miércoles, 21 de septiembre de 2022

felizdíadelaprimavera (312/365)

Mi hermana me cuenta que siempre llueve en Buenos Aires el día de la primavera. Tiene sentido, pienso, mientras regreso a casa de noche, bajo la llovizna fina de Bogotá. Es el día de la primavera y llueve por toda parte. La lluvia es emisaria de la vida floreciente. Es testimonio de la abundancia y la renovación. 

Felizdíadelaprimavera, me digo. Llueve. Muy apropiado. Tengo un corte de pelo nuevo y estoy, digamos, lista para otra de mis primaveras. Lluevo y mis propias aguas van nutriendo la tierra para que otras cosas crezcan, para que otras cosas maduren. Entonces, cuando estén maduras, como ya han madurado otras cosas antes, se caigan por su propio peso. Así también se rompe el cascarón cuando el embrión está maduro. Así también se rompen las aguas del vientre cuando el bebé está maduro y listo para la vida. Listo es un decir. Igualito que yo en este momento. Algo maduró y cayó por su propio peso. Algunas cosas, lamentablemente, pesan tanto que se revientan contra el suelo al caer y quedan todas, en pedazos, desperdigadas al pie de lo que antes las sostuvo. 

Lista para la vida. Es un decir. No tengo más remedio que levantarme y limpiar la casa antes de irme a trabajar y regresar cansada en la tarde, procurando robarle al día espacios para la paz y para la alegría; para el consuelo al menos. No tengo más remedio que hacer coexistir esa rutina con un corazón, digamos, roto. Aunque no es roto, sino adolorido después de soltar un gran amor, angustiado por la incapacidad para conducir hacia la luz a quienes están a oscuras, exhausto por mantenerse siempre en pie. Lista para la vida, digamos, como la tierra hecha un barrizal al final del día lluvioso de la primavera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario