martes, 26 de abril de 2022

Improvisar (165/365)

Nos levantamos todos los días para ensayar una versión de lo que somos. A veces nos sale mejor de lo esperado. A veces, simplemente, olvidamos los parlamentos, nos perdemos en el espacio, no reconocemos nada de lo que hicimos el día anterior. Ensayamos una y otra forma de ser lo que se supone que somos, lo que se espera que seamos hasta descubrir que podemos nada más improvisar; que da igual, que nadie está mirando, que cada uno está ocupado haciendo exactamente lo mismo. Nunca llega el día cero, la actuación definitiva, la que es de verdad verdad. Podemos hacernos un drama perfecto y luego quedarnos simplemente parados en la mitad de todo con la luz incandescente de la verdad apuntándonos a la cara. Podemos morirnos de risa, de llanto, de amor; podemos desbordarnos de emociones o ser una absoluta falta de calor en el cuerpo. ¿A quién le importa?

No hay nada qué perder, nadie a quién impresionar. No es nada más que un juego hasta las cosas que parecen más serias. Improvisamos todo, lo mejor que podemos y nos rompemos apostando por cualquier cosa. Rompemos las cosas, las personas, las anclas inmateriales que nos mantienen cerca de los puertos de nuestra vida. No es más que un sueño, un relámpago, una gota de rocío. Todas las mañanas y todas las noches del corazón, improvisamos nada más. 


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