martes, 17 de marzo de 2020

Querida E: gracias por envejecer conmigo

Querida E:

Nuestras recientes conversaciones me han hecho pensar sobre lo que hace el tiempo con nuestros cuerpos.  Estos días que paso sola en casa me miro mucho en el espejo y me gusta lo que veo.
Me parece que mi piel está luminosa. Me parece que mis músculos saben mantener alguna forma a pesar de no recibir adecuado entrenamiento. Me parece que mi cuerpo se parece al tuyo.

Ese cuerpo de sesenta y cinco años que por estos días te pone triste porque ya no funciona como antes.

En mi memoria estás cargando a diario toneladas de cuadernos camino al trabajo a un paso escandalosamente apresurado, paso que aun no consigo aflojar y que revela mi caracter ansioso.  Fuiste un cuerpo tan fuerte... creaste cuatro cuerpos nuevos, hechos de tu propia sangre y tu propia carne; y los sostuviste, los alimentaste, los cuidaste, los protegiste y los llenaste de ternuras.

Está cansado ese cuerpo.
Está intentando parar un poco, está diciéndote con amor que ha estado todo bien y que seguirá estando bien, pase lo que pase.  Ese cuerpo que también ha sido mi casa, que me ha acunado incluso siendo una mujer adulta, ese cuerpo tuyo que yo veo cambiar y hacerse más blanquito y más ligero.

Pero sigue aquí y yo puedo abrazarlo y tu también. Eso me hace infinitamente dichosa.
Y voy a abrazarlo cada vez que pueda, cada día en que estés cerca.  Voy a mirarte caminar y bailar a tu manera y hacer cosas preciosas con tus manos y hasta acariciar a un perrito que te abraza.

Es maravilloso que ese cuerpo siga aquí y solo el tiempo dirá cuántas veces podremos llevarlo de nuevo al mar para que sea feliz.

Hoy leí algo de Murakami que me hizo pensar en ti:

"Y, a quienes tienen la suerte de librarse de morir jóvenes, se les privilegia con el preciado derecho de ir envejeciendo. Les aguarda el honor de su progresiva decadencia física. Hay que aceptar este hecho y acostumbrarse a él.
Lo importante es no competir contra el tiempo."

Gracias por compartir ese honor conmigo, por enseñarme cómo se hace eso de habitar este lugar.
Gracias por envejecer conmigo, por hacer que los 30 años que diferencian nuestros cuerpos se diluyan cuando estamos llorando en un concierto o tomando matcha mientras vemos una película en francés.

Gracias por la herencia que veo a diario en el espejo, por hacerme tan hermosa, por poner luz en mi pecho y abrir las ventanas de mi casa.


No hay comentarios:

Publicar un comentario