He recibido el precioso regalo de la lentitud.
Hace algunos días ya no tengo prisa para nada
y llego a todas mis citas con, al menos, una hora de antelación.
Voy con las manos entre los bolsillos, aprendiendo a caminar de nuevo
despacio.
Me he sentido como niña en cada esquina,
en cada oficina nueva,
en cada parada de autobús,
en cada restaurante.
Me he sentido vulnerable y asustada,
aprendiendo a caminar.
A veces parece que no hay nadie,
pero miro para adentro
y encuentro,
abro mi cartera y encuentrro,
muerdo una manzana y encuentro,
miro el mar y siempre encuentro.
A lo mejor es la prisa la que impide encontrar en todo lado.
A lo mejor al detenerme,
al pausar la vida,
al arribar a un nuevo lugar,
al quedarme un poco sin nada
puedo encontrar lo que siempre ha estado aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario