viernes, 30 de septiembre de 2022

Sin prisa (321/365)

No hay prisa. No hay ningún lugar al que llegar. Con que logremos estar donde estamos es suficiente. 

No hay prisa. Con que logremos tratarnos con bondad, también es suficiente. 

Que podamos irnos a dormir con alegría calentando el corazón. Qué podamos sentirnos en paz dentro de nosotros mismos y que podamos experimentar gratitud por lo grande y lo pequeño. Eso será suficiente. 


jueves, 29 de septiembre de 2022

Amor amor (320/365)

Tu ausencia es la excusa para dejar que las cosas de la vida me duelan. Incluida tu ausencia.
No me va a dejar de doler la vida, probablemente tampoco tu ausencia.
Mi cuerpo me recuerda tu cuerpo. Mi silencio me recuerda nuestro silencio.
No quiero que nadie roce mi piel, por miedo a que se me olvide el roce de tus manos. Al mismo tiempo quiero borrar del mundo la certeza de que tú existes. Tres semanas me parece una eternidad para la idea de que ya no está tu olor pegado a mi almohada y de que no voy a encontrar tus medias debajo de mi cama. 
Extraño el fastidio de que no encajemos pero me alegra poder dejar de intentarlo. Dramatizo esta separación para que parezca que nos quisimos más de lo que nos quisimos, para pretender que nuestro amor no era esta cosa tan cruda y tan real que hace muy natural y serena una separación. No podía terminar de otra forma. Mi corazón amante de tu corazón, imposible hacer que funcionara tú y yo. Separarnos así es el final perfecto. Amor amor tan crudo y natural. 

miércoles, 28 de septiembre de 2022

Lo que hace tu amor (319/365)

En la mesa, dos tazas del mejor café que me haya tomado en años; sobre unos platicos blancos en forma de pez, un gusto que compartimos: croissant de almendras. La iluminación amarilla te hace aún más bello esta noche y tu risa contrasta con un fondo azul de plantitas doradas. Así, a luz de este momento, eres exactamente lo que se dice de ti: el ser humano más bello del planeta. 

Miro en tus ojos emocionados y veo mi vida pasar para celebrar este momento. Comprendo que las cosas se han ordenado para romperme el corazón una y otra vez y así, finalmente, tener la capacidad de apreciar la sencillez de existir cerca de ti. Tú, que te inventas un círculo luminoso, lo creas con tus manos y lo sostienes con atención, con cuidado y con una ternura extraña a este rincón del mundo (del mío por lo menos). Me abres la puerta para que lo habite y no sé ni cómo permanecer en ese lugar. Entro descalza para no arruinar nada. No quiero arruinar nada. Por primera vez en mucho tiempo siento que ya no tengo nada más para perder y que puedo dejarme ir. Quiero dejarme ir en ese lugar al que me has conducido a tu extraña manera, tan inocente, tan dulce, tan misteriosa para esta que soy en este momento.

Nunca conocí a nadie como tú y cada vez que tus ojitos se llenaron de alegría se me rompió de nuevo el corazón. ¿Cómo puedo tener delante de mis ojos la respuesta a la pregunta que no quiero pronunciar? Te ríes, limpias una lágrima con el dorso de tu mano izquierda y yo comprendo que hay que ser valiente para vivir la vida que uno sueña, para aceptar que el amor está delante de uno en las cosas elementales, en los minutos que uno le roba a esta carrera sin freno, en los lazos que se escapan a las lógicas del poder, en las manos que se saben capaces de la vida y de la muerte, en los cuerpos extasiados de placer y anulados por el miedo, en el coraje de ponerse en manos de alguien más. 

Tu amor me hace valiente, me rompe en dos. Te limpias otra lágrima con el dorso de tu mano izquierda. Algo puede florecer. 

martes, 27 de septiembre de 2022

Palabras de la vergüenza (318/365)

Voy recomponiendo la estructura de los días de mi vida y me parece que las cosas van mejorando. 

Decido hacer algo importante por mí: confiar en mis palabras. Me he pasado la vida arrepintiéndome de las cosas que digo y de las que no soy capaz de articular con la velocidad del pensamiento. Me pesan tantas y tantas palabras que digo a la ligera y que me parece que dibujan imágenes distorsionadas de mí misma. Pero me propongo estar más atenta a lo que digo como una pista, como una señal. 

La primera palabra es la que oculta por todos los medios posibles la vergüenza. Confío en todas las palabras de la vergüenza y las saboreo aunque me hagan retorcer por amargas. Confío en que hay algo en ese sabor que puedo conocer, que me puede dar una experiencia más profunda del mundo. 

Me he pasado la vida huyendo de la vergüenza por ser y por no ser; por tener y por no tener; por aparecer y por desaparecer.  Me he avergonzado de mi nombre, de mi cuerpo, de mi casa, de mi olor, de mi pelo, de mi voz, de mis decisiones, de mis abismos, de mis proyectos, de mis palabras, de mi familia, de mis amores, de mi vagina, de mi deseo, de mi amor, de mi silencio, de mi cobardía, de mis zapatos gastados, de mi pobreza. Me he avergonzado de las cosas por las que da vergüenza avergonzarse.  Y detrás de todo hay una pista, una señal. Debajo del peso de esa sensación hay una parte de mí, una parte tierna y vulnerable. Soy también mi vergüenza y el valor que me requiere mirarla de frente. Soy la bondad que toca esa parte intolerable y tiene la paciencia para curarla. 

Confío en mis palabras, en estas que reconocen mi parte más rota. Las palabras hacen cosas. Confío en eso.  

lunes, 26 de septiembre de 2022

Lo bueno (317/365)

Es bueno poder irse de los lugares que no nos hacen bien. Incluso si esos lugares nos gustan. Y eso es lo difícil, que esos lugares nos gustan y sufrimos porque sabemos que hay que irse pero al mismo tiempo no queremos dejarlos. A veces no queremos dejarlos jamás. A veces no podemos dejarlos jamás. A veces morimos en el intento (de dejarlos o de no dejarlos).

Irse requiere valor, porque lo que dejamos es una parte de nosotros que es profunda porque ha conocido lo más bello y lo más desgarrador. Ser uno mismo y ser un completo desconocido para uno mismo. 

Es la cuarta vez que me voy. La despedida es cada vez más intensa porque amo mejor. A mí misma, quiero decir. ¿Cuántas veces más tendré que irme para poder quedarme? En mí, finalmente, quiero decir. Estoy hablando de romance por supuesto. El amor me transforma y cada vez que he dejado todo me he dejado también a mí misma para inventarme algo nuevo después, con las cenizas, con los pedazos, con las semillas. Se me notan los remiendos y las costuras. Se me nota lo torcido, lo usado, lo vencido. Y yo me aliso la blusa mientras sonrío con la esperanza de que se note menos y parezca que estoy entera y que resisto un año más, una vida más.

Pero también es bueno poder instalarse en algún lugar, así no sea un lugar tan bonito. Está bien instalarse en una casa pequeña, en un corazón sencillo, en unos días solitarios, en una vida sin ambición.  Podemos existir con mucha dignidad en esa situación y eso ya es suficiente.

El silencio me regresa a un lugar en el que al menos puedo dormir sin sentir que estoy huyendo de todo. Es bueno poder dormir como quien ha perdido una batalla y ya no tiene que levantarse de nuevo a luchar. Es bueno poder agarrar la vergüenza entre las manos y exprimirle todo el dolor para que me quede apenas la inocencia, sequita y lista para usar. Dignidad. Vivir así, amar así. 


domingo, 25 de septiembre de 2022

Bendito domingo y soledad (316/365)

Bendito silencio. Bendita soledad.

La luz rosada de la tarde golpea las montañas del oriente y las vuelve grises. El azul pálido ilumina la casa, toda. Me ilumina, por fin, por dentro y tu nombre me deja de sangrar. 

Me he retirado del mundo por un par de días para intentar que el espacio que ocupaba tu cuerpo fuera ocupado por algo más. Dejé que me sepultara el llanto y que me ahogara la sensación fantasma de tenerte entre mis manos. Suena exagerado, pero se veía como algo natural. Es natural que llore y que sienta el vacío de mi cuerpo sin tener el tuyo adentro. Es natural que tu ausencia haga brillar tu presencia. Es natural dramatizar que te extraño aunque sé que aún no te extraño de verdad. Voy a extrañarte más en los otros días, en los que casi te haya olvidado y de repente me parezca imposible que ya no estés. Pero está bien tomarme un día o dos para darme cuenta de que antes estabas y de que ya no estás más. Y que de eso, también de eso, se trata nuestro amor. 

Bendito silencio que me trae de vuelta a casa, que apaga las distracciones y pone color en mis mejillas de nuevo. Es la soledad la que limpia la casa y la deja brillante a su paso, el frutero lleno, las plantas húmedas, la cena caliente, las uñas bonitas otra vez. Me siento como una persona completa, como una rama fuerte sosteniendo frutas maduras. Me miro el cuerpo y me parece que está bien. Me lavo los dientes y me da gusto cuidar de mí. Escribo la lista de la compra y me parece que soy capaz de dirigir el mundo. 

Toco a la puerta de mi propia casa y soy yo quien abre complacida, soy yo la anfitriona de la fiesta de mi propia vida. Soy la que bendice lo que toca y la que recibe la dádiva de una luz capaz de atravesarlo todo. 

sábado, 24 de septiembre de 2022

Sagitario (315/365)

Mi disciplina y tu fuego son incompatibles

Eso concluimos 

mirando el destino desdoblado

contamos

piedras de luz en el agua

estudiamos el futuro


Descifras las constelaciones de mi cuello

hasta que se hace de día

hasta que el amor nos hace uno

espejo impenetrable


Sagitario dispara su flecha

certera

al extremo opuesto del cosmos


en el centro de la noche

una herida mortal


viernes, 23 de septiembre de 2022

Soltar (314/365)

Soltar y dejarme ir. Dejar que el llanto aflore a ver si la incomodidad disminuye. Soltar. Amorosamente soltar y dejar que haya silencio por fin, dejar de presionar la herida y ver la sangre a borbotones, brillante, caliente, veloz. Ya pasará y se secará el ardor abierto. Va a cicatrizar aunque tome tiempo, aunque me lleve la vida va a ser una herida que ha sanado. Voy a ser una herida curada, cuidada. Un corazón roto no es más que un corazón roto. Trivial. Una vida rota no es más que una vida rota. Temporal. Pero aprender a soltar es una arte que trasciende y te eleva más allá de lo roto de la vida y de la torpeza del corazón. Inocente herida de la que brota el amor. Soltar. Soltar. 

jueves, 22 de septiembre de 2022

miércoles, 21 de septiembre de 2022

felizdíadelaprimavera (312/365)

Mi hermana me cuenta que siempre llueve en Buenos Aires el día de la primavera. Tiene sentido, pienso, mientras regreso a casa de noche, bajo la llovizna fina de Bogotá. Es el día de la primavera y llueve por toda parte. La lluvia es emisaria de la vida floreciente. Es testimonio de la abundancia y la renovación. 

