viernes, 20 de marzo de 2020

Querida C: empiezo a ver cosas hermosas

Querida C:


Hace mucho calor y no dormí muy bien anoche, sin embargo esta mañana pude levantarme de la cama antes de las 6:00, hice las compras rapidito y empecé...
Empecé a buscarle sentido a este tiempo, a este deseo de permanecer sola, a estas ganas de hacer un millón de cosas, pero también a esta necesidad de darle espacio a la incomodidad que ronda por todo lado.

Entre conversaciones de WhatsApp, mantras y vocabulario nuevo en francés empiezo a ver algunas cosas, cosas hermosas:
1. Siempre hay algo que podamos dar a otros, siempre. Aunque parezca que estemos en el fondo y no sintamos ninguna luz, siempre hay algo que podemos dar.
2. Cuidar de nosotras mismas no tiene sentido si eso no nos ayuda a cuidar de los demás.
3. No es necesario esperar condiciones extremas, como las de ahora, para decirle a otros: yo te quiero; yo estoy aquí para ti; si quieres hablar, a la hora que sea estoy aquí; dentro de ti está la fuente de amor y la paz.
4. El único hogar que existe es adentro.
5. Ahora o más adelante tendremos que separarnos de todo lo que nos gusta, de todo y todos los que amamos... mejor irnos acostumbrando a la idea.
6. Practicar nuestro amor y compasión es más fácil cuando tenemos una idea de lo que pasa afuera... pero es una ilusión, nunca sabemos... esto no es diferente.
7. Si se siente como una herida, por mucho que nos guste, por suavecita que parezca, entonces no es amor.

Así fue hoy y mañana no sabemos.
Pero hay algo que no cambia, algo en lo que si podemos descansar: de dia o de noche, con sol o con nubes de tormenta el cielo inmenso sigue ahí. Lo veamos o no, está siempre ahí. Como ha estado siempre y como permanecerá.


jueves, 19 de marzo de 2020

15

Querida M:


Ya viví la muerte de mi padre
Ya me casé y me divorcié
Ya viví sola y viví con alguien
Ya fui profesora
Ya salí (muy herida) de una relación abusiva
Ya rapé mi cabeza
Ya me hice tres tatuajes
Ya viví una historia romántica en Rio de Janeiro
Ya me fui a vivir a otro país
Ya adopté un perrito al que amo
Ya hice con mis propias manos los vestidos más lindos que he usado
Ya viajé sola y viajé con mi mamá
Ya celebré las bodas y los bebés de mis mejores amigas
Ya fui del DF a Puebla solo para besar a un chico precioso
Ya lloré un millón de veces contemplando el atardecer
Ya tuve el hábito de correr, de hacer yoga, pilates, natación y otros ejercicios
Ya fui sagradamente disciplinada y nunca conseguí ser un caos total
Ya me obsesioné con perfectos idiotas
Ya amé de verdad verdad a un tipo fantástico
Ya me emborraché hasta quedarme dormida en el baño de un bar
Ya fracasé increíblemente y me rompí el corazón
Ya me arrepentí
Ya me sentí orgullosa de mí
Ya me amé furiosamente y me hice daño sin compasión
Ya cumplí treinta y cinco años
Me miro al espejo y pienso: Te has hecho a ti misma una mujer preciosa.











Ya estoy lista para empezar de nuevo otra vez...


"Aunque este tipo de vida, vista desde fuera (o tal vez desde muy arriba), pueda parecer efímera, inútil y sin mucho sentido, o sumamente ineficaz, me digo que hay que resignarse a lo que hay.  Y aunque realmente no se trate sino de un acto vano, como verter agua en una vieja olla agujereada, al menos siempre quedará el hecho de haber realizado el esfuerzo. Tendrá su utilidad o no, será o no atractiva a los ojos de los demás, pero, en definitiva, lo más importante para nosotros es, en la mayoría de los casos, algo que no puede verse con los ojos (aunque si sentirse con el corazón). Y, a menudo, las cosas verdaderamente valiosas son aquellas que sólo se consiguen mediante tareas y actividades de escasa utilidad. Tal vez sean tareas y actividades vanas, pero jamás estúpidas. Eso pienso yo. Pienso así tanto por mi sentir, como por mi experiencia".
H. Murakami (De qué hablo cuando hablo de correr)




martes, 17 de marzo de 2020

Querida E: gracias por envejecer conmigo

Querida E:

Nuestras recientes conversaciones me han hecho pensar sobre lo que hace el tiempo con nuestros cuerpos.  Estos días que paso sola en casa me miro mucho en el espejo y me gusta lo que veo.
Me parece que mi piel está luminosa. Me parece que mis músculos saben mantener alguna forma a pesar de no recibir adecuado entrenamiento. Me parece que mi cuerpo se parece al tuyo.

