viernes, 18 de marzo de 2022

Serenidad de ser (126/365)

Hablo demasiado y mi propia voz a veces me molesta.

Mis pensamientos obsesivos terminan por arruinar momentos y lazos potencialmente luminosos.

Como de más o de menos y tengo debilidad por la bebida.

He acorazado mi corazón frente al amor romántico y a veces me asusta lastimarme y lastimar.

Soy descuidada con gente que me ama.

A veces respondo impulsivamente y doy pasos en falso con cosas importantes.

Cada vez que algo de eso surge, una capa de bruma me cubre los ojos y mi lengua castiga mi corazón. Me rescata una inhalación. Tomo distancia y me suavizo. Qué hermoso reconocer la calidez de todas mis flaquezas y acudir pronta para acunar a las bebitas vulnerables cuyo llanto se eleva desde dentro. 

En mis espacios vacíos puedo respirar. En mi oscuridad reposo. Mis aristas agudas quiebran los rayos de sol y reflejan luz en todas direcciones. 

¿Te has mirado al espejo cuando estás desesperada? No hay reflejo más lleno de poder que esa criatura que se parece tan poco a la que todo el mundo conoce. Esa clase de intimidad forja un lazo indestructible. Ahí está la puerta, el rincón por donde puedes fugarte de la casa demasiado pequeña, de la familia demasiado apretada, del trabajo demasiado asfixiante, de los lazos demasiado cualquier cosa. Libertad es una palabra complicada. Serenidad quizá sea más adecuada. 

Tocar la vida con delicadeza y con bondad hace que todo sea diferente. Tocar las heridas con compasión y con ternura hace que una pueda ser quien está destinada a ser: la fuente, el silencio, el brote. 

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