martes, 31 de mayo de 2022

Cuidar y cuidarme (200/365)

Siento, sobre mi pantorrilla derecha, el corazón tranquilo de mi perra. Siento, sobre mi cuerpo, el peso de su cuerpo dormido. La casa es silenciosa a esta hora y las cosas que ha dejado el día ya se apilan en las cestas del cuarto de ropas. 

Mi cuerpo, cansado y enfermo, busca calor en el calor de este otro ser; ser canino que me lee el pensamiento y se echa, dócil y amoroso, en mi regazo. Estas pequeñas emociones de cuidar y ser cuidada, le dan sentido al frenesí que he bautizado con mi nombre. 

Es martes en la noche de una semana cualquiera y yo descubro un nuevo sentido para el acto de detenerme en las noches y tomar nota del brillo de una jornada. Cuidar y cuidarme; abrir la puerta y dejar que otros hagan lo mismo, por mí y por ellos mismos. Ellos, incluyendo a mi perra. 

lunes, 30 de mayo de 2022

Soledad habitada (199/365)

Una montaña de soledad a la que asciendo, una temporada tras otra, para divisar mejor el panorama, la vida o alguna cosa así. Camino conmigo, camino acompañada de mi perra, camino con un montón de personas adentro de mí. No es una soledad tan solitaria. Es una soledad habitada.

Es mi tiempo de silencio, de escuchar el parloteo de mi cursi corazón. Cierro las puertas y las ventanas, pero me dejo engañar, cada dos días o tres, por algún intruso que se aprovecha de mis sentimientos. Yo no sé decir que no. Entrego las llaves de la casa, mi cama y mi cuerpo incluidos, con la promesa de una noche en los brazos de alguien que me ama. Aunque no me ame. Aunque sienta alguna cosa pero no sea nada parecido al amor; no por lo menos al que yo siento. Está bien. Todo el que anda por ahí, sin encontrar reposo, merece pasar la noche en buen lugar. Mis brazos son un buen lugar; mi vientre es un buen lugar, la línea que dibuja mi boca cuando me río, también es un buen lugar. 

En la cima de silencio en la que me pierdo, hace frío algunas tardes y en otras me calcina la luz del sol. Así me la paso, huyendo de uno y de otro, huyendo de lo que quiero, de las preguntas, de las canciones. Mi montañita de tristeza a la que me gusta regresar. ¿Qué tal que un día no encuentre el camino de regreso? 

Allá es donde estoy cuando la gente no me encuentra. Siempre mis lamentos me delatan. Allá es en donde hago guarida, en donde puedo ser un animal recién nacido, un cachorro lleno de mugre entre las uñas. Allá, cubierta de pelo, me dejo revolcar por las criaturas de la tierra, me los como, ellos mordisquean mis patas traseras. Eso no se me nota cuando regreso, o eso espero. Pero yo lo recuerdo y por eso es que vuelvo y me trepo, vuelvo y me escondo allá, entre las grutas que hacen las piedras. Soledad habitada, le digo. 

domingo, 29 de mayo de 2022

Pequeña nota de amor para mí (198/365)

Si pudiera decirle algo a la persona que fui hace un año, justo antes de regresarme de Brasil y a la que fui hace cuatro años, justo antes de emprender ese viaje, esto sería lo que les diría:

Solo al permitirnos descubrir las partes horrorosas de nosotras mismas, vamos a empezar a sanar. 

Solo cuando podamos mirarnos al espejo, humilladas, dejadas de lado, sumidas en una tristeza que se nos pega de los huesos, solo entonces, vamos por fin a empezar a descubrir quiénes somos en realidad.

Pero esta noche, en esta noche cualquiera, una luz pequeñita se enciende dentro de nosotras. Cada momento en que ustedes resistieron, cada vez que se limpiaron los mocos para levantarse a comer y a hacer algún ejercicio, cada vez que tomaron el teléfono para pedir ayuda y recogieron del piso los condones usados envueltas en decepción y soledad, cada instante de esos en los que respiraron a pesar de todo, nos trajeron a esta alegría de ser lo que somos y de tener esta modesta vida, tecleando palabras, una tras otra, para completar ciento ocho páginas de puro amor. 

Me miro en el espejo y ahí las veo. El cabello tan diferente, los anhelos, las ilusiones de lo que sería la felicidad... me miro en el espejo y nos digo: increíble haber llegado hasta aquí. Nos digo: no hay otro corazón que prefiera para morar, que este corazón estropeado por las palabras bienintencionadas de mi padre, por mis intentos fallidos de ser cualquier otra cosa, por la distancia de lo que amo, por los excesos que me empujan fuera de mi centro. No hay otra casa, diferente de esta casa que se cae en pedazos, en la que yo quiera vivir. El sol de cada mañana colándose por los vidrios rotos de nuestro cuarto, revive el espíritu de Sísifo dentro de mí. Aprendo a ser dichosa y a levantar el desastre que he dejado la noche anterior, cada noche, cada mañana lo vuelvo a encontrar. Aprendo a ser dichosa. 

Escribí 44.999 palabras. Solo una más: gracias.

 


sábado, 28 de mayo de 2022

Bella vida de sábado (197/365)

Una alegría se trepa silenciosa por mi pierna y la sorprendo llegando a mi ombligo. La veo, pequeñita y discreta, la veo sonrojada por el esfuerzo. Llegaste hasta aquí, le digo. No sé de dónde saliste, añado.

