miércoles, 7 de septiembre de 2022

Sentir - II (298/365)

En uno de esos días opacos cuando regreso me percato de que ha estado sentada en el estudio, ha estado removiendo papeles; sus cuadernos están abiertos y hay notas recientes. 

Voy a la cocina a dejar las compras y sí, también ha estado en la cocina. Hay evidencia de que se ha preparado algo para comer. Respiro aliviada.

Voy a la habitación con una sonrisa. Pero abro la puerta y no la encuentro. La cama sigue revuelta y el desorden está intacto. 

¿En dónde estás preciosa?

Aprovecho su ausencia para abrir las cortinas y dejar que la luz acaricie de nuevo las cosas bellas con las que hemos arreglado la habitación. Guardo la medicación en los cajones y en su lugar pongo una velita blanca que perfuma a vainilla. Doblo la ropa y pongo los zapatos en su lugar. Hay una pila de libros en el suelo y aunque son sus favoritos sé que no ha leído una página en semanas, pero los mantiene cerca, como amuleto, dice. 

Finalmente puedo poner algo de música y hacer un café. Casi me alivia su ausencia pero no dejo de preocuparme. Al menos comió, eso es una buena señal. Abro las ventanas de la sala y dejo que entre el ruido de la ciudad al caer la tarde. Hay cielo cargado y oscuro pero el apartamento se siente ligero y casi luminoso. Respiro y me siento bien. Algo me dice que la temporada está terminando y vamos a regresar a nuestra vida.

Las luces de los edificios empiezan a encenderse y no hay señales de ella. Comprendo que en efecto la temporada ha terminado. 

Corto un poco de queso y le unto arequipe por encima. Me lo como de pie junto a la ventana dejando que el aire frío me refresque. La música es un ruido sordo que llega desde el fondo de la sala, yo estoy como en trance. Regresamos a nuestra vida. 

Siento la tensión de semanas en mi espalda y quiero un baño caliente. 

Me quito los zapatos despacio y los dejo al lado de la cama. Sobre ellos, dejo enrolladas mis medias grises de punticos. Desabrocho mi camisa azul de rayas que es mi preferida por la sensación de la tela sedosa sobre la piel. Me la quito despacio y la dejo sobre la almohada. Me quito el pantalón y hago conciencia de los lugares en los que me estaba apretando. Mi piernas y mi cintura descansan. Termino de desvestirme y me alivia estar desnuda por la casa. Regreso a la sala para poder verme de cuerpo entero y justo ahí, cuando me paro de frente al cristal, la encuentro. 

Con los ojos que la miro, ella me mira. Con la mueca que me río, ella se ríe. Con el mismo corazón aliviado que la dejo, ella me deja. Ha terminado esta temporada y puedo disfrutar de nuestra vida sin ella hasta que ella decida regresar. Este baile de las dos es para toda la vida y cada vez nos sale mejor. 


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