Felizdíadelaprimavera, me digo. Llueve. Muy apropiado. Tengo un corte de pelo nuevo y estoy, digamos, lista para otra de mis primaveras. Lluevo y mis propias aguas van nutriendo la tierra para que otras cosas crezcan, para que otras cosas maduren. Entonces, cuando estén maduras, como ya han madurado otras cosas antes, se caigan por su propio peso. Así también se rompe el cascarón cuando el embrión está maduro. Así también se rompen las aguas del vientre cuando el bebé está maduro y listo para la vida. Listo es un decir. Igualito que yo en este momento. Algo maduró y cayó por su propio peso. Algunas cosas, lamentablemente, pesan tanto que se revientan contra el suelo al caer y quedan todas, en pedazos, desperdigadas al pie de lo que antes las sostuvo. 

Lista para la vida. Es un decir. No tengo más remedio que levantarme y limpiar la casa antes de irme a trabajar y regresar cansada en la tarde, procurando robarle al día espacios para la paz y para la alegría; para el consuelo al menos. No tengo más remedio que hacer coexistir esa rutina con un corazón, digamos, roto. Aunque no es roto, sino adolorido después de soltar un gran amor, angustiado por la incapacidad para conducir hacia la luz a quienes están a oscuras, exhausto por mantenerse siempre en pie. Lista para la vida, digamos, como la tierra hecha un barrizal al final del día lluvioso de la primavera.

martes, 20 de septiembre de 2022

El arte de amar (311/365)

El arte de amar es misterioso y se compone de pequeñas decisiones cotidianas: cuidar, comunicar, acompañar, consolar, celebrar, tocar, compartir, escuchar, comprender, perdonar, inspirar. 

A veces también es decir adiós. 


lunes, 19 de septiembre de 2022

Niñas (310/365)

Nuestro pelo de niñas
perfumado
trenzado 
domesticado
        nosotras 
nunca

Corremos por entre las columnas de la sala

Nuestra alegría
de ciruelas pasas        de vino dulce            de campo

Luz que atraviesa todo
el tiempo                la memoria            la muerte 




domingo, 18 de septiembre de 2022

Deseo (309/365)

Se te escurre una gota blanca por la comisura de la boca
paso mi lengua 
                    mojada     
                    mojada

recojo la acidez de la fruta
                    toda la fruta manando de tu boca
prehistórica
originaria
ancestral

En el centro 
                    semilla
la boca
la fruta
mi lengua

prehistórica
                    deseo
una gota blanca
                    semilla
                    húmeda
una fruta blanca
                    húmeda    
                    deseo

    

sábado, 17 de septiembre de 2022

El encuentro (308/365)

Suenas sueñas


impregnas todo 

tu sustancia

 domesticada


reposas 

cuando no duermes 


imagino la quietud 

la casa 


atravesada por la luz

tu mañana

reposas

duermes


Luego 

la hora del encuentro


Tintinean las llaves en mi mano

siento la agitación detrás de la puerta

sacudes el suelo 

tu alegría

anticipamos una forma de la felicidad


Se inunda la sala con mi risa mis cantos mis humores

tu saltas te agitas juegas 

inventas un universo

ternuras

el día termina pero 

nosotras 

no termina

los amores inauguran todo

lo veo en tus ojos

en mi mano cuando pasa por tu pelo

en tu nariz mojada

en tus juguetes desparramados por el suelo

en las fotos colgadas en los muros

recuerdos

la vida

la nuestra

la alegría de nuestra vida nuestros juegos


Se deshace el día finalmente

no nosotras


Colonizas la almohada y te haces la que duerme

nuestra vida

el silencio

                la casa


Tanta suerte y este amor (307/365)

Llego a casa de madrugada después de salir a cenar con una de las mujeres fantásticas de mi vida. Tengo tanta, tantísima suerte de rodearme de la luz y el calor de amores auténticos y valientes que me sostienen y me sanan; amores de mujeres sabias.

Hablamos por horas de nuestro corazón adolorido, de nuestro cuerpo dichoso, de las memorias y los anhelos, de lo que nos angustia y de los que nos serena. Nos inventamos un lazo que no tiene nombre en este mundo enfermo. Nuestro amor nos da algo que se parece a una esperanza. Es más bien un lugar seguro, un lugar transformador, un lugar de poder -poder interior en todo caso-.

Me meto a la cama caliente y abrazo el espacio que me rodea. Estoy sola en mi cama, sí. Pero habito una soledad plena de presencias amorosas, de emociones profundas. Mi vida cabe en el espacio limitado de mi cama de esta noche. Mi cuerpo de treinta y ocho años, cansado y amoroso testimonian el valor que he tenido para levantarme de muchas otras camas en donde ya no quepo, en donde ya no quiero estar. Y regreso aquí y cada vez soy capaz de escuchar más allá de mi propio silencio y mi propia oscuridad. 

Tengo tanta suerte por poder experimentar esta forma de vivir, este corazón que palpita a una intensidad que a veces resulta insoportable. Bueno, está bien dejarme sorprender cuando me miro, soltar y esperar que cosas buenas estén por venir. 

jueves, 15 de septiembre de 2022

Es amor (306/365)

Digo amor y me atraganto de palabras y sentidos, pero apenas pronuncio amor reina un silencio absoluto. 

Como muchos - como todos- intento observar con objetividad el amor en los rincones de mi vida. Lo siembro y me como extasiada sus frutos. Lo persigo y dejo que me encuentre. Lo invento y me maravilla su resplandor. Lo veo funcionar y lo remiendo una vez tras otra cuando se quiebra. Igual que tú. Igual que todos.

