi misma y a todo lo que desconozco de mi propia humanidad. 

jueves, 26 de septiembre de 2019

La felicidad de hoy

Es bueno pensar que no solo se escribe en la oscuridad. Me consuela pensar que puedo dejar de perseguir la felicidad, porque no existe más.  
Es bueno poder conformarse con un poco de alegría.  Con inmensa dignidad sentirse satisfecha con solo un poco y dejar de pretender que siempre podemos tener más.  Tener más no termina nunca.

Hoy ese poco de alegría fueron dos brasileras cantando música popular.  
Eso y mi profesor llamándome María Gabriela, recordándome que no soy de aquí, que aun leo en portugués con inmensa dificultad, que no sé nada sobre tragedias griegas pero que aun puedo sonreir y eso lo entiende todo el mundo.


miércoles, 25 de septiembre de 2019

Querida M: una carta de alegrías

Querida M:

Yo vine aquí para pasar tiempo haciendo algo que me gusta: leer y estudiar.

Pasé diez años trabajando en el mismo lugar, viendo a las mismas personas; por cinco años estuve haciendo el mismo trabajo, que además de todo lo maravilloso, requería hacer parte de muchas cosas sin sentido: escribir informes absurdos que nadie leía, improvisar las cosas más importantes, lidiar con gente sin alma, aburrirme y agotarme hasta el extremo.

Pero leer y aprender cosas siempre me hacía sentir mejor.  La emoción de un verso, las lágrimas al terminar una frase: sentirme viva.
Y por eso vine, para dedicarme por completo a eso, a leer y a aprender.

Cambié mi oficina de todos los días, muy fría en la mañana y muy caliente en la tarde por esta ciudad nueva, de sol, de mar y de brisa refrescante en las tardes.  El cielo es rosa y casi blanco de tanta luz.

Cambié la rutina de las reuniones, los chismes y las intrigas por buscar cada día cosas que hacer, sin tener en realidad mucho por hacer.  Cambié los formatos infinitamente absurdos por idiomas nuevos, palabras difíciles y textos casi incomprensibles.

Cambié mi soledad de allá por mi soledad de acá con la ilusión de, al fin, percibirla como un privilegio.

Cambié la amorosa y persistente compañía de mi perro por mi propia compañía, tan desesperante a veces, tan malherida, tan luminosa cuando se le da la gana.

Allá yo no sabía nada pero disimulaba bien, aquí tampoco sé nada, pero se me nota.

La emoción de un poema me hizo recordar por qué estoy aquí: dejé mi casa, el amor que conozco, mis cosas, mi perro, para pasar tiempo conmigo, leer y estudiar.

Así y nada más. Sin otra pretensión.

Todo lo que pase mas allá de eso será un regalo adicional.

Entonces cada vez que me sienta incómoda, o triste, o sola voy a pensar: vine a Brasil para pasar tiempo conmigo, leer y estudiar.  Y si puedo hacer alguna de esas tres cosas todo va a estar bien.

Ya habrá tiempo para algo más.

miércoles, 4 de septiembre de 2019

La vida contemplativa


¿Cuándo podré disfrutar de un día libre de objetivos?

Tengo el alma medio muerta después de esta carrera, aún comprendiendo que no hay nada que ganar, que, por el contrario, esta vida no tiene otro mecanismo que la pérdida.
Y yo voy por ahí perdiéndolo todo, todo el tiempo. Intentando retener al menos un poco de esas cosas que me mantienen andando... nada. No hay nada.

¿Cuándo podré disfrutar de un día limpio, un día sin nada de nada?

Porque contradictoriamente, entre más tengo, entre más corro, entre más lo intento, mas vacío se torna todo.  Es que de verdad, tengo ya las uñas rotas de tanto escarbar en el mismo rincón, pero no hay nada.

¿Cuándo podré disfrutar de día verdaderamente mío?

martes, 20 de agosto de 2019

Hablando

Hablo tanto conmigo misma estos días, que he podido escuchar voces que no sabía que tenía.