Me la llevo caminando bajo el sol del medio día y recorremos la biblioteca buscando algo nuevo para leer. Nos decidimos por algo local, algo que, al parecer nos puede gustar. No somos nosotras las que elegimos los libros; son ellos los que nos eligen cuando es el momento adecuado. 

Tomamos el camino de regreso a casa, pero yo me arrepiento. Ella merece un poco más de la brisa fresca que se cuela por debajo de mi ropa. Nos vamos a mi café preferido a comernos el postre antes del almuerzo. La siento frente a mí. La miro. Le leo un pedacito del libro de Fernando Molano. Le gusta; nos gusta. 

Hago una foto de ese momento en donde ella sale radiante y se la envío a un hombre hermoso. Como pie de foto escribo: "Hay instantes que me reclaman, imperiosamente, tu presencia". Ella se ríe. Ella se acuerda del sabor de las palabras, de la vergüenza de ser así tan blandita, de ir siempre contra su voluntad de irse más lejos cada día. Siempre regresa a las palabras y a los hombres hermosos que, en su cuerpo, han sembrado palabras. 

Él no responde nada, bueno, casi nada. Pero no importa. Tengo una alegría pequeñita que hace casa en mi ombligo. Y verla ahí, en ese lugar contradictorio de sobrevivir y de ser arrancado de la vida, me recuerda que me gusta este momento y que ningún otro momento puede ser mejor o más bello; solo porque sí, porque sobrevivo y porque, si fui arrancada de una vida, de muchas vidas, es para inventarme esta otra vida, la que es tan dolorosamente bella en este último sábado de mayo. 

viernes, 27 de mayo de 2022

Otro libro (196/365)

Cada vez que termino de leer un libro, así sea uno flojo, me siento en paz con todo lo que soy.

Hoy, al terminar uno que no acabó de convencerme y que más bien me desinfló en la última página, volví a pensar: no necesito nada más. Por un breve momento volví a sentir que todo lo que me desagrada de mí, está perfectamente bien como está. Todo mi enojo reprimido, mi vergüenza, el desprecio que siento por mí algunos días, mis obsesiones, mi cobardía; todo eso está muy bien y coincide perfectamente con hacer parte de esta especie. 

Los libros me reconcilian con mis peores partes y, a la vez, llenan de luz mi humanidad que camina sintiéndose separada del resto del mundo. Pertenezco a un mundo diferente cada vez que llego al final de otro libro. Lo sé y sé que se me nota. 

Guardo silencio y dejo que la historia, que las palabras hagan efecto en mi propia historia. Así me construyo una guarida, una armadura; así voy desnudando mis anhelos y voy inventándome las partes de mí que todavía no soy capaz de mirar. 

jueves, 26 de mayo de 2022

Terminará (195/365)

En un mundo tan raro y tan absurdo, yo solo quiero un poco de paz.

Ya no persigo la felicidad, sólo quiero sentir la paz. 

Así que, tú ganas. Yo aquí me quedo.

Puedes decir, puedes murmurar, puedes incendiar las casas donde guardo mis cosas. Con ese fuego me caliento los pies y espero hasta que arda la última astilla de los cimientos. Ha de consumirse todo tarde o temprano; no tengo prisa, puedo sentarme a mirar y esperar. Ha de enfriarse todo tarde o temprano. 

Miro alrededor y todo en llamas. Me siento a esperar. Tarde o temprano ha de terminar.

miércoles, 25 de mayo de 2022

Conquista (194/365)

Parece que la posición natural de mi cuerpo es estar reclinado sobre tu cuerpo.

Parece que la humedad que me mantiene viva proviene de tu lengua resbalando por mi cuello.

Parece que los juegos del placer se me confunden con los de amarte y me tortura sabernos tan absolutamente libres y tan dueños de nuestras heridas.

Te quedas dormido sosteniendo mi cintura y me esfuerzo todo lo que puedo por quedarme mirándote dormir, pero me duermo.

Detesto abrir los ojos presintiendo que te vas, pero no te vas.

Detesto entonces pensar que te quedas, porque no te quedas nunca.

Y esa es nuestra conquista.

Esa es mi libertad. Que me torture al mismo tiempo el placer y el amor que me mantienen a tu orilla. Que me parta en dos las ganas de que te quedes para siempre y de que siempre te vayas; las ganas de verte regresar hambriento de mi cuerpo y secretamente ansioso por mis dedos infantiles rozando tu frente. 

Voy de tu cuerpo a otro, de mi placer a otro, de un amor a todos los amores. Apuesto todo esperando poseerlo todo, pero me pierdo, incluso a mi misma, sin haber conquistado nada. Nada aparte de esta libertad amarga y transparente.

martes, 24 de mayo de 2022

Más tiempo (193/365)

Quiero domar el tiempo y enseñarle a hacer lo que yo quiero que haga. 

Quiero enseñarle a que, igual que yo, se desdoble sobre las cosas amadas. 

Quiero que haya más tiempo, para que haya mas de mí extendida, curiosa sobre las cosas del mundo. 

Quiero que me atraviese y me ilumine, cada segundo de esto tan breve. Deseo solo tiempo, un poquito más de tiempo. 

lunes, 23 de mayo de 2022

En un mar (192/365)

Uno no se ahoga en un mar pandito, pero puede llegar a enloquecer. Mirar en todas direcciones y no ver sino agua; no encontrar un lugar en donde guarecerse del sol; no encontrar agua fresca para beber. Sí, puede uno volverse loco, o morirse más lenta y dolorosamente. Morirse entre alucinaciones con la piel abierta y sangrante. 

¿De dónde se agarra uno para encontrar la dirección, estando así, parado en medio de un mar pandito?