¿Acaso no es el amor lo que hace que todos -quiero pensar que todos- estemos con vida? Alguien cuidó de nosotros y nos alimentó y, por lo menos, nos mantuvo con vida para llegar hasta aquí. Incluso si no fuera así, una suerte de fuerza invisible -amor- hace que nos mantengamos con vida. Quizás ese amor, sobrenatural, divino, místico, kármico es el centro de todo y la razón de todo. 

Pongo mi mano sobre mi pecho y me convence ese retumbar que se acompasa con lo que me pone dichosa y lo que me aterra; con mi respiración y con mi arrebato por las cosas elementales. 

Pienso en el ritmo cardiaco de la gente que amo, de la que me ha abandonado, de la que me ha lastimado. Pienso en el ritmo cardiaco de mi perro, de mi madre, de mi último amante, del hombre que nunca va a amarme, de mi jefe, de la persona que me abre la puerta del edificio. Amor, me digo. Amor. La vida, pienso. La vida.

Me arriesgo a parecer sentimental y débil de carácter y cursi y rara, poniendo siempre el amor por delante, untando con esa sustancia todo lo que hago y lo que invento y lo que digo y lo que anhelo. Lo asumo y pronuncio es palabra prohibida en la oficina, en la cama de un amante ocasional, en la mesa que comparto con mis sobrinas, en mi escritura, en el fogón de mi cocina, en el supermercado, en la ducha, en la caminata vespertina con mi perra. 

Me atraganto con las palabras del amor, me embadurno con ellas el cuerpo y la vida, apuesto todo y quiero experimentarlo todo. Es amor, me digo. Solo amor. Es la vida, pienso. Solo amor. 

miércoles, 14 de septiembre de 2022

Palabras (305/365)

La mirada baja, las emociones cosquilleando en mi brazo derecho.

Separo las palabras buenas de las perniciosas. No. Todas las palabras tienen lugar en este puente que construyo hacia el mundo. Camino sobre ellas y se me marcan en las plantas de los pies. Las llevo conmigo y las desordeno mientras voy andando.

Me doy un baño de palabras al atardecer.

Sostengo con la mano izquierda una taza de café caliente y el lado derecho de mi cuerpo se queda libre para experimentar la noche y la brisa y las sábanas inmensas del poema. Bajo la mirada de nuevo para evitar hacer parte del mundo. Quiero conservar esta inocencia, este secreto, este poder. Imposible ir a algún lugar sino a través de los puentes de palabras. Guardo silencio. Me quedo quieta. Me hago un refugio.

Me limpio los pies antes de subirme a la cama y veo los restos grises en el suelo, agonizantes de sentido y de belleza. Las palabras a pedazos, todas rasgadas y marchitas después de un día largo largo. Mis plantas inmaculadas otra vez. La vergüenza me hermana con los impulsos primarios de esta forma de existencia. 

Me dejo caer en las páginas bellamente escritas de una poeta del sur. Dejo que me aplasten y que me hagan sentir la densidad de decir Te amo, de decir No, de decir Nadie

Me dejo caer en mi refugio de palabras y bajo la mirada para abstraerme del mundo. 

 


martes, 13 de septiembre de 2022

Quédate (304/365)

Quédate. Ven y siéntate aquí a mi lado. Deja que el silencio se apodere de este momento y sólo quédate aquí.

Deja de intentar llenar el tiempo de los dos con tonterías. Apaga la radio que suena siempre tan mal. Deja de contarme chistes. Deja de inventarte juegos infantiles para pasar el tiempo. 

No me digas ni una sola vez más que lo que me gusta es aburrido. Deja de decirme al oído que me deje crecer el cabello, que me peine diferente, que me ponga otra ropa, que haga más ejercicio.  

Quédate y mírame con el valor de quien se sabe amado. Escúchame con la generosidad de quien sabe que el amor no es suficiente. 

Pero, por favor, quédate. Y cállate. Por una vez. Al menos por una vez deja que el silencio nos hable y nos permita escucharnos.

Mi amor tiene tantas formas de nombrarte y tú te resistes a escuchar. Cada una te asusta más que la anterior. Estoy cansada. Quiero que te quedes y que me mires. Que te descubras en la luz de mis ojos.

¿Te dije que esta habitación es infinita cuando no estás? Me cabe todo cuando me dejas y luego te haces espacio al regresar, desplazando lo que he estado ordenando en mis horas de ocio emocional.

Por eso quiero que te quedes. Porque estoy cansada. Por eso quiero que te calles. Quiero que, por una vez, te mires en la luz de mis ojos y ya no quieras decir nada más. 

No hay nada de los dos que tenga esperanza de sobrevivir a este amor. Ni siquiera el amor que nos tenemos. 

Estoy cansada. Siéntate a mi lado y deja que el silencio se apodere de esta libertad de los dos. 

lunes, 12 de septiembre de 2022

Tengo un hogar (303/365)

Sí, a veces me hace falta compañía, aunque detesto la sensación de que alguien invada mi espacio, mi silencio y mi cuerpo, y eso es inevitable tarde o temprano cuando tienes compañía. A veces, sí, me hace falta la presencia caliente de otro cuerpo, aunque no resista la sensación de fracaso cuando un cuerpo se hastía de otro cuerpo. A veces la contradicción de mi deseo me supera. Y, a veces, me siento completamente perdida en una soledad sin horizonte ni muralla. Ahí aprendo a vivir y aprendo a darle profundidad a las cosas elementales. Me quiebro y con los pedazos me invento una fuerza.

