jueves, 21 de abril de 2022

Cosas de perro (160/365)

Abro la puerta de la casa y pregunto ¿hay perritos?

Lila se asoma emocionada y bate su colita dejando que me acerque. Percibo el olor a perro que inunda el cuarto de ropas donde tiene su habitación. Aspiro profundamente y digo, una noche tras otra: amo el olor a perro de mi perro.

Dejo mis cosas sobre la mesa y me inclino para pasar mis manos por su lomo caliente. Ella da vueltas alrededor de mis pies y pasa por entre mis piernas como dibujando el infinito. Ahí me quedo, inclinada dejando que la añoranza del día nos conecte de nuevo. Estamos en el mismo mundo, somos un familia, estoy en casa.

Me persigue escaleras arriba y salta veloz sobre mi cama. Me inclino de nuevo hacia ella y dejo que mi nariz se pose en su nariz mojada, en su exhalar apestoso y agitado. Agarro entre mis manos sus orejas suaves y le hablo de mi día. Le pregunto una noche tras otra si se ha portado bien. Una noche tras otra responde que sí, aunque a veces no sea verdad.

Voy a la habitación de mi madre y silbo para que ella me siga. Da un brinco y en una carrera está sobre la cama. Ahí me siento yo y ella acomoda sus patas delanteras sobre mis piernas. Mientras relato para mi madre los detalles de mi día, Lila se dedica a lamer sus patas y pasarlas por su cara, se limpia, según parece. Al final, sus patas y mi pierna son una misma superficie humedecida por su lengua rasposa. La miro, la dejo que haga lo que hace, la miramos y nos enternece. Yo me siento como una madre con su cachorro; es exactamente lo que soy. Mi parte canina, su parte humana que se encuentran. No somos sino dos seres de la vida que se cuidan y se acompañan.

Es hora de ir a dormir. Todas. Bajando las escaleras silbo de nuevo y, si tengo suerte, ella baja detrás de mí. Busco su correa y salimos por última vez en el día. Entramos y ella se dirige directo a su camita; ahí la espera su cojín de elefante, su favorito y su cobija rosa. Reviso que tenga agua suficiente y me despido desde lejos. Imposible tocarla cuando está en su cama de noche sin arriesgarse a una mordida, a un gruñido al menos. "Descansa preciosa", eso le digo una noche tras otra.

De regreso a mi habitación aspiro el olor que ha dejado en mis mantas y los cojines de mi cama. Amo el olor a perro de mi perro. Amo la vida que hago con ella, las mismas cosas todos los días, los mismos gestos, los mismos ruidos. Aspiro el olor a perro que está impregnado en los pliegues de mi vida, los mismos amores todos los días, dos seres de la vida que se descubren y se acompañan.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario