domingo, 31 de octubre de 2021

Escribir hace bien

Acabo de terminar el desafío de 30 días de escribir(me) y, sí, como dice Aniko Villalba, escribir hace bien. Hace bien reconocer el placer de la escritura en mi vida.

Hace bien nombrar cosas para inventarlas, nombrar cosas para hacerlas desaparecer; untarme de palabras y hacer que algo aparezca, algo que se parece a mí. 

Hace bien conversar con todas las partes de mí y conectar con todos los mundos que comparto con los seres a mi alrededor.

Hace bien nombrarse una misma, inventarse una misma a través de la escritura, apostar por una vida a mi medida: amores, historias, lazos. Mi propia verdad.

Es con palabras que creo el mundo y lo que soy en el mundo. Ahí me gusta vivir, ahí me gusta recibir a los que amo. Palabras que son hogar y son el fuego que incendia el hogar. 

Escribo porque escribir me hace bien. 


sábado, 30 de octubre de 2021

Día 30/30: 4 escenas

Me despierto con el sabor de otra boca en mi boca y el deseo todavía cosquilleando en mi piel. Sonrío. Miro la hora en el teléfono: 7:09. Encuentro una nota de voz y dos mensajes eliminados; me siento profundamente amada y afortunada por lo primero, curiosa por lo segundo. Pienso en que Lila debe estar esperando para salir y desayunar; en que tengo un montón de cosas de casa por hacer pero aún no quiero salir de este letargo de calorcito, besos y cerveza. Sonrío otra vez. 


Se hizo tarde para preparar el almuerzo. Hoy es para tres y decidimos que será menú vegetariano para todas. Me encanta cuando puedo cocinar con y para mis sobrinas. Salgo a la huerta para ver qué hay y me encuentro con una coliflor gigante, blanquísima, que será una tortilla deliciosa. Me cuesta sacarla de la tierra y limpiarla para entrar a casa. Me siento millonaria cuando hago algo así. Como si, solo a mí, me fuera dada la posibilidad extraordinaria de comprender la conexión que tenemos con la tierra, la interconexión con otras formas de vida, las lecciones de transformación y cambio que puedo recibir al cultivar en casa nuestra propia comida. 


- Hace frío ma, voy a hacer una aromática. ¿Quieres?

- Si hija, gracias.

- ¿Quieres de cidrón?

- (Piensa un poco) Sí, cidrón está bien.

Pongo el agua en la estufa y salgo a buscar dos ramitas tiernas de cidrón. Las pongo en el agua y subo a sentarme con ella en la silla vieja que está a los pies de su cama. No hablamos; ella está ocupada en su teléfono y yo la miro. Hay una sensación bonita, de serenidad casi rozando el aburrimiento y pienso: es la vida, es envejecer, es no tener más planes y experimentar, profunda y honestamente, la presencia de alguien más en la propia vida. Amor.


Uno de mis vestidos favoritos perdió un botón y por fin me propongo solucionarlo. En un rincón de mi cuarto, una caja de cartón llena de otras cajitas. En una de ellas, hilos de muchos colores; en otra, encajes; en otra, cintas y cremalleras; al fondo, una caja azul de florecitas con contenedores repletos de botones de muchos colores, formas y tamaños. Mi mamá encuentra en una bolsita trasparente exactamente el botón que estamos buscando: uno pequeño y nacarado de dos huequitos. Busco en el frasco de vidrio una aguja nueva y enhebro el hilo gris, porque no tengo azul oscuro. La tarea no toma más de tres minutos durante los cuales me transformo en pura añoranza. Vuelvo a guardar todo, menos mi amor por una vida que llamo mía y un corazón que busca su camino en las cosas más simples y cotidianas. 

viernes, 29 de octubre de 2021

Día 29/30: futuro libro

Cada vez que voy a visitar a mi propia sombra me parece que voy más abajo, más profundo y es más intenso. No me gusta lo que encuentro pero no puedo más que aceptar que también eso es parte de mí, eso es tan yo misma como mi lado más luminoso y tranquilo. A veces, esa visita se ve como noches sucesivas sin dormir; o como estar intentando vomitar a la mitad de la noche; o como comerme incontables galletitas con café; o como tener sexo con desconocidos; o como saltar a un vacío y empujar a alguien más sin haberle pedido permiso; o quizás, como violar pactos sagrados y romper un corazón por egoísmo. Todas esas cosas las hace la misma sustancia que llamo Yo. Y cuando me doy cuenta de que ya estoy ahí, porque nunca voy por voluntad propia, intento observar quién soy en esos momentos y quedarme sentada al lado de esa persona que no se gusta mucho a sí misma. Intento aprender a permanecer en las sensaciones incómodas de perder, de fracasar, de ser dejada de lado, de traicionarme. Nunca me va a gustar, pero puedo aprender a sostener esa energía por una par de minutos. Eso no quiere decir que no me duela, que no llore desesperadamente, que no me sienta miserable mirándome al espejo. Pero puedo estar ahí, para mí misma, con bondad y así, quizás, algún día aprenda a estar para alguien más. 


jueves, 28 de octubre de 2021

Día 28/30: cápsula del tiempo

 Quizás la mejor manera de entender este tiempo, en donde estas palabras están ancladas, sea precisamente la imposibilidad de entenderlo. A lo mejor, todas las cápsulas del tiempo hablarán de las mismas cosas pero con nombres diferentes, porque la gente es gente y la vida es vida y el corazón es el corazón. Pero cambian las formas en que nombramos y así, cambia la forma en que percibimos el mundo. 

Pero voy a hablar de mi mundo, que seguramente es casi idéntico a millares de mundos que ya existieron y millares que están por existir. 

Yo, como la mayoría de personas que conozco, vivo mi vida como una carrera, a veces contra mí misma y muchas otras contra el resto del mundo. Y voy a decir que ese mundo es ambicioso y lleno de espejismos y por eso, nunca, ni yo ni nadie, gana la carrera. Crecemos y algunos estudiamos para insertarnos en un sistema que no funciona y que a fuerza de promesas nos mantiene ilusionados con un sentido trascendente ligado a las cosas que hacemos, las cosas que consumimos (personas incluidas) y las relaciones que establecemos. Pero no hacemos más que perder.

Nunca nos acostumbramos a perder y entonces, ahí sí, lo perdemos todo. Todo lo que es esencial, auténtico, transparente. Este tiempo, por lo que vemos, es el tiempo en que hemos perdido nuestros lazos esenciales... con la naturaleza, con los otros seres, inclusive con nosotros mismos.

Es un tiempo difícil, sí, un tiempo de mucha sombra. Pero la presencia de la sombra es también un indicador de la presencia de la luz, y hay mucha luz. 

