viernes, 22 de octubre de 2021

Día 22/30: monólogo interno

Nunca sé cómo empezar y me parece que siempre escribo exactamente lo mismo: Es como si versionara las mismas frases una y otra vez. Al final ¿a quién le importa?

Nunca escribo lo suficiente, nunca edito lo suficiente, nunca soy lo suficientemente rigurosa conmigo misma, con mis tiempos en la escritura, con los riesgos que quiero asumir. Pero al mismo tiempo, este momento sagrado de escribir es el templo donde celebro mi vida y mi corazón, donde experimento formas de nombrarme y de describir el mundo. Me convierto toda en el acto de creación de todo lo que soy y lo que habito. 

Parece que todo es un espejo. Todas las palabras y las historias hablan solo de mí, que como antes de nacer, floto en la oscuridad de mi propio ser. Así, el mundo afuera no es más que la conciencia del mundo que adentro crece y colapsa y se regenera al ritmo de las palabras que lo crean. 

Siempre hay cosas que decir, porque hacerme a mí misma es tarea de todos los días. Porque siempre hay palabras desconocidas y ritmos que aún no he ensayado. Siempre hay cosas que decir porque nunca estoy satisfecha con lo que encuentro cuando corro los velos en la noche y me encuentro, a solas, cara a cara con mi yo-de-este-día. Esa entrevista secreta siempre me deja con hambre de más y siempre me deja en la boca el sabor amargo de la pregunta ¿dónde está el engaño en todo esto? ¿qué es lo que estoy tratando de esconder?

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