Hay que aprender a leer el firmamento para, con algo de suerte, encontrar un camino de regreso al lugar del que uno, distraído, se ha alejado demasiado. 

Hay que aprender a leer el firmamento y a hacerle caso a la voz interior que advierte de los peligros. Hay que mantener el oído atento a las señales y no dejarse hipnotizar por los reflejos ilusorios del agua al mediodía. 

Quién fuera un marinero experimentado que ya es amigo de la soledad salina y del vierto cortante en la cara. Quién fuera sirena que canta para atraer la compañía de otros. Quién fuera monstruo marino que ha conquistado la oscuridad de lo profundo. 

Yo me siento apenas como una niña que va por primera vez a encontrarse con el océano y ha equivocado el camino. Soy el relato de un náufrago, una caricatura de vacaciones, un chiste de turistas extranjeros. Ya tengo la piel cuarteada y el sol aun no termina de ponerse. 

domingo, 22 de mayo de 2022

Quizás (191/365)

Hay alguien que a veces viene a pasar el fin de semana conmigo y cada vez que viene me enamora por completo. En su compañía puedo ser completamente yo misma e incluso puedo ser mucho más de lo que soy ahora. Mirarme en sus ojos me permite encogerme de hombros y decir: ¿por qué no?, quizás sea posible ir a donde nunca fui antes y ser todo lo que, secretamente, he deseado ser. 

Hoy, por ejemplo, hicimos un almuerzo simple y fresco. Verduras tiernas de la huerta de casa; todos los colores mezclados, un aderezo sobre el aguacate y nada más. Salimos y nos sentamos al sol, dejando que el viento enredara nuestro cabello. Comimos escuchando el viento atravesar el verde de las plantas que nos rodeaban mientras nos dejamos tostar por el sol de este medio día tan escaso y tan milagroso. Algo así; esa sensación de que la vida puede ser algo tranquilo, algo simple, algo que no requiere mayor explicación más allá de compartir las cosas que nos mantienen con vida. Eso es todo lo que he deseado ser y hacer.  

Dejo que el día se escurra poco a poco entre el espacio de nuestros cuerpos y nuestras consciencias de lo que no trasciende. Dejo que el azul luminoso se transforme en azul oscuridad y dejo que eso pase sin sentir nostalgia, ni remordimiento. Dejo que la casa se quede en silencio, que se quede vacía, que se cubra de polvo traído por el calor sobre el asfalto. Dejo que mi cuerpo vaya soltando la emoción del día y se vaya quedando tranquilo. Así, justo así quiero que sea el último día de todo. Una alegría se enciende en mi pecho y me siento enamorada. ¿Por qué no? quizá sea posible lo que nunca antes ha sido posible. 

sábado, 21 de mayo de 2022

Me rindo (190/365)

Hay días de resistir y hay días de rendirse. Los dos están bien, los dos hacen falta. Hoy, por ejemplo, es un día de rendirme, un día de ni siquiera pensar en la razón de ser de las cosas. Son como son y todo lo que ha sido es lo que ha sido. Aquí estoy, tendida de cara al cielo, cegada por el ilusorio azul, por la luminosidad de lo que no tiene espacio ni tiempo. Mi cuerpo reposa sobre la humedad verde que retoña después de días y días de lluvia. Las cosas son como son en este día y aquí estoy yo adormilada por un almuerzo fantástico dejando que pase un día por encima de todo lo que digo que soy y que amo en esta vida. 
Me rindo tendida al sol sobre el prado de un centro comercial mientras los niños juegan y gritan; mientras la gente hace lo que hace la gente un sábado en el centro comercial. Por un instante parece que algo dentro de mí quiere ponerse a hablar. La miro fijo a los ojos y le digo: hoy no; por hoy, me rindo.
Así regreso a casa completamente vencida por esas partes de la vida a las que suelo resistirme. Hoy regreso doblegada por las horas que dejo resbalar y que se quedan por ahí enredadas entre cualquier arbusto de un parque repleto de gente y de ruido y de cosas plásticas. 
Miro fijo a los ojos a la parte de mí que no se da por vencida y la tomo entre mis brazos. Lo lamento, hoy ya no hay nada qué salvar. Hoy me rindo. 
Me dirijo de un lugar a otro de la casa como por inercia. Hago lo que debe hacerse con el impulso restante de los días anteriores. No tengo idea como llegué hasta esta silla ni como se acumularon estas palabras una detrás de otra. Hay un efecto de energía acumulada de los llantos y los enojos de la semana; hay algo de calor que mi piel ha sabido guardar de las caricias y los cuerpos con los que me he juntado; hay un remanente de la luz que las nubes han dejado colar en estos días fríos y lluviosos. 
Hago lo que tiene que hacerse y me miro hacerlo. Ni siquiera me pregunto la razón de ser de las cosas. Hoy, nada más, me rindo.

viernes, 20 de mayo de 2022

Ligera (189/365)

Una sonrisa ligera para cerrar el día.  Mi mano que se deshace en la tuya, mi vida, tan llena de atajos para conducirme a esta noche, derretida de amor por tu perro, por las cosas que tu acento del sur del mundo dice en mi oído.  Sonrío.  Sonrío y el mundo se ajusta. La ligereza de no saber en dónde voy a pasar la noche; la ligereza de verme andar así,  colmada de mi propia vida. Sonrío y todo se pone en su lugar. 

jueves, 19 de mayo de 2022

Te digo (188/365)

Me tomas en tus brazos y dejas que mi frente se esconda entre tu pecho así como si yo fuera una cosa pequeñita que se puede romper. Me dejas posarme en los pliegues de tu historia y abres la puerta del piso de abajo. Me dejas ir a mirar las cosas que escondes y lo hago con la precaución de no encender la luz. No lo necesito. Puedo presentir los pasos precisos para llegar hasta el centro de la oscuridad. Son los mismos pasos que me conducen a la mía. Mi territorio es un mapa idéntico del tuyo y mirar tu corazón quebrado es como mirarme en un espejo. 

Te digo: trátame lo más suave que puedas. Te digo: estamos a salvo. 

Te digo las cosas que tú no sabes decirme porque el mundo te ha enseñado a guardar silencio, a creer que hay alguna cosa que pueda salvarte, a empeñarte en andar un camino que conduce a ningún lugar. Ahí es que nos encontramos y nos sentamos a recordar. Te digo: ya te he amado en otra vida. Es que ya te amé en otra vida, porque de otro modo sería imposible explicar la forma en que reconozco tu gesto y tu ansiedad; tu calor y el ritmo de tu voz; si no te hubiera amado antes no podría acompasar mi corazón con tu respiración que se agita entre los besos que nos arropan en las noches en que, haciéndonos los desprevenidos, buscamos refugio uno en la piel del otro. 

Te digo: no te asustes cuando me escuches hablar de amor. Soy una plantica que florece a la luz de tus ojos. Tú floreces a la luz de los míos. No me asusto cuando hablas de todo lo que has perdido y que te abruma y que te impulsa a cavar con tus propias manos en busca de tesoros. 

Respira. Ya estás de regreso. No hay nada qué buscar. 


miércoles, 18 de mayo de 2022

Alegría que regresa (187/365)

Una inspiración profunda y la alegría vuelve a hincharse dentro de una. Qué simple un pensamiento; qué mínimo el esfuerzo para que reviente al fin la presión de un día dichoso. Llueve a cántaros y recuerdo algo que me dijo un hombre hermoso: que la lluvia lo lava todo por dentro y por fuera. Quizás no, pero hoy quiero pensar que sí. 

Tengo mi propio sistema del vivir: la contradicción. Me refugio en mis casas de otras vidas y allí busco el calor. De esas casas también me fugo, también me escapo de noche. Pero vuelvo y ahí me pierdo de amor, otra vez.

Me voy a dormir con el calor de mis casas y mis vidas prendido en las mejillas. Parece que las flores de mi corazón han engendrado frutas que en esta noche están jugosas colgando de las ramas. Lo que amo esta noche, ya lo he amado en otras vidas. Lo experimento de nuevo, cosquilleando en mi piel y solo quiero la alegría recorriéndome a dentelladas. 


martes, 17 de mayo de 2022

Estupidez del cuerpo (186/365)

Me asombra mi propia estupidez, mi terca insistencia en alcanzar alguna cosa a la que pueda llamar felicidad. Me quiebro mientras paso mis manos por un cuerpo enfermo, un cuerpo al que cuido como a una plantita delicada, como a un cachorro humano recién nacido. Mi oscuridad se desborda y apaga cualquier brasa que aun estuviera luchando por arder. Quiero guardar silencio. Quiero quedarme quieta. Quiero que me dejen en paz. ¿Cuál es el sentido de levantarme mañana de nuevo y hacer las cosas que suelo hacer, con la ilusión de que algo a lo que llamo Yo, encuentre un lugar confortable, un momento de sosiego? No hay respuestas cuando mis manos untadas de aceite, mis manos que repiten oraciones, intentan darle algún sentido a esta noche, a este encuentro con la voz cansada, con los ojos brillosos de alguien que no tiene opción, más que ser plenamente consciente de su cuerpo y de las cosas que hace su cuerpo para mantenerse con vida. ¿Qué hace mi cuerpo para mantenerse con vida? ¿Por qué yo no soy plenamente consciente de ello la mayor parte del tiempo?

Viene a agitarme el recuerdo de unas manos bellas alrededor de mi cintura. La lengua de un hombre hermoso buscando la mía. Nosotros dos diciéndonos al oído las cosas que queremos hacernos, pero no nos hacemos... hacernos conscientes de nuestros cuerpos y de lo que hacen nuestros cuerpos mientras nos mantienen con vida. ¿Por qué se me escapa, constantemente, esa consciencia? ¿Por qué se me resbala cada vez que intento sostenerla entre las manos para mirarla con los ojos bien abiertos? Quiero quedarme callada. Quiero que me dejen en paz. Estoy enojada con los cuerpos y con lo que hacen los cuerpos mientras se mantienen con vida, mientras nos alejan de nuestra propia consciencia con su cansancio, con sus dolores, con sus excesos, con su entumecimiento, con su decadencia. 

Ojalá pudiera mañana despertarme sin cuerpo y ya no sentir que existo a kilómetros de toda la ilusión a la que llamo Yo. Ojalá mañana, al fin, me dejaran en paz y pudiera despertar habitando la pura consciencia que observa mi propia estupidez; estupidez del cuerpo que me ilusiona con alguna felicidad.   

lunes, 16 de mayo de 2022

Cajita de tesoros (185/365)

En una cajita antigua de madera voy guardando las cosas que quiero conservar por años y años. Mi cajita de tesoros. Cosas ordinarias, de esas que se encuentra uno por ahí en algún mercado, entre las páginas de un libro querido y que se guardan como amuletos de las cosas más importantes de la vida; pequeños marcadores de los milagros que experimentamos en este tránsito fugaz entre esta y otra forma de existencia.

