sábado, 19 de marzo de 2022

Gold is never found in clean waters (127/365)

Descubro mi corazón como un pedacito mineral enterrado en un barrizal. Aguas ocre de tiempo me van separando del lodo en el que he reposado por siglos incontables. Soy pedazo de universo, núcleo de supernova colapsado, soy polvo estelar. Aquí reposo, pero he sido creada infinitamente lejos. En cada partícula de lo que ves me encuentro latente. Soy todas las partículas que no ves. 

¿Cómo podría ser posible no maravillarme cada vez que me percato de lo que soy, del evento extraordinario de cada palpitar?

Nací una tarde de lunes, nací morena, nací marcada por las estrellas con un corazón de viento dorado: llamarada. Me ha tomado más de treinta años encontrar un lugar en donde puedo hacer mi nido. Lo construyo con palitos que recojo del suelo y con el mismo lodo del que yo he surgido, arcilla de la que han sido creados los dioses. Soy yo quien sopla para darles vida. Pobre dios tan cansado de hacer todo perfecto. Lo dejo venir a mi casa para que dormite. Somos, los dos, la misma sustancia que se confunde cuando el viento se levanta. Nos miramos a los ojos y destellamos fragmentos de la misma estrella.   

También el pobre dios encuentra su corazón dorado en el fango del mundo. Solo existe el corazón enterrado entre el barro de las cosas de la vida. Ahí crecen las cosas, ahí germina la vida, ahí lo dorado destella con intensidad. 

Grave error buscar las aguas tranquilas de la vida. No hay corazón ahí. 

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