sábado, 15 de enero de 2022

Sin compañía (64/365)

Compañía tiene que ver con cercanía, con estar, con ir al lado, con coincidir en tiempo y lugar o en intención o en energía y afecto. Compañía tiene que ver con presencia, no física exclusivamente. 

Presencia tiene que ver con existir.

Y existir tiene que ver con la vida, con identificar alguna cosa como real. 

¿Es demasiado pedir tu compañía?

Hoy me apareció un poema de Rumi, doloroso y sabio, que me parece ir a punto para este momento en que te extraño rabiosamente y rabiosamente comprendo que no hay nada qué extrañar:

I choose to love you in silence, for in silence I find no rejection. I choose to love you in loneliness, for in loneliness no one owns you but me. I choose to adore you from a distance, for distance will shield me from pain. I chose to kiss you in the wind, for the wind is gentler than my lips.  

No tengo idea de quién eres en esta noche en que estás sentado en el sofá frente al televisor viendo las noticias, comiendo en un plato cualquiera una comida cualquiera servida sin ningún cuidado. Estoy enojada porque no me llamas, porque ya no nos queremos, porque no hay, ni siquiera, un puerto en el que podamos desembarcar juntos. No hay nada pero ninguno de los dos quiere decirlo en el secreto de su corazón. 

Lo que más me enoja es no poder dejar ir la ilusión de que quizás haya algo nuevo, un curso que ha sido fijado mientras dormíamos y que por eso nos estamos alejando de la orilla. No nos hemos visto, pero estamos los dos en el mismo barco y la luna llena agita las aguas de mi pena.  Detesto ser una pregunta de cuerpo entero, no entender nada y tener que sentarme a mirar el silencio espinoso que has sembrado en el balcón de mi casa. No floreció nada más ahí, no hay sino hojas secas, pero yo sigo regando la maceta por si acaso, por si quizás, por si no se acaba el mundo en esta vuelta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario