martes, 5 de abril de 2022

Amor de supermercado (144/365)

Finalizando la tarde, saqué a mi perra para hacer pipí. Contrario a lo que pensaba, no hacía frío; me sorprendió la brisa agradable y el cielo pintado de rosa. Tenía ganas de salir a caminar, así que con la excusa de conocer un supermercado nuevo del barrio, salimos mi madre y yo a andar un poco.

Dimos vueltas por cada uno de los pasillos y nos fijamos en las cosas que usualmente compramos, en los precios, en las cosas que usualmente no compramos pero podríamos comprar. Elegimos las cosas para el almuerzo de mañana considerando los descuentos del día: un brócoli precioso, tomates y cebollas. Salimos contentas. Los supermercados nos ponen contentas porque nos permiten ver lo mucho que hemos cambiado y lo poco que en realidad compramos de los pasillos en los que no se apilan los aromas de las verduras frescas. En un mundo tan adolorido y confuso, es un privilegio no llenar un carrito de supermercado con conservantes, aditivos y plásticos. 

Nos fuimos con nuestro paquetito de verduras para rodear la cuadra y regresar andando despacio a casa. Pasamos por una cervecería artesanal a la que nos prometimos ir pronto. Pasamos por la farmacia y compramos un par de cosas que ya hacen parte de la rutina de cuidados de mi madre. Pasamos por una panadería artesanal y elegimos dos pancitos pequeños para el desayuno. Cuarenta minutos después estábamos de regreso en casa.

Durante esos cuarenta minutos, caminando con ella agarrada de mi brazo, sentía algo dentro de mí agitarse. Una sensación de inquietud que usualmente marco con el nombre de nostalgia. Nostalgia de lo que no quiero perder. Nostalgia de una sensación que quiero retener pase lo que pase. Entonces, a cada paso y mientras conversábamos sobre cualquier cosa, intenté borrar esa marca y recordarme segundo a segundo que estaba justo ahí, andando con mi madre por la calle, sintiéndome maravillada por la simplicidad y la belleza de ese momento cotidiano. Cada vez que me subía una presión a los lagrimales, respiraba y soltaba la palabra abstracta que intentaba nombrar mi resistencia a la fluidez de ese momento.

No quiere decir que no notara la resistencia, las ganas de permanecer en esa alegría, en esa conexión mágica que es el amor, pero la soltaba apenas la notaba, una y otra vez. Nunca, algo tan elemental como ir al supermercado, se había sentido tan vivo y tan pleno de serenidad. Mi madre ha desplegado para mí una energía amorosa como nunca imaginé, una energía que lo transforma todo, que me transforma a mí y descubre otra dimensión para esta pequeña existencia que soy en este momento. 

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