Siento el calor de mi perra pegadita de mí, hablo con Raquel, experimento el llamado de la música que me acaricia, converso con desconocidos. No siento nada allá en el fondo del pozo de mi emoción, como ha sido en las últimas semanas, y ese vacío me regresa a lo precioso de este momento. Nada, y ahí, una plenitud de todo lo que basta para ser esto que soy. No tiene importancia ni lo que opino, ni lo que imagino; no tiene la más mínima importancia todo aquello que pongo a gravitar en torno a lo que enuncio como propio. Sin sentir lo que normalmente siento hay mucha más luz, una luz como de luna llena, una luz de noche. Quiero guardar esto, esto que es no sentir, quiero poder mirarlo cuando necesite recordar cuál es la dirección. Quiero poder tener esto guardado debajo de la cama. Quiero ser yo quien abre la caja para dejarlo salir... me ha tomado tiempo domesticarlo. Todavía tiene impulsos salvajes y se lanza algunas noches a mi cuello y me ataca y me rasguña y rasga las membranas que protegen todo lo de adentro. Me entreno para domesticarlo aunque a veces me gane. 

En la caja de mis tesoros guardo esta luz oscura que me ataca por sorpresa y me trae de regreso a lo transparente de mi propia vida. Un amargo dulce. Una tristeza muy tierna y fecunda. Una vida muy cruda. Lo guardo todo en mi cajita de tesoros. 

domingo, 15 de mayo de 2022

Una puerta (184/365)

Abro la puerta y ahí está, mi vida enterita brillando a la luz del medio día. Lila corretea entre los recuerdos y los anhelos que nos caben entre cuatro paredes. Imagino años de esfuerzo y de emoción para llegar a este instante, Nuestra vida, nuestro empezar de nuevo, empezar sin nada pero teniéndolo todo: este amor y tantos amores; este momento y tantos momentos; este silencio y el silencio, al fin el silencio, de nuestro corazón hecho pedacitos, adornando la puerta de una casa, de una historia que vuelve a comenzar. 

Anoche me acosté llena de dudas, hoy me acuesto llena de ilusión; navegamos este río de corrientes brutales tratando de no ahogarnos, de no dejarnos aplastar, exhaustas, por la turbulencia. Vamos a parar allí. La puerta de una casa, la puerta de una vida que nos pertenece. Nos inventamos el mundo otra vez. Ponemos nuestro nombre en los arrumes de cosas con las que nos rodeamos y apostamos por un poco de paz, por amanecer en los brazos del amor, por las carcajadas cómplices, por las sopitas calientes, por conocernos mejor, por envejecer sin hacernos amargas. 

¿Qué puede salir mal?

Todo, es cierto. Pero tal vez no, tal vez todo gire a nuestro favor y abrir la puerta sea todo lo que necesitemos para ver nuestra vida, enterita, brillando a la luz del medio día. 

sábado, 14 de mayo de 2022

Un poco de ternura (183/365)

Algunas veces todo lo que una necesita es un poco de ternura, un poco de calor cuidadoso y palabras dulces. Qué bien se siente cuando una encuentra un espacio en dónde dejar caer las corazas. Qué buena fortuna coincidir con alguien que también busca. Recupero palabras perdidas y salto de nuevo. Salto a los pozos de mi alegría, de mi coraje. Mi corazón se alumbra y me empuja a dar un paso o dos en dirección a lo desconocido; amar mejor, dejar de tener miedo, apostar por algo que huela a lo que huele mi sangre caliente. 

Si me quedo quieta, si me quedo en silencio, es solo para agudizar mis sentidos y poder percibir mejor la vibración de la casa cuando hay otro ser que respira conmigo. Si; hay días en que abro los ojos y se abalanza sobre mí la sensación de detestar esta vida, de sentir verdadero fastidio al experimentar la precisión de lo que es. Hay días en que esa fuerza me arrasa y me deja tendida de cara al suelo. Sí. Hay días en los que detesto todo de mi vida. Pero también hay otros días en los que puedo flotar panza arriba en las aguas claritas de la alegría, con todo y mi tristeza colgada del cuello, con todo y mi melancolía brillando en mi piel. Eso nunca se va; que nunca se vaya. Me quedo mirando las nubes y las formas que dibujan. Intento que en ellas aparezca alguna señal de esa otra vida, la que ya no detesto, la que me deja aire, la que enciende las luces. 

Ya he vendido todo por un poco de ternura. Qué buena fortuna cuando aparece quien me la da como si fuera la cosa más fácil del mundo, como si no fuera algo tan escaso y tan extraordinario, como si no fuera un tesoro, un salvavidas, un soplo divino.

viernes, 13 de mayo de 2022

Llevo mi corazón (182/365)

El corazón es el corazón y cada uno lo lleva prendido del pecho como un adorno precioso. El mío está todo desportillado, es una antigüedad heredada de alguna bruja secreta. El mío está descolorido, cada vez más parecido a una piedrita blanca pulida por agua del río, pero una piedra viva, una piedrita inmortal.

Ahí llevo este corazón prendido del pecho, descubierto al sol y a la lluvia; a los ojos y a las manos; descubierto a la intemperie del tiempo y de los lazos, a la corrosión del deseo y del olvido.

Ahí llevo este corazón por delante, que habla de mí y de mí todo lo dice. 

Día olvidado (181/365)

Hay días que se le refunden a uno entre tanta cosa en la que uno se distrae... que el trabajo, que comprar las fresas y los limones, que barrer el piso, que visitar a los parientes. Hay días que se le refunden a uno entre la tristeza de tiempos fugaces, de anhelos que no terminan de concretarse, de ausencias imposibles de llenar. Se refunde uno entre el deseo y el amor y el deseo de amar como uno es amado. Me refundo entre el cansancio de una noche bien amada y mal dormida, entre la alegría de despertar en brazos de alguien, entre la añoranza de instantes que duren un poco más, que duren alguna cosa. Se refunde todo, pero luego aparece cuando uno deja de buscarlo. Aparece en el bolsillo de una cartera vieja, en el bolsillo de la ropa cuando sale de la lavadora, enterrado en la suela del zapato, en una canción que hace rato no se escucha. Aparece todo al final de cuentas. Este día también aparece, enredado en las rendijas de otros días de antes y de después. Aparece sin remordimientos, sin culpas, sin reglas ni mandamientos. Me aparece este día cuando al día se le da la gana y eso está bien. Que, al final, este día no es sino mío y a nadie le incumbe donde y cuando ha de aparecer. 

miércoles, 11 de mayo de 2022

Fantasías (180/365)

Voy terminando la lectura de un libro estupendo: La máquina de hacer españoles. 

Señalé un fragmento que me conmovió.

    "... mucho de lo que no existe es de lo más importante de la vida, no desprecie nada, señor silva, agárrese a una fantasía si es buena, que la realidad también se hace de esos momentos fugaces de huir de ella de vez en cuando"

Pensé en las cosas importantes de mi vida, pensé en las fantasías -buenas, la mayoría del tiempo- que me permiten mantenerme en pie. Lo agradecí. Agradecí este corazón ilusionado y sonriente; agradecí mi fe en una cosa luminosa que palpita adentro de todo; agradecí mi inocencia y la firmeza de mi palabra. Los momentos fugaces en donde el sueño se hace vívido y me dejo caer, también de esos momentos se compone esta vida. 

Sentarme cada noche y teclear aquí algunas líneas, peinarme el cabello mojado frente al espejo, conversar conmigo mientas camino por la calle, besar la nariz mojada de mi perro. Fantasías que me despiertan, agujeros en el tiempo por donde me fugo. No despreciar nada y huir a través de la puerta de cada momento. 


martes, 10 de mayo de 2022

Vacaciones de mí (179/365)

Hoy me provoca tomarme unas vacaciones de esta versión de mí, solo porque sí, solo por sentir algo diferente por un día o dos. 

Entonces dormiría en una pijama de seda y tomaría un café al despertar. Le haría el amor a mi marido apenas amanece y prepararía los niños para ir a estudiar. Iría al gimnasio para ir después a encontrarme con mis amigas, que también van al gimnasio después de dejar a los niños en el colegio. No todas le hacen el amor a sus maridos, ni al amanecer, ni al anochecer. Pasaría un día de frivolidad hasta que sea hora de hacer las tareas y ocuparme de las loncheras y las medias y las cosas de colores que les gustan a los niños. ¿Cómo serían los niños? Hablaría horas por teléfono y compraría más cosas de las que puedo utilizar. Veríamos la televisión en familia y rezaríamos el ángel de la guarda antes de dormir. 

No es tan difícil imaginarme eso. Si doy un pasito a la derecha, estoy ahí. Qué fácil pensar en que puedo hacerme cualquier otra vida, ser cualquier otra persona. Me tienta sentir eso, sentirme como alguien así un día o dos.

Pero volvería siempre a esta versión. A esta que traga agua todos los días mientras busca piedritas de colores en el fondo del estanque. Qué frío hace, qué oscuro está. Un día de estos van a salirme branquias y no voy a poder regresar a la superficie sin ahogarme. Qué frío, qué oscuridad. Me hiere la ausencia y el silencio, pero por la herida purgo el veneno. Sobrevivo a esta vida que me invento. Quiero unas vacaciones de mí, un día o dos.

lunes, 9 de mayo de 2022

Sumergirme (178/365)

Mantenerme en la superficie no me protege de nada. ¿Por qué entonces habría de desperdiciar la oportunidad de ir a lo profundo de esta experiencia humana?

En la perspectiva de múltiples vidas, en la dimensión de lo humano que soy en contraste con el universo infinito ¿Por qué habría de desperdiciar la oportunidad de tocar lo crudo y mirar lo que hay debajo del agua que corre?

Un puntito casi invisible soy, una partícula de aire intentando hacer arder el mundo. No sé como, pero a veces lo enciendo, a veces arde por mí, a veces alimento la chispa. 

Miro la humedad de los ojos de un hombre hermoso. Miro la humedad de los ojos de una mujer cuyo cuerpo la ha traicionado y lucha. Miro la humedad de los ojos de mi perro. Miro mi llanto humedecer mis propios ojos. Es una humedad que brilla cuando amamos, cuando luchamos, cuando nos aferramos a las cosas por las que decimos que vale la pena estar e intentarlo y soltar. 

No hay nada que nos proteja de la vida. No hay ignorancia que nos salve de ir a parar en donde todos, finalmente, paramos. Respiro profundo y me sumerjo.

domingo, 8 de mayo de 2022

Un poco de paz (177/365)

Sólo quiero cultivar en mi jardín un poco de paz; verla florecer en colores vivos, verla madurar colgada de las ramas. Necesito tiempo, paciencia y esfuerzo. Con eso bastará.

Me aplico a preparar el terreno y a cuidar de la vida que crece debajo de las piedras; los bichos, las lombrices, las criaturas microscópicas que hacen la magia de mantener todo con vida, es decir, renovándose constantemente. Renovarme. Justo eso. Un poco de paz.

Sembrar con atención y entonces, inevitablemente florece la belleza, la calma, la bondad. Esas cosas luminosas a las que todos aspiramos. Las semillas están solo esperando un poco de oscuridad y la humedad de la tierra. Renovar. Justo eso. Germinar. Un poco de paz.

 

sábado, 7 de mayo de 2022

Hablarme (176/365)

Todo se trata de lo que nos decimos allá en la intimidad de nuestros pensamientos. ¿Qué es lo que le digo a mi cuerpo cuando voy caminando con él? ¿Qué tono utilizo cuando me dirijo a mi reflejo en los cristales? ¿Quién nos ha enseñado tanta crueldad?

Quería tener otro cuerpo y otro reflejo, pero este es el que se me dio. ¿Qué hacer entonces? Ya que nos conocemos bien y nos llevamos bien, entonces ¿Por qué no hablarles con más amabilidad y cariño?

Todo se trata de cómo nos comunicamos con lo que somos en la oscuridad de eso a lo que le ponemos nuestro nombre. 

Detrás de ese nombre nos escondemos, bien escondidos, a veces. Detrás de ese nombre nos inventamos un lugar que parece seguro. Todo se desmorona al primer movimiento de las estructuras. Somos pésimos ingenieros. Lo bueno, es que todo se trata de las palabras que elegimos y cómo las combinamos. Se trata es de ser buen poeta, no buen ingeniero. 

viernes, 6 de mayo de 2022

La sabia (175/365)

Dejo que la vieja sabia que me habita se haga cargo de los días. Me desviste, me baña, me rasca la espalda y elige la pijama abrigadita para meterme en la cama.

Paso tiempo con ella que me enseña de plantas, de remedios, de poemas y de conjuros.

La miro e imito sus movimientos precisos y afilados. Ella organiza el mundo cuando eleva la voz y lo remienda cuando pasa su dedo índice por la herida abierta.

Como mejor cuando estoy con ella; duermo mejor a su lado; hablo con más cuidado cuando estoy en su presencia.

Dejo que ella me diga qué hacer y yo le obedezco. Me regocijo en esta sumisión que me revela la esencia de las cosas, mi corazón incluido.

Dejo que ella abra las cortinas cuando ni siquiera ha amanecido. Me enseña a ver salir el sol. Mi espejo, mi alegría, mi secreto.

jueves, 5 de mayo de 2022

Silencio (174/365)

El silencio toca a mi puerta y escucho su llamado agonizante y amoroso. Todo se ordena para que yo pueda, al fin, abrirle la puerta y dejar que se aloje en la misma habitación en la que se aloja siempre. O quizá, esta vez no. Quizás esta vez le armo una casita en el árbol para que pueda dormirse mirando estrellas y nubes que pasean. Quizás prefiera recibir los primeros rayos de luz recorriendo la huerta con las plantas de los pies descalzas y húmedas de rocío. El silencio llega, por fin, para ayudarme a desenterrar las espinas que me hieren y a cultivar las frutas que ya están maduras en las ramas. Estoy impaciente y nerviosa, como cuando estoy enamorada. Es que estoy enamorada. Será por eso que me brillan los ojos y el pelo, será por eso que no me hundo, sino que floto serenamente en los pozos más profundos de mi propia oscuridad. Me ilusiona hacerme una con mi silencio, dejarme ir en su abrazo y quedarme quietecita en su arrullo. 

Mi casa, mi familia, mi lazo con la vida, mi corazón, mi deseo, mi ilusión, mi crecimiento, mi redención, mi legado, mi luz, mi alegría, mi melancolía, mi proyecto, mi pasión, mi coraje, mis límites, mis demonios. Todo habita en mi silencio. 

Corto algunas flores del jardín para adornar la puerta. Es el silencio que llega. Germino. Me hago primavera. 

miércoles, 4 de mayo de 2022

F (173/365)

Acabo de pasar horas en casa de mi abuela, celebrando su cumpleaños noventa y seis, reunida con la que fue la familia de mi padre. De alguna manera, entiendo, es también mi familia, aunque no. Contradicciones.

Un montón de personas reunidas en un escenario un poco deprimente. Abuelas y tías perdidas en los laberintos de su mente preguntando incansablemente por mi filiación, por mis hermanos, por mi nombre, incluso. Respondo, con la misma incansable sonrisa. Gente que no se soporta, pero que esperan sentados pacientemente, unos al lado de los otros, su parte de una herencia. Corazones secos, corazones rotos, corazones enmoheciendo; todos diligentemente adornados con pátinas brillantes para la ocasión. Nadie mira el mugre que está debajo del tapete rosa. Mucha gente, muy poco oxígeno. 

Del lado de allá -soy incapaz de enunciarme en las letras que componen la palabra F A M I L I A- es todo aun más turbio que del lado de acá -el otro grupo de gente que es la familia de mi madre, que en todo caso es más F que del lado de allá-. Hay más secretos, más oscuridad, más de todo eso que quiero purgar de la sangre que me corre por las venas. Hay buenas intenciones, sí, y hay afectos que me abrazan, también; pero me resisto, como me resistía de niña a las inyecciones, a participar de esa idea de F. Chillo y pataleo intentando escapar de lo que no puedo escapar; esta cara que es idéntica a la de mi madre y a la de mi abuela; a estas formas de sonreír tan cercanas a las de mi padre, esta herencia de ser maestra como mi madre y ser "artista" como mi padre... y que todo el mundo lo diga, que se me note tan por encima. 

