martes, 15 de mayo de 2018

El arte de cuidar el jardín

Voy a dedicarme al arte de cuidar un jardín.
Es una cuestión de paciencia,
de maravillarse con la lentitud de la naturaleza.

Cómo me gusta sentir la tierra entre las manos;
ver los bichos,
retirar las piedras,
sentir la vida.

Te levantas y no hay nada,
al otro día tampoco hay nada,
de nuevo te asomas
y
no
hay
nunca
nada.

Pero de repente una mañana hay algo.

Un suspiro verde asomando
resumiendo la vida de todas las galaxias alrededor...

en un diminuto puntito verde.

Así son los jardines.
Arrancar la maleza que aparece con rapidez:
ese verde que no es el tuyo,
no es el que te hace cantar el corazón.

Quitar y quitar y quitar
para que algo pueda aparecer.

Todo lo mágico sucede bajo la oscuridad de la tierra.
Allí es donde tiene origen la vida.

La impaciencia desde la ventana no puede ver más que la maleza
ignorando que
frente a sus ojos, la semilla se ha roto
y hambrienta de luz y aire
la nueva planta está creciendo
para ser una pera dulce
desgarrada entre los dientes;
agua milagrosa que bautiza los labios que sonríen.

lunes, 14 de mayo de 2018

La oscuridad

Uno es de donde es.
No importa si es una isla pequeña
que aparece y desaparece conforme va cambiando la luna.

Yo desperté
en la oscuridad que está después de lo más oscuro,
poblada de seres que han sido descritos solo en las ficciones de la ciencia.

Ahí estoy
levantando este refugio.

He traído madera seca, huesos secos, piel seca de las serpientes que ya se han ido.

Voy a quedarme a vivir aquí.
Voy a hacer una fiesta cada noche,
fiestas de aire frío y de aire caliente,
voy a cantar y a bailar la música de mi sangre
y voy a reírme fuerte, mostrando todos los dientes.

Voy a invitar a todos mis vecinos
y a recibirlos con frutas maduras
y vino en mi boca.

No hay espacio para las preguntas.
Voy a dormirme de día
para tener la piel brillante en la noche
y voy a tatuarme tu nombre
grande,
en la mitad de mi pecho
para que dance conmigo mientras estoy desnuda rodeando las hogueras.

Pareciera ser que al salir el sol se me seca el agua que llevo adentro,
pareciera que el ardiente azul del cielo me dejara ciega,
parece que todo se vuelve invisible a la luz del medio día.

No hay mapas de regreso,
no hay tiempo,
no hay estaciones aquí abajo.

Uno es de donde amanece,
de los lugares que solo uno reconoce
de los que se ha inventado
de los que lo han salvado
uno es del cuerpo que lo ha abrazado.

Uno es de donde es su oscuridad
de donde la vida da origen a la vida.

domingo, 13 de mayo de 2018

La caída

Estoy agotada después de esta larga caminata.  Traigo los pies llenos de ampollas, malheridos y con algunas astillas enterradas.  Los zapatos están rotos, la ropa toda mojada, pesada por el barro que se ha colado en cada bolsillo y cada cremallera.

No sé en que momento resbalé y rodé varios metros hacia abajo, hacia el fondo de las cuevas más oscuras. Desde el borde, mis amados gritaron con angustia pero ya era muy tarde.

La sensación de caer no es tan terrible como el momento en que realizas que estás en el suelo, casi sin poder moverte. La caída es una mezcla entre la emoción por sentir que casi vuelas y la tristeza de saber con certeza que no puedes volar.

Pero ya estoy en casa de nuevo; ahora entre la tina de agüita tibia, esperando a que el barro se desprenda de las uñas.

He puesto la ropa en una bolsa de basura. He puesto también allí aquella maleta vieja que llevé a todas mis caminatas previas, el equipo de montaña, la bufanda y los guantes, las botellas, las fotografías, el cuchillo y los cordones.

De regreso del hospital me compré una libretica nueva. Una que tiene los mapas a todo color y tiene mi nombre grabado en la portada.

En la primera página pone: qué los caminos sean siempre nuevos y los pasos de nuevo inocentes.

Estoy emocionada, lista para entrenar. Pero también estoy asustada. Voy a ser más precavida, caminar un poco más despacio, estar atenta a mis propios pies. Voy a confiar en mi brújula interior, escuchar el viento, hacerme amiga de los perros sabios y los lobos salvajes.  Voy a seguir el rastro del agua, a cobijarme debajo de los árboles más antiguos e ir al paso de mi propia canción.

Yo solía pedir indicaciones en cada cruce y compartir mis provisiones con todo aquel que cruzaba en el camino.  Ahora veo que fui una imprudente; aquellas costumbres me llevaron a extraviarme un par de veces y a estar, incluso, en peligro de muerte.   Ahora por suerte mis cicatrices me han hermanado con los más agrestes caminantes, los que saben andar,  los que tienen los mapas tatuados en la piel y que llevan savia en vez de sangre.

¡Que amanezca pronto para salir de nuevo! ¡Que me sanen las quemaduras de la piel y se caigan las costras de mis rodillas! ¡Que salgan a encontrarme los valientes y los aventureros!

El entrenamiento es en silencio y en soledad.


viernes, 11 de mayo de 2018

Sol que nace

El gozo del mundo existe
en el calor de tu piel junto a la mía,
ojos cansados con el sol saliéndonos adentro.

Hay una ventana grande
dos gatos y un perro que dejan soniditos en la escalera.
Las puertas se abren y se cierran dejando pasar
disimulado
el aroma del café de la mañana.

Se agotaron las palabras y una sombra de tristeza lo va cubriendo todo.

Trato de recoger entre mis manos y mi falda
toda la claridad que puedo.
No quiero que nada se escape
no quiero una sola gota derramada.

Me sonrojo al pronunciar las palabras más tontas,
las más obvias
las más triviales.

Es un intento desesperado por asir
millones de años de constelaciones y galaxias
que nos han traído hasta esta mañana,
desesperado amor por las cosas invisibles,
las efímeras tonterías que hacen valer la vida.

Todo es siempre un final,
cada momento termina con algo,
cositas que van muriendo segundo a segundo.

Esa risa tuya que me asesina,
que me deja sangrante el corazón,
que abre violentamente un espacio entre mis costillas
por donde
de nuevo, ese sol que me derrite adentro
puede salir y brillar.




domingo, 6 de mayo de 2018

Un hogar

Yo construí un hogar con mis manos.
Encontré cada piedra, cada cerrojo, cada pedacito de madera.
Yo inventé los mecanismos que lo abren y lo cierran,
los que lo mantienen caliente y a salvo.

Yo sola subí las puertas y los cristales
yo elegí los platos y las flores.

Yo, con mis propias fuerzas ajusté los cimientos,
las vigas,
el tejado.
Todo cuanto hay encima,
debajo y alrededor.

No quedó una grieta,
no quedó un desnivel.

Yo con mis propias fuerzas alimenté este cuerpo,
lo levanté y lo cuidé.
Canté, oré, medité y lo dejé como nuevo.

Yo caminé los caminos
e hice las penitencias.
Aprendí los rituales y allí puse mi corazón.

Yo amé con todo el amor
y lloré todo el llanto,
jamás odié, ni ahora puedo.
Yo pedí, hablé, llamé, busqué.

Allí me encontré.
Allí también me perdí.

No hacía falta esforzarme tanto,
aquí debajo de este árbol
al calor de esta estrella que me atraviesa puedo dormir esta noche.
Sólo en este silencio puedo descansar,
entonces saldrá el sol.