sábado, 14 de mayo de 2022

Un poco de ternura (183/365)

Algunas veces todo lo que una necesita es un poco de ternura, un poco de calor cuidadoso y palabras dulces. Qué bien se siente cuando una encuentra un espacio en dónde dejar caer las corazas. Qué buena fortuna coincidir con alguien que también busca. Recupero palabras perdidas y salto de nuevo. Salto a los pozos de mi alegría, de mi coraje. Mi corazón se alumbra y me empuja a dar un paso o dos en dirección a lo desconocido; amar mejor, dejar de tener miedo, apostar por algo que huela a lo que huele mi sangre caliente. 

Si me quedo quieta, si me quedo en silencio, es solo para agudizar mis sentidos y poder percibir mejor la vibración de la casa cuando hay otro ser que respira conmigo. Si; hay días en que abro los ojos y se abalanza sobre mí la sensación de detestar esta vida, de sentir verdadero fastidio al experimentar la precisión de lo que es. Hay días en que esa fuerza me arrasa y me deja tendida de cara al suelo. Sí. Hay días en los que detesto todo de mi vida. Pero también hay otros días en los que puedo flotar panza arriba en las aguas claritas de la alegría, con todo y mi tristeza colgada del cuello, con todo y mi melancolía brillando en mi piel. Eso nunca se va; que nunca se vaya. Me quedo mirando las nubes y las formas que dibujan. Intento que en ellas aparezca alguna señal de esa otra vida, la que ya no detesto, la que me deja aire, la que enciende las luces. 

Ya he vendido todo por un poco de ternura. Qué buena fortuna cuando aparece quien me la da como si fuera la cosa más fácil del mundo, como si no fuera algo tan escaso y tan extraordinario, como si no fuera un tesoro, un salvavidas, un soplo divino.

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