lunes, 20 de diciembre de 2021

Nada qué perdonar (38/365)

Es maravilloso descubrir que no hay nada qué perdonar.

Fui lastimada en las superficies más delicadas y preciosas de mi ser, fui muy triste por eso y permanecí enojada por mucho tiempo.

Poco a poco, a medida que voy tocando mi propia oscuridad, a medida que voy atravesando las puertas de los sótanos de mi corazón, voy descubriendo mi propia hostilidad, mi propia confusión. No hay más que miedo detrás de tanto ruido. En mí y en la persona que me lastimó. Ahora sé que su casita interior es exactamente igual que la mía. Entonces, no hay nada qué perdonar.

Es solo que hay temporadas en que algunos abrimos las ventanas, a pesar del viento, a pesar del frío. Así hay un poco más de luz.

Hace pocos días pude ver a los ojos a esa persona y pude sentir de nuevo su abrazo. Qué afortunada soy; me fue dado el privilegio de ver la luz que alumbra esa casita en el invierno. Y yo pude alumbrar mi propia oscuridad con esa luz. Donde alguna vez es invierno, seguro que luego será primavera. 

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