Me hablan de cosas que temo, de cosas que anhelo y que no le cuento a nadie.

Me hablan de las posibilidades de ser tantas cosas a la vez, de tantas veces que todo ha salido mal y de tantas en que el universo ha germinado por una gota de sudor que toca el suelo.

Yo crecí en un mundo de libros, que buena fortuna. No un mundo culto, pero un mundo que abrió las puertas de mi pecho y ahora que trato de dejar que la vida circule por allí, no puedo escapar de la inmensa culpa de vestirme ligera un martes en la tarde y solo sentarme a ser, entre la brisa y el dorado en mis mejillas.

Me hablo con paciencia a ver si en ese ir y venir de palabras que estamos aprendiendo, hacemos una tregua y empezamos a conversar en el mismo idioma.

domingo, 18 de agosto de 2019

Cerrado

Algo se cerró adentro y no logro entender cómo abrirlo.

Yo pensaba que desprenderse de todo se sentía como volar muy ligera, con un corazón apacible, con esa sonrisa de las cosas simples.

Pero resulta que desprenderse de todo ha sido más parecido a quedar cegada por el flash de una cámara.

Un solo instante, muy breve en el que no logras ver nada.

Hay tanta luz y los ojos no estaban preparados.

Le sigue una sensación de desorientación, hay que parpadear de prisa para que el ojo se recomponga. Pero se siente mal, se siente incómodo.

Aun sabiendo que es temporal, que es una incomodidad fugaz. Se siente muy mal.

Entonces, así se ha sentido desprenderse de las cosas que yo pensaba que conformaban Yo.

Y estoy forcejeando con ese algo cerrado, hermético que se ha mudado a mi pecho. Intentando métodos, ritos, cantos, pero nada parece funcionar.

A lo mejor la brisa salina del mar, todo este sudor y la humedad de las mañanas ayuden a corroer la solidez de eso que me pesa.




miércoles, 14 de agosto de 2019

Completa otra vez

Ayer al salir del cine me sentí completa de nuevo.

Me sentí como una persona capaz de amar, capaz de crear, capaz de inventarme una vida a mi medida.

Caminé unos diez minutos para recorrer  el muelle y ver a mi derecha la luna brillando sobre las nubes, a mi izquierda, el sol deshaciendose en el mar.

Entonces no solo me sentí capaz de amar, sino que me sentí profundamente amada.  Una sensación de poder sostener el mundo entero entre mis manos y besarlo con alegría.

Ayer se trató del amor. ¡Como ayuda para ir saliendo de este barrizal de miedo en el que he caminado últimamente!

Ayer me sentí completa porque sentí de nuevo la chispa creativa del amor. 
Es que yo sin eso no sé cómo vivir. Yo sin ese calorcito adentro no entiendo nada del mundo.

Mañana voy de nuevo al mar, a encender las hogueras que me mantienen con vida.

sábado, 10 de agosto de 2019

despacio

He recibido el precioso regalo de la lentitud.
Hace algunos días ya no tengo prisa para nada
y llego a todas mis citas con, al menos, una hora de antelación.

Voy con las manos entre los bolsillos, aprendiendo a caminar de nuevo
despacio.
Me he sentido como niña en cada esquina,
en cada oficina nueva,
en cada parada de autobús,
en cada restaurante.
Me he sentido vulnerable y asustada,
aprendiendo a caminar.

A veces parece que no hay nadie,
pero miro para adentro
y encuentro,
abro mi cartera y encuentrro,
muerdo una manzana y encuentro,
miro el mar y siempre encuentro.

A lo mejor es la prisa la que impide encontrar en todo lado.

A lo mejor al detenerme,
al pausar la vida,
al arribar a un nuevo lugar,
al quedarme un poco sin nada
puedo encontrar lo que siempre ha estado aquí.