Hay seres rebeldes que desbaratan despacito y en silencio ese sistema. Hay quienes, con actos pequeñitos, transforman los mundos desde adentro con cosas tan simples como sonreír y ser amables; considerar el corazón de otro ser; levantarse por su propia verdad; amar valientemente las debilidades propias y de alguien más, por ejemplo. Son cosas que no pueden contarse, que no pueden ni siquiera verse pero que hacen toda la diferencia en esta carrera que corremos en los mundos de ahora. 

Y gracias a esas rebeldías existe la música y existe la poesía y existen las notas de voz emocionadas. Gracias a esa resistencia, existen los grupos familiares de WhatsApp y miles de cafés donde la gente se encuentra y se sonríe mirándose a los ojos y existimos los que nos inventamos, aun a riesgo de salir heridos, formas más libres de amar. Existen los wanderlust, los emprendedores, los meditadores, los veganos... un montón de gente que se mira al espejo y apuesta, aun torpemente, por algo a lo que llamamos felicidad. 

No es más que una carrera en la que todos, antes, ahora y después, vamos a perder, pero algunos intentamos ser más amables en el trayecto. Y ojalá sea eso lo que perdure.

miércoles, 27 de octubre de 2021

Día 27/30: mapa de sentidos

El sol sale por el oriente y hay una oscuridad silenciosa. Fría, refrescante, llena de poder.

Voy hacia el norte y hago algo que me da miedo. Me subo a un carro junto a alguien cuya voz suena como algo que me gusta. Casi no lo miro, pero me gusta escucharlo reír. No sé cómo se describe la risa de alguien, pero la de él es contundente y me hace sentir que está bien ser esta maraña nerviosa llena de lazos sueltos y rotos.

De regreso al sur, la casa huele a carne frita; quizás el olor que más me fastidia en esta época de la vida y que me hace anhelar una casa que tuve, una que olía siempre a vainilla: la casa a la que quiero llamar mía, donde Lila y yo escuchamos nuestra música y conversamos mientras hacemos el almuerzo (vegetariano).

Unos escalones más abajo me doy cuenta de que he pasado el día llorosa entre el calor que genera el cuerpito de Lila contra el mío y las canciones que me hacen sentir que está bien romperse el corazón de vez en cuando. Que así revivo, que así me mantengo atenta. Doy tres vueltas a la manzana y en cada vuelta un café. El primero con leche y sin dulce, el segundo sin leche y con dulce, el tercero amargo y oscuro. 

No me di cuenta por dónde se puso el sol. Yo me quedé al calor de las cobijas de la cama de mi mamá, sintiendo el paladar herido por las papas fritas mientras me aturdía con una peli de lo más cursi. Can we try? dice Ben Affleck con los ojos llenos de lágrimas. Me pregunto lo mismo con las mismas lágrimas. 

No puedo irme a dormir sin sentir de nuevo el olor a perro de mi perro y escucho la música de alguien a quien me gustaría besar. Ok. Una sonrisa antes de regresar al mundo. Que está todo bien y hay un millón de cosas extraordinarias que dejo escapar mientras hago pataletas de niña caprichosa. 

martes, 26 de octubre de 2021

Día 26/30: ropa

 Desde chiquita me encanta la ropa. Llenaba hojas y hojas con dibujos y recortes de vestidos, clasificados, ordenados y etiquetados de acuerdo a la ocasión en la que podían usarse. 

Un par de años atrás, me sentía tremendamente orgullosa de mi guardaropa. Me dediqué, cuidadosamente, a seleccionar vestidos, tacones y carteras que se amoldaran exactamente a la persona que me sentía en ese entonces. Desde que regresé de Brasil, me siento en una crisis de estilo sin tener la más remota idea de quién es la persona a la que estoy vistiendo. Así que he vuelto a la básico... la única forma en la que no me siento disfrazada de alguien más para ir por la vida. 

Hoy estrené una boticas que compré ayer. Pasé por una vitrina y me sorprendió ver exhibidas una botas exactamente como las había imaginado para usar con una falda azul que hace tiempo no me pongo. Así que me pareció como un pequeño mimo de la vida, justo ayer, que tenía el corazón lloroso. 

Y las boticas, color miel, las combiné con algo que me encanta: jeans y algo negro; un accesorio para poner algo de color y me siento perfecta. 

Ese pantalón, que por mucho tiempo fue mi preferido, lo recibí de alguien que me amó. Y yo amé la forma en que parecía conocerme por la ropa que me regaló. Intercambiar prendas lindas era una forma de decirnos: "quiero que seas feliz y quiero hacer lo que pueda para que sonrías". Así, nos dijimos amores con chaquetas, bolsos, camisetas y tenis. Por suerte, la ropa linda, o al menos una parte, sobrevivió a nuestro desastroso final y a nuestros corazones rotos.

El collar turquesa que me puse, lo compré en un viaje a la playa con otra persona que amé. No; que amo, en presente, aun con nuestros desastres y corazones medio rotos. 

Y el busito negro, bueno, eso fue algo que compré apenas regresé porque me recordaba a otra persona que amé: la que fui antes de irme, cuando sabía quién era la que abría, cada mañana, las puertas del armario. 

No es nada importante la ropa, pero es también la cosa más importante cuando pienso en la persona en la que quiero convertirme. Ya no me importa nada la ropa, pero cada vez que abro mi nuevo y reducido armario, algo sale volando y no logro retenerlo. Ahora me pongo cualquier cosa, pero cada vez que me miro en el espejo, sé que hay alguien que no ha encontrado el camino de regreso a casa. 

lunes, 25 de octubre de 2021

Día 25/30: inventa

Cuando sale de su trabajo, en una de las librerías más bonitas del mundo, Lautaro, que atiende en la primera planta, camina todos los días una cuatro calles hacia el sur para tomar el autobús. Algunos días, especialmente en las estaciones de aire frío, prefiere hacer una parada en un café cercano. Su preferido es el que, en una esquina, tiene ventanales enormes con adhesivos en dorado y verde.  Le gusta sentarse en el rincón, cerca de las plantas y de la barra; ahí es menos probable que lo interrumpa el tránsito de los otros clientes y el ruido cuando abren y cierran las puertas. 

En ese rincón las mesitas redondas de madera y las sillas tapizadas en cuadritos dorados hacen un espacio acogedor, perfecto para un momento a solas y de silencio. Medio a solas, porque en ese ratico en que disfruta algo caliente y algo recién horneado, Lautaro se aplica, diligentemente, a revisar los mensajes de su teléfono y a ir infinitamente hacia abajo en su Instagram, mirando todo y reaccionando a casi todo: su versión actual de vida social. Mejor así, con cierta distancia pero pareciendo interesado; así mantiene tibios sus lazos, tibia su relación con el mundo, tibio su corazón que se muere de frío. 

