domingo, 1 de mayo de 2022

Domingo normal (170/365)

Desde la ventana de la cocina de casa puedo ver el andencito de la casa de mi abuela. Estoy parada mirando a través del cristal con un café en la mano. Descanso el peso de mi cuerpo sobre mi pierna izquierda y apoyo mi cabeza contra el filo de la pared. 

Las veo, mi madre y mis dos tías, sentadas a la sombra de un árbol de guayabas que lleva años sin producir una sola fruta, pero lleva años también proporcionando una sombra agradable en las tardes soleadas. 

Pasan mucho tiempo juntas desde que una de mis tías, la menor entre las tres, está en casa sobrellevando lo que pasa cuando la gente tiene cáncer. 

Desde que todo esto empezó he podido participar de esa intimidad que ellas comparten. Vivimos prácticamente las cuatro; ellas dos en una casa y mi madre y yo en la otra. Hoy por ejemplo compartimos la mesa, cada una en su plato con sus cositas particulares. Nos reímos. Intentamos llevar una vida tranquila y algo se forma por debajo de la superficie de la vida que compartimos por pedazos, del cuidado que nos proporcionamos, cada una como puede, cada una como mejor sabe hacerlo. 

Las veo sentadas a la sombra de ese árbol de mi infancia, los cuatro perros de casa echados al sol junto a ellas y yo miro de lejos. A veces no tengo fuerza para hacer parte de todo eso; de esa emoción tan cruda que es temer la muerte de alguien que amamos y no poder hacer nada. A veces no sé como aproximarme sin lastimar, como ir hacia adentro de mí misma sin violar los cimientos sagrados de la vida de ellas tres. Es la vida expresándose con fuerza en sus cuerpos cansados, enfermos, lastimados por los años y el amor enquistado en las esquinas de sus cuerpos. Es la humanidad compartida lo que veo en carne viva cuando voy hacia ellas con mi cuerpo vigoroso y mis gafas de sol, lista para recorrer nuestra pequeña ciudad y tomar el sol camino al supermercado. Las cuido lo mejor que puedo. Ellas me cuidan extraordinariamente. 

En un domingo así no pasa nada fuera de lo normal y eso tan normal me atraviesa por completo. El amor, el cuidado, lo inevitable, el sufrimiento, las carcajadas, el sol quemando, el cielo estrellado, los perros letárgicos, la cerveza helada. La vida que florece y se marchita. Y no podemos hacer nada. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario