domingo, 23 de enero de 2022

Domingo amarillo (72/365)

Me queda siempre el silencio. Me queda mi casa de todos los tiempos y todas las vidas. Me queda la libertad de cerrar las ventanas y quedarme adentro sin compañía. Me queda lo que es secreto. 

Me queda la oscuridad de mi casa del vientre que una vez por mes es de luna nueva. Nueva yo, nueva vida, nuevas heridas para cuidar. Despido a mis mejores amigas del resto del mes y nos quedamos la oscura y yo en casa, haciendo pan en el horno de leña. Aquí no hay estaciones, pero si hubiera, este sería el otoño. Todo es amarillo, como era el otoño en los libros. Yo nunca vi un otoño más allá del de mi corazón. Mi corazón amarillo que se cae en las hojas de todos los árboles en los que ha retoñado y a los que se encarama a jugar cuando hay sol y cuando hay lluvia que hace coexistir la nube y el río en un mismo instante de una gotica que se evapora en el suelo caliente. 

Mis ojos son amarillos y mi sangre es amarilla. Es todo viscoso y amarillo como la savia que sangra de los pinos. Entonces soy un pino recién podado que inunda la mañana de perfume. A Lila le gusta ese perfume, le gusta caminar cerca de las ramitas de pino que quedan en la entrada de la casa después de que ha sido podado. Me gusta como se detiene cada dos pasos para oler y parece como si fuera feliz. Así quiero verme yo cuando me siento feliz. Esa agitación en su nariz húmeda, sus ojos brillosos que buscan, su pelo suavecito que se mece al ritmo de su inhalación. Es totalmente un perro que olfatea y absorbe el mundo. 

Quiero ser un cachorro que conoce el mundo. Quiero ser un silencio amable, no un silencio belicoso. Hago silencio en mi respiración y trato de ser como algo que se esparce sin trabajo sobre las cosas. Me sale pésimo a veces. Pero me queda el silencio, el secreto, la casa cerrada, la tarde, los brazos que me esconden, la paciencia. Me quedan los ojos amarillos que buscan, la sangre amarilla de las estaciones que pasan y que hacen que el cielo cambie, que la noche cambie, que las plantas cambien, que todo cambie. Que cambie yo y los pinos y las frambuesas y el perro y yo. 

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