domingo, 13 de mayo de 2018

La caída

Estoy agotada después de esta larga caminata.  Traigo los pies llenos de ampollas, malheridos y con algunas astillas enterradas.  Los zapatos están rotos, la ropa toda mojada, pesada por el barro que se ha colado en cada bolsillo y cada cremallera.

No sé en que momento resbalé y rodé varios metros hacia abajo, hacia el fondo de las cuevas más oscuras. Desde el borde, mis amados gritaron con angustia pero ya era muy tarde.

La sensación de caer no es tan terrible como el momento en que realizas que estás en el suelo, casi sin poder moverte. La caída es una mezcla entre la emoción por sentir que casi vuelas y la tristeza de saber con certeza que no puedes volar.

Pero ya estoy en casa de nuevo; ahora entre la tina de agüita tibia, esperando a que el barro se desprenda de las uñas.

He puesto la ropa en una bolsa de basura. He puesto también allí aquella maleta vieja que llevé a todas mis caminatas previas, el equipo de montaña, la bufanda y los guantes, las botellas, las fotografías, el cuchillo y los cordones.

De regreso del hospital me compré una libretica nueva. Una que tiene los mapas a todo color y tiene mi nombre grabado en la portada.

En la primera página pone: qué los caminos sean siempre nuevos y los pasos de nuevo inocentes.

Estoy emocionada, lista para entrenar. Pero también estoy asustada. Voy a ser más precavida, caminar un poco más despacio, estar atenta a mis propios pies. Voy a confiar en mi brújula interior, escuchar el viento, hacerme amiga de los perros sabios y los lobos salvajes.  Voy a seguir el rastro del agua, a cobijarme debajo de los árboles más antiguos e ir al paso de mi propia canción.

Yo solía pedir indicaciones en cada cruce y compartir mis provisiones con todo aquel que cruzaba en el camino.  Ahora veo que fui una imprudente; aquellas costumbres me llevaron a extraviarme un par de veces y a estar, incluso, en peligro de muerte.   Ahora por suerte mis cicatrices me han hermanado con los más agrestes caminantes, los que saben andar,  los que tienen los mapas tatuados en la piel y que llevan savia en vez de sangre.

¡Que amanezca pronto para salir de nuevo! ¡Que me sanen las quemaduras de la piel y se caigan las costras de mis rodillas! ¡Que salgan a encontrarme los valientes y los aventureros!

El entrenamiento es en silencio y en soledad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario