domingo, 24 de abril de 2022

Segundas oportunidades (163/365)

Darle una segunda oportunidad al corazón y dejarlo que, libre, como pueda, se encarame en las cosas ordinarias del mundo para erguirse de nuevo. Desde allí, desde un lugarcito mas alto, todo se ve diferente y el aire parece más ligero. Respiramos mejor, mi corazón y yo. 

Me escucho en el silencio de mi habitación; escucho el ruido de mi vida que se gasta, de mi cuerpo que envejece, de mis planes perdiendo contra el tiempo. Escucho en mi memoria las carcajadas de la gente que amo. Atesoro entre mis manos calientes la sensación de la piel de un hombre hermoso, la añoro, la extraño. Me asusto y doy un paso hacia el temblor de reconocer mi fragilidad. No, no es fragilidad, es apertura, es transparencia, es no tener en donde esconderme. Me siento valiente.

Me felicito por no desistir y considerar, siempre, las segundas oportunidades. ¿Por qué no? si todo está en movimiento, si a las palabras se las lleva el viento, si el sol sale una y otra vez, si las estaciones regresan luego de una larga ausencia... qué puede haber definitivo entre nosotros, seres tan erráticos y tan muertos de miedo. 

No hay nada qué perder, especialmente cuando lo que perdemos es lo que creemos que somos; esa cosa tan densa y tan pesada a la que le ponemos nuestro nombre. Nada se pierde cuando se pierde algo en nombre del coraje de quebrarse ante la vida, tal como es. Le doy otra oportunidad a cada corazón. Al mío, incontables oportunidades de volverse a romper, de hacerse pedazos y, con suerte, que por sus grietas se cuele por fin la serenidad. 

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