sábado, 5 de febrero de 2022

Ven (85/365)

Últimamente detesto los mensajes en mi teléfono. Detesto la ansiedad, la atención que se desvía constantemente, esa cuerdita que me jala a tocar la pantalla una y otra vez en busca de nada en especial. De sentir alguna cosa.

Detesto la distancia, el silencio, las notificaciones, las horas de envío, las llamadas perdidas, el modo lunita, el modo avión, el modo ausencia. 

Quiero cambiar veinte mensajes por un instante de alegría contigo; cincuenta horas de video llamadas por un helado de crema inglesa y kinotos al whisky a dos cucharas. No quiero hacer la cuenta de cuantas semanas llevo sin respirar el olor de tu ropa y de tu casa cuando tú me dices: hola. ¡Sólo me dices: hola! ¿Qué clase de vida es esta, qué clase de mundo es este en el que sólo me dices hola? Qué se supone que respondo, si lo que quiero es derretirme en el calor de tu abrazo, sin decirnos nada, solo existiendo en la burbujita de cariño y cuidado que nos inventamos cuando nos encontramos...

No quiero ninguno de tus mensajes de voz. Quiero verte caminar a mi encuentro y sentir el sudor de tus manos. Quiero ver como se mueve tu pecho cuando exhalas en una pausa de tantas cosas de las que me hablas. No quiero canciones, ni fotos, ni stickers de perritos con corazones. Quiero calor de carne y sangre de cuerpos. Quiero ruido de voces y de risas y de estornudos. Quiero viento y frío y cansancio cuando regreso a casa después de haberme olvidado del mundo encerrada contigo en algo parecido a un paraíso. 

Háblame.

Tócame.

Dame a probar de tu taza.

Intercambiemos libros, postres, historias, saliva. 

Ven.

Abre las puertas.

Aquí estoy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario