martes, 18 de enero de 2022

Agradezco el día (67/365)

El sol de la tarde dibujando las sombras de la persiana en la pared me recordó lo afortunada que soy. Tengo tanta suerte por vivir en esta casa llena de luz y de aire fresco, con una huerta y espacio para que mi perrito juegue libre. Tengo el privilegio de compartir las horas con mi madre mientras la veo hacerse cada vez más lo que ha sido destinada a ser. Hay comida, agua pura, ropa linda, hay libros, hay música, hay calma y ternura. Hay café recién hecho y conversación para compartirlo. 

Soy increíblemente afortunada por tener todas las condiciones que tengo y por tener este corazón que busca. Poder pasarme horas solo viendo el cielo pensando en vivir y morir es un regalo que acepto con las manos plenas de gozo y agradecimiento. Hoy puedo asomarme desde las ventanas de mi alegría; no siempre son esas las que están abiertas, pero cuando lo están, es maravilloso lo que puedo apreciar. 

Aprecio las cosas grandes y las pequeñas, los placeres y las rutinas, mis anhelos de vivir intensamente y mi voluntad de inventarme una vida que pueda brillar en su belleza. Inclusive puedo apreciar el miedo y la fatiga, la incomodidad que me produce la incertidumbre y las cosas imposibles de resolver. Puedo apreciar la cualidad frágil y finita de la vida y de todo lo que danza en ella; todo se hace liviano, mi malestar también. Sólo un sueño del ego, solo una invención para pasar el tiempo y entretenerme de lo que es realmente importante. 

Lo escribo para darme cuenta y que no se me escape este día. No hay nada que me falte hoy y me siento agradecida. 

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