martes, 22 de marzo de 2022

Felicidad de tres (130/365)

Mi madre llega a mi puerta en su pijama rosa. Trae su cepillo de dientes en la mano. Es que no aguanta y viene a decirme que se siente feliz porque sus exámenes médicos salieron bien. Sus niveles de colesterol bajaron y todo parece estar en orden. Hace algunos meses conversábamos sobre los medicamentos para el colesterol y sus efectos en el cuerpo. Ambas coincidimos en que comer bien, hacer ejercicio y respirar de forma consciente tienen un efecto benéfico inmenso sin tener que someter al cuerpo al estrés químico de las drogas. Y sí, lo logró, digo, lo logramos. Hacemos ahora una vida de equipo. Entonces nos preguntamos ¿Qué hemos cambiado que ha tenido ese efecto en su salud? Bueno, comemos menos arroz, menos papa, menos carbohidratos simples. Ahora tenemos menos pan y golosinas en casa. Comemos muchas más verduras y sí, también tenemos muchos momentos de silencio en casa, entonces respiramos, hacemos yoga, charlamos sobre lo que sentimos, sobre la vida, sobre la muerte, sobre el sufrimiento. Inclusive, a veces escuchamos a mi Maestro que explica el karma, el sendero a la iluminación y la práctica de la meditación. Voy a decir que somos un equipo de tres. Estoy convencida de que el calor de Lila y su apestosa presencia en cama de mi madre en las tardes en que se dedica a tejer, también han tenido un efecto positivo en su salud. Me emociono; se me saltan las lágrimas cuando pienso en la suerte que tengo de compartir este instante de mi vida con esta mujer que me concibió y cargó conmigo nueve meses y muchos años hasta ahora, que me ha limpiado, consolado y celebrado. Me emociono al pensar en las cosas que hacemos: nuestras salidas de los viernes al único bar lindo que hay en el pueblo, nuestras salidas a cenar, nuestras aventuras por las panaderías artesanales, nuestras noches de vino y chimenea. Esta mujer es cómplice perfecta. Hablamos de todo, nos reímos de todo, nos burlamos una de la otra y exploramos los enredos de mi cabeza y de mi corazón. Ella, con tanta, tantísima paciencia, se da una vuelta por este mundo mío que a ratos es tan contradictorio. Qué suerte! Qué suerte maravillosa la mía tener el privilegio de verla hacer cosas que nadie en el mundo la ha visto hacer. Escucharla decir cosas vulgares, hacer chistes sobre mi vida sexual, probar comidas extrañas, bailar, cantar, contorsionarse solo para emparejarse conmigo en las cosas que me hacen feliz, en las cosas con las que trato de darle sentido al mundo. 

En una noche cualquiera como la de hoy, mientras la vida continúa, algo de esto se va a romper; todo va a hacerse pedazos y ya no seremos este equipo de tres. Sus exámenes ya no estarán bien y dejaremos de ser lo que somos. Ella, Lila, yo, nosotras tres. Pero qué suerte que esta noche, precisamente esta noche, somos y nos compartimos y sí, somos felices. 

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