jueves, 7 de abril de 2022

qué corazón maravilloso (146/365)

De camino a la cama me detengo en el espejo. Me sorprende ver mi piel luminosa, mis mejillas tersas y brillantes, mi cabello armónicamente desordenado. Me miro con un sentimiento de profunda ternura y compasión. Miro mis ojos llorosos y me digo: "Qué maravilla eres. Es momento de una tregua; es hora de hacer las paces contigo".

¿Acaso hay algo más por hacer en esta vida que despertar y hacer las paces con una misma? En un mundo tan enfermo y doliente ¿Hay alguna otra cosa que valga la pena aparte de intentar ser, para mí misma, un rayito de paz?

Me siento en mi cama y recibo un par de mensajes con canciones hermosas; mi corazón se agita. Me atraviesa el dolor de una mujer a miles de kilómetros de aquí que se llama Elena; entonces quiero estar finalmente en paz. Es todo lo que quiero esta noche. Estoy agotada del miedo y la lucha, de la resistencia a todo, de insistir en sostener alguna cosa en pie. Sólo quiero sentirme en paz. 

Me entreno en poner mi corazón vivo en las manos de alguien más. Me conmueve verlo palpitar, incansable, para permitirme inventar el amor, de todas las formas posibles. Hago las paces con él cuando lo miro y descubro en su materia el infinito, mi casa, mi música, el árbol que me alimenta. Ese corazón invencible y vulnerable es el mismo corazón que se experimenta como un corazón roto, es el mismo corazón loco que se enamora, es el corazón humillado y maltratado, el corazón herido por la confusión  y el enojo. Es mi corazón y es todos los corazones; todos los que, yo misma, he sostenido antes en mis manos. No hay dos corazones, son todos exactamente el mismo.

Pongo mis manos en mi pecho y lo siento brincar. Le doy las gracias, le deseo una vida larga y feliz. En alguna casita a miles de kilómetros de aquí hay una mujer como yo, que siente su vida latiendo, que hace consciencia de la finitud de esta condición humana. Quizás ella, como yo, se ha sentido enamorada. Quizá también ha reunido el coraje de poner su corazón en las manos de alguien... lo que pasa después no es tan importante. Un corazón valiente que pronuncia el amor es ya el tesoro, la recompensa, la paz. 

Lo único que quiero esta noche es sentirme en paz. Me hago una foto y me digo "qué maravilla eres". Por un breve instante me siento capaz de organizar mi miedo y mi lucha; mi resistencia y mi control y sentarlos a cada uno en frente de mí. Por un instante me siento capaz de poner mi corazón en sus manos, rendirme. Por un instante descubro la fuente de este calor apacible en mi pecho. 

Me siento en paz y dejo que esa paz se derrame, inundando todo hasta alcanzar a la mujer que, a miles de kilómetros de aquí, con sus manos sobre su pecho, le dice a su corazón: "qué maravilla eres". 



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