jueves, 6 de enero de 2022

Gente hogar (55/365)

Hay gente que se vuelve tu gente preferida en un instante. A lo mejor has estado viéndolos por mucho tiempo, pero un gesto, un sonido particular, alumbra por un segundo la parte oscura de la tierra y comprendes: un corazón es un hogar.

Hogar, no como el lugar donde vive lo que llamamos familia, aunque también, sino hogar como la sensación de que, aunque es imposible escapar de la soledad de lo que somos, hay otras soledades que nos acompañan. Hogar, como poder ponerse de pie en la mitad de la sala y enumerar con vergüenza, sí, pero también con dignidad todas las debilidades y los miedos. Hogar es el llanto, la enfermedad, el mugre; las mudanzas, los planes y los fracasos; las verduras, la música y las despedidas. Es un ratico que dura para siempre.

Hogar es sentirse a salvo, aun en medio de la ferocidad de la gente que amas, en medio de su confusión y de su enojo, porque eso también es lo que amas; y hogar, como la casa, es sótano también, es invierno también, pero es, más que nada, voluntad de abrigar y de resistir a lo efímero de las cosas del mundo para conectarse con lo único que perdura: la bondad que somos capaces de crear adentro y de compartir con una parte de nosotros mismos, que es lo que, por convención, llamamos Otro. 

Acabo de pasar algo más de una hora al teléfono con una de esas personas extraordinarias que, por azar (claro que no) o por buena fortuna, han venido a enseñarme las maniobras para abrir mi corazón. Ahí, en medio de la música y de las cosas más banales de mi pequeño universo, me sentí a salvo. ¿Qué más podría pedir antes de irme a la cama, que sentir que hay alguien capaz de mirar lo que no conoce y tratar de comprenderlo, solo porque es importante para mí? Perdón, pero no quiero otra riqueza que no sea esa. No quiero ganar nada ni conquistar nada que no sea esa sensación de que hay luz y dulzura en los lugares que habitamos; que se puede resistir con ternura a la tiranía de un mundo imparable, impenetrable, incomprensible; que estar hecha de carne y de sangre, tan frágil como soy, me da el privilegio de hacerme vulnerable en las manos de alguien más. Ahí, mi centro solar explota para brillar en un rinconcito del espacio infinito. 

P.D: Tan bonito aprender a ser yo misma, a ser amiga de alguien, con alguien tan bonito como tú. 

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