sábado, 25 de diciembre de 2021

Estás aquí (43/365)

Hoy leí que ser agradecida significa, sobre todo, ser capaz de apreciar las partes de mí que no me gustan, porque, solo así, puedo apreciar todo lo que me rodea como aprendizajes y regalos que me ayudan a encontrar la verdad dentro de mí.

Me miro con atención y ahí te encuentro. 

Con el corazón roto; divorciándote casi en secreto por la vergüenza de no encajar; sintiendo que tu cuerpo no es lo suficientemente algo, comiendo ansiosamente o privándote de comer, ansiosamente, culpablemente; intentando ser una buena persona a pesar del enojo y la frustración de estar en esa vida particular.

Te encuentro en mi perecita de la tarde viendo películas sentimentales, anhelando un abrazo perdido, una risa sonora que inunda toda la habitación, el calor de la vida de alguien, el murmullo de su respiración cuando ya está casi dormido. 

Te encuentro susurrando secretos familiares mientras, con mi madre, hacemos labores con cintas y agujas, sintiéndonos cómplices en una vida que apenas estamos empezando a inventarnos juntas, llenas de preguntas, de planes, de acuerdos que resolver.

Te encuentro en la rutina del espejo en la noche, contando los surcos del tiempo en la cara, las manchas del sol, las marquitas que el amor y los excesos van dejando en los ojos; en el olor de las cremas y las curas mágicas que, con suerte, retengan algo del descaro ingenuo de la juventud.

Te encuentro en el sollozo triste del final del día, la melancolía de las fiestas y todas las cosas a las que he renunciado; en el coraje que me viste y me protege y que me ha costado la serenidad de muchas noches, la compañía en muchos caminos. 

Te encuentro en mi herida abierta, en mi corazón anhelante, en mi insatisfacción patológica, en mi curiosidad desafiante. Eres idéntico a esta piel curtida de sol y de batallas, de humedades y de hambres no satisfechas. Tus dedos están tecleando estas palabras y soy yo quien se recuesta en tu almohada junto a tu gato.

Estás aquí. Estás aquí conmigo cada vez que yo respiro; tu exhalación me mantiene con vida. No te vas nunca, a ningún lugar mientras aprendo a amarme mejor, a cuidarme mejor, a contener tu emoción por ser libre y andar de un lugar a otro sintiéndote sin hogar. Estoy contigo, aquí en mi cama caliente, enlazando mi cuerpo con el tuyo, mientras te emborrachas y te pierdes en alucinaciones que te regresen a casa, a lo que no alcanzas en la vigilia rutinaria; tu carcajada, mi felicidad, los caminos, envejecer, terminar como un polvo gris que se derrama en el océano, agua salada que transpira la tierra, mi cuerpo, mi tristeza que no se seca nunca, como mi deseo, que no se apaga y calienta todo y evapora la materia de tu alegría. 

Estás aquí, conmigo y me siento agradecida.

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