Ayer, que se sentó en su mesa de siempre, como algo inusual, perdió rápidamente el interés en los mensajes y los me gusta y se dedicó a mirar a través de los cristales como esperando ver pasar a alguien, con interés particular en los carros azules que avanzaban, lento, por la avenida. Sus ojos, moviéndose con rapidez, agitaron algo más, algo de adentro que ya no estaba tan tibio como otros días. Algo estaba caliente, muy caliente. Sus manos heladas, pero sus ojos ardían. Sus ojos ardientes derritieron todo y todo se derramó en el rincón sobre aquella mesa. Sus lentes, su chaqueta de lana, sus medias de puntitos, el vello de su pecho, las monedas que tenía en el bolsillo y la tarjeta del subterráneo, todo se quedó mezclado en un líquido viscoso, escurriendo del rincón hacia la barra. 

Salió tranquilamente del café, como cualquier otro día, con las manos en los bolsillos, con una sonrisa insulsa pero apacible. Lo único diferente, quizá fue un ligero calor que dejó en el picaporte de la puerta que tocó al salir y que el siguiente cliente advirtió ligeramente al cruzarse con él. 

domingo, 24 de octubre de 2021

Día 24/30: alguien que ya no está

 Pa:

A veces me pregunto cómo sería mi vida si estuvieras aquí. Me pregunto si me habría convertido en esta persona que me gusta tanto ser, pero que, me parece, es tan diferente de lo que a ti te habría gustado...

Desde que te fuiste, mi mamá y yo hemos hecho tantas cosas juntas; cosas que nos hacen felices y que sólo podemos hacer porque tu ya no estás. Qué extraño sentimiento. 

Tener tu compañía y no tenerla son dos cosas que se parecen tanto... y se parecen por la intensidad con la que se notan en mi vida. Tener tu compañía siempre fue un recordatorio de todo lo que quería cambiar en el mundo y dentro de mí. No tenerla, ha sido por todos estos años, un recordatorio de que tengo el poder y la libertad para hacerlo. Las dos cosas requieren tanto coraje, tanta honestidad, tanta fuerza para ver las heridas que nuestras formas de amarnos nos causaron... 

Hay días en que siento profundamente la falta de cosas pequeñitas que ponías en mi vida; ahora, que puedo verte como lo que fuiste, igual que yo, un corazón roto y frustrado, un puñado de ilusiones y momentos felices, no hay nada que pueda oscurecer la luz de tu amor brillando dentro de mí.

Tú, igual que yo, hiciste tu apuesta. Unos días ganaste, unos días perdiste. Tú, igual que yo, igual que todos, te miraste en el espejo y viste un profundo anhelo de ser feliz. Unos días lo hiciste, otros días no. 

Tú, igual que yo, te fuiste como viniste, cada día y al final de los días. Creo que, al final, no te fuiste del todo y quizá por eso, porque ahora lo sé, es que me convierto en esta persona que me gusta tanto ser. Y que te guste o no, ya no importa, finalmente, ya no me importa. Y eso está bien. 

sábado, 23 de octubre de 2021

Día 23/30: mamá

Hace unos años era, físicamente, idéntica a mi mamá. Ahora, no sé qué tanto. Me he empeñado tanto recientemente en parecerme a mí misma, que no sé si eso haya borrado un poco las cercanías genéticas de nuestra apariencia.  Sin embargo, aún estoy muy lejos de acercarme a la transparencia y generosidad de su corazón que mira al mundo sin una gota de desconfianza, sin un rastro de duda sobre la naturaleza de la vida humana. Me esfuerzo todos los días para que la bondad que florece dentro de mí se parezca, al menos un poco, a la que florece en ella. Ella, que es la primavera siempre y comparte siempre y nunca se guarda nada. Ella, que no lo dice, pero siempre lo hace. 

viernes, 22 de octubre de 2021

Día 22/30: monólogo interno

Nunca sé cómo empezar y me parece que siempre escribo exactamente lo mismo: Es como si versionara las mismas frases una y otra vez. Al final ¿a quién le importa?

Nunca escribo lo suficiente, nunca edito lo suficiente, nunca soy lo suficientemente rigurosa conmigo misma, con mis tiempos en la escritura, con los riesgos que quiero asumir. Pero al mismo tiempo, este momento sagrado de escribir es el templo donde celebro mi vida y mi corazón, donde experimento formas de nombrarme y de describir el mundo. Me convierto toda en el acto de creación de todo lo que soy y lo que habito. 

Parece que todo es un espejo. Todas las palabras y las historias hablan solo de mí, que como antes de nacer, floto en la oscuridad de mi propio ser. Así, el mundo afuera no es más que la conciencia del mundo que adentro crece y colapsa y se regenera al ritmo de las palabras que lo crean. 

Siempre hay cosas que decir, porque hacerme a mí misma es tarea de todos los días. Porque siempre hay palabras desconocidas y ritmos que aún no he ensayado. Siempre hay cosas que decir porque nunca estoy satisfecha con lo que encuentro cuando corro los velos en la noche y me encuentro, a solas, cara a cara con mi yo-de-este-día. Esa entrevista secreta siempre me deja con hambre de más y siempre me deja en la boca el sabor amargo de la pregunta ¿dónde está el engaño en todo esto? ¿qué es lo que estoy tratando de esconder?

jueves, 21 de octubre de 2021

Día 21/30: raíces

Querida Mari:

Para los días en que sientas qué ya no sabes a dónde perteneces quiero que recuerdes un par de cosas.

Hay una floración en cada primavera, y cada año, las raíces son más profundas. Contrario a lo que pensábamos, nuestras raíces cambian todo el tiempo; cada parte de nosotras que florece es solo el resultado de haber permitido a las raíces hacer su trabajo en cada momento. Pero el trabajo de las raíces ocurre más abajo, más adentro, donde es más oscuro, más húmedo y más lleno de bichos. Para crecer, hay que dejar que esa parte de nosotras exista y se exprese de una forma vigorosa y natural.

Nuestras raíces: nuestra fuente de nutrición; nuestro soporte en el mundo; nuestra conexión con otros seres.

Nuestras raíces, no son más que la parte de nosotras mismas que crece hacia abajo, hacia lo más escondido, que es también lo más fértil. Cuando sintamos que el viento es muy fuerte y parece que va a derribarnos, lo más sabio es bajar allí donde las cosas se descomponen, y apestan, incluso. Y vamos a encontrar que es todo aquello que está bajo la superficie, lo que realmente puede sostenernos. 

No hay nada en la superficie que pueda sostener a un inmenso árbol como lo hacen sus propias raíces. No hay nada en la superficie que pueda proteger a un brote como lo hacen sus propias raíces.

Cuando nos sintamos brote o cuando nos sintamos árbol inmenso, que podamos recordar que no hay nada en la superficie que pueda sostenernos y protegernos como lo hará la oscuridad de nuestras propias raíces. 

miércoles, 20 de octubre de 2021

Día 20/30: lugar

Es una casa pequeñita. Cuando abres, con dificultad, el portón de la calle encuentras un corredor estrecho y oscuro. Al final, las escaleras conducen a un segundo corredor de cielo abierto en la siguiente planta. La primera puertita a la derecha... ahí, ahí es. La felicidad.

En el patio hay montones de macetas de todos los colores, hay helechos, suculentas, plantitas de hojas y hasta un par de aromáticas. Ahí lo puedes sentir: hay amor germinando en todas las estaciones. 

Detrás de la puerta blanca encuentras la cocina. Las cosas son simples, pero simples en el sentido de ser esenciales, de ser puramente lo que son y descubrir, así, la vida como es. Con altos y bajos, con piezas nuevas y piezas quebradas, con la belleza que solo tienen las cosas que tienen historia. 

Luego, hay una salita comedor que deja ver por todos lados que ahí, en esa casa, vive alguien que sabe construir y sabe reparar y sabe inventar y sabe crear, de la nada, un hogar, una vida, un universo luminoso para habitar. Hay negro y fucsia y dorado y blanco; hay cosas brillantes, cosas acolchadas, cosas transparentes; hay llantos y éxtasis; libertad y valentía. 

Al fondo, está la cama junto al ropero. Siempre huele a las cosas más entrañables de la infancia: a pomarrosa, al viento de agua salada, a helados de chocolate cubiertos de chocolate... Y hay un silencio que trae ecos de llantos consolados y acompañados. En verano, el silencio se rompe con el zumbido del ventilador y, entonces, se vuelve coro de bailes y de carcajadas y esparce por todo lado el olor de los pomelos, las frutillas y las cerezas; de las pizzas y las cervezas heladas.

Todo ahí está puesto en su lugar incluso en los días de desastre. Cada cosa te habla de sí misma y te habla de la vida que se inventa a cada paso. 

No hay lugar que sea más hogar que ese hogar y donde sea que Ella vaya, ese lugar también va. 

Ahora es esa casita, pero es Ella, siempre es Ella. 

martes, 19 de octubre de 2021

Día 19/30: rituales matutinos

La mañana es importante, el silencio es importante, empezar despacio y a su propio ritmo es importante.

No sé si por sabiduría o por soberbia, le gusta despertarse antes que el sol y sentarse en silencio a hacer parte de la vida tal como es. La pijama puesta, el pelo desordenado, un par de cobijas en las piernas y las manos en el regazo. Cierra los ojos y pone la atención en la sensación suave del aire al entrar y salir de la nariz. Cuenta hasta 10; hace una pausa; de nuevo; cuenta hasta 21; hace otra pausa; de nuevo; y así, por unos 35 minutos. 

Luego necesita sentir su propio corazón alimentando con sangre fresca cada órgano del cuerpo; por eso, mientras se mueve y se fatiga, sabe que le está haciendo un regalo de amor a cada célula que la sostiene. Le gusta respirar fuerte y sudar y sentir la fuerza cuando fluye en movimiento con el inspirar y el expirar. A veces, cuando debe detenerse algunos segundos en alguna posición incómoda, se pregunta ¿por qué hago esto? y se responde que lo hace porque la vida es también así, le pide, por momentos poder estar incómoda, poder sostener el dolor por un instante, poder hacer algo que cree que no puede hacer, y al final esa incomodidad, ese dolor, esa incapacidad también cesa y la vida sigue y nada grave pasa. Porque es así como la vida se expande y sucede. Es así como ella se expande y existe. 

Y para terminar de empezar, calienta un poco de agua filtrada, justo lo necesario antes de que hierva. Pone con atención un saquito en la taza y sirve el agua despacio; le gusta ver cómo empieza a  tornarse verde poco a poco y a desprender un aroma seco, un poco amargo. Unos cinco minutos después, cuando empieza a disfrutar de su té, se siente como la persona más afortunada del planeta.

Y así todos los días. Casi todos.

Así siente que hay algo de dónde sostenerse, algo que le pertenece y que le da la ilusión de control, de saber lo que está haciendo con su vida y de que es algo bueno, algo que le conviene, algo que brilla entre tanto caos.


lunes, 18 de octubre de 2021

Día 18/30: roturas y rupturas

Planeaba que sucediera unos seis meses después, pero, ese jueves, cuando llegué a casa después de clase, comprendí que no podía esperar un día más. Nos sentamos juntos en el sofá, uno frente al otro y entonces se lo dije: ya no quiera estar casada.


La mayoría de las partes de mi cuerpo han sobrevivido a mis años con bastante integridad. No hay muchas marcas que indiquen dolor, no hay muchas cosas reparadas o remendadas. Todo lo que se ha roto, se ha roto por dentro y las marcas, más visibles de lo que a primera vista parecen, son más evidentes entre más cerca me siento de alguien.


Me gusta respetar los límites y las normas que hacen que el mundo mantenga algún tipo de orden lógico. Pero aprecio el valor de rebelarse en las cosas pequeñitas: levantar la voz en el momento justo, usar el vestido de color incorrecto, escribir el propio nombre donde se espera que pase desapercibido... 


Para siempre es la peor manera de arruinar cualquier cosa.

domingo, 17 de octubre de 2021

Día 17/30: algo que no

 No me gusta, definitivamente, sentirme enojada.

Detesto ese calor que me sube por el cuerpo y me hace sentir las mejillas enrojecidas. Me incomoda horriblemente esa respiración corta y alta que me causa mucha tensión y me hace olvidar el resto de mi cuerpo. Quisiera evitar esa humedad en los ojos que acompaña a mi mandíbula apretada y esa sensación de vacío en la panza.

Pero lo que menos me gusta es esa molestia que se queda como pegada de todo lo que soy y que me cuesta tanto limpiar. Es una sustancia tan rápida y tan penetrante que contamina las palabras, los gestos, los planes, la forma que miro, inclusive, la manera en que me percibo a mí misma.

No me gusta sentirme enojada principalmente porque soy infantil y terca, entonces me toma días deshacerme por completo de la idea de que debería, radicalmente, acabar con algo, abandonar algo, destruir alguna cosa. 

Entonces respiro y vuelvo a sentir mis manos y mis pies, mi espalada apoyada en el respaldo de la silla, mis mocos del llanto tapando mi nariz. Abro una pequeña puerta para evacuar el enojo y poquito a poco, vuelvo a ser yo. 

viernes, 15 de octubre de 2021

Día 16/30: clima imaginario

Aquí donde vivo hay dos estaciones que tienen dos clases de días: los días de adentro y los días de afuera.

En la estación de adentro el cielo se llena de grises y apenas hay un sol que ilumina, pero que no calienta. Me despierta el sonido de la lluvia en la ventana y la casa suele perfumarse de un té especiado que me conforta. 