Sin embargo, algunos días esa fuerza se me moja y no enciende de ninguna manera. Me toca quedarme sentada, solo viendo pasar el día, soñando con alturas que me parecen inalcanzables, con palabras, con ciudades, con ternuras que jamás experimenté. Me muero de frío.

Pero en la mitad de la noche comprendo que el problema es que dramatizo constantemente una vida vacía y hago de cuenta que no vivo en un jardín fecundo, en una naturaleza abundante y riquísima. La soledad, entonces, me confronta con todos mis privilegios, con mis caprichos, con mis tonterías. ¿Qué más necesito? ¿Qué hago con esta vida preciosa que se me gasta? 

Solo necesito ponerme en contacto con la naturaleza oscura de mi ser, con mi criatura salvaje, con mi canción ancestral. Es decir, solo necesito aclarar la voz y decir mi nombre con fuerza. Hacer vibrar en mi garganta las pocas palabras esenciales de estar en este mundo y tener un hogar. Porque lo tengo. Y lo tengo marcado en las palmas de las manos. Donde sea que soy capaz de tocar la carne viva del mundo, ahí tengo un hogar. 


domingo, 11 de septiembre de 2022

Lo que puedo (302/365)

Me acompaño de una copa de vino rosado mientras intento escribir alguna cosa que tenga que ver con esta sensación de claridad interior. Miro a mi alrededor: mi casa limpia, las frutas maduras sobre el mesón, mi perro durmiendo en su camita, libros en diferentes rincones, la música que suena melosa y el aroma de una vela que perfuma a vainilla. Miro mi reflejo en el espejo: Mi cabello corto y rizado al natural, mi piel con algunas marcas del sol y del tiempo, mis ojos brillantes y serenos, mi cuerpo de treinta y ocho casi en forma, mi corazón cansado en el gesto de mi boca.  Esto es lo que hay esta noche. Esto es lo que hay y me gusta. Esto y no otra cosa es lo que comparto cada vez que me siento a la mesa a tomar café o cerveza con alguien. Esta vida que me voy inventando y que me va modelando a su imagen, esta apuesta, este intento, esta sed de vida, esta forma de amar que ilumina todo lo que toca. 

Es magnífico estar aquí y mirar alrededor. Magnífico mirar lo que he hecho conmigo. 

Quizá mi conversación no es la más entretenida, ni mis intereses, ni mis actividades, es verdad. Quizá mi cabello es menos convencional de lo esperado, también. Es probable que la forma de mi cuerpo y el tono de mi voz no sea cautivador y también es muy probable que sea menos encantadora de lo que parezco a primera vista. Pero es magnífico descubrir que eso es lo que hay y está bien para mí. 

Esta noche me regalo esa certeza y brindo por todas las cosas que puedo hacer: cambiar, desear, aprender, gozar, excitarme, seducir, cuidar, callar, empezar, escribir, sostener, inventar, resistir, incendiar. Puedo amar, profunda e incondicionalmente, también a mí. En esa certeza todo descansa y yo me preparo de nuevo para comenzar. 


sábado, 10 de septiembre de 2022

Ver con claridad (301/365)

En los días en los que todo se agota es posible, por fin, ver el fondo de las cosas.

Quiero decir, cuando se acaba la ilusión de que algo pueda ser diferente, emerge con fuerza magnífica la posibilidad de que algo realmente cambie. Pero el cambio sólo es posible en la rendición absoluta a lo que es; a la incomodidad y la pena, a la amargura y la soledad y el llanto y el dolor. Sólamente la muerte revela la potencia de la vida. Solamente el amor le da dimensión al amor. 

Mi cuerpo protesta con un resfriado y me llama temprano a la cama. Yo me resisto y le respondo quedándome fuera de casa hasta tarde para estar sumergida en el cuidado de unos brazos que saben acunarme. Cuántas mentiras nos han dicho sobre lo que significa dejarse amar por alguien. 

Pero si uno deja que todo se agote, entonces empieza a reconocer lo que es verdad y lo que es mentira. El amor, por ejemplo, es absoluta verdad si uno lo deja el tiempo suficiente en el crisol de la impermanencia y de la bondad. Ahí se deshacen las corazas y quedan en la superficie los temores. Entonces se ve con claridad en dónde estás a salvo, en qué puedes confiar. 

Mi corazón macerado en el fracaso amoroso está finalmente listo para dejarse amar con amor de verdad. El sabor de la vida rezumando de mí y puedo ver el amor con claridad. 

viernes, 9 de septiembre de 2022

Otro día (300/365)

 "La vida es una herida", leo en un libro de poemas.

Pienso en la noche de anoche y me emociono. La vida es una herida que sangra y que arde; una fuente de la que brota, permanentemente, sangre caliente, encendida y espesa. La vida es una herida viva e incurable. Anoche, arropada en el cuerpo de un hombre hermoso la vi resplandecer en el silencio de la habitación. Nosotros dos, lidiando con nuestras penas y nuestros abismos, recostados uno al lado del otro haciendo lo mejor que podemos. Yo me deshago en cariños para aliviar su pierna cansada. Él se repliega en sus frases repetidas y en su visión optimista del desastre. Por ninguna parte nos encontramos, pero insistimos y por ahí, al final de la madrugada nos tropezamos. Un remedo del amor que nos habita y que nos sobrepasa; ahí no nos asomamos. Mirarlo de frente acabaría con nosotros. 

