viernes, 14 de enero de 2022

Un paso (63/365)

Cuando siento algo atorado en el pecho, quiero hacer cosas que me dan miedo, cosas que nunca hice, cosas que, sin ser extraordinarias, están por fuera del círculo de tiza que trazaron para mí. En esas, a veces me rompo la cabeza o lo que llamamos el corazón. A veces rompo las ventanas o rompo los mandamientos; pero la curiosidad por una vida más allá de mi pequeña vida hacen que sea imposible resistirme. 

Doy un paso hacia las cosas que me asustan, doy un paso hacia mí misma. Eso me pone más cerca de otros y, en ocasiones, eso resulta aterrador. De cerca es imposible ocultarse; de cerca, solo se puede mirar a los ojos del otro. 

Me paro derechita con mi verdad colgada en la espalda; así camino mejor y me aproximo de forma certera a las cosas que me revuelven por dentro, a las que son capaces de reescribir mis historias. 

No se amar sino de esa forma, con mi verdad haciéndome contrapeso, mi verdad, siempre provisional, haciendo las veces de faro en las noches en las que las tormentas del sexo y del arrebato amoroso agitan el curso de este corazón sentimental. 

Siempre regreso a lo mismo. El amor es toda la cuestión por estos días. Hay mucha agitación, Hay mucha confusión. Me levanto en medio de la noche y miro por la ventana caer en aguacero toda la frustración y el fracaso y la soledad que se ha acumulado en el cielo de estos primeros días del año. Ningún pronóstico podría haberme preparado para este fenómeno de los vientos de mi vida. Aún así, aún en medio de estornudos y mocos doy un paso hacia afuera y me dejo empapar por mis propias penas, que, apenas amanecer, no son más que rocío delicado sobre las hojas. Me renuevo. Amanece después de la lluvia y está todo fresco y toda yo reverdezco en el amor, que es toda la cuestión por estos días. 

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