En la estación de afuera, las mañanas están llenas de pájaros y entra por la ventana el olor del pan recién horneado. Hay un cielo rosado que invita a salir y recorrer bosquecitos húmedos con el corazón explotando al ritmo de los pasos. 

En la estación de adentro hay cobijas y medias calentadoras. Hay un viento frío que convoca las cosas que ha tejido mi mamá y que hacen sentir, que incluso estando fuera, estoy al calor del abrigo de una casa.

En la estación de afuera hay libros en los parques y charlitas en los cafés de la ciudad. Hay un viento frío que se mete por debajo de la blusa y emociona la piel de mi espalda.

En la estación de adentro se asoma la luna por raticos.

En la estación de afuera siempre es luna nueva pero hay planetas que brillan con una luz intermitente. 

En la estación de adentro las visitas llegan y se van y se quedan a veces a refugiarse de sus propios inviernos o a compartir las flores de sus primaveras.

En la estación de afuera, soy yo la que sale en busca del sudor de las pieles del verano y los abrazos nostálgicos de mi propio otoño.

En todos los días hay algo interior que canta, algo que se reconoce cuando la vida transcurre adentro o cuando se expande afuera, algo que nunca cambia, en ninguna estación, en ninguna noche, en ninguna vida. 

jueves, 14 de octubre de 2021

Día 15/30: perros

Estoy acostada boca abajo en mi cama en un domingo de esos lloviznosos de abril en los que el sol se asoma por raticos y crea una humedad que flota por la casa. Es cerca del medio día, esa hora en que las cosas de hacer ya están hechas y es tiempo de hacer una pausa. Aún uso el cabello largo y liso y Lila no tiene más de cuatro meses; de eso han pasado un poco más de seis años. La casa está limpia y huele a vainilla, como siempre que está limpia, y el cubrecama blanco brilla en mi habitación. Aún tengo un círculo rosado lleno de flores pintado en la pared y creo que hace que todo se vea más lindo. 

Me gusta el sonido que hace Lila cuando se despereza y rasguña la textura de cuadritos de la cama. Me enojo pero la dejo hacer. Su olor de cachorro se confunde con la vainilla y es, absolutamente, mi olor preferido de esa época de mi vida. Hay entre nosotras una alegría transparente sabiendo que en ese domingo, como en la mayoría, somos solo nosotras dos, que esta casa no la compartimos con nadie y que dividir una ensalada de frutas para el almuerzo está perfectamente bien, para mí, como humana, para ella, como cachorro y para nosotras, como familia. 

Hoy es uno de esos días de dejarme con ropa de casa, una sudadera gris y una camiseta fucsia, porque el plan es estar entre la lectura en el sofá y las pelis en la cama. Pero a las 11:00, con tanta luz y ese calorcito entre nosotras, es hora de una siesta. Para Lila, recientemente, no hay un mejor lugar para dormir que sobre mi cuerpo que la acoge. Así que, entre sus gruñidos y juegos, termina sobre mi espalda y se acomoda. Yo no me acomodo de ninguna forma, pero me quedo lo más quieta que puedo para que ella lo esté. Y así nos quedamos, ella, con su respiración dormida de cachorro y yo, intentando hacer una foto linda de nosotras así, una foto de algo que parece felicidad, de un mundo inventado que nos gusta compartir. 

miércoles, 13 de octubre de 2021

Día 14/30: de atrás para adelante

 Tengo una pulserita de cristales que me hace sentir protegida.

Fue un regalo de Mariana, una amiga mexicana que me recibió en su casa en Tehuacán un poco de improviso y con una generosidad sin igual. Ese día antes de recorrer el Museo de la evolución, cuyo recorrido termina en la tienda de cristales, comí el mejor helado que haya probado hasta hoy. Helado de piñones rosados. 

Según ella, era algo que no podía dejar de probar en esa, mi segunda visita a su ciudad, eso fue lo que dijo apenas fue a buscarme al teminal de autobuses el día anterior. Y tenía razón. Esa pulserita, el helado de color rosa pálido y la misma Mariana son poco comunes y extraordinarias. Tehuacán es una de esas ciudades de recuerdos que están trazadas en mi corazón.

martes, 12 de octubre de 2021

Día 13/30: yo del pasado

A esta persona que fui el miércoles 7 de enero de 2015 a las 12:15m:


Ojalá pudiera decirte que va a estar todo bien y que esa sombra que se ha instalado en la cabecera de tu cama, es algo transparente y sin peso. Que en un par de días vas a sentirte mejor y que te espera un tiempo maravilloso, con todos esos nuevos retos, que vas a brillar y, entonces, todo va a brillar contigo. Que esta pequeña familia de tres, en algún momento va a ser una familia feliz. 

Pero, a riesgo de parecer fatalista, debo decirte que es momento de preparar todo lo que tengas a mano para defenderte porque esa sombra va a seguir creciendo hasta abrazarlo todo, hasta abrasarlo todo y va a quedarse contigo por un largo tiempo. Entonces, cuando ya no quede nada de nada, cuando pierdas hasta la última gota de alegría y estando seca, como vas a estarlo, vas a arder también. Y entonces, finalmente, ahí si no va a quedar nada de nada.  Y eso, aunque sea terrible, es también lo mejor que va a pasarte.

Y después de eso no vas a tenerle tanto miedo a la oscuridad. Y cada vez que vuelvas a estar envuelta por la sombra, aunque vayas más abajo, vas a ir también más profundo. Y cada vez que vayas más profundo vas a tener menos miedo. Y cada vez que sientas que tienes menos miedo, todo va a ser más transparente y sin peso. Y entonces, así, tarde o temprano, esa sombra que se ha instalado en la cabecera de tu cama será, efectivamente algo transparente y sin peso. 

lunes, 11 de octubre de 2021

Día 12/30: objeto

Me interesan los objetos bellos. Las cositas que tienen alguna historia y sí, también las cositas rosadas, doradas y llenas de flores. 

Cuando he tenido una casa he intentado, con mucho cuidado y mucho amor llenarla de objetos lindos con la suerte de haber recibido, de quienes me conocen y me aman, regalos maravillosos como un cofre metálico antiguo con un relieve clásico que, al parecer, es de la década de los 20, que mi hermana me compró en San Telmo. De ese mismo mercado tengo un cofrecito de madera redondo que ha viajado conmigo siempre y un juego de plato y tacita donde amo tomar el té.

En mi primera casa tenía algunas piezas antiguas de madera. Una silla y una mesita ratona de la abuela de mi esposo, la máquina Singer de pedal de su mamá; cosas que perdí en nuestro divorcio y que me habría encantado conservar. Hay muchos objetos hermosos que perdí en ese tiempo, objetos que me habría encantado conservar. Pero, a veces, los objetos hermosos se convierten en pequeñas armas de defensa cuando nos estamos divorciando.

En mi segunda casa no tenía muchas cosas, así que hice muchas cosas con mis manos: cojines, cubrecamas, cosas para la cocina y hasta un mural para suavizar el espantoso estuco veneciano naranja de la sala. Pero allí gané otro objeto hermoso. Una sillita antigua que mi padre mandó reparar y tapizar para mi en una moderna tela ocre con cuadritos cafés. No era un sofacito muy cómodo pero sentarme allí me hacía sentir millonaria, me hacía sentir amada.

En mi tercera casa, menos fría y menos oscura que la segunda, tuve que ceder, de nuevo, espacio para los objetos de alguien más. Y no me gustó. Ahora que intento recordar sólo puedo pensar en que había una mesa muy grande y objetos prácticos y feos. Seguro que no era así, siempre he tenido casas llenas de cosas lindas. Seguro que práctico y feo fue el modo en que dejé de ceder espacio para los objetos de alguien más.

En mi cuarta casa, cuando la reconquisté solo para mí, pude, finalmente, sentir que yo hacía parte de ese lugar. Cuando, en las tardes, el sol entraba por las claraboyas y tocaba las lámparas japonesas de colores y los banderines de tul que adornaban la sala, yo sentía que ahí, finalmente, habitaba mi corazón; que no había nada malo en mí por desear rodearme de belleza, que valía la pena dedicar un fin de semana o dos para buscar objetos brillantes y delicados y totalmente inutiles para construirme una casa completamente mía. De esa casa y los objetos que la habitaron me quedo con esto: sobre el tapete gris oscuro de la sala, un cajón de madera casi en pedazos de tan antiguo; sobre el, una carpetita color crudo tejida en crochet por mi mamá; sobre ella, una planta acuática en una maceta transparente; a su lado, una tetera negra de barro con asa de bambú; junto a ella, una taza azul celeste, una taza blanca con un motivo de rosas antiguas y una cuchara untada de azúcar; un poco más al borde, un libro de poesía de Andrea Valbuena de color lavanda; al lado de todo eso, yo, escribiendo tres versos y sintiendo de nuevo que mi corazón roto era el objeto más bello de todos los objetos bellos del mundo. 

domingo, 10 de octubre de 2021

Día 11/30: "me acuerdo de"

Me acuerdo de haber sido una niña muy tímida, absolutamente convencida de ser mucho menos de lo que era.

Me acuerdo de las tardes de vacaciones cuando hacía mucho sol y mi abuela salía para decirnos que era hora de comer helado. Esos heladitos que se hacían en casa en los moldes redondos y plateados con el jugo del almuerzo. Los de guayaba eran mis preferidos, tan exageradamente dulces, con grumitos de fruta y en la base, la escarcha en la que se había convertido el líquido claro que quedaba en la superficie cuando el jugo empezaba a congelarse. 

Me acuerdo, mucho, de la cocina de mi abuela en nuestra infancia. En las alacenas de arriba siempre había cosas ricas para comer. Cosas que en casa nosotras no teníamos, cosas que mi tía podía comprar y mi mamá no podía y entonces siempre era un momento feliz cuando podíamos comer algo de esa alacena.

Al otro lado, en el mueble que siempre fue verde pero ahora es blanco, estaba el tarro del pan. Ese tarro rojo de tapa blanca, cuadrado, donde, hasta hoy, sigue estando el pan. Siempre había pan fresco de la panadería de don Juan y siempre podíamos comer. Claro, siempre había que pedir permiso pero podíamos comer. Porque aprendí muy pronto que pedir ese permiso era algo muy, muy importante y que tomar algún bocadillo o alguna chocolatina Jet sin haberlo hecho, era un motivo de profunda vergüenza. Creo que nadie me lo enseño, pero yo lo aprendí muy pronto. 

Y me acuerdo del monedero negro de mi abuela en la ventana de esa misma cocina, llenísimo de monedas con las que nos mandaban a comprar el pan y si, la Coca Cola que siempre estuvo en la puertica de abajo del mueble de madera. Claro, para tomar Coca Cola, obvio, también había que pedir permiso y se pedía con cautela, porque tampoco en casa había Coca Cola, lo que la hacía parecer como algo muy valioso, algo que no se puede gastar tan pronto, algo que no se puede tomar así como así.

Ahora no sé si haber sido tan tímida y haberme sentido siempre menos, mucho menos, tiene que ver con esto de pedir permiso para tomarme una Coca Cola con pan. No se si debía pedir permiso porque, en efecto, era mucho menos o si, simplemente, me sentía mucho menos, porque tuviera que pedir permiso.  En todo caso, aun ahora, cuando voy a comerme un bocadillo o a tomarme una Coca Cola, una partecita de mí tiene que pedir permiso y otra partecita de mí tiene que dármelo y tiene que decirme que está bien y que es mi derecho comerme todos los bocadillos y todas las Coca Colas, juntos si quiero, aunque sea algo asqueroso, pero en fin, que ya no estoy en la cocina de mi abuela.

sábado, 9 de octubre de 2021

Día 10/30: anuncio

Con la nueva función automática (incluida en algunos modelos), es posible olvidarse de las peleas contra uno mismo cuando la fuerza, física o espiritual, no son suficientes para cumplir con las tareas cotidianas. 

Si es hora de escribir esos poemas, de tener esa conversación difícil, de terminar de desempacar la mudanza o de ir a trabajar a esa oficina que ya no se tolera, basta con encender la función automática y reservas de energía serán inmediatamente transmitidas a los centros cerebrales precisos para poner en acción los mecanismos biológicos y psíquicos que permiten llevar una vida humana funcional*.  

Diseñada con la más avanzada tecnología  de IA, la función se va perfeccionando con el uso, permitiendo una transición cada vez más rápida e imperceptible. Ya no habrá más excusas; será como contar con la voluntad e iniciativa de dos individuos, en lugar de uno, trabajando para usted. 

*Los resultados pueden variar según las expectativas y estándares de cada individuo.

viernes, 8 de octubre de 2021

Día 9/30: enamoramiento

No podría decir que me enamoré en cuanto lo vi. En realidad, salir con él era parte de mi tratamiento para buscar un camino de regreso de uno de los lugares más oscuros de mi vida adulta. Así que, de hecho, como pocas veces, llegué a la cita sin mucha expectativa. Fue tan fácil llegar hasta ese momento! fue todo tan tranquilo y natural que cuando llegó la hora de despedirnos y se ofreció a llevarme en su moto a casa pude decir, sin ninguna intención oculta, "no, gracias, prefiero caminar". 

Pero sí me enamoré la segunda vez que lo vi. Fuimos al Chorro de Quevedo en la tarde de un sábado de junio que recuerdo de vientos particularmente fríos. 