En fin, que anoche mientras me limpiaba un par de lágrimas, me conmovió el valor de esta libertad que nos hemos dado y que asumimos sin ser capaces de soltarnos del todo. Somos nuestros seguros mutuos. El lugar al que, sabemos, podemos regresar. O eso queremos creer. Anoche -escena patética- lloriqueando me acordé de que la vida es una herida y nos consolamos sosteniendo la mano de otros, que igual que nosotros, soportan con paciencia su propia herida. Nos agarramos unos a otros con la ilusión de que nos duela menos, pero es imposible. Sólo el dolor nos despierta. Solo en el escozor se experimenta realmente la vida. Sí, algunos prefieren la anestesia de lo eterno, de lo seguro, pero no hay anestesia para la muerte y menos para esa muerte en vida que es la vida convencional. 

No debería juzgar, pero lo hago. No debería enojarme, pero lo hago porque mis manos están manchadas de sangre de tantos cuerpos, de tantas vidas... y no logro hacer que se quite. Ninguna cantidad de luz y de tiempo me devuelve la blancura de unas manos que quieren tocar el mundo sin mancharlo, que quieren dibujar un capullo sin hacer de él algo grotesco. Tengo la frente manchada con la sangre de la herida. Me escurre esa sangre por entre las piernas. La tengo incrustada debajo de las uñas. Por eso a ninguna familia pertenezco. 

Me aferro, con todas mis fuerzas, a cualquier cosa que parezca un remedio. Me afano, ilusionada con algo que me alivie, para terminar regresando a noches como las de anoche en donde no me queda otra opción que contener la hemorragia con mis propias manos, respirar hondo o gemir mientras resisto el embate de otro día, de otro amor, de otro intento de dejarme abrazar por la crudeza de la vida que me hiere. 

jueves, 8 de septiembre de 2022

Jueves común (299/365)

A esta hora veo desde mi ventana los cerros tupidos de verde y parches amarillos de sol que se filtran por entre los cielos grises de este septiembre. He dejado el apartamento en silencio y puedo apreciar la convivencia serena con mi perra en este espacio pequeño. Tengo una taza de té verde sobre la mesa y escucho de fondo la secadora terminando su tarea. Es una tarde común de jueves salvo por tres cosas.

La primera, es que soy una mujer madura, independiente, con tiempo y recursos para gestionar mis actividades laborales y encontrar espacio para contemplar las montañas desde mi ventana de Chapinero y luego sentarme a escribir, porque sí, porque me hace feliz escribir. Eso es un privilegio. Eso es algo poco común y lo agradezco.

La segunda, es que mientras escribo esto y disfruto de mi taza de té, espero a que un hombre hermoso toque a la puerta. Cuando le abra dentro de un par de horas vamos a sonreirnos y a abrazarnos y a preguntar por nuestros días. Si estoy de suerte, va a venir con la chispa de la conversación encendida y vamos reirnos y perder el tiempo juntos, que es la mejor manera de ganarlo. Y más tarde vamos a hacer el amor en las sábanas limpias. Compartiremos nuestros cuerpos solo por pasarla bien, o tal vez por sentirnos cerca, o a lo mejor por juntarnos en un lazo de cuidado, por sentirnos menos solos en todo caso. Esta libertad amorosa, este cuidado valiente es muy poco común. Es una hazaña.

La tercera, es que puedo reconocer en la tormenta de mi corazón el poder salvaje de la vida que a veces se agita y a veces se apacigua. Puedo percibir un brote tierno abriéndose paso por entre las pequeñas tragedias de lo cotidiano y eso me parte en dos, pero me pone en contacto con la cualidad amorosa de mi ser y me hace desear furiosamente que las personas que amo estén a salvo y estén en paz. Logro ver a través del dolor que me rodea y eso me hace fuerte. Esa vuelta de perspectiva que se aleja de la esperanza es contraintuitiva y poco común. Esa es mi mayor fortuna. 

Así que es una tarde de apreciar mis privilegios y de prometerme utilizarlos para crear bienestar en el mundo, tanto como pueda. Pasa un jueves y hago consciencia de la forma en que lo vivo. Me siento amada y me siento radiante de amor para dar. Disfruto mi cuerpo y me siento orgullosa de ello. He ido a mis infiernos y he regresado más valiente y más digna. Respiro amorosamente y pronuncio los nombres que dan forma a mi vida. 

miércoles, 7 de septiembre de 2022

Sentir - II (298/365)

En uno de esos días opacos cuando regreso me percato de que ha estado sentada en el estudio, ha estado removiendo papeles; sus cuadernos están abiertos y hay notas recientes. 

Voy a la cocina a dejar las compras y sí, también ha estado en la cocina. Hay evidencia de que se ha preparado algo para comer. Respiro aliviada.

Voy a la habitación con una sonrisa. Pero abro la puerta y no la encuentro. La cama sigue revuelta y el desorden está intacto. 

¿En dónde estás preciosa?

Aprovecho su ausencia para abrir las cortinas y dejar que la luz acaricie de nuevo las cosas bellas con las que hemos arreglado la habitación. Guardo la medicación en los cajones y en su lugar pongo una velita blanca que perfuma a vainilla. Doblo la ropa y pongo los zapatos en su lugar. Hay una pila de libros en el suelo y aunque son sus favoritos sé que no ha leído una página en semanas, pero los mantiene cerca, como amuleto, dice. 

Finalmente puedo poner algo de música y hacer un café. Casi me alivia su ausencia pero no dejo de preocuparme. Al menos comió, eso es una buena señal. Abro las ventanas de la sala y dejo que entre el ruido de la ciudad al caer la tarde. Hay cielo cargado y oscuro pero el apartamento se siente ligero y casi luminoso. Respiro y me siento bien. Algo me dice que la temporada está terminando y vamos a regresar a nuestra vida.

