Me gustaría, efectivamente, escribir todos los días de mi vida.
Hay una alegría, una fuerza que resucita en mí cuando escribo, aún cuando escribo de cosas que me duelen y me hacen llorar. Hay cosas que sólo entiendo cuando escribo, cosas que puedo procesar, que puedo curar, que puedo reconocer. Hay cosas que sólo puedo celebrar y apreciar por medio de la escritura.
Siempre me ha acomplejado mi gusto (casi necesidad) de vivir a través de retos y propósitos que me hago sobre cualquier cosa. Funciono mejor así, con un poco de presión por cumplirme. Al menos ahora es cumplirme a mí misma, ya no es cumplirle a alguien más... la mayoría de las veces. De esos tratos conmigo he obtenido la fuerza y la disciplina para sobreponerme a momentos horribles y para sacar adelante proyectos que parecían imposibles, así que, bueno, para la escritura también me funciona.
Luego de terminar el reto de treinta días y completar el juego del mundial de escritura, que duró seis días, no quiero perder el ritmo y quiero continuar escribiendo a diario... quiero escribir todos, todos los días de mi vida.
Voy a comenzar entonces otro desafío: 365 apuntes diarios para escribir con las ganas de poder dedicar un momento de cada uno de los días de un año a escribir sobre cosas aleatorias y que, normalmente, me resultan mucho más difíciles.
Escribir es escribir. Así, sin más objetivos que escribir y, entonces, ver qué pasa, conmigo y con la escritura.
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