Mi primer tatuaje me lo hice solo por hacérmelo. Como una de esas cosas que, en mi vida, había dicho: alguna vez...
Así que empecé una temporada de hacer todas esas cosas que antes había dicho: alguna vez... Y me tatué flores en la muñeca derecha. Mi primer tatuaje. Tenía unos 33 años. Me gusta la forma en la que una de esas flores está por abrirse rozando la vena que baila al ritmo de mi corazón. Me recuerda que así soy yo también, apenas un brote, naciendo a cada instante.
El segundo, es un verso: protégete con palabras y árboles. Es del poema Consejos para la mujer fuerte, de Gioconda Belli. Si hubiera podido, me habría tatuado el poema entero.
[...]
Si eres una mujer fuerteprepárate para la batalla:aprende a estar solaa dormir en la más absoluta oscuridad sin miedoa que nadie te tire sogas cuando ruja la tormentaa nadar contra corriente.
Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelectoLee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillorodéalo de fosos profundospero hazle anchas puertas y ventanas
Es menester que cultives enormes amistadesque quienes te rodean y quieran sepan lo que eresque te hagas un círculo de hogueras y enciendas en el centro de tu habitaciónuna estufa siempre ardiente donde se mantenga el hervor de tus sueños.
Si eres una mujer fuerteprotégete con palabras y árbolese invoca la memoria de mujeres antiguas.
El tercero, es un esqueletico rodeado de flores. Es algo así como yo misma floreciendo en esta existencia humana tan efímera y tan delicada. Me recuerda que soy, yo también, apenas un brote, naciendo a cada instante.
El cuarto, van a ser flores también. Las flores en las que se transforma todo con la luz de la consciencia. La historia dice que cuando el Buda estaba sentado bajo el árbol Bodhi fue tentado y atacado por Mara y sus ejércitos. Todas sus flechas se trasformaron en una lluvia de flores y el príncipe Siddharta floreció como Buda.
Es un capricho hacerme tatuajes. Es, quizás, una forma muy primitiva de resistirme y de separarme de las que fui antes e intentar hacerme un cuerpo que sea mucho más que mi propio cuerpo. Por ahora, sigo contemplándome en el espejo desnuda y viéndome como soy: apenas un brote, muriendo a cada instante.
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