domingo, 5 de diciembre de 2021

Me gusta tocar (23/365)

Me gusta tocar.

Me gusta tocar a las personas y las cosas.

Hay un par de versos en un poema de Samuel Jaramillo* que son de las cosas que más me gustan de existir en este mundo:

[...]

cuando tu cuerpo acaricia mi mano

también mi mano acaricia tu cuerpo.

No sé cuantas veces he repetido esos versos mentalmente mientras rozo el cuerpo de alguien; mientras sostengo en alguna tienda un objeto hermoso; mientras siento mi cuerpo en contacto con el de otro ser en un abrazo.  Nunca he sido capaz de decírcelos a nadie. Me detiene pensar que sea algo raro, que parezca algo distinto de lo que es: mi forma de amar esta vida y este mundo donde habitamos seres que tenemos miedo de tocar y ser tocados.

Pero me moría por decirle a Pablo: cuando tu cuerpo acaricia mi mano, también mi mano acaricia tu cuerpo. Decírselo a él y decírselo a Lila mientras se está echadita a mis pies. Decírselo a mi hermana que me acaricia a diario y a la distancia. Decírselo a mi madre, aunque a veces nos cueste tanto decírnos estas cosas. Decírselo a Raquel y a Guillermo y a todas mis amigas y decírselo a Andrés y a mis preciosas sobrinas, que ponen, todos ellos, luces en mi corazón. 

Esas son las palabras que se dibujan en mi piel cuando salgo al mundo, cuando atravieso la puerta de mí misma para abrirme a todo lo que parece afuera (que no es sino otras partes de mí, también) para dejar que las cosas me toquen y descubrirlas, entonces, en todo lo suave y áspero y duro y lleno de astillas. Dejar que las cosas se descubran en mis manos, cambiantes, llenas de accidentes y de humedades, como mis propias manos. Me gusta tocar. Me gusta tocar a las personas y las cosas. Y me gusta que, al tiempo, las cosas me toquen y me hagan cosquillas y creen elecricidad en mi cuerpo. Me gusta que me pesen y que me mojen y que me hieran. Me gusta que me conmuevan hasta hacerme llorar, sin mediar palabras, sino, únicamente comunicándose con los más de cinco mil receptores que tengo en cada centímetro cuadrado de piel. 

Me gusta tocarte, a tí, que sé que lees esto que escibo. Esto que, torpemente, intento decir pero que quisiera comunicarle directamente a los más de cinco mil receptores que tienes en cada centímetro cuadrado de piel. Tu piel que acaricia mi mano, cuando mi mano acaricia tu piel. 

*El poema está publicado en el libro En la sartén hervían las estrellas.

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