Ese cuerpo de sesenta y cinco años que por estos días te pone triste porque ya no funciona como antes.

En mi memoria estás cargando a diario toneladas de cuadernos camino al trabajo a un paso escandalosamente apresurado, paso que aun no consigo aflojar y que revela mi caracter ansioso.  Fuiste un cuerpo tan fuerte... creaste cuatro cuerpos nuevos, hechos de tu propia sangre y tu propia carne; y los sostuviste, los alimentaste, los cuidaste, los protegiste y los llenaste de ternuras.

Está cansado ese cuerpo.
Está intentando parar un poco, está diciéndote con amor que ha estado todo bien y que seguirá estando bien, pase lo que pase.  Ese cuerpo que también ha sido mi casa, que me ha acunado incluso siendo una mujer adulta, ese cuerpo tuyo que yo veo cambiar y hacerse más blanquito y más ligero.

Pero sigue aquí y yo puedo abrazarlo y tu también. Eso me hace infinitamente dichosa.
Y voy a abrazarlo cada vez que pueda, cada día en que estés cerca.  Voy a mirarte caminar y bailar a tu manera y hacer cosas preciosas con tus manos y hasta acariciar a un perrito que te abraza.

Es maravilloso que ese cuerpo siga aquí y solo el tiempo dirá cuántas veces podremos llevarlo de nuevo al mar para que sea feliz.

Hoy leí algo de Murakami que me hizo pensar en ti:

"Y, a quienes tienen la suerte de librarse de morir jóvenes, se les privilegia con el preciado derecho de ir envejeciendo. Les aguarda el honor de su progresiva decadencia física. Hay que aceptar este hecho y acostumbrarse a él.
Lo importante es no competir contra el tiempo."

Gracias por compartir ese honor conmigo, por enseñarme cómo se hace eso de habitar este lugar.
Gracias por envejecer conmigo, por hacer que los 30 años que diferencian nuestros cuerpos se diluyan cuando estamos llorando en un concierto o tomando matcha mientras vemos una película en francés.

Gracias por la herencia que veo a diario en el espejo, por hacerme tan hermosa, por poner luz en mi pecho y abrir las ventanas de mi casa.


lunes, 16 de marzo de 2020

Querido P: es que yo te quiero.

Querido P:

Lo que tengo para decirte resultó ser la razón para regresar aquí.

En estos días de pasar tanto tiempo conmigo, de pensar en las cosas que terminan (los viajes, los romances, los estudios, la vida), me pregunto ¿qué se siente cuando este pequeño instante que somos nos aparece tan claramente finito y frágil?

Se siente horrible por momentos.
Se siente como si ningún abrazo fuera suficiente para hacer valer la pena tener un cuerpo.
Se siente como si todos los días que no fueron felices fueran un desperdicio que te llena de remordimientos.
Se siente como si quisieras empezar todo de nuevo y hacerlo mejor, con más paciencia, con más ternura, con más valentía.

Lo que tengo para decirte, que es tan simple y tan repetido, ya te lo dije. Que yo te quiero.
Pero es que pensar en la vida hace que quiera decírtelo un montón de veces, como si al decirlo otra vez pudiera retener alguna cosa; evitar que se apague, que se gaste, que se rompa esto que se siente tan bonito, este deseo de amanecer y ser feliz... no contigo, solo amanecer y ser felices.
Tu allá y yo aquí, pero queriéndonos así... sin necesitar ni decirlo, así como tu lo haces.
Pero a mi, la boca se me llena de frutas cuando te miro y digo TE QUIERO.

Entonces volví aquí solo para verlo escrito, solo para intentar no olvidar tu abrazo en la Rua Primeiro de Março donde una cosa terminó, algo que hace desear que no todo termine. Tu abrazo,  que me hace desear que no acaben los días y los caminos y los planes y los encuentros y buscarte en la puerta de un aeropuerto o en la puerta de una casa que pueda llamar mia o en un rincón que todavía no existe.

Que yo te quiero, así, sin que sea necesario decirlo.