lunes, 16 de marzo de 2020

Querido P: es que yo te quiero.

Querido P:

Lo que tengo para decirte resultó ser la razón para regresar aquí.

En estos días de pasar tanto tiempo conmigo, de pensar en las cosas que terminan (los viajes, los romances, los estudios, la vida), me pregunto ¿qué se siente cuando este pequeño instante que somos nos aparece tan claramente finito y frágil?

Se siente horrible por momentos.
Se siente como si ningún abrazo fuera suficiente para hacer valer la pena tener un cuerpo.
Se siente como si todos los días que no fueron felices fueran un desperdicio que te llena de remordimientos.
Se siente como si quisieras empezar todo de nuevo y hacerlo mejor, con más paciencia, con más ternura, con más valentía.

Lo que tengo para decirte, que es tan simple y tan repetido, ya te lo dije. Que yo te quiero.
Pero es que pensar en la vida hace que quiera decírtelo un montón de veces, como si al decirlo otra vez pudiera retener alguna cosa; evitar que se apague, que se gaste, que se rompa esto que se siente tan bonito, este deseo de amanecer y ser feliz... no contigo, solo amanecer y ser felices.
Tu allá y yo aquí, pero queriéndonos así... sin necesitar ni decirlo, así como tu lo haces.
Pero a mi, la boca se me llena de frutas cuando te miro y digo TE QUIERO.

Entonces volví aquí solo para verlo escrito, solo para intentar no olvidar tu abrazo en la Rua Primeiro de Março donde una cosa terminó, algo que hace desear que no todo termine. Tu abrazo,  que me hace desear que no acaben los días y los caminos y los planes y los encuentros y buscarte en la puerta de un aeropuerto o en la puerta de una casa que pueda llamar mia o en un rincón que todavía no existe.

Que yo te quiero, así, sin que sea necesario decirlo.




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