jueves, 25 de noviembre de 2021

Irresistible (13/365)

- Boa tarde. Vou querer um café e um bolo de chocolate por favor.

Estaba con los ojos empañados cuando pronuncié esa frase, sentada cerca de la ventana de un café, en el segundo piso de una librería preciosa ubicada en la entrada del centro cultural del Banco do Brasil. Estaba enamorada y estaba en Rio de Janeiro.

- Boa tarde. Vou querer um café e um bolo de chocolate por favor.

Esta vez, estaba en la librería Lamarca en Fortaleza, también en Brasil. En realidad dije eso muchas, muchísimas veces, porque mi salidas conmigo siempre fueron a un cafecito lindo para tomar un café y una torta de chocolate. 

Eso mismo pido en (casi) todos los cafés de todas las ciudades que visito. Hay algo en esa combinación que me hace sentir que hay un lugar en el mundo donde puedo poner mi nombre. Hay algo en esa mezcla que me hace sentir adulta, dueña de un paladar sofisticado e inteligente. Algo que me hace sentir que yo sé quien soy, o, por lo menos, a qué sabe esa que llevo conmigo cuando voy caminando emocionada, explorando una ciudad nueva, una lengua nueva, un cuerpo nuevo. 

Café y torta de chocolate es lo que pido para celebrar un día especial o cuando estoy triste y quiero consentirme o cuando he tenido un día muy cansado y quiero desconectar o cuando me va a venir mi periodo y todo parece espantoso o cuando tengo el corazón roto y quiero sentirme reconfortada o cuando me pongo tacones y quiero hacerme una chica independiente y libre o cuando salgo conmigo en plan romántico y me canto canciones de amor o cuando quiero aislarme en algún lugar y deslizarme entre las páginas de algún libro o cuando salgo con mi mamá y nos topamos con un Juan Valdez. 

Extrañamente, cuando pensé en café y torta de chocolate, fui primero a ese recuerdo en Rio, a esa tarde de adiós, que fue hasta pronto, que ahora volvió a ser adiós y que ojalá vuelva a ser hasta pronto. Eso, justo ese sentimiento, es ver en la mesa una taza bonita humeante y amarga, bien servida, al lado de un plato blanco con una torta oscura y cubierta tibia, decorada con algún diseño hecho de salsa o con cacao espolvoreado por encima. Eso. Ese deseo, ese dolorcito de la insatisfacción por saber que nada es como yo quiero. Ese saber que toca perder, incluso esas cositas que me gustan, que me disparan químicos deliciosos en el cuerpo y que me dan ilusión. 

Esos son mis vicios:el café con esas tortas y ese dolorcito del corazón. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario