viernes, 15 de octubre de 2021

Día 16/30: clima imaginario

Aquí donde vivo hay dos estaciones que tienen dos clases de días: los días de adentro y los días de afuera.

En la estación de adentro el cielo se llena de grises y apenas hay un sol que ilumina, pero que no calienta. Me despierta el sonido de la lluvia en la ventana y la casa suele perfumarse de un té especiado que me conforta. 

En la estación de afuera, las mañanas están llenas de pájaros y entra por la ventana el olor del pan recién horneado. Hay un cielo rosado que invita a salir y recorrer bosquecitos húmedos con el corazón explotando al ritmo de los pasos. 

En la estación de adentro hay cobijas y medias calentadoras. Hay un viento frío que convoca las cosas que ha tejido mi mamá y que hacen sentir, que incluso estando fuera, estoy al calor del abrigo de una casa.

En la estación de afuera hay libros en los parques y charlitas en los cafés de la ciudad. Hay un viento frío que se mete por debajo de la blusa y emociona la piel de mi espalda.

En la estación de adentro se asoma la luna por raticos.

En la estación de afuera siempre es luna nueva pero hay planetas que brillan con una luz intermitente. 

En la estación de adentro las visitas llegan y se van y se quedan a veces a refugiarse de sus propios inviernos o a compartir las flores de sus primaveras.

En la estación de afuera, soy yo la que sale en busca del sudor de las pieles del verano y los abrazos nostálgicos de mi propio otoño.

En todos los días hay algo interior que canta, algo que se reconoce cuando la vida transcurre adentro o cuando se expande afuera, algo que nunca cambia, en ninguna estación, en ninguna noche, en ninguna vida. 

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