sábado, 1 de enero de 2022

La verdad del corazón (50/365)

Si das un paso, yo te acompaño. A mi no me da miedo ir al monte, no me da miedo la oscuridad. 

Si quieres cerrar los ojos, yo puedo ser tus ojos. Si quieres cantar, yo bailo alrededor de tu cintura.

Te agarro de la mano y nos vamos a cualquier lugar donde haya un poquito de aire fresco y verde que nos cobije del sol. Te agarro la mano sudorosa y sucia al final del día. No me da miedo nada que salga de ti, porque es lo mismo que habita en mí. Tu y yo, una casita en construcción. ¿Quieres venir y pasar una temporada?

Te digo al oído la hora exacta en que amanece y tú te enrollas de nuevo en las cobijas. Paso mis dedos suavecito por tu mejilla y me siento feliz de despertar a tu lado. 

Vivo de acuerdo con la verdad de mi corazón. Honestamente, lo intento.

Ya no me asusto. No te asustes tú, que aquí está mi pecho para que escampes los aguaceros, aquí está para que descanses de la caminata, aquí está, hecho un templo silencioso donde puedas escuchar tu propio silencio. 

Si das un paso, yo te acompaño. Sentada en el antejardín de mi casa te veo sobrevolar la ciudad. Te vas a otra ciudad, a otro mundo, llevando en la maleta las cosas esenciales: la música, los buenos libros, el gin tonic, mi corazón; me lo envías de vuelta después de la media noche, cuando, borracho de alegría, piensas en mí y me extrañas. Si tú das un paso, yo te acompaño. A mí ya no me da miedo la oscuridad y el silencio, la pérdida y el dolor. Ahí es donde germina todo, donde cualquier cosa puede, saludablemente, crecer y vivir. 

"La reunión termina en dispersión, el encuentro en separación, el ascenso en descenso, el nacimiento en muerte". Empezar los ciclos con eso en mente, terminarlos con eso en el corazón. ¿Por qué complicarnos tanto? No es sino un ratico la vida; mejor vivir, completamente, de acuerdo con la verdad de mi corazón. Mi corazón abierto para ti. 

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