domingo, 27 de febrero de 2022

Bajo esta luz de amor (107/365)

Me siento en el centro de la soledad del mundo y resisto la tentación de mirar hacia otro lado. Qué crudo se siente todo. Arde, lastima, duele. Ahí me siento a pensar en ti.

El centro del centro de la soledad es el lugar en el que todos nos reconocemos. En ese lugar es que yo intento verte cuando te aproximas y nos volvemos un enredo de emociones y de miedos, de anhelos y de historias rotas. 

Siéntate aquí a mi lado y déjame sentir el perfume de la mañana que aún exhala tu cuerpo.

Déjame imaginarte feliz.

Déjame que me vuelva chiquitica para espiarte mientras cocinas, moviéndote como si bailaras disfrutando de las cosas más dulces y jugosas.

Déjame escuchar lo que le dices a las plantas y mirar lo que tu miras cuando te sientes valiente. 

Con la luz que brilla en el centro del centro de la soledad del mundo es que yo quiero mirarte; con esa atmósfera ligera y espaciosa quiero ver lo que hay adentro de tu corazón. Me invento definiciones de amar. Una de esas se escribe como tu nombre; la pongo en mi mano derecha y le enseño a volar. 

¿Me alcanzarán las palabras que he aprendido para definir este palpitar afanoso que quiere abarcarlo todo?

Quiero nombrar el tiempo, contar los lugares del vivir, los libros, las canciones, las cervezas... 

¿Encontraré una forma de amarte sentada en el centro de la soledad del mundo? ¿Acaso hay otro lugar en donde sea posible inventarse el amor?

Siéntate aquí a mi lado y enséñame las palabras que desconozco; enséname a mirarte y desenmarañar con delicadeza las raíces de tu dicha.

Bajo esta luz soy capaz de abrir mi boca; bajo esta luz te miro y miro el amor que nos deletrea. 

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