lunes, 24 de enero de 2022

Disciplina (73/365)

Una cena simple al caer el sol. La tarde silenciosa, cada una, ocupada en sus labores. Cuanta belleza en las cosas que no tienen trascendencia. Hace días que no me pinto los labios y estoy aprendiendo el bello arte de refrenarme. 

Si me preguntas por una cualidad en mí misma que valore voy a responderte sin dudar un segundo: disciplina. Un movimiento interior que me orienta hacia las cosas que, conscientemente, elijo para mí en este camino que hacemos todos: bienestar y alegría; no quiero usar felicidad. Un placer muy completo después de hacer algo que yo creo que está bien hacer, como comerse algo que es nutritivo y descubrir en esa propiedad la profundidad de un sabor que dura más allá del instante. Sí, puedo apreciar una vida disciplinada como una vida nutritiva y eso es importante para mí. Por mucho tiempo quise ser nutricionista. Me gusta aprender la relación entre la vida y la comida. Lo hago a mi manera, de muchas maneras. 

¿Es tu amor algo nutritivo para ti mismo y para los que están alrededor?

¿Es tu presencia en mi vida algo nutritivo para mi corazón? ¿Eres una tacita de frambuesas o eres mi pan con mantequilla? Con el tiempo, refrenarme frente al pan con mantequilla ha cobrado una importancia capital y es una forma de relacionarme con la lucidez bondadosa en mi interior. Una forma de amistad conmigo misma. Me gusta el pan con mantequilla, pero no lo como. 

Mañana, el reloj suena antes de que salga el sol y probablemente no voy a querer levantarme, pero me levanto. Hago ejercicio porque es más lo que gano que lo que pierdo y a mi cuerpo le gusta. La disciplina es su propia recompensa. La mesa servida, la ropa limpia, Lila esperando su galleta del medio día, silencio. Se hace de día y luego se hace de noche y otra vez se hace de día. Y en ese movimiento de la vida, la vida tiene su propia recompensa.  

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