Hablo con todo el mundo y me río con desparpajo. Camuflo un aire de superioridad que ni siquiera me avergüenza. Me siento por fuera del circo y me ilusiono pensando que así estoy más limpia de la violencia y la locura que se trepa por las sillas y las paredes de esa casa que se cae a pedazos. Igual que esa parte de mí a la que, hace rato, he renunciado. 

Vuelvo casa sin energía, con verdadero fastidio. O quizás es que estoy absolutamente conmovida, hasta no ser capaz de tolerar el dolor de ver el mundo en el que no quiero vivir, la vida a la que no quiero corresponder, que es también mi vida y esas personas, son una parte que no me puedo amputar. Me rompo por dentro, me doblega la pena de verme en ese espejo de decadencia y enajenación. ¿Qué me puede salvar de ser esa parte, también, de lo que soy? ¿Quién se acuerda de tenderme la mano y despojarme de esta ración de realidad con la que me estrello cuando intento sacar brillo a mi zapatos de cristal? Untada de F hasta la médula. Mejor tomo una ducha antes de dormir.


martes, 3 de mayo de 2022

Sur (172/365)

Ensayo una mueca en el espejo y luego me sale espontánea cuando escucho la voz de un hombre hermoso. No dejas de sonreír, me dice mi sobrina. 

Anoche me fui a dormir arrullada por un acento del sur del mundo. Una brújula interior trazó ese destino. Arrullos, deseos, confidencias inesperadas. ¿Cómo me voy a dormir estando tan lejos y queriendo estar tan cerca? Sonrío. Me entusiasma la intensidad de las cosas que, sorpresivamente, me llaman de regreso a lo básico de ser lo que soy. Me derrito, florezco, me ilumino. Así me contradigo. Me escabullo por entre las sombras y me emborracho a escondidas del mundo. Sonrío. Me agarro de donde puedo y consigo abrir los portones para que todo pase. Dejo que las cosas salgan, que las cosas entren, que el mundo se mueva a su propio ritmo cuando yo abro el paso. 

No dejo de sonreír. ¿Hace frío en el sur del mundo? Esa mueca de nuevo cuando pienso en el sur. 

lunes, 2 de mayo de 2022

Bendita vida (171/365)

Bendita vida que nos hace florecer a través de nuestro invierno y nuestra primavera, que encuentra formas de abrir camino para el crecimiento y la madurez. 

Bendita vida que nos arroja por nuestros precipicios y nos deja conocer el vértigo, el éxtasis, la entrega completa de ir planeando sin lugar de aterrizaje.

Bendita vida que conduce todo con su mano severa y sabia y nos deja creer, como si fuéramos niños, que somos nosotros los que inventamos el juego. No lo inventamos, pero somos los que gritan mientas lo jugamos. 

Bendita vida que nos roba todo, que todo nos lo quita. La belleza, la juventud, los amores, el deseo, las cosas y los perros. Nos desnuda para devolvernos limpios al lugar del que hemos venido con la ilusión de tener un par de esas cosas... se nos olvida que son apenas para un instante de gozo. 

Hay sol y sopla un viento helado. Calor y frío. Estar y no estar. Morirse de amor y agonizar en el deseo que se contradice. Bendita vida a la que me resigno. Con todo lo que me quita y con todo, mucho más, que me da. 

domingo, 1 de mayo de 2022

Domingo normal (170/365)

Desde la ventana de la cocina de casa puedo ver el andencito de la casa de mi abuela. Estoy parada mirando a través del cristal con un café en la mano. Descanso el peso de mi cuerpo sobre mi pierna izquierda y apoyo mi cabeza contra el filo de la pared. 

Las veo, mi madre y mis dos tías, sentadas a la sombra de un árbol de guayabas que lleva años sin producir una sola fruta, pero lleva años también proporcionando una sombra agradable en las tardes soleadas. 

Pasan mucho tiempo juntas desde que una de mis tías, la menor entre las tres, está en casa sobrellevando lo que pasa cuando la gente tiene cáncer. 

Desde que todo esto empezó he podido participar de esa intimidad que ellas comparten. Vivimos prácticamente las cuatro; ellas dos en una casa y mi madre y yo en la otra. Hoy por ejemplo compartimos la mesa, cada una en su plato con sus cositas particulares. Nos reímos. Intentamos llevar una vida tranquila y algo se forma por debajo de la superficie de la vida que compartimos por pedazos, del cuidado que nos proporcionamos, cada una como puede, cada una como mejor sabe hacerlo. 

Las veo sentadas a la sombra de ese árbol de mi infancia, los cuatro perros de casa echados al sol junto a ellas y yo miro de lejos. A veces no tengo fuerza para hacer parte de todo eso; de esa emoción tan cruda que es temer la muerte de alguien que amamos y no poder hacer nada. A veces no sé como aproximarme sin lastimar, como ir hacia adentro de mí misma sin violar los cimientos sagrados de la vida de ellas tres. Es la vida expresándose con fuerza en sus cuerpos cansados, enfermos, lastimados por los años y el amor enquistado en las esquinas de sus cuerpos. Es la humanidad compartida lo que veo en carne viva cuando voy hacia ellas con mi cuerpo vigoroso y mis gafas de sol, lista para recorrer nuestra pequeña ciudad y tomar el sol camino al supermercado. Las cuido lo mejor que puedo. Ellas me cuidan extraordinariamente. 

En un domingo así no pasa nada fuera de lo normal y eso tan normal me atraviesa por completo. El amor, el cuidado, lo inevitable, el sufrimiento, las carcajadas, el sol quemando, el cielo estrellado, los perros letárgicos, la cerveza helada. La vida que florece y se marchita. Y no podemos hacer nada.