miércoles, 20 de abril de 2022

Las líneas de mi mano (159/365)

Tengo las manos calientes todavía. Las miro con atención, mis manos que a veces son muy amarillas o muy rojas. Mis manos que son idénticas a las de mi madre pero con menos años, menos arrugas, menos manchas. Miro mis manos con las uñas un poco descuidadas. Miro mis manos que, aun calientes, son mi fuente de alegría esta noche.

Acabo de pasar casi una hora masajeando a dos mujeres que amo. Me siento a los pies de la cama de mi tía y conversamos sobre las cosas que hace el perro. Nos reímos, susurramos, hablamos con el perro a media lengua. Mientras eso ocurre me dedico con delicadeza a pasar mis manos por sus pantorrillas y sus pies, intentando aliviar la tensión y la presión que le impide dormir. No hay mucho que yo pueda hacer por ella, pero puedo hacer eso, cada noche si es preciso.

Me paro a la cabecera de la cama de mi madre y la ayudo a quitarse la camisa de su pijama. Unto mis dedos con una crema verde y empiezo a pasar mis manos, delicadamente, por su cuello, su espalda y su brazo derecho. Intento aliviar un dolor que viene creciendo desde hace tiempo y que por estos días le impide hacer las cosas más simples. Sé que se pone triste, que se asusta cuando percibe que su cuerpo falla, que hay partes desencajadas y desgastadas por el tiempo. Se enoja, se frustra. Intento con cada movimiento decirle que está bien, que está todo bien con su cuerpo que envejece. Me conmueve la tersura de su piel. No creo haber sentido esa sensación en ningún otro cuerpo. La piel de mi madre es rosada y suavísima, imposible describir la emoción que me abraza. 

Miro mis manos calientes todavía, mis manos que saben tocar, mis manos que saben acariciar. Toco con mis pulgares las puntas del resto de mis dedos y vuelvo a sentir todo el amor y la calidez que experimento cuando entro en contacto con la piel de otro ser. Me gusta tocar. Tocar y cuidar. Miro mis manos que lo hacen posible. Las extiendo, toco las líneas que en ellas se dibujan. Me invento un destino. Las líneas del amor y del cuidado se intersecan. La línea de la vida en mis manos, caliente todavía, es la fuente de mi alegría esta noche. No hay nada que adivinar en las líneas de mis manos que, calientes todavía, son todo lo que se puede decir de mi vida, mi historia y mi destino.   

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