lunes, 3 de enero de 2022

Lo que hago en el mundo (52/365)

Sobre mi mesa de noche hay una fotografía. Se ve el mar azul, haciéndose espuma en la orilla, alrededor de dos muchachas que solíamos ser mi hermana y yo. Al fondo, los pelícanos aterrizan buscando sus presas y nosotras sonreímos. La foto, en un marco ornamentado antiguo, está justo detrás del reloj. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde ese día soleado en la playa, desde esa alegría, desde aquellos peces muriendo en la boca de aquellas aves?

Parece un sueño si digo que han pasado unos veinte años. ¿A dónde se fue todo ese tiempo? 

Pienso en el día de hoy. Raquel y yo haciéndonos fotos en el patiecito lleno de árboles de un café de Chapinero. Nosotras, que nos pasamos las horas hablando de las mismas cosas, pronunciando los mismos nombres, ¿en dónde estaremos en veinte años? ¿quiénes serán, para ese entonces, los hombres dueños de esos nombres? ¿hasta dónde habrá volado nuestro amor?

Pienso en mi madre y yo ordenando la casa en que ahora vivimos juntas, solo nosotras dos. Hay un silencio extraño. Nuestra vida empieza otra vez y nos inventamos algo solo de las dos, como hace casi cuarenta años. ¿A dónde se van casi cuarenta años que tenemos de conocernos?

Cuando miro mis fotos viejas, pienso en que el tiempo ha sido bueno conmigo. En mis ojos veo que no he hecho más que buscar toda la vida y, cuando miro atrás, comprendo que me la he pasado es encontrando. Que ahí he estado siempre yo, parada detrás de mí misma, haciendo las preguntas correctas. 

Recientemente me pasa que durante el día, tengo instantes en los que, de repente, se me hace un nudo en la garganta al descubrir que algo que yo anhelaba ahora me pertenece. Una cosa que yo no sospechaba que quería, descubro que en este día me es propia, como me es propio este nombre y este cuerpo y esta vida que me dio mi madre y que comparto con Raquel y con mi hermana y con los hombres dueños de los nombres que no me canso de pronunciar en este tiempo que llamo ahora. 

Me inundo de llanto y me sumerjo en la sensación de que estoy viviendo Mi Propia Vida. Los treinta y siete años que me han pasado, se funden en un instante perfecto en el que ya no tengo palabras que puedan decir la luz y la calma del caos en el que existo y soy lo que soy y todas las cosas son la cosa precisa, una, exactamente encajando con la otra. 

Esta noche, que es una primera noche, parece un sueño que hayan pasado treinta y siete años de buscar y me emociono al comprender que he encontrado todo, que aquí podría quedarme sabiendo que está todo hecho y está todo bien. Que mañana me puedo levantar livianita sabiendo que lo que queda no es más que destapar el champán; que lo que queda es la fiesta de la alegría que todo lo incluye, la alegría que es la pregunta y la respuesta, nacer y morir; yo, detrás de mí misma, ayudándome a encontrar. 

Abre los ojos, la vida está exactamente ahí. Treinta y siete años. Ahí los vas a encontrar. 

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