Las luces de los edificios empiezan a encenderse y no hay señales de ella. Comprendo que en efecto la temporada ha terminado. 

Corto un poco de queso y le unto arequipe por encima. Me lo como de pie junto a la ventana dejando que el aire frío me refresque. La música es un ruido sordo que llega desde el fondo de la sala, yo estoy como en trance. Regresamos a nuestra vida. 

Siento la tensión de semanas en mi espalda y quiero un baño caliente. 

Me quito los zapatos despacio y los dejo al lado de la cama. Sobre ellos, dejo enrolladas mis medias grises de punticos. Desabrocho mi camisa azul de rayas que es mi preferida por la sensación de la tela sedosa sobre la piel. Me la quito despacio y la dejo sobre la almohada. Me quito el pantalón y hago conciencia de los lugares en los que me estaba apretando. Mi piernas y mi cintura descansan. Termino de desvestirme y me alivia estar desnuda por la casa. Regreso a la sala para poder verme de cuerpo entero y justo ahí, cuando me paro de frente al cristal, la encuentro. 

Con los ojos que la miro, ella me mira. Con la mueca que me río, ella se ríe. Con el mismo corazón aliviado que la dejo, ella me deja. Ha terminado esta temporada y puedo disfrutar de nuestra vida sin ella hasta que ella decida regresar. Este baile de las dos es para toda la vida y cada vez nos sale mejor. 


martes, 6 de septiembre de 2022

Sentir - I (297/365)

La dejo recostada en la cama con las cortinas cerradas y salgo a caminar. Pienso en lo que han sido las últimas semanas juntas y me parece que ya no aguanto más. Es imposible convivir con esa desidia, con ese cansancio, con esa incapacidad para maniobrar la vida. 

Pero no tengo corazón para dejarla. Tampoco sabría vivir sin  esa oscuridad que es apenas la otra cara de su ser luminoso. He pensado muchas veces, dando vueltas en la cama, en que ya hemos tenido suficiente tiempo y que no vale la pena lastimarnos más. Pero, de nuevo, no tengo corazón para hacer ese agujero en el mundo.

Ando por el barrio y recorro los lugares que a veces la hacen feliz. ¿Cómo hago para traerla de vuelta? ¿Cómo hago para que vea lo que yo veo cuando la miro? Me detengo en el supermercado y compro las frutas que yo sé que le hacen bien. Ella me ha enseñado que las manzanas, en infusión, le ayudan a dormir; las guayabas le dan vitamina C; los limones bajan la acidez de la sangre; la guanábana está llena de antioxidantes. ¿Cómo hago para que quiera comer esto y no las cosas que le hacen mal? ¿Cómo hago para que quiera comer alguna cosa?

Regreso a casa y entro sin hacer ruido. Duerme. En la mesa de noche se apilan los pañuelitos y las pastillas. Recojo el desorden de ropa y llevo la loza a la cocina. Aprovecho para abrir las ventanas y dejar que las plantas del apartamento respiren. Hay un aire denso, un silencio pegajoso en el ambiente y las plantas lo resienten.

Me paro en la puerta de la habitación y me impresiono. Parece que estuviera muerta. De verdad parece como muerta, día y noche. Antes al menos lloraba. La gente decía que lloraba como un bebé pero ahora ni siquiera llora. Cuando no está durmiendo, está haciéndose la dormida. Toma tres baños diarios. Al menos se baña. Pero no logro hacer que coma.

Algunos días cuando el cielo está opaco se levanta, porque dice que en esos días se siente mejor. Dice que el azul despejado del cielo la hace sentir peor por no ser capaz de apreciar nada. Es que lo que dice es que no siente nada y que eso es peor que sentirse mal. 

[...]

lunes, 5 de septiembre de 2022

Hastío (296/365)

Hastío. 

Las cosas se acumulan unas sobre otras. Mis dramas y los de otros, palabras, tareas, pendientes, planes e inquietudes. Hago lo mejor que puedo y sé que los otros hacen lo mismo. Pero me hastío de las cosas de la vida. Me hastío de este ritmo de incertidumbre y de fracaso tras fracaso sin esperanza.

Me hastía esta sensación de querer que algo sea diferente, de aferrarme tercamente a intentarlo.

El mundo se cae a pedazos y todas las vidas se desintegran a plena luz del día. ¿Qué hacer entonces?

Respiro y es todo lo que puedo hacer. Respiro y trato de deshacerme del fastidio de todo lo que me tiene esta noche entre sus garras. 

domingo, 4 de septiembre de 2022

El lugar en el que estoy (295/365)

Los eventos más banales resultan ser la sustancia que aglutina el sentido de este tiempo de vivir. Cervezas, citas a ciegas, comprar las verduras, pasear al perro, leer un libro...

¿Sabes algo? Parece que estoy de nuevo en un lugar propicio. Me miro y comprendo de dónde vengo y lo que tengo que hacer. No tengo idea de para dónde voy pero me siento bien plantada en estos dos pies que me llevan de un lugar a otro. 

Esta mañana en la ducha tuve un ataque de risa recordando los eventos del viernes en la noche. Me pude reír de mí misma y mis complejos. Pude bañarme también la tontería de sentirme asustada por las cosas que todavía no sé, por las cosas del pasado que ya no puedo cambiar. Me gusté. ¡Me gusté tanto en ese momento! Se me quedó pegada esa sensación e iluminó cada momento de este día. 

Un poco de perspectiva. Agregar eso para que la vida se torne diferente. Y sí, hacer méritos para tener una vida buena y apacible. Eso no significa otra cosa que ir por la vida deseando el bienestar de todos los seres, haciendo lo posible por iluminar pedacitos del mundo, aprender a permanecer en lo incómodo, permitirse cederlo todo. Intentar hacer méritos, tener un buen corazón. Levantarse y hacer lo mejor que se puede. Algo así es el sentido de este tiempo de vivir.

sábado, 3 de septiembre de 2022

Lo que hacen las palabras (294/365)

"Las palabras hacen cosas", escucho repetir a mi profesora. 

Las palabras inventan el mundo y son nuestra sustancia. Las palabras, por ejemplo, se hacen nombre para sostener los contenidos de nuestra vida. Marco un puñado de objetos con mi nombre; elijo personas y dejo grabadas mis iniciales en su piel; escribo algunas líneas y las llevo por el mundo con cuidada entonación. Me he inventado a mí misma y a ese nudo le llamo M.A. 

Antes de que me dieran mi nombre, ese par de palabras no eran más que una potencia. 

Luego fui llenando de sentido ese M.A.

Mi nombre ha sido transformado por el calor de la lengua de otros seres que lo han cortado, lo han estirado, lo han deformado y lo han borrado del mundo por completo. Pero sigo siendo ese M.A aunque ahora no tenga nada que ver con el primero. Es como si las dos palabras que conforman mi nombre fueran la trama y la urdimbre de un tapiz infinitamente complejo y sí, aburridísimo, repitiendo un patrón con apenas ligeras variaciones. 

Sin embargo, metros y metros después el patrón inicial es imposible de distinguir, se ha convertido en uno completamente diferente, aunque en esencia no es otra cosa que la misma trama y urdimbre. 

Las palabras hacen cosas. A mí, por lo menos, me han salvado de todos los infiernos en los que me he metido. Las palabras han sido el salvavidas para mantenerme a flote y para mantener a otros a salvo. Las palabras me han dado el mundo y me han enseñado a levantarme libre con mi propia voz para crear mi propio mundo. 

Las palabras que digo, las que escribo, las que leo son todo lo que necesito para dimensionar la profundidad de esta experiencia humana. Las palabras que se vuelven más densas y más tangibles que las emociones que dibujan, que las ideas que encarnan, que las pasiones que incendian; esas palabras que voy dejando colgadas del M.A de cada día y que, sonido a sonido, tipo a tipo, lo van modelando para hacer de mí lo que soy. 

M.A obra cosas en el mundo y lo hace a través de las palabras que son la sustancia y el sustento. M.A es la palabra original, el puro espacio y el silencio en el que nada se queda fijo y en donde todo es transparente.

Digo y me digo. Escribo y lo invento todo. Luego tomo distancia para entenderlo. Me aferro a las palabras que hacen cosas y hacen que M.A no termine de irse por entre mis dedos.  

viernes, 2 de septiembre de 2022

Regreso a casa (293/365)

Una buena vida, por ahora, tiene que ver con llegar a casa y sentirme entre resignada y contenta por habitar este cuerpo y transcurrir en él los días y las noches, dignamente, generosamente, conscientemente. 

Casi sin darme cuenta he construido una trocha dibujada apenas con mi transitar. Voy de aquí para allá y de allá para acá, aplastando con el peso de mis pasos la materia voluminosa que crece silvestre. Entonces, poco a poco, aparece un camino, una línea a la que le pongo mi nombre y que, sin tener bordes ni demarcaciones, puedo reconocer como un trayecto propio. 

Llego a casa de madrugada un poco borracha y con una sensación caliente en el pecho. Llego arropando una verguenza pero también sintiéndome invencible a causa de ella. No soy parte de nada y al mismo tiempo puedo abrirme por completo para acoger cualquier emoción humana. Mi propia herida me hace más aguda para penetrar en la oscuridad de otros. Me sangra la boca cuando enuncio mi lugar en el mundo y me embriago del sabor metálico de la piel y de los cuerpos de los que me rodeo. 

Jugamos y parece que nos divertimos. Luego rompemos algo y nos escondemos. Yo regreso a casa de madrugada, un poco borracha y sintiéndome contenta. Mi cuerpo está cansado, ya casi se me acaban las palabras, he desistido de algunas formas del amor y por momentos me ahogo en los ojos que me desean. Sigo jugando y parece que me divierto. Parece que ya lo he roto todo y que ya no tengo lugar en dónde esconderme. Regreso a casa y me siento contenta.


jueves, 1 de septiembre de 2022

Soledad (292/365)

Sonrío en las fotos y la parte de mí que se siente feliz resplandece. Pero no es la única parte de mí. Hay otra parte que recuesta la cabeza en la almohada y llora. "Sentir la incomodidad es parte de estar con vida, es parte de ser humanos" Eso le digo a alguien que amo que está pasando por un momento difícil. Eso me digo a mí misma en las contradicciones de mi corazón en esta noche. 

Casi me asusta la serenidad con la que puedo aproximarme a un corazón roto y decir cosas sobre lo que significa vivir y arriesgarse y abrazar la oscuridad. Minutos después me siento estúpida por haber creído que yo misma puedo escapar de mi propio corazón en pedazos, de mi propia oscuridad. Mi vida se trata del amor y de no encontrar el molde en el que pueda hacerlo encajar. Todo el relato sobre mí se trata de amar y de que nunca sea suficiente. Me canso, me rindo, me desespero.

Llevar el corazón en las manos es un camino solitario. Ser valiente es infinitamente solitario.