Nos sentamos en una banquita con los cascos de la moto entre los dos, creando un espacio que, en algún punto, me pareció infranqueable. Y hablamos y hablamos y hablamos de cosas que, obviamente, me parecieron encantadoras. Era demasiado tarde, yo ya estaba enamorada. Sus preguntas por mis primeras experiencias amorosas y sexuales me pusieron nerviosa. Siempre me he sentido insegura sobre esas historias del primer beso, primeros novios, primeras veces con el sexo. Aún me parece que mi desarrollo sexual tardío obedece a una suerte de inferioridad biológica, a un defecto congénito que me hacía menos deseable, ligado a la carencia de una belleza y de un encanto que, en las otras, era algo de lo más natural.

Después de unas dos horas, inevitablemente, el tema se va agotando mientras el deseo no para de crecer. Así que, en uno de esos silencios incómodos que acontecen en las primeras citas, él me pregunta ¿en qué piensas? y yo le contesto que lo que pienso no se lo puedo decir, que se lo tengo que mostrar. Y entonces, no sé ni como, me deslizo por encima de los cascos y lo beso.

La humedad de nuestra cercanía convoca una de esas lloviznas bogotanas que nos obliga a salir de ese lugar, exageradamente público para el tono de nuestros besos. Así que, con el pretexto más tonto (y dulce) del mundo, decidimos que vamos para su casa.

Tres cosas sellaron definitivamente ese día como el día en que me enamoré de él:

La forma en que, por debajo de mi blusa, me reveló unas manos increíblemente delicadas mientras hacíamos un té y hablábamos de telas y costuras.

El gesto con el que me desnudó frente a un espejo de cuerpo entero y me dijo al oído: te ves muy linda sin ropa.

La música que disfrutamos antes, durante y después de tener sexo en su cama. Selección musical que no ha variado mucho desde entonces y que, aunque ya no me sorprende, todavía me enamora. 


jueves, 7 de octubre de 2021

Día 8/30: fuera de cuadro

Ensayó cuatro veces la sonrisa antes de, finalmente, enviar la foto.

El café aun no estaba listo, pero el agua ya burbujeaba sobre la estufa. Un minuto para empezar el día así, sintiendo un poquito de amor desde el otro lado del planeta.

14 horas de diferencia. 7:02 am/ 5:02 pm, pero es el mismo día de reconocer lo bien que se siente cuando alguien te pide un beso, alguien que mira más allá de los platos sucios, las noches mal dormidas y las peleas familiares. 

Las manzanas seguían empacadas justo donde quedaron la noche anterior. Fue día de cosecha y el sol y el viento estaban todavía vivos en el cuerpo. Ese cansancio, esa energía que con la ducha de la mañana se extendió a cada músculo y se hizo consciencia.

No había prisa así que pudo ensayar la sonrisa cuatro veces pero, solo en la tercera escondió la panza; tal vez así se veía más alto, más seguro... se veía encantador.

Hizo un día precioso desde el comienzo. Pero, bueno, esta rara forma de pretender la cercanía nos permite pretender también que el día es más bonito porque alguien sonríe desde temprano para, entonces, hacernos sonreír.

El día comenzó muy bien. El café quedó listo usando sólo la mano derecha. Con la izquierda escribió: I hope you have a great evening.

martes, 5 de octubre de 2021

Día 6/30: pesadilla

 En casa había un invernadero muy grande donde mis abuelos cultivaban flores. Era hermoso entrar y ver amarillo y violeta y blanco por todas partes. Ese olor terroso y mas bien amargo que tenían aquellos surcos florecidos y el calor de ese lugar, un poco asfixiante, son cosas que siempre me gustaron.Ese lugar me proporcionó algunas de mis sensaciones preferidas en la infancia.

Pues resulta que alguna noche, tal vez era final de tarde, llegué ahí con mucho miedo, sabiendo que algo malo estaba sucediendo.  Todo pasó muy rápido. Yo entré al invernadero como tantas veces, pero, ese nefasto día encontré un montón de hombres vestidos de negro. Me quedé paralizada mirando hacia el final de uno de los surcos donde esos hombres tenían aprisionada a mi mamá.

Todo fue muy confuso mientras me amenazaban y no sé cómo el arma llegó a mis manos. 

Ahora, a la distancia, puedo verme a mí misma como esa niña asustada, con una cinta en la cabeza, con un arma entre las manos.

Y así, sin saber cómo ni por qué, disparé.

Mi mamá cayo allá lejos, al fondo, donde estaban todos esos hombres.

Jamás he olvidado, en estos más de 20 años, cuanta angustia y miedo sentí cuando supe que había sido yo y que había sido ella.

Corrí de prisa a su cama para ver que ella estaba aún ahí y que, a pesar de haber sido yo, ella me abrazaba y me dejaba dormirme de nuevo a su lado.  

lunes, 4 de octubre de 2021

Día 5/30: Sueño

 Hay temporadas en las que sueño más y otras en las que, creo, no sueño nada. O, mejor dicho, no tengo ningún rastro de haber soñado. En todo caso, cuando sí sueño, esos rastros desparecen instantes después de haber despertado.

Tal vez sea más común que algún recuerdo del sueño de la víspera aparezca repentinamente durante el día, muchas horas después de haber entrado en la vigilia. Pero, en realidad, recuerdo muy poco. Así que estoy dilatando estos primeros renglones tratando de atinar alguna cosa que tenga que ver con la consigna de hoy.

Pero, ya está, desisto de escribir sobre algún sueño reciente o recurrente. Hace mucho que pasé mi etapa de procurar significados en los sueños, de interesarme por su forma o contenido... ya no me intereso sino en las sensaciones físicas de los sueños. Esa conexión que mantiene el cuerpo con el mundo transparente de los sueños.

Eso sí me pasa con frecuencia y de eso sí que me acuerdo.

Despertarse de la risa o del miedo y ser consciente de los espasmos de alegría en la panza o del corazón que se agita en el pecho, incluso antes de abrir los ojos... eso es una maravilla. 

Ahora, despertar por un orgasmo producto de los sueños, eso, que solo me ha sucedido un par de veces, es tener lo mejor de los dos mundos, de la vigilia y del sueño. Eso, quisiera que me pasara todos los días, así no durmiera ni una noche sin interrupción.

domingo, 3 de octubre de 2021

Día 4/30: Obsesiones

 Ayer hablé de mi obsesión por las listas y hoy, justo, se trata de obsesiones.

Si tengo que elegir una para ser puesta a la luz, qué mejor que aprovechar para ventilar una heridita que durante tantos años ha sido cubierta.

Si, también he hecho, obsesivamente, una lista sobre las cosas de mi cuerpo en las que quiero trabajar (y cuando digo trabajar, léase, obviamente, hacer todo lo que esté en mi poder para quitarme de encima la incomodidad que me produce)

Lo primero, siempre, es intentar ser más "saludable", que no es más que un eufemismo para decirme a mí misma que podría estar más delgada de lo que estoy y que nunca hago tanto ejercicio como mi obsesión cree que debería. Pero ya soy bastante delgada y, en realidad, también soy bastante saludable. Pero ese no es el punto. Se trata, al fin y al cabo, de la obsesión con no ser nunca como "en realidad" podría ser; un poco más de esto, un poco menos de aquello. 

