domingo, 30 de enero de 2022

Piedra preciosa (79/365)

Hace unos dos o tres mil millones de años empezó a formarse algo indestructible y precioso en las profundidades de la tierra. Dicen los expertos que las condiciones de presión y temperatura extremas transformaron los átomos de carbono en una cosa extraordinaria que vino a la superficie en una violenta erupción volcánica. He aquí que ese pedacito de universo gestado en las entrañas de este planeta vino a parar al  centro de mi pecho. ¿Qué ínfima parte del todo era esa parte de mí antes de ser mi corazón?

Han pasado tormentas por mí. Me he inundado. Todo ha ardido en llamas iracundas. He visto todo mi mundo derrumbarse y hacerse polvo. Mi nombre ha sido tachado. Mi cuerpo ha sido maltratado. Mi mente ha sido destrozada. Mis pies han sido atados. Todo ya ha pasado por mí. Pero esa cosa extraordinaria ha sabido permanecer, fulgurante. 

Esa parte mínima que antes fue el universo y que ahora es lo que soy, que sigo siendo el universo, es todo lo que ha quedado una y otra vez y en torno a ella he vuelto a edificar la vida. 

A cada desastre le sigue el sosiego de rencontrar entre las ruinas esa materia preciosa en la que yo brillo. Después de la devastación, sus destellos inauguran los días y yo puedo amanecer y ser un día nuevo, que es, cada día, una vida completa y completamente nueva. 

Ahora sé y descanso en esa certeza, que cada vez que todo cesa mi corazón manifiesta su naturaleza indestructible; cada vez está más cerca de su propio núcleo de espacio infinito. Cuando diviso en el horizonte la polvareda que levanta un nuevo cataclismo voy hacia él, llena de miedo y llena de valor, a poner a prueba este corazón de cristal indestructible. 

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