Ahora pienso que tal vez hay obsesiones que nos han caído, literalmente, del cielo. En mi caso, de una educación correctamente cristiana y, por supuesto, incuestionable. ¿Quién podría cuestionar la obsesión de mi padre por estar siempre saludable? En mi inocencia, eso era, simplemente, no tener un panza inmensa como la que tenían los hermanos de mi padre. 

!Oh parajoda! de todos, mi padre fue el primero en caer enfermo y morir. 

Y al morir mi padre, ¿qué fue lo que pensé? Pues que debería poder hacer algo para ser más saludable (ya que, al parecer, la versión "saludable" de mi padre se conectaba, directa o indirectamente, con un fulminante cáncer de páncreas)

Así que, hice mía, abiertamente y jurando hacer algo bueno, la obsesión que mi educación me tiró encima y de la cual, hasta el día de hoy, aún no me logro deshacer. La de ser saludable.

Y esa obsesión, que ha sido mi lastre desde la infancia, me ha traído un montón de pequeñas y temporales obsesiones: ayunos, jugos, infusiones, libros, horarios, estilos de alimentación... pero sobre todo me ha traído culpas y vergüenza y llanto. Todo por algo tan  (complete usted aquí)  como ser saludable. 

sábado, 2 de octubre de 2021

Día 3/30: 10 cosas

Una de mis pequeñas obsesiones es hacer listas. Listas de pendientes, de proyectos, de cosas prohibidas, de personas que x o y... Listas que me permitan ordenar el mundo, darme una estructura para no derrumbarme por dentro, para tener, por un momento, la ilusión de que las cosas van a ir de acuerdo a algún plan y de que, para cuando la lista esté completa, alguna cosa estará en su lugar.

Pero hoy se trata, simplemente, de una lista de 10 cosas a las que, en este instante, no les había prestado mucha atención.

1. Hay un ruido de agua que parece ser de alguien que está tomando un baño en el apartamento de arriba.

2. Normalmente cruzo los pies (y las piernas) de forma muy tensa y por eso se me duermen con frecuencia. Ni me doy cuenta de cuando eso sucede, hasta que es doloroso... me pasa con eso y con muchas otras cosas.

3. He pasado mucho tiempo escribiendo, en una mala postura, seguramente, y mi codo derecho empieza a resentirse. 

4. He comido demasiado. Me faltó voluntad para resistirme a las comiditas culposas que tengo aquí y que en casa no tengo. Pero, qué puedo decir... también estoy aprendiendo a equilibrarme entre mis excesos. Ya no me odio por eso, ahora me conmuevo cuando me miro al espejo arrepentida.

5. Me gustan las ciudades. Me emociona ver cómo, mientras el cielo comienza a oscurecer, las luces de los edificios empiezan a iluminarse. Y ¿qué hago entonces con estos impulsos de dejarlo todo (otra vez) y esconderme en el campo con mi perra, con mis matas, con mis anhelos de una vida invisible donde sí se pueda respirar?

6. Mi propia compañía es la cosa más dulce que ha podido pasarme en mucho tiempo. 

7. Usar un vestido holgado sin ropa interior me conecta con una sensación de alegría que pocas cosas consiguen. 

8. Hay algunas excentricidades dentro de mí que no tiene caso querer suprimir. Aunque no se expresen como antes, así es cómo me gusta ser cuando nadie está conmigo.

9. No sé como se llama un pensamiento que permanece, ese que, aunque no sea el pensamiento predominante, está siempre de fondo, como la respiración, que aunque no la notas nunca se va. Bueno, así, a veces, es que las personas se instalan en mi corazón. 

10. El viento lo cura todo.   

Y bueno, con la lista terminada, creo que sí hay algo que se ha puesto en su lugar. No sé como se llama, pero se ve como algo que brilla.

viernes, 1 de octubre de 2021

Día 2/30: autobiografía

Cualquier día me levanté para darme cuenta de que, a lo mejor, ya estaba hecho... me había convertido en una persona que me gusta.

Y no porque fuera particularmente agradable, porque tuviera ojos bonitos y piernas sexys; poco tiene que ver con el amor leal que me tiene mi perra o las razones por las cuales he merecido la inmensa fortuna del amor de mis amigas y algunos seres maravillosos que andan por el mundo. 

Me gusta esta persona que soy porque cada vez le temo menos a mi cara roja de vergüenza. 

Porque he aprendido a disimular mis arrugas en las fotos, y es que, no, no me gusta tener más arrugas, pero puedo tolerar con amabilidad esa incomodidad que me produce hacerme vieja... perder algo que siempre sentí que era importante. No, no me peleo con mi vanidad aunque a veces me haga daño. Vivo entre el amor y el odio con este cuerpo que come mucho o no come nada, con estas hormonas que renuncian a darme una vida decente por algunos días al mes, por un par de semanas al año. 

Me convertí en alguien que me gusta gracias a no tener opción cuando todo lo que detesto de mí se me vino encima. Cuando me di cuenta de que en realidad no soy tan dulce, tan buena, tan paciente, tan... Sí, pude decirme a mí misma y, por ahí, hacerle saber a quienes me aman que aunque sigo intentando ser perfecta, ahora sé que no tiene caso, que a nadie le importa, que en realidad es lo peor que puedo intentar ser y que todo el mundo tiene alguna pelea casada con esa sombra que a mí, como a tantas y también a tantos nos ha hecho la existencia mucho más ardua de lo que debería. 

Cualquier día me levanté para darme cuenta de que, sí, me había convertido en alguien que me gusta. Ese día, particularmente fresco y luminoso, abrí los ojos en el hotelito más lindo de una ciudad tropical, envuelta en los brazos y la humedad de un amor que me enloquece. Y pasamos las horas andando por ahí, buscándonos la boca extasiados, recorriendo la playa, viendo la luna gigante iluminar el mar. Me lo llevé a bailar, yo luciendo mi vestido verde, imaginando que no había más dicha que esa, dejando que todo cayera lentamente en el lugar preciso... nosotros dos, nuestros manos ansiosas, nuestra inquietud por noches de esas que no regresan nunca. Y no, no regresamos nunca. No regresó él, no regresé yo, nunca regresaron nuestras lenguas de aquellos besos, no regresó nada, ninguna certeza. 

Es que cuando una, finalmente, se convierte en esa, es imposible regresar de cualquier cosa. No de la dicha ni de los amargos reflejos de la que ya no se es. Y cualquier otro día, a lo mejor,  me despierte de nuevo y me guste, finalmente, la